domingo, 28 de julio de 2013

Mujeres de Al-Andalus

Al Andalus fue una  tierra llena de pasiones y testimonio de ellos los viajeros contaban que sus palacios estaba llenos de harenes de mujeres hermosas, pero nada más lejos de la realidad, la mujer de aquella época y de aquellas tierras, se la introduce dentro del plano privado.
Pese a ello, hubo mujeres que sobresalieron de esta imposición, tuvieron la cultura a su alcance y esa era su mejor arma para abrirse a la sociedad.
Eran poetisas, esclavas cristianas convertidas al Islam, cortesanas y maestras todo el lujo y el poder a su alcance.

AIXA
Aïsha bin Muhammad ibn al-Ahmar, reina de Granada, llamada Aïsha al-Hurra (La Honesta) y conocida por los españoles como Aixa.
Los musulmanes también la llamaban Fátima la Horra (traducido como “honrada”).
Vivió en el siglo XV y fue esposa de Muley Hacén y madre de Boabdil el Chico, a quién ayudó, con el apoyo de la familia de los Abencerrajes, a acceder al trono de Granada.

Favorecedora de las intrigas palaciegas y rival de Isabel de Solis, fue el alma de la resistencia contra los Reyes Cátolicos y acompañó en 1493 a su hijo a Fez, al exilio, donde murió al poco tiempo.
La leyenda dice que, cuando iban camino de las Alpujarras, entre las actuales poblaciones de Otura y El Padul, Boabdil volvió la vista atrás llorando para contemplar Granada por última vez y Aixa le dijo: “Llora como mujer lo que no has sabido defender como hombre”.
Debido a esto el puerto de montaña recibe el nombre del Suspiro del Moro.

WALLADA LA OMEYA.
Wallada bint al-Mustakfi, hija de Mohammed Al-Mustafki, uno de los califas de reinado más breve de Córdoba y de la esclava cristiana Amin´am.
De sangre omeya y uno de los últimos califas cordobeses, que llegó al poder en 1024 asesinando al anterior califa Abderramán y fue a su vez asesinado a los dos años en Uclés. Su infancia coincidió con el esplendor de la carrera política de Almanzor.

Su adolescencia transcurre en las guerras civiles que marcan la agonía del Califato, en medio de todo tipo de intrigas palaciegas desencadenadas tras la muerte del hijo de Almanzor, al-Muzzaar.
Como el califa no tuvo descendencia masculina, heredó los bienes de su padre y abrió un palacio donde se dedicó a educar a muchachas de buena familia y al que acudían también los poetas y literatos de su tiempo.

Era una belleza para los cánones de la época: rubia, de piel clara y con los ojos azules, además de inteligente, culta y orgullosa. Bordaba sus versos en sus trajes y tuvo el atrevimiento de participar en las competiciones masculinas de completar poemas inacabados mostrando libremente su rostro, conducta que la hizo ser llamada “perversa” y ser criticada muy duramente por los integristas, aunque también tuvo numerosos defensores de su honestidad, como el escritor Ibn Hazam, y el visir Ibn Abdus, su eterno enamorado que, al parecer, permaneció a su lado y la protegió hasta su muerte, cuando ya era octogenaria.

La gran pasión de su vida fue el poeta Ibn Zaydún, con el que mantuvo una relación secreta, dada la vinculación del poeta con los Banu Yahwar, linaje rival de los Omeyas al que ella pertenecía y que le hacía andarse con cuidado por Córdoba. Sobre esta relación giran ocho de los nueve poemas que de ella se conservan. La relación se rompió por la relación de Ibn Zaydún con una esclava negra de Wallada, lo que puede ser cierto, pero también responde a un tópico de la poesía de la época.

Entre estos poemas, que tuvieron la misión de ser cartas entre los amantes, dos expresan los celos, la añoranza y los deseos de encontrarse; otro, la decepción, el dolor y el reproche; cinco son duras sátiras contra su amante, al que reprocha entre otras cosas tener amantes masculinos, y el último alude a su libertad e independencia.
Entre sus alumnas destacó Muhya bint Al Tayyani, una joven de condición muy humilde (hija de un vendedor de higos) a la que acogió en su casa y que terminó denigrándola en crueles sátiras.
Wallada murió el 26 de marzo de 1091 el mismo día que los almorávides entraron en Córdoba.

MUHYA BINT AL TAYYANI

Apenas se tienen datos de su biografía: hija de un vendedor de higos conoció a la princesa Wallada, quién la acogió en su casa y la educó. Se convirtió en poetisa, profesión que gozaba de gran reconocimiento en la sociedad hispanomusulmana.
Por alguna razón rivalizó en el amor y con su obra con su maestra Wallada. A ella le dedica sátiras crueles.

AL-RAKUNIYYA

Hafsa bint al-Hajj, nació en Granada por el 1135 y muere en Marrakesh en el 1191. Hija de un noble de origen bereber, rico e influyente. Pasa su infancia y su juventud en Granada, en una época de agitación política intensa, que marcará la caída de la dinastía Almorávide y la instauración del califato de los Almohades.
Por su talento y su cultura, así como por su belleza, pronto ocupó un lugar importante en la corte de los almohades de Granada, desarrollando una actividad literaria y educativa intensa y adquiriendo una reputación que llegó a traspasar los límites de esta ciudad, llegando a ser enviada a Rabat en el año 1158, con un grupo de poetas y nobles granadinos ante el califa. Fue éste quien le puso el sobrenombre de al-Rakuniyya (derivado de Rakuna, un tipo de salón literario).

Es en este ambiente de la Corte y de la poesía granadina es donde conoció al poeta granadino Ibn Saíd, perteneciente a la familia de los Banu Saíd, con el cual estableció una relación afectiva y pública hacia el año 1154. Esta relación dio lugar a un intenso intercambio de poemas amorosos entre los dos amantes, lo cuales se han conservado hasta nuestros días. Así mismo, sus amoríos fueron cantados por los poetas de su entorno.
Su situación se complica en el año 1156, en que llega a Granada, los almohades, el hijo del califa Abd al-Mumin, quien cae perdidamente enamorado de la poetisa.

Oficialmente, Hafsa no cedió ante los sentimientos del gobernador, pero dejó morir su amor por Abu Yafar, quizás cansada de las veleidades afectuosas de este último o por las presiones del príncipe o de su familia. Esta situación será el origen de una triángulo amoroso muy conflictivo. Abu Yafar, quien había sido amigo y secretario del príncipe Abu Saíd, tomó a éste como objeto de sus poemas satíricos, y terminó tomando parte en una rebelión política contra el gobernador, dando lugar a su encarcelamiento y, finalmente, a su crucifixión en el año 1163, en Málaga.

Hafsa lloró la prisión y la muerte de su amante, reflejándolo en unos versos punzantes y llegando hasta el extremo de vestir el hábito de viuda por él, a pesar de las amenazas del gobernador. Sumida en su tristeza, se retira de la Corte, abandonando la poesía y consangrándose en exclusiva a la enseñanza.
Así vivió durante gran parte de su vida, hasta que en el año 1184, acepta la invitación del califa quien la propone dirigir la educación de los príncipes almohades en Marrakesh donde permaneció hasta el año de su muerte, en 1191.

Hafsa es la poetisa andalusí de la cual conservamos más obras, gracias, sobre todo, al interés de sus biógrafos y de la familia Banu Saíd. En total, han llegado hasta nosotros 17 de sus poemas, de gran calidad litereria. Heredera de la tradición poética árabe, por otra parte, es capaz de expresar, con gran belleza, sus verdaderos sentimientos en un lenguage espontáneo. La mayoría de sus versos amorosos se dirigían a Abu Jafar, a pesar de que existen algunas sátiras y elogios a Abu Saíd. Su inspiración llega a un cúlmen en aquellos versos en los que expresa su pesar y su dolor por el encarcelamiento y la muerte de su amante.

Ejemplo de mujer independiente y culta, Hafsa ha sido muy respetada, a pesar de su libertad aparente, en su época y por los biógrafos posteriores. Han dicho de ella: « La granadina ha sido única en su tiempo por su belleza, su elegancia y su cultura literaria.»

ZORAYA

Isabel de Solís, reina de Granada con el nombre de Zoraya (Estrella del alba). Vivió en la segunda mitad del siglo XVI. Era una doncella hija del comendador de Martos, Sancho Jiménez de Solís y durante una de las luchas entre los cristianos y musulmanes de Granada, fue cautivada por los nazaríes y llevada a la Alhambra.

La leyenda cuenta que era una mujer muy bella y que el rey de Granada, Mulhay Hacén se enamoró locamente de ella.
Tras convertirse al Islam y tomar el nombre de Zoraya, contrajo matrimonio con el monarca, que la convirtió en su esposa favorita.

Pero su otra esposa Aixa peleaba con Isabel de Solís por Muley Hacén. Esta relación provocó el disgusto de los abencerrajes y los celos de la sultana Aixa, madre de Boabdil, quien alentó una serie de intrigas en la corte y las disputas internas que acabaron con la abdicación del monarca en su hermano, Zagal, y, posteriormente desencadenaron la toma del reino de Granada por los Reyes Católicos.
No se tienen más noticias biográficas sobre ella, salvo que partió al exilio con su esposo y sus dos hijos Nasr ben Ali y Saad ben Ali. Según parece, tras la muerte de Muley Hacén se convirtió de nuevo al cristianismo, al igual que sus dos hijos, quienes tomaron los nombres de Juan de Granada y Fernando de Granada, respectivamente.

La historia de esta bella cristiana ha inspirado a escritores de distintas épocas en los siglos posteriores, como Martínez de la Rosa, que escribió la novela histórica Doña Isabel de Solís, reina de Granada y Laurence Vidal que ha publicado Los amantes de Granada, que rememora la vida de Isabel de Solís.
La torre de la Cautiva de la ALHAMBRA lleva este nombre en su recuerdo.

SARA, LA GODA.

Sara, conocida como la Goda. Era nieta del rey visigodo Witiza, y pertenecía a una importante familia andalusí.
Sara era hija de Alamundo, uno de los tres hijos del rey Witiza.
La historia de Sara y de su familia, establecida en Sevilla, fue recogida por su propio tataranieto, Ibn al-Qutiyya, un importante cronista andalusí.

Según cuenta Ibn al-Qutiyya, de acuerdo con los pactos que se dieron en al-Andalus en ese momento, la familia de Alamundo había conseguido tierras en la parte más occidental del valle del Guadalquivir.

A la muerte Alamundo, su hermano, Artobas, arrebató a sus sobrinos, aún niños, la herencia paterna. Ante esta la situación, Sara y sus hermanos acudieron a Damasco para plantear su caso al califa Hisham.

Allí, éste medió para que se cumpliera el pacto establecido y dio a Sara como marido a ‘Isa ibn Muzahim, quien fue con ellos a al-Andalus. En Damasco, Sara conoció a un miembro de la familia omeya, Abderramán I. A lo largo de los años éste acabaría en al-Andalus, convirtiéndose en el primer emir independiente; aquel hecho sería recordado en favor de Sara, pues pudo tener acceso a palacio.

Del matrimonio entre Sara e ‘Isa ibn Muzahim nacerían dos hijos. De uno de ellos descendería el cronista Ibn al-Qutiyya. Tras enviudar, Sara, ahora por mediación del ya emir ‘Abd al-Rahman ibn Mu’awiya, casó con ‘Umayr ibn Sa’id al-Lajmi, miembro del ejército (jund) sirio. De esta nueva unión nació Habib ibn ‘Umayr, de quien descenderían las importantes familias sevillanas.

SUBH.

Subh umm Walad (Subh es aurora, amanecer u oración de antes de la salida del sol; umm Walad es la madre de los hijos del señor) fue esclava, luego favorita del segundo califa cordobés Al Hakim II y madre del tercer Califa Hixem II. Nació probablemente en la década de 940 y murió hacia 999.
En el reino más poderoso de la época fue la mujer más influyente en los últimos años del siglo X.

De origen vasconavarro, fue traída al Califato en su infancia y elevada a favorita por el Califa haciéndola la sayida del alcázar o señora y dotándola de un gran patrimonio.
Como integrante del harén, Aurora tenía su vida muy restringida como era habitual en el Califato de Córdoba, pero por tolerancia del Califa como recompensa por haberle dado dos hijos, le permitía deambular fuera de Medina Azahara en ocasiones vestida de varón, usando el nombre masculino que le dio Alhakén II de Chafar, y la colma de regalos y atenciones.

Aurora maniobró  la muerte de Alhakén II en 976 para que su hijo Hixen II de 11 años reinase en el califato, pues el hijo mayor había fallecido.

La sayida se alió con el visir Yafar y con Almanzor, que ejercía como administrador del patrimonio del heredero y, según las fuentes locales, era posiblemente amante de Aurora. Con una gran profusión de dádivas atrajo hacia el partido de Hixem II a los miembros más importantes de la familia y aristocracia califal.

El asesinato del rival de Hixem II , que era Al Muguira, hermano del fallecido Alhakén II, allanó el camino de aquél hacia el trono.
Aurora protegió la vida y el reinado de su hijo controlando internamente las rencillas que ocurrían en Córdoba para destronarle. Para ello se valió de su protegido y aliado Almanzor, al que contribuyó a aupar al mando superior del califato.

Consolidada la persona de Almanzor por las victorias militares, éste dejó al joven Califa como un monarca de poder no efectivo, sólo nominal, dedicado a la oración y el retiro.

Aurora montó otra alianza hacia 997 para desplazar al caudillo y recuperar el poder para su hijo, pero falló su estratagema y Almanzor salió reforzado.