" Avia en cepta un conde que era señor de los puertos de allen mar e de aquen mar e avia nombre don Juliano e avia una hija muy fermosa e muy buena doncella... e tanto que esto supo el rrey rodrigo mando decir al conde don Juliano que le mandase traer su fija a Toledo ".
Era una costumbre habitual entre los nobles enviar sus hijas a palacio para que convivieran con la realeza y estar a salvo de posibles peligros. Nada anormal, pues, en el relato legendario salvo que Don Rodrigo, un día, pasa junto a las nobles doncellas cuando éstas lavan en el río y siente un repentino deseo que se va a convertir, poco a poco, en obsesión.
Continúa la Crónica:
" E acaescio asy, que le vio un poco del pie a vueltas con la pierna, que lo avía tan blanco e tan bien hecho que non podría ser mejor. E tanto que la ansí vio, començola de querer muy gran bien, e començole de demandar muy fuertemente su amor ".
Otra narración novelesca posterior, la de Pedro del Corral ,es más sugerente aún:
" Como la Cava era la más fermosa doncella de su casa e la más amorosa en todos sus fechos y el rey la havía buena volun-tad, assí como la vio echó los ojos en ella e cómo ella e otras doncellas jugaban, e como la puerta era muy guardosa e cerca-da de grandes tapias e allí do ellas andaban no las podían ver sino de la cámara del rey, no se guardaban, mas fazian lo que en plazer les venía, assí como si fuesen en sus cámaras. E creció porfía entrellas, desque una vez gran pieza ovieron jugado, de quién tenía más gentil cuerpo e oviéronse a desnudar e quedar en pellotes apretados que tenían de fina escarlata, e parecíanse-le los pechos y lo más de las tetillas. E como el rey la miraba, cada vegada le parescía mejor ".
Rodrigo la persigue y acosa hasta que satisface su voluntad y ella calla por no atraer sobre sí males mayores. Al cabo de un tiempo, con la salud cada vez más quebrantada, acepta los consejos de otra doncella y hace llegar al conde su padre una carta en la que le comunica tan deplorable evento. A partir de ese momento Don Julián trata, por todos los medios, de vengarse de la injuria; saca a su hija del palacio con la excusa de una enfermedad de su esposa a quien aquélla ha de atender; y estudia alianzas con los árabes hasta que éstos pasan definitivamente el estrecho.
El segundo romance, publicado en la Rosa Española, relata de forma totalmente creativa el episodio de la hija de don Julián, también llamada La Cava:
Cartas escribe la Cava la Cava las escrevía
a esse conde don Julián que allende residía;
No eran cartas de plazer ni eran cartas de alegría,
Sino de tristeza y lloro para España y su valía.
Lo que en las cartas escrive desta manera dezía:
«Muy ilustre señor padre el mayor que hay en Castilla:
truxisteme a la corte como hija muy querida
para servir a la reina y estar en su compañía
con otras hijas de grandes y dueñas de alta cima.
Esse gran rey Don Rodrigo no mirando qué hazía
Namoróse de mis ojos y de mi gran loçania,
Muchas vezes me lo dixo con amor y cortesía,
que mi hermosura y gala para un rey pertenescía
y diesse yo lugar, pues en mí estaba su vida,
de cumplir su mal deseo y su tan loca porfía;
mas a cuanto él me hablava yo jamás le respondía
por ser hija de quien soy y de castidad ceñida.
No después de muchos días que esta plática sería
Sin saberlo yo,cuitada, entró donde yo dormía
y con fuerça muy forçosa deshonra la honra mía.
Devéis de vengar, señor, esta tan gran villanía
y ser Bruto, el gran Romano, pues Tarquino él se hazía;
si no, yo seré Lucrecia, la que dio fin a su vida.
Ya don Rodrigo en el trono, participa de la vida cortesana en Toledo y se resiente por el atractivo de una de las doncellas que le sierve, doña Cava. En dias sucesivos la requiere de amores, per va a recibir solo evasiva. El rey don Rodrigo le dice a la Cava que está enamorado de ella. Ella finge que no le cree y así, Rodrigo, le ofrece España como prueba de su amor. No obstante, la muchacha no podrá resistir más los apremios del rey y cae en sus brazos. Movida por su estado de ánimo, descubre la desgracia a una doncella que la acompaña, que le aconseja escribir a su padre, el conde don Julian, dándole noticias de todo. Este se apresta a la venganza con el consejo y ayuda de su cuñado, el malicioso obispo don Oppas. La venganza va a significar la destrucción de España.
El rey está dormido en su lujosa tienda y no percibe lo que ocurre a su alrededor (los gemidos de los peces, etc). Una doncella llamada Fortuna le advierte de lo que pasará si no se despierta, aunque todo va a ser inútil. Cuando se despierta da las gracias a la doncella y recibe las noticias del ataque: encuentra enemigos en todas partes y su ejército huye.
Rodrigo ve con pesadumbre cómo su reino se desmorona y él no puede hacer nada por evitarlo. Va cubierto de sangre, con el casco y las armas abolladas y la cara hinchada. Desde un cerro mira a sus gentes, banderas y posesiones y se lamenta por haberlo perdido todo. Desde allí llama a la muerte para que se lo lleve.
Romance de la Cava
Amores trata Rodrigo: descubierto ha su cuidado;
a la Cava se lo dice de quien anda enamorado:
-Mira Cava; mira Cava; mira, Cava, que te hablo;
darte he yo mi corazón y estaría a tu mandado.
La Cava, como es discreta, en burlas lo había echado;
respondió muy mesurada y el gesto muy abajado;
-Como lo dice tu alteza, debe estar de mí burlando;
no me lo mande tu alteza, que perdería gran ditado.
Don Rodrigo le responde que conceda en lo rogado.
-Que deste reino de España puedes hacer tu mandado.
Ella incada de rodillas, él estála enamorando;
sacándole está aradores de las sus jarifas manos.
Fuese el rey dormir la siesta, por la Cava había enviado;
cumplió el rey su voluntad más por fuerza que por grado,
por lo cual se perdió España por aquel tan gran pecado.
La malvada de la Cava a su padre lo ha contado.
Don Julián, que es traidor, con los moros se ha concertado
que destruyesen a España por le haber así injuriado.
Romance de Florinda la Cava
De una torre de palacio se salió por un postigo
la Cava con sus doncellas con gran fiesta y regocijo.
Metiéronse en un jardín cerca de un espeso ombrío
de jazmines y arrayanes, de pámpanos y racimos.
Junto a una fuente que vierte por seis caños de oro fino
cristal y perlas sonoras entre espadañas y lirios,
reposaron las doncellas buscando solaz y alivio
al fuego de mocedad y a los ardores de estío.
Daban al agua sus brazos, y tentada de su frío,
fue la Cava la primera que desnudó sus vestidos.
En la sombreada alberca su cuerpo brilla tan lindo
que al de todas las demás como sol ha escurecido.
Pensó la Cava estar sola, pero la ventura quiso
que entre unas espesas yedras la miraba el rey Rodrigo.
Puso la ocasión el fuego en el corazón altivo,
y amor, batiendo sus alas, abrasóle de improviso.
De la pérdida de España fue aquí funesto principio
una mujer sin ventura y un hombre de amor rendido.
Florinda perdió su flor, el rey padeció el castigo;
ella dice que hubo fuerza, él que gusto consentido.
Si dicen quién de los dos la mayor culpa ha tenido,
digan los hombres: la Cava y las mujeres: Rodrigo.
Fuentes.
Romancero.
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