Durante el reinado de este emir, al-Andalus tomó verdadera importancia como estado independiente y como reino. Estableció relaciones con Bizancio, fue un buen organizador de la estructura gubernamental, enriqueció al país, acuñó moneda y creó talleres en los que se tejían suntuosas telas, reforzó el ejército y dotó a la marina de guerra de nuevas unidades.
Pero además, fue un gran constructor, que hizo levantar las murallas de Sevilla, la ciudad de Murcia, modificó el Alcázar cordobés, la mezquita mayor de Jaén, oratorios en Córdoba y amplió la mezquita mayor de esta ciudad, haciéndola más grande y más bella.
A su corte, pagado fastuosamente por el emir, llegó ZIRYAB, cantor de la corte de Bagdad, y del gran califa Harun al- Rashid. Su fama se extendió por todo el mundo musulmán, convirtiéndose en un personaje que se ganó un puesto en la historia. Aunque su especialidad era la música, se convirtió en el árbitro de la elegancia aportando innovaciones a la sociedad de aquellos momentos, que aún perduran. Zirbay enseñó a los cordobeses las más exquisitas recetas de la cocina bagdadí y el orden en que debían servirse los platos, primero las sopas, después las carnes y, por último, los postres y los dulces. Las copas pasaron a ser de vidrio en lugar de metal, como hasta entonces.
Abrió un instituto de belleza en Córdoba, donde se podía aprender a peinarse, depilarse, a usar afeites, a usar dentífricos...Estableció un calendario de moda, de manera que en invierno se vistiese de colores oscuros, con pellizas enguatadas y abrigos de piel, y en primavera y verano, la vestimenta fuese de colores claros y telas sutiles y vaporosas. Con él cambiaron los muebles, la cocina y los trajes. Bastantes siglos después su nombre todavía se citaba cuando aparecía una nueva moda en los salones de la Península.
Abd al-Rahman II se rodeó de una gran cantidad de sabios, literatos, poetas, filósofos y astrólogos, que no faltaