lunes, 19 de mayo de 2014
Alfonso VI de León EL BRAVO.
Alfonso VI de León (1047 a - Toledo, 12 de agosto de 1109), llamado el Bravo, fue rey de León (10652 -1072; 1072–1109), de Galicia (1071–1072; 1072–1109) y de Castilla (1072–1109). Durante su reinado se conquistó la ciudad de Toledo, en el año 1085, y tuvieron lugar las batallas de Uclés y Sagrajas, que constituyeron sendas derrotas para las mesnadas leonesas y castellanas, falleciendo en la primera el heredero del rey, el infante Sancho Alfónsez.
Orígenes familiares
Hijo del rey Fernando I de León y de su esposa, la reina Sancha de León, era nieto por parte paterna de Sancho Garcés III, rey de Pamplona, y de su esposa, la reina Muniadona de Castilla y por parte materna de Alfonso V de León y de su esposa la reina Elvira Menéndez.
Fue hermano de Sancho II el Fuerte, rey de Castilla y de León, de García de Galicia, y de las infantas Elvira de Toro y Urraca de Zamora.
Ascenso al trono
Como segundo hijo varón del rey de León y conde de Castilla, Fernando I, y de la reina Sancha de León, a Alfonso no le habría correspondido heredar. Sin embargo, en 1063, Fernando I convocó una Curia Regia para dar a conocer sus disposiciones testamentarias en las cuales, decidió repartir su patrimonio entre sus hijos:
A Alfonso le correspondió la principal corona, el Reino de León, y los derechos sobre el reino taifa de Toledo.
A su hermano, el primogénito Sancho, le correspondió el Reino de Castilla, creado por su padre para él, y las parias sobre el reino taifa de Zaragoza.
A su hermano menor, García, le correspondió el Reino de Galicia y los derechos sobre el reino taifa de Sevilla y el reino taifa de Badajoz.
A su hermana Urraca le correspondió la ciudad de Zamora.
A su hermana Elvira la ciudad de Toro.
Reinado
1ª etapa (1065–1072): consolidación del trono.
Tras su coronación en la ciudad de León en enero de 1066, Alfonso tuvo que enfrentarse con los deseos expansionistas de su hermano Sancho quien, como primogénito, se consideraba el único heredero legítimo de todos los reinos de su padre.2 Los conflictos se inician cuando en 1067 fallece la reina Sancha, suceso que abrirá un periodo de siete años de guerra entre los tres hermanos y cuyo primer acto tendrá lugar el 19 de julio de 1068 cuando Alfonso y Sancho se enfrentan en Llantada, en un juicio de Dios en el que ambos hermanos pactan que el que resultase victorioso obtendría el reino del derrotado. Aunque Sancho vence, Alfonso no cumple con lo acordado a pesar de lo cual las relaciones entre ambos se mantienen como demuestra el hecho de que Alfonso acudiera, el 26 de mayo de 1069, a la boda de Sancho con una noble inglesa llamada Alberta y donde ambos decidieron unirse para repartirse el reino de Galicia que le había correspondido a García, el menor de los hijos de Fernando I.
Con la complicidad de Alfonso, su hermano Sancho entra en Galicia en 1071 y, tras derrotar a su hermano García, lo apresa en Santarém encarcelándolo en Burgos hasta que es exiliado a la taifa de Sevilla gobernada por Al-Mutamid. Tras eliminar a su hermano, Alfonso y Sancho se titulan reyes de Galicia y firman una tregua que se mantendrá durante tres años.
La tregua se rompe con la batalla de Golpejera en 1072. Las tropas de Sancho salen victoriosas, pero éste decide no perseguir a su hermano. Alfonso fue hecho prisionero y encarcelado en Burgos. Posteriormente es trasladado al monasterio de Sahagún, donde se le rasura la cabeza y se le obliga a tomar la casulla, pero gracias a la intercesión de su hermana Urraca con Sancho y con la ayuda del abad logra refugiarse en la taifa de Toledo bajo la protección de su vasallo el rey Al-Mamún.
