sábado, 15 de febrero de 2014

Taifa de Sevilla: Abú al-Qasim y Al-mutadid.

ABÚ AL-QASIM MUHAMMAD IBN ABBAD
(Sevilla, ? - id., 25 de enero de 1042) fue un rey taifa de Sevilla (1023-1042), de la familia de los abadíes.
Perteneciente a la familia de los abadíes, de estirpe árabe, era un cadí (juez) de Sevilla en los turbulentos años de disgregación del Califato de Córdoba. Se hizo popular entre sus conciudadanos al organizar la resistencia contra los soldados de fortuna bereberes que estaban rapiñando los fragmentos en los que se estaba deshaciendo el Califato.
Al principio prometió gobernar con la ayuda de un consejo formado por los nobles de la ciudad, pero cuando su poder estuvo establecido, se otorgó la apariencia de un título legítimo protegiendo a un impostor que afirmaba ser el califa Hisham II. A su muerte en 1042, había creado un estado que, aunque débil en comparación con el ahora difunto califato, era fuerte comparado con los reinos de taifas que lo rodeaban. Hizo también de su familia los líderes reconocidos de los musulmanes de origen árabe y muladí en contra de los elementos bereberes de al-Ándalus, cuyo jefe era el rey zirí de Granada.
Fue el fundador de una dinastía que regiría Sevilla hasta su conquista por los almorávides en 1091. Le sucedió su hijo al-Mutadid.


ABBAD IBN MUHAMMAD AL-MU´TADI.
(Sevilla,? - id., 27 de febrero de 1069). Rey taifa de Sevilla (1042-1069), de la familia de los abadíes.
Sucedió a su padre Muhammad ibn Ismail ibn Abbad, el creador de la taifa de Sevilla en 1042. Se anexionó los reinos de taifas de Mértola (1044-1045), Huelva (1051), Santa María del Algarve (hoy Faro, 1051-1052), Niebla (1053-1054), Algeciras (1055), Silves (c. 1063), Morón de la Frontera (1066), Ronda (1065), Carmona (c. 1067) y Arcos de la Frontera (1069), aunque no pudo hacerlo con el de Granada, ni con el de Badajoz. De esta forma, controló todo el territorio situado al sur de la taifa de Badajoz. Sin embargo, estas campañas militares dejaron el reino en un estado de gran debilidad, y tuvo que prestar vasallaje a Fernando I de Castilla en 1063, tras una gran incursión de éste por el valle del Guadalquivir que llegó hasta las puertas de Sevilla.
Para mantener la ficción de la continuidad de su reino con los Omeyas, mantuvo a un títere que se hacía pasar por el califa Hixam II, pero tras su sometimiento a Fernando I, conde de Castilla, la ficción era ya inútil por lo que anunció que el pretendido Hixam II había muerto.
Equiparado muchas veces a los príncipes italianos del Renacimiento, fue poeta y mecenas, pero al mismo tiempo hizo gala de extrema crueldad con sus enemigos, fue traicionero con sus fieles y utilizó con frecuencia el veneno. Aunque hizo la guerra contra todos sus vecinos, raramente aparecía en el campo de batalla, sino que dirigía a sus generales, en los que no confiaba, desde su residencia de los Reales Alcázares. Mató con sus propias manos a uno de sus hijos, que se había rebelado contra él. En una ocasión eliminó a un buen número de sus enemigos, los jefes bereberes de la taifa de Ronda, que le estaban visitando, asfixiándoles en la sala caliente de los baños del palacio. Acostumbraba a preservar los cráneos de los enemigos que había matado. Los de los enemigos de baja alcurnia los convertía en floreros, mientras que los de los príncipes eran conservados en cestas especiales.
Durante su reinado (y el de su hijo y sucesor, al-Mu'tamid), la taifa de Sevilla alcanzó su máximo esplendor.