jueves, 6 de septiembre de 2012

La Doctrina Maliki

Según los autores árabes, Hisham I y su hijo al-Hakam I fueron los mayores defensores y los responsables de que el malikismo se convirtiese en la escuela jurídico-religiosa de al-Andalus.
Malik ben Anas, que murió en Medina sobre los años 795 ó 796, creó una escuela jurídica que llevó su nombre, y que hacía referencia a la aplicación práctica del derecho religioso, tal como había sido, teóricamente, fijado, por la Zuna o sunna, la ley tradicional de los musulmanes.
Varios doctores cordobeses recibieron estas enseñanzas del propio Malik y las trajeron a al-Andalus. Primero las propagaron en Córdoba y luego se extendieron a otras ciudades importantes, con el apoyo y el beneplácito de los emires omeyas. bajo al-Hakam, el malikismo será considerado como la doctrina oficial a la que debían ajustarse los dictámenes jurídicos, fatwas, que en ocasiones solicitaba el príncipe o el cadí.
A partir de esta época, se creó, especialmente en Córdoba, una especie de aristocracia religiosa y a la vez, intelectual, constituida por los alfaquíes o juristas-teólogos malikíes. Esta casta privilegiada no tardó en dedicarse o bien a ganarse la intimidad del príncipe gobernante para influir en sus decisiones, e intervenir así en los asuntos de estado, o bien todo lo contrario, a crear auténticas corrientes de animosidad contra él cuando no les hacía demasiado caso o ignoraba sus dictámenes.
La adopción de la doctrina malikí, enemiga de innovaciones y muy rigorista, evitó que al-Andalus se viera envuelto en las querellas religiosas que ya empezaban a desgarrar el Islam. Los movimientos heterodoxos se reprimirán con firmeza, de forma inmediata y los crímenes de lesa fe, se castigarán sin discusión y se aplicarán a cualquiera que incurra en ellos, no importa cuál sea su posición dentro de la sociedad o pertenezca a la aristocracia. Aunque los veredictos deberán contar con la aprobación del gobernante, éste no podrá mostrarse transigente, so pena de ser reprobado por los clérigos y por el pueblo.
Desde sus orígienes, el estado musulmán andaluz aparece como el guardián de la ortodoxia, con una fe ciega en una doctrina inmutable, lo que supone, de antemano, la negación de cualquier posibilidad de especulación racional.