Alfonso, desde su exilio en Toledo, logra el apoyo tanto de su hermana Urraca como de la nobleza leonesa que se hacen fuertes en la ciudad de Zamora obligando a Sancho, en 1072, a sitiar la ciudad para someterla. En el transcurso del asedio el rey Sancho recibió la muerte. La tradición o leyenda narra el episodio con el detalle de que durante el cerco, un noble zamorano o gallego llamado Vellido Dolfos se presentó ante el rey como desertor y, con la excusa de mostrarle los puntos débiles de las murallas, lo separó de su guardia y consiguió acabar con su vida de una lanzada. Aunque no hay constancia alguna de que la muerte de Sancho se debiera a una traición más que a un engaño, ya que Dolfos era enemigo de Sancho, su asesinato fue debido a un lance bélico propio de la situación de sitio y no se produjo en las murallas sino en un bosque cercano donde Dolfos llevó al rey castellano alejándole de su protección armada.
La muerte violenta de su hermano Sancho, que no dejó descendencia, permitió a Alfonso recuperar su trono y reclamar para sí Castilla y Galicia.
En este momento, la Leyenda de Cardeña acerca del Cid (siglo XIII) sitúa la jura exculpatoria de la posible participación de Alfonso en el asesinato de su hermano, que tomó El Cid en la iglesia de Santa Gadea de Burgos (Jura de Santa Gadea) y que provocarían una relación de desconfianza mutua entre ambos, aunque Alfonso intentó un acercamiento al ofrecerle en matrimonio a su sobrina Jimena Díaz junto a la inmunidad de sus heredades. Estos hechos y sus consecuencias llegarían con el tiempo a ser considerados históricos por multitud de cronistas e historiadores, aunque en la actualidad la mayor parte de estos rechazan la historicidad del episodio.
La muerte de Sancho también fue aprovechada por García para recuperar su propio trono, pero al año siguiente, en 1073, fue llamado por Alfonso a una reunión, siendo apresado y encarcelado de por vida en el castillo de Luna, donde fallecería finalmente en 1090.
2ª etapa (1072–1086): expansión
territorialConsolidado en el trono leonés, y con el título de emperador que heredaba de la tradición neogoticista leonesa, Alfonso VI dedica los siguientes catorce años de su reinado a engrandecer sus territorios mediante conquistas como la de Uclés y los territorios de los Banu Di-l-Nun. También se tituló, desde 1072, rex Spanie.
Su primer movimiento lo realiza en 1076, cuando al fallecer el monarca navarro Sancho Garcés IV, la nobleza navarra decide que el trono no pase a su hijo menor de edad, sino a uno de los nietos de Sancho III de Navarra: Alfonso VI o Sancho Ramírez de Aragón que invadieron el reino navarro. Tras llegar a un acuerdo, Sancho Ramírez es reconocido como rey de Navarra y Alfonso se anexiona los territorios de Álava, Vizcaya, Guipúzcoa y La Bureba, adoptando en 1077 el título de Imperator totius Hispaniae ('Emperador de toda España'). Pero su gran expansión territorial la hará a costa de los reinos taifas musulmanes, para lo cual Alfonso siguió con la práctica de explotación económica mediante el sistema de parias consiguiendo que la mayor parte de los reinos de taifas de la España musulmana fuesen sus tributarios, práctica a la que unió la presión militar.
Una de las iniciativas de estos años, que ha pasado a la historia como la traición de Rueda, terminará en fracaso. Tuvo lugar en 1083 en el castillo de Rueda de Jalón, cuando Alfonso recibe noticias de que el alcaide de dicha fortaleza, la cual pertenecía al reino Taifa de Zaragoza, pretende rendirla al rey leonés. Las tropas que envía Alfonso son emboscadas al entrar en el castillo y mueren varios de sus principales magnates.
En 1074 había fallecido envenenado en Córdoba su vasallo y amigo, el rey de la taifa de Toledo Al-Mamún a quien sucedió su nieto Al-Qádir quién, en 1084, solicitó por segunda vez la ayuda de Alfonso ante un levantamiento que pretendía derrocarle. Alfonso aprovechó el llamamiento de ayuda del rey taifa para sitiar Toledo ciudad que caería el 25 de mayo de 1085 y al-Qadir fue enviado como rey a Valencia bajo la protección de Alvar Fáñez.
