martes, 9 de julio de 2013

Poetas de Al-Andalus.


 Abû Bakú ibn ‘Ammâr.
Nació en Estobar o Santiponce, en 1031. Murió en 1086.
 Cuando Al-Mu’tamid al mando del ejército sevillano, tomó Silves, lo mandó llamar a su lado, estableciéndose entre ambos una gran amistad, no sólo por el gusto común por la poesía, sino por ser los dos jóvenes amantes de los placeres sexuales y de las aventuras. No se sabe bien los motivos, pero lo cierto es que Al-Mu’tamid, padre de Al-Mu’tamid, desterró a Ibn ‘Ammâr a Zaragoza, regresando a Sevilla cuando su amigo al-Mu’tamid ocupó el trono ‘abbâdí de Sevilla, otorgándole el gobierno de Silves, y luego le nombró visir, llevándoselo de nuevo consigo a Sevilla, donde colaboró eficazmente en el sostenimiento del reino sevillano. Con la presión existente  de los cristianos, por la conquista de  Al-Andalus, conocida es la leyenda que afirma que Ibn ‘Ammâr consiguió que Alfonso VI retirase sus tropas del reino de Sevilla, al vencerle en una partida de ajedrez.

Siempre al servicio de su rey, ayudó a Al-Mu’tamid en la expansión de su reino, principalmente en la conquista de Murcia, para lo que concertó una alianza con el conde de Barcelona, Ramón Berenguer II, Cabeza de Estopa, a cambio de una cantidad y con la garantía de Raksis (Raxis), hijo de Al-Mu’tamid, que quedaba como rehén. Al mismo tiempo, con la ayuda de Ibn Râksik (Râsik), gobernador de Vélez, se apoderó de Murcia. Fue la perdición de Ibn ‘Ammâr, pues la vanidad se apoderó de él, comenzando a gobernar Murcia como si fuera su soberano, negándole la libertad a Ibn Tâhir, el anterior rey de Murcia, pese a las órdenes dadas por Al-Mu’tamid.
 A pesar de esto, no creemos que intentara Ibn ‘Ammâr rebelarse contra su rey, y es por estas fechas, en las que mostrando su afecto y lealtad por su hasta entonces amigo, escribe:
 ¡No, te engañas cuando me dices que las vicisitudes de la fortuna me han cambiado! El amor que tengo a Ksams, mi anciana madre, no es tan fuerte como el que a ti te profeso. ¿Cómo es posible, querido amigo, que tu benevolencia no me alumbre con sus rayos, igual que el relámpago ilumina las tinieblas de la noche? ¿En qué consiste que ninguna palabra tierna viene, como una suave brisa, a consolarme? ¡Oh!, sospecho que hombres infames a quienes conozco han querido destruir nuestra buena amistad. ¿Me retirarás así tu mano, después de una amistad de veinticinco años?... Reflexiona un poco; no te precipites; muchas veces el que se apresura mucho cae, mientras que el que marcha con circunspección llega a su fin…
 Su desobediencia a Al-Mu’tamid, unida a las presiones de los antiguos cortesanos, le indispusieron con su rey, así como el hecho de que Ibn Tâhir huyera de la cárcel, ayudado por el rey de Valencia, motivó el que escribiera la proclama en la que incitaba a los valencianos a la rebelión, y una sátira agresiva contra Al-Mu’tamid e I’timâd, esposa de éste. Ibn ‘Ammâr pidió ayuda a Alfonso VI que se la negó, argumentado que era una disputa entre ladrones. Hecho prisionero, al mejor postor, que resultó ser el afrentado y vengativo Al-Mu’tamid, quien lo mató con el hacha que le había regalado su suegro, Alfonso VI, cumpliéndose así un cruel presentimiento que había amargado la vida de nuestro poeta.
 Aventurero trágico, ambicioso y frenético, prodigó grandes elogios a sus protectores; luego, engreído por su carrera política –como ya hemos señalado- se lanzó a escribir sátiras venenosas, en especial contra Al-Mu’tamid, aunque también compuso poemas contra otros soberanos.
 De entre sus escritos ha gozado de gran fama su Qasîdah en râ, dedicada a Al-Mu’tamid. Se trata de una poesía calificada de fluida, brillante, aparatosa y convencional, y así es, pues su estilo es de una elegante artificialidad decorativa. De tal modo que de su composición poética podemos entresacar algunos versos que elogian al soberano:
 Copero, sirve en rueda el vaso, que el céfiro ya se ha levantado y el lucero ha desviado ya las riendas del viaje nocturno.
 El alba ya nos ha traído su blanco alcanfor, cuando la noche ha apartado de nosotros su negro ámbar.
El jardín es como una bella, vestida con la túnica de sus flores y adornada con el collar de perlas del rocío, o bien, como un doncel, que enrojece con el pudor de las rosas y se envalentona con el bozo del mirto.
 El jardín –donde el río parece una mano extendida sobre una túnica verde- está agitado por el céfiro: pensarías que es la espada de Ben Abad que dispersa los ejércitos.
 ¡Ben Abad! En la angustia, cuando el aire se reviste de una túnica cenicienta, la dádiva de su mano es fecunda, y escoge, para hacer sus dones, la virgen ya  núbil, el corcel desnudo y el sable adornado de pedrería.

