jueves, 27 de septiembre de 2012

ROMANCE DE LA CONQUISTA DE ALHAMA,




Paseábase el rey moro por la ciudad de Granada, 
desde la puerta de Elvira hasta la de Vivarrambla. 
Cartas le fueron venidas cómo Alhama era ganada.
 ¡Ay de mi Alhama! 
Las cartas echó en el fuego, y al mensajero matara; 
echó mano a sus cabellos y las sus barbas mesaba. 
Apeóse de la mula y en un caballo cabalga; 
por el Zacatín arriba subido había a la Alhambra. 
Mandó tocar sus trompetas, sus añafiles de plata, 
porque lo oyesen los moros que andaban por el arada. 
¡Ay de mi Alhama! 
Cuatro a cuatro, cinco a cinco, juntado se ha gran compaña. 
Allí habló un viejo alfaquí, la barba bellida y cana: 
-¿Para qué nos llamas, rey, a qué fué nuestra llamada? 
-Para que sepáis, amigos, la gran pérdida de Alhama.
 ¡Ay de mi Alhama!
 -Bien se te emplea, buen rey, buen rey, bien se te empleara;
 mataste los abencerrajes, que eran la flor de Granada; 
cogiste los tornadizos de Córdoba la nombrada. 
Por eso mereces, rey, una pena muy doblada: 
que te pierdas tú y el reino y que se acabe Granada. 
¡Ay de mi Alhama!