Tras esta importante conquista, el monarca se tituló emperador de las dos religiones y como gesto ante la importante población musulmana de la ciudad se compromete, además de respetar las propiedades de éstos, a reservarles la mezquita mayor para su culto. Esta decisión será revocada por el recién nombrado arzobispo de Toledo, el cluniacense Bernardo de Sedirac, aprovechando una ausencia del monarca de Toledo y valiéndose para ello del apoyo de la reina Constanza de Borgoña.
La ocupación de Toledo, que permite a Alfonso VI incorporar el título de rey de Toledo a los que ya ostentaba (victoriosissimo rege in Toleto, et in Hispania et Gallecia9 ), llevó a la toma de ciudades como Talavera y de fortalezas como el castillo de Aledo. También ocupa la entonces ciudad de Mayrit en 1085 sin resistencia, probablemente mediante capitulación. La incorporación del territorio situado entre el Sistema Central y el río Tajo, servirá de base de operaciones para la corona leonesa, desde donde podía emprender un mayor hostigamiento contra las taifas de Córdoba, Sevilla, Badajoz y Granada.
3ª etapa (1086–1109): la invasión almorávide
La presión militar y económica sobre los reinos taifas hace que los reyes de las taifas de Sevilla, Granada, Badajoz y Almería decidan pedir ayuda a los almorávides que, en 1086, al mando del emir Yusuf ibn Tasufin cruzan el estrecho de Gibraltar y desembarcan en Algeciras.
En Sevilla, el ejército almorávide se une a las tropas de los reinos taifas y se dirigen a tierras extremeñas donde, el 23 de octubre de 1086, se enfrentan en la batalla de Zalaca a las tropas de Alfonso VI que se había visto obligado a abandonar el sitio a que sometía a la ciudad de Zaragoza. La batalla se salda con la derrota de las tropas cristianas que regresan a Toledo para defenderse, pero el emir no supo aprovechar la victoria, pues regresó apresuradamente a África a causa de la muerte de su hijo. Alfonso solicitó a los reinos cristianos de Europa la organización de una cruzada contra los almorávides que habían recuperado casi todos los territorios que Alfonso había conquistado, con la excepción de Toledo, ciudad en la que Alfonso se hacía fuerte.
Aunque la cruzada no llega finalmente a organizarse, sí provoca la entrada en la península de un importante número de cruzados entre los que destacan Raimundo de Borgoña y Enrique de Borgoña que contraerán matrimonio con dos hijas de Alfonso, Urraca (1090) y Teresa (1094) lo que va a provocar la entrada de la dinastía borgoñona en los reinos peninsulares.
En 1088 Yusuf ibn Tasufin cruza por segunda vez el estrecho, pero es derrotado en el cerco de la fortaleza de Aledo y la deserción de muchos de los reyes de las taifas musulmanas, lo que motivó que, en su próxima venida, el emir viniera con la decisión de destituirles a todos y quedarse él como único rey de todo al-Andalus.
En 1090 los almorávides realizan un tercer desembarco, destituyen al rey de Granada, vencen a al-Mamun, gobernador de Córdoba, y tras la batalla de Almodóvar del Río, entran en Sevilla enviando al exilio a su rey al-Mutamid.
En 1097 se produce un cuarto desembarco almorávide. La noticia la recibe Alfonso VI cuando se dirigía a Zaragoza para prestar ayuda a su vasallo el rey Al-Musta'in II en su enfrentamiento con el recién coronado Pedro I de Aragón. El objetivo almorávide es nuevamente Toledo, en cuyo camino se encuentra el castillo de Consuegra y donde, el 15 de agosto, se encontrarán con las tropas cristianas que nuevamente resultarán derrotadas en la batalla de Consuegra lo que supondrá la confirmación del periodo de decadencia del reinado de Alfonso VI que ya se había iniciado en 1086 con la derrota de Zalaca.
En 1102, Alfonso envía tropas en auxilio de Valencia frente a la amenaza almorávide. La ciudad había sido conquistada en 1094 por El Cid y desde la muerte de éste, en 1099, estaba gobernada por su viuda Jimena. La batalla tuvo lugar en Cullera sin un claro vencedor, aunque Valencia cayó en manos almorávides ante lo costoso que resultaba para Alfonso defender esta plaza.
