jueves, 28 de junio de 2012
La penitencia de don Rodrigo. Romances.
De viva tradición española y judeo-española hasta nuestros días, este romance relata el legendario final de don Rodrigo.
Si la historia no aclara con precisión las circunstancias que rodearon su muerte, los relatos de los siglos XIV y XV narran la penitencia que el monarca acepta y acata, arrepentido y con entereza, y que consiste en introducirse en un sepulcro, en donde una culebra o serpiente simbólica, que aparece también en otros romances, va a devorarle sigilosamente, comenzando por la parte más pecadora y que arruinó a España y siguiendo por el resto del cuerpo, hasta que le llega la muerte.
Después que el rey Don Rodrigo a España perdido había
íbase desesperado por donde más le placía;
métese por las montañas las más espessas que vía
porque no le hallen los moros que en su seguimiento ivan.
Topado ha con un pastor que su ganado traía;
Díxole:-Dime, buen hombre, lo que preguntar quería
si ay por aquí poblado o alguna casería
donde pueda descansar que gran fatiga traía.
El pastor respondió luego que en balde la buscaría
porque en todo aquel desierto sólo una ermita avía.
Donde estava un ermitaño Que hazía muy sancta vida.
El rey fue alegre desto por allí acabar su vida;
pidió al hombre que le diesse de comer, si algo tenía.
El pastor sacó un çurrón que siempre en él pan traía;
dióle dél y de un tassajo que acaso allí echado avía;
el pan era muy moreno, al rey muy mal le sabía.
Las lágrimas se le salen, detener no las podía,
acordándose en su tiempo los manjares que comía.
Después que ovo descansado por la ermita le pedía;
el pastor le enseñó luego por donde no erraría;
el rey le dio una cadena y un anillo que traía:
joyas son de gran valor que el rey en mucho tenía.
Comenzando a caminar ya cerca el sol se ponía;
llegado es a la ermita que el pastor dicho le avia;
él dando gracias a Dios luego a rezar se metía;
después que ovo rezado para el ermitaño se iva:
hombre es de autoridad que bien se le parescía.
Preguntóle el ermitaño cómo allí fue su venida;
el rey, los ojos llorosos aquesto le respondía:
-El desdichado Rodrigo yo soy, que rey ser solía,
véngome hazer penitencia contigo en tu compañía;
no rescibas pesadumbre por Dios y Sancta Maria.
El ermitaño se espanta; por consolallo dezía:
-Vos cierto avéis elegido camino cual convenía
para vuestra salvación que Dios os perdonaría.
El ermitaño ruega a Dios por si le revelaría
la penitencia que diesse al rey, que le convenía.
Fuéle luego revelado de parte de Dios un día
que le meta en una tumba con una culebra biva
y esto tome en penitencia por el mal que hecho avía.
El ermitaño al rey muy contento se volvía,
contóselo todo al rey como passado le avía.
El rey desto muy gozoso luego en obra lo ponía:
métese como Dios manda para allí acabar su vida.
El ermitaño, muy sancto, mírale al tercer día,
dize:-¿Cómo os va, buen rey? ¿Vaos bien con la compañía?.
-Hasta ahora no me ha tocado, porque Dios no lo quería.
Ruega por mí, el ermitaño, porque acabe bien mi vida.
El ermitaño lloraba; gran compasión le tenía,
començóle a consolar y esforçar cuanto podía.
Después buelve el ermitaño a ver ya si muerto avía:
halló que estaba rezando y que gemía y plañía:
preguntóle cómo estaba: -Dios es en la ayuda mía,
respondió el buen rey Rodrigo, la culebra me comía;
cómeme ya por la parte que todo lo merescía,
por donde fue el principio de la mi muy gran desdicha.
El ermitaño lo esfuerça: el buen rey allí moría.
Aquí acabó el rey Rodrigo, Al cielo derecho se iva.
un cuarto romance, versión facticia de La
penitencia... que nos aportará nuevos datos al tema elegido.
Allá arriba en alta sierra alta sierra montesía,
donde cae la nieve a copos y el agua menuda y fría,
donde no hay moro ni mora ni gente de cristianía,
si no era un ermitaño, que hacía muy santa vida.
-Por Dios te pido, ermitaño, por Dios y Santa María,
hombre que forzó mujeres si el alma tiene perdida.
-Perdida no, el caballero, no siendo hermana ni prima.
-Ay de mí, triste cuitado, esa fue la mi desdicha,
que dormí con una hermana y también con una prima.
Confiésame, el ermitaño, confiésame, por tu vida.
-Confesar, confesaréte; absolverte no podía.
Estando en estas razones del cielo una voz se oía:
-Absuélvelo, confesor, absuélvelo, por tu vida,
y dale de penitencia conforme la merecía.
Metiéralo en una tumba con una culebra viva;
siete varas tien de largo, siete cabezas tenía.
El bueno del ermitaño iba a verlo cada día:
-¿Cómo te va, don Rodrigo, con tu mala compañía?
-Bien me va, gracias a Dios, mejor que yo merecía;
de la rodilla para abajo tengo la carne barrida,
de la rodilla para arriba pronto me comenzaría.
-Ten paciencia, penitente, con tu mala compañía;
le pediré a Dios del cielo que te saque de esta vida.
El bueno del ermitaño a visitarle volvía:
-¿Cómo te va, don Rodrigo, con tu mala compañía?
-Bien me va, gracias a Dios, mejor que yo merecía;
de cintura para abajo tengo la carne barrida,
ya me llega al corazón que era lo que más sentía.
Adiós, adiós, confesor que se me acaba la vida.
-Adiós, adiós, penitente, Dios vaya en tu compañía.
Las campanas de aquel pueblo ellas de sí se tañían
por el alma de Rodrigo que para los cielos iba;
dos mil ángeles del cielo llevaba en su compañía.
Es obvio el interés histórico que estos relatos o narraciones tradicionales encierran, pues se ocupan de un hecho cuyos orígenes se
remontan a la época visigótica.
Por el valle las Estacas/va Rodrigo al mediodía;
van relumbrando sus armas/como el sol del mediodía.
Ha encontrado un ermitaño,/el más cristiano que había:
-Por Dios te ruego, ermitaño,/por Dios te rogar quería
que me cuentes la verdad/y me niegues la mentira,
hombre que esfuerza mujeres,/¿el alma tendrá perdida?.
-El alma perdida no,/no siendo una hermana o prima.
-Ay triste de mí, ay triste,/esa fue desgracia mía;
me acosté con una hermana,/esforcé a una prima mía,
he matado a mi mujer,/ tres hijos que yo tenía,
maté a mi padre y mi madre,/todos les maté en un día.
Hombre que hizo tantas muertes/¿qué penitencia tendría?.
Tratan de hacerle una cueva/y enterrarle en ella viva;
allí había una serpiente/que siete bocas tenía
De la cinta por abajo/ya comido le tenía;
de la cinta por arriba/empezado le tenía.
-Y trae una luz de pronto/si me quieres ver la vida.
Por pronto que se la traen/Rodrigo ya se moría.
Cómo tocan las campanas,/cómo tocan doloridas
por el alma de Rodrigo/que para el cielo camina.