jueves, 4 de diciembre de 2014

En busca de la tumba de Boabdil.

El último rey moro de Granada, Boabdil «el Chico», murió en la ciudad marroquí de Fez en 1533, y su cadáver fue enterrado en un lugar donde ahora un equipo hispano-emiratí se propone sacarlo del subsuelo y de paso del desprecio con que la historia lo trató.

El proyecto es financiado por el emiratí Mustafá Abdulrahman y capitaneado por el cineasta español Javier Balaguer, quien prepara un documental y un largometraje de ficción sobre lo que llama «un hombre maltratado por la historia, pese a que le debemos la salvación de Granada y de la Alhambra».

Como es bien sabido, Boabdil perdió Granada en 1492, lo que significó el fin de Al Andalus, y se exilió con su familia en el vecino Marruecos, en lo que entonces era el Sultanato de Fez.

Sin mezclarse en luchas palaciegas de Fez ni desempeñar ningún cargo relevante, vivió 40 años más y murió discretamente en 1533, según refiere Virgilio Martínez Enamorado, que ha ejercido como asesor científico del proyecto hispano-emiratí.

Enterrado en una «musalla»
Fue 150 años después cuando un historiador árabe llamado Al Maqarri, que decía haber conocido a los nietos de Boabdil, reveló que el rey depuesto había sido enterrado en una «musalla» (ermita) cercana a la Puerta de la Justicia de la medina de Fez, una de las más imponentes de la ciudad antigua.

La puerta ha cambiado de nombre, ahora se llama «Puerta del Quemado», pero la ermita sigue allí, en medio de un descampado que en los últimos días ha sido tomado por Balaguer, cámara en mano, y el geofísico Luis Avial, quien ha realizado una prospección del terreno con georradar y asegura que ya ha encontrado bajo la cúpula restos humanos de al menos dos esqueletos, más dos lápidas.

Las dos lápidas parecen ser un buen indicio, pues los sultanes y solían ser enterrados junto a algún santón, y esa ermita es conocida en el barrio como «la tumba de (el santo) Sidi Bel Kasem», aunque la memoria de Boabdil se haya perdido.

La maraña burocrática ha impedido que los expertos realicen una excavación arqueológica-forense
Sin embargo, la maraña burocrática marroquí -y, concretamente, saber quién da el permiso- ha impedido que los expertos puedan realizar una excavación arqueológico-forense y extraer restos que puedan pasar los análisis de carbono 14 y datar al menos su antigüedad, así como la edad o posible enfermedad que tenían esas personas al morir.
El ayuntamiento de Fez ha conminado a los diferentes ministerios potencialmente capaces de autorizar o bloquear las excavaciones -Cultura, Asuntos Islámicos, Interior- a que den una opinión definitiva para poder empezar las excavaciones la próxima semana.

El prestigioso forense vasco Francisco Echevarría, acompañado de un equipo de cuatro arqueólogos de la Sociedad Aranzadi, se ha comprometido con Balaguer a analizar los restos si llega el permiso, y asegura que en cinco días podrían extraerse huesos o dientes y su análisis demorarse solo dos meses.

El último descendiente de Boabdil
Si se confirmara que en la ermita hay enterrado desde hace cinco siglos un varón de unos 70 años, podría entonces cotejarse su ADN con el de un hombre aún vivo y residente en México. Este hombre asegura poder demostrar que pertenece al linaje de Boabdil, a partir de una hermana o una hija del rey granadino que tuvo que cristianizarse con el nombre de Isabela para permanecer en Granada, la cual tuvo un hijo con Fernando el Católico y sus descendientes «hicieron las Américas», siempre según Balaguer.

Existe además la posibilidad de buscar más restos del padre o el abuelo de Boabdil, que se saben enterrados en el castillo de la localidad de Almuñécar, cerca de Granada, asegura por su parte Abdulrahmán.

El mecenas emiratí -y es también la idea de Balaguer- quiere reivindicar la figura de Boabdil, ya que según él fue «un hombre de Estado, no un guerrero, un gran negociador que debe pasar a la historia porque prefirió, antes que la guerra, salvar la vida de todo un pueblo».

Boabdil fue un excelente político y un negociador
Abdelramán lamenta que Boabdil -proveniente de su verdadero nombre, que era Abú Abdallah o Abdillah en dialecto granadino de entonces- haya pasado a la historia como un cobarde o hasta un traidor, famoso por una anécdota que además es falsa: la de que su madre lo reprendió por «llorar como una mujer lo que no pudo defender como un hombre».
El emiratí prefiere subrayar que fue «un excelente político y un negociador» que supo preservar los derechos de los granadinos y que se llevó con él al exilio a varios miles de los que no quisieron quedarse en la Granada «reconquistada» (incluidos dos mil judíos).

«Fue un hombre víctima de las circunstancias históricas. Sería hermoso encontrar sus restos, pero, si no lo conseguimos, al menos habremos logrado que se hable sobre lo que fue: un gran hombre».

ABC.es