En 1108 las tropas del almorávide Tamim, gobernador de Córdoba e hijo de Yusuf ibn Tasufin se dirigen nuevamente contra los territorios cristianos, pero la ciudad elegida no es Toledo sino Uclés. Alfonso se encontraba en Sahagún, recién casado, mayor y con una vieja herida que le impide montar a caballo. Al mando del ejército se pone Álvar Fáñez, gobernador de las tierras de los Banu Di-l-Nun, y le acompaña el infante heredero Sancho Alfónsez. Los ejércitos se enfrentan en la Batalla de Uclés, donde las tropas cristianas sufrirán otra dura derrota y en la que, además, morirá el infante heredero al trono, lo que tendrá como consecuencia un parón de 30 años en la reconquista y la independencia del condado portucalense.
Nupcias y descendencia
En 1067 se negoció su matrimonio con Ágata de Normandía, hija del rey Guillermo I de Inglaterra y de Matilde de Flandes, pero su muerte prematura frustró el proyecto.
En 1069 se firmó el acuerdo de esponsales con Inés de Aquitania, hija del duque Guido Guillermo VIII de Aquitania y de Matilde de la Marche. Inés apenas contaba con diez años de edad y hubo que esperar hasta que cumpliese los catorce años para celebrar el matrimonio que tuvo lugar a finales de 1073 o principios de 1074. Murió el 6 de junio de 1078.
Contrajo matrimonio por segunda vez en 1079 con Constanza de Borgoña, viuda, sin hijos, del conde Hugo III de Châlon-sur-Saon, e hija de Roberto el Viejo, duque de Borgoña y bisnieta de Hugo Capeto, rey de Francia. Fruto de este matrimonio, que duró hasta la muerte de la reina en 1093, nació:
Urraca I de León (1081–1126), que sucedió a su padre en el trono. Contrajo sendos matrimonios con Raimundo de Borgoña y con Alfonso I el Batallador, rey de Aragón. Fue sucedida por su hijo con Raimundo de Borgoña, Alfonso VII el Emperador.
El 25 de noviembre de 1093 contrajo un tercer matrimonio con Berta, de filiación desconocida, de cuyo matrimonio no hubo descendencia. Murió a finales de 1099 sin descendencia.
No queda claro en las fuentes si el rey casó o no con Zaida. En la crónica De rebus Hispaniae, del arzobispo de Toledo Rodrigo Jiménez de Rada, se cuenta entre las esposas de Alfonso VI. Pero la Crónica najerense y el Chronicon mundi indican que Zaida fue concubina y no esposa de Alfonso VI. Tampoco se sabe si el rey y Zaida comenzaron su relación antes o después de la muerte de la reina Constanza. Según Gonzalo Martínez Díez, contrajeron matrimonio después del año 1100, quedando legitimado el hijo de ambos quien se convirtió en príncipe heredero del reino cristiano. De esta relación nacieron tres hijos:
Sancho Alfónsez (1093–1108), su único hijo varón y heredero del trono. Su prematura muerte en la batalla de Uclés aceleró el fin de su padre.
Elvira Alfónsez (1100–1135), contrajo matrimonio en 1117 con Rogelio II de Sicilia, rey de Sicilia.
Sancha Alfónsez (1101–c. 1125), primera esposa de Rodrigo González de Lara, conde de Liébana con quien tuvo a Elvira Rodríguez de Lara, mujer del conde Ermengol VI de Urgel.d
Contrajo un cuarto o quinto matrimonio con Beatriz de Este, hija del duque de Este. Este enlace, celebrado en 1108, duró sólo un año, hasta la muerte del rey. Tras su defunción, la reina Beatriz volvió a su país y contrajo matrimonio de nuevo, siendo sepultada en la Catedral de Pavía.
Fruto de su relación extramatrimonial con Jimena Muñoz nacieron dos hijas:
Teresa Alfónsez (1083/1085–1130). Condesa de Portugal como parte de su dote nupcial, contrajo matrimonio con Enrique de Borgoña. El hijo de ambos, Alfonso I Enríquez, fue el primer rey de Portugal.
Elvira Alfónsez (c. 1079–d. abril de 1157), se casó con Raimundo IV de Tolosa, conde de Tolosa y después de enviudar con el conde Fernando Fernández de Carrión.
Muerte y sepultura
Alfonso VI falleció en la ciudad de Toledo el día 1 de julio de 1109, a los sesenta y dos años de edad.17 Su cadáver fue conducido a la localidad leonesa de Sahagún, siendo sepultado en el Monasterio de San Benito de Sahagún, cumpliéndose así la voluntad del monarca. Los restos mortales del rey fueron depositados en un sepulcro de piedra, que fue colocado a los pies de la iglesia del monasterio de San Benito, hasta que, durante el reinado de Sancho IV, pareciéndole indecoroso a este rey que su predecesor estuviese sepultado a los pies del templo, ordenó trasladar el sepulcro al interior del templo, y colocarlo en el crucero de la iglesia, donde se hallaba el sepulcro que contenía los restos de Beatriz Fadrique, hija del infante Fadrique de Castilla, quien había sido ejecutado por orden de su hermano, Alfonso X el Sabio, en 1277.
El sepulcro que contuvo los restos del rey, desaparecido en la actualidad, se sustentaba sobre leones de alabastro, y era un arca grande de mármol blanco, de ocho pies de largo y cuatro de ancho y alto, siendo la tapa que lo cubría lisa y de pizarra negra, y estando cubierto el sepulcro de ordinario por un tapiz de seda, tejido en Flandes, en el que aparecía el rey coronado y armado, hallándose en los lados la representación de las armas de Castilla y León, y en la parte de la cabecera del sepulcro un crucifijo.
El sepulcro que contenía los restos de Alfonso VI fue destruido en 1810, durante el incendio que sufrió el Monasterio de San Benito. Los restos mortales del rey y los de varias de sus esposas, fueron recogidos y conservados en la cámara abacial hasta el año 1821, en que fueron expulsados los religiosos del monasterio, siendo entonces depositados por el abad Ramón Alegrías en una caja, que fue colocada en el muro meridional de la capilla del Crucifijo, hasta que, en enero de 1835, los restos fueron recogidos de nuevo e introducidos en otra caja, siendo llevados al archivo, donde se hallaban en esos momentos los despojos de las esposas del soberano. El propósito era colocar todos los restos reales en un nuevo santuario que se estaba construyendo entonces.18 No obstante, cuando el monasterio de San Benito fue desamortizado en 1835, los religiosos entregaron las dos cajas con los restos reales a un pariente de un religioso, que las ocultó, hasta que en el año 1902 fueron halladas por el catedrático del Instituto de Zamora Rodrigo Fernández Núñez.
En la actualidad, los restos mortales de Alfonso VI el Bravo reposan en el Monasterio de las monjas benedictinas de Sahagún, a los pies del templo, en un arca de piedra lisa y con cubierta de mármol moderna, y en un sepulcro cercano, igualmente liso, yacen los restos de varias de las esposas del rey.
Legado
En el terreno cultural, Alfonso VI fomentó la seguridad del Camino de Santiago e impulsó la introducción de la reforma cluniacense en los monasterios de Galicia, León y Castilla.
El monarca sustituyó la liturgia mozárabe o toledana por la romana. A este respecto cuenta la tradición popular que Alfonso tomó un breviario mozárabe y uno romano y los arrojó al fuego. Al arder sólo el breviario romano, el rey volvió a arrojar al fuego el mozárabe, imponiendo así el rito romano. Es posible que esta leyenda sea el origen del refrán que afirma «Allá van las leyes, do quieran los reyes».
Alfonso VI, el conquistador de Toledo, el gran monarca europeizador, ve, en los últimos años de su reinado, cómo la gran obra política realizada se resquebraja ante el empuje almorávide y las debilidades internas. Alfonso VI había asumido plenamente la idea imperial leonesa y su apertura a la influencia europea le había hecho conocer las prácticas políticas feudales que, en la Francia de su tiempo, alcanzaban su expresión más acabada. En la conjunción de estos dos elementos, ve Claudio Sánchez-Albornoz la explicación de la concesión iure hereditario (reparto entre las dos hijas y el hijo del reino en lugar de legar todo el reino al único hijo varón) –más propio de la tradición navarroaragonesa– de los gobiernos de los condados de Galicia y Portugal a sus dos yernos borgoñones, Raimundo, primer marido de Urraca, y Enrique, casado con Teresa. De esa decisión, arrancó, a la vuelta de unos años, la independencia portuguesa y la perspectiva de una Galicia independiente bajo Alfonso Raimúndez, que luego no se hizo realidad al convertirse éste en Alfonso VII de León.