Rey cuando los reyes se dirigen en masa al abrevadero, no pueden abrevar hasta que él retorna; más fresco sobre los corazones que el gotear del rocío, más placentero sobre los párpados que la dulce pesadez del sueño.

El hace chispear el eslabón de la gloria, y no se aparta del fuego de la lid más que para acercarse al fuego del hogar encendido para los huéspedes; rey que se admira en lo físico y en lo moral, como el jardín es bello, tanto visto de lejos cuanto visitado de cerca.

Cuando, estando a su lado, me escancia el <<Kautar>> de su generosidad, estoy cierto de hallarme en el paraíso.
¿Has hecho fructificar tu lanza con las cabezas de los reyes enemigos, porque viste que la rama place cuando está en fruto, y has teñido tu cota con la sangre de sus héroes, porque viste que la bella se engalana de rojo?
Mi poema es, por ti, como un jardín que visitó el céfiro y sobre el cual se inclinó la escarcha hasta que floreció.
Con tu nombre le he vestido con una túnica de oro; con tu alabanza he desmesurado sobre él el mejor almizcle.
¿Quién se atreverá conmigo? Tu nombre es áloe que he quemado en el pebetero de mi genio.

Abû Bark Muhammad ibn ‘Abd al-‘Aziz ibn Ibrâhîm ibn al-Kûtîyya.
Historiador, gramático y poeta.
Nacido en Córdoba en el siglo X. Murió en su ciudad natal en el año 977.
 Como su nombre indica, Ibn al-Kûtîyya –hijo de la goda-, era descendiente de una familia de cristianos unitarios. De la unión de su tatarabuela Sara –nieta de Witiza- con Isâ ibn Muzahin, nacieron dos hijos; el primero de ellos sería el bisabuelo de nuestro personaje. Ibn al-Kûtîyya era cliente omeya, es decir, partidario de la revolución islámica y el nacionalismo a ultranza.
 Aunque nacido en Córdoba, se educó en Sevilla, donde residía su familia. Destacó en el estudio de la filología, aunque abarcara con fortuna otras ramas del saber. De la amplitud de sus conocimientos nos habla el hecho de que, interrogado el sabio oriental Abû ‘Alî al-Kalî por el califa Al-Hakam II, acerca de quien consideraba que era el hombre más sobresaliente en lexicografía que había encontrado en Al-Andalus, respondió al instante: << Ibn al-Kûtîyya>>.
 Era sumamente bondadoso y humilde, buena prueba de ello es esta otra anécdota que nos cuenta su biógrafo Ibn Jallikân:
 Cierto día, yendo yo a una quinta que poseo al pie de la sierra de Córdoba, en uno de los más hermosos sitios del mundo, me encontré con Ibn al-Kûtîyya, que volvía precisamente de los jardines que tiene en aquel punto. Cuando me vio, dirigió a mí su caballo, y se mostró muy complacido por haberme encontrado.

Yo también, de muy buen humor, le dije de repente:
-¿De do vienes, varón a quien respeto?
Al oírme me sonrió, y me respondió al instante:
-De donde meditar puede el creyente,
y el pecador pecar en secreto

Esta respuesta me agradó tanto, que no me pude contener y le besé la mano, y pedí para él la bendición de Allah. Era, además, mi antiguo maestro, y merecía esta muestra de alta estimación.
 Sin lugar a dudas la obra que le dio renombre, y que le hace merecedor de estas modestas líneas de recuerdo, es su Crónica de la Conquista de Al-Andalus (Ta’rif iftitâh al-Andalus), que alcanza hasta los tiempos de ‘Abd al-Rahmân III. Aunque resulte paradójico, Ibn al-Kûtîyya se basó fundamentalmente en las noticias que le transmiten sus maestros, principalmente ‘Abd al-Mâlîk ibn Habîb, desdeñando las narraciones y relatos de su propia familia, que participó, como ya sabemos, en todo el desarrollo de los acontecimientos.
 Se extrañan los historiadores tradicionales de que nuestro autor, a pesar de su procedencia indígena, no muestre su simpatía a favor de los cristianos vencidos. No deben, o peor, no quieren saber que los bandos en litigio, en el momento histórico en que nos encontramos, eran por una parte, los cristianos trinitarios partidarios del Imperio teocrático-visigótico y, por otro lado, los cristianos unitarios de la Bética y Astigitania, que contaban con el apoyo árabe.
 La Crónica de Ibn al-Kûtîyya es de bastante interés, por cuanto da entrada en ella a gran cantidad de noticias. No es un relato seco y árido de los acontecimientos que haga derivar todo su valor en la exactitud de las fechas. Pero quizás lo más novedoso e interesante de su obra sea el lugar preferente de los relatos protagonizados por personajes de etnia andalusí, aspecto que no es frecuente encontrar en otros historiadores, especialmente en los de la contrarreforma bereber. A diferencia del Ajbâr Machmû’a (Noticias reunidas), crónica anónima del siglo X, da cabida a noticias acerca de los indígenas islamizados, que no fueron recogidas por los demás cronistas: así, explica la historia de los hijos de Witiza, en especial de Artobás; refiere las hazañas de Ibn Marwân, el gallego; cuenta las narraciones del poeta nacionalista Garbib, o la sublevación de ‘Umar ibn Hafsûn, etc.
 Se le atribuyen, además, libros gramaticales de gran valor, como el Libro de los verbos (Kitâb al-af’âl), editado por Ignacio Guido (Leyden, 1894) y reeditado por ‘Alî Falda (El Cairo, 1953).

