martes, 19 de junio de 2012

Romance de la derrota de don Rodrigo


El obispo Oppas ha llevado a cabo su parte de traición, retirándose y abandonando a su rey en mitad del campo de batalla. Describe el romance esta situación y el estado de postración en el que se encuentra el monarca, que vislumbra desde un cerro un panorama de desolación y muerte. El rey se lamenta, contraponiendo un pasado glorioso al duro presente, contraste creado por la poesía y que va a tener un largo eco en la tradición literaria.
Termina el romance con una imprecación a la muerte, que acaso proceda de otro romance amoroso de finales del S.XV que se incorporó por su conveniencia en este lugar.

Las huestes de don Rodrigo desmayaban y huían,
cuando en la octava batalla sus enemigos vencían.
Rodrigo deja sus tiendas y del real se salía;
solo va el desventurado, que no lleva compañía,
el caballo de cansado ya mudar no se podía,
camina por donde quiere, que no le estorba la vía.
El rey va tan desmayado que sentido no tenía;
muerto va de sed y hambre que de verle era mancilla,
iba tan tinto de sangre que una brasa parecía.
Las armas lleva abolladas, que eran de gran pedrería,
la espada lleva hecha sierra de los golpes que tenía,
el almete, de abollado, en la cabeza se le hundía,
la cara lleva hinchada del trabajo que sufría.
Subióse encima de un cerro, el más alto que veía;
desde allí mira a su gente cómo iba de vencida;
de allí mira sus banderas y estandartes que tenía,
cómo están todos pisados que la tierra los cubría;
mira por los capitanes que ninguno parecía;
mira el camino tinto en sangre, la cual arroyos corría.
El triste, de ver aquesto, gran mancilla en sí tenía;
llorando de los su ojos de esta manera decía:
-Ayer era rey de España, hoy no lo soy de una villa;
ayer villas y castillos, hoy ninguno poseía;
ayer tenía criados y gente que me servía,
hoy no tengo una almena que pueda decir que es mia.
¡Desdichada fue la hora, desdichado fue aquel día
en que nací y heredé la tan grande señoría,
pues lo habría de perder todo junto y en un día!
¡Oh muerte!, ¿por qué no vienes y te llevas esta alma mía
de aqueste cuerpo mezquino, pues se te agradecería?.