miércoles, 17 de octubre de 2012

Vida cotidiana en al-Andalus. La casa y el vestido.


LA CASA

Las viviendas eran un refugio de paz y confort, muy por encima de lo habitual por entonces en otros lugares del resto de Europa. Casi todas ellas, tanto las humildes como las de familias acomodadas, presentaban una serie de características comunes.
Exteriormente, eran muy sobrias y raramente expresaban la categoría social de sus moradores. Hay pocas ventanas y son de reducido tamaño. Suelen estar cubiertas de celosías para permitir ver sin ser vistos. Debían quedar por encima de los ojos de los transeúntes. La entrada se presentaba en recodo, con zaguán, para que el patio no pudiera ser visto desde la calle.
Este patio era el núcleo de distribución de la casa y el centro de la vida familiar. En él estaba presente el agua en forma de estanque, fuente o pozo y, por pequeño que fuera, siempre había espacio para flores y plantas. Cumplía la función de graduar las diferencias térmicas propias del clima.
Las alcobas, salones y cocina se abrían a dicho espacio y se distribuían también en torno a la galería superior. Las estancias no tenían un uso totalmente definido pudiendo hacer las veces de sala de estar o dormitorio según las necesidades del momento. En toda vivienda también existía un "aseo" digno.
La cocina se situaba cerca de la entrada y era normalmente de reducidas dimensiones. Los elementos básicos de la misma eran el atanor, pequeño horno tronco-cónico o cilíndrico excavado en la tierra que funcionaba con carbón vegetal, y el fogón para cocinar distintos platos cocidos o fritos. El menaje de cocina y la vajilla de loza se guardaban en arcones o alacenas. Junto a la cocina, en las casas de familias acomodadas, se situaba la despensa donde cántaros, orzas, odres y tinajas contenían las provisiones alimenticias para todo el año.
El mobiliario era sencillo, apenas unos arcones, una mesa baja de taracea, y algunos altillos y hornacinas en los que depositar un libro o algún adorno de marfil. De dar calidez al entorno se encargaban las esteras y alfombras tupidas de lana, unos mullidos almohadones de seda o lana bordada y un buen brasero.


VESTIDO
En el reinado de Abd Al-Rahman II la influencia oriental hizo que la población andalusí adaptara su vestuario a los cambios estacionarios, vistiendo los tres meses de verano con zaragüelles (calzones amplios) y camisas blancas de lino o algodón y el resto del año con ropas de color abrigándose con zamarras y chalecos de piel. La seda el brocado, el raso y el terciopelo se hicieron frecuentes en la corte y fueron solicitados por altos dignatarios de los reinos cristianos. El color del luto, que en Oriente era negro, fue blanco entre la población andalusí.
El tocado masculino era un casquete de fieltro o un gorro de lana; el femenino, un pañuelo que les cubría todo el rostro (a excepción de los ojos) y sobre el que se colocaba la toca.
El influjo de Bagdad introdujo el gorro alto y derecho y las mitras de terciopelo bordado con pedrería, así como el uso de las toquillas de brocado para las mujeres.
El turbante estuvo durante algún tiempo restringido a hombres de leyes, pero se fue popularizando a partir del siglo XI, llegando a ser común en la Granada nazarí.