Aunque su habilidad como poeta no alcance sus conocimientos como filólogo e historiador, no podemos dejar de hacer mención a su obra poética que, llena de frescura e imaginación, ha llegado en parte hasta nosotros. Sirva como botón de muestra esta poesía de nuestro autor recogida, por Al-Magribî y traducida y editada por García Gómez en su libro Poemas arábigo-andaluces:

Bebe el vino junto a la fragante azucena que ha florecido, y forma de mañana tu tertulia, cuando se abre la rosa.
Ambas parece que se han amamantado en las ubres del cielo, y que aquélla mamó leche, y ésta, sangre.
Son dos amigos, de los cuales aquél se rebeló contra el alcanfor, rey de la blancura, y éste desobedeció al granate, rey de lo rojo, y con razón.

La una es como un blanco idolillo expuesto ante el que pasa; la otra, como la mejilla abofeteada en la triste mañana de la separación.
O, si lo prefieres, aquélla es un manojo de tubitos de plata, y ésta, una brasa cuyo rescoldo atizó o inflamó el viento.


Abû-l-Hasân ‘Alî ibn Bassâm al-Santarinî.
Recopilador histórico y poeta.
Nació en Santarén en el año 1084. Murió en el año 1148.
 Estudio en Lisboa y Córdoba, regresando más tarde a su ciudad natal, de la que tuvo que huir ante la invasión cristiana, no sin antes haber luchado con bravura hasta mellar mi espada, según sus propias palabras.
Expulsado de su patria, y perdido todos sus bienes, Ibn Bassâm se trasladó a Sevilla, donde se dedicó a sus tareas literarias, exaltando con sus versos a todo aquel que lo pagase. No consta que Ibn Bassâm desempeñara ningún cargo político. Su vida estuvo totalmente dedicada a las letras.
 No obstante, el mérito de nuestro autor no reside en sus cualidades como poeta, siendo, como lo era, un gran versificador; sino más bien a su labor como compilador histórico, que queda plasmado en su Kitâb al-Dajîra fî Mahâsim al-yâzîra, o como él mismo subtitulaba, Tesoro de las hermosas cualidades de la gente de la península, antología compuesta en Sevilla hacia 1106-1109, que contiene los mejores ejemplos de composiciones en prosa y verso de andaluces destacados. Posee un prólogo donde aclara qué le impulsó a escribir el deseo de dar a conocer los valores literarios de sus contemporáneos de Al-Andalus, en tanto menospreciados por los serviles admiradores de los escritos de Oriente. Atendiendo a la división geográfica de la Península, dividió su obra en cuatro partes: la primera, trataba sobre los escritores de Córdoba y comarcas colindantes; la segunda, sobre los de la zona occidental (Portugal); la tercera, sobre los del Levante; y la cuarta trata de los extranjeros que residieron algún tiempo en Al-Andalus, y de doce literatos de África, Siria e Irak, que jamás pisaron nuestro suelo. Así pues, evita los órdenes cronológicos y alfabéticos, realizando un resumen biográfico de cada autor, una valoración de sus cualidades literarias, y añade también fragmentos de su prosa o de sus versos. Sin embargo, esta última parte no nos ha llegado y sólo tenemos noticias de ella por su mismo prólogo.
 Además de ésta, su obra principal, compuso Ibn Bassâm varias más,  de entre las que destacamos: Libro de la columna o del apoyo sobre las poesías verdaderas o auténticas de Al-Mu’tamid b. Abad,  y El collar de perlas, sobre la correspondencia o espistolario de Aben Thahir.
 De la erudición y cultura literaria de Ibn Bassâm, nos habla el hecho de que Dozy, el famoso arabista holandés, utiliza su Dajîra para sus trabajos acerca de los musulmanes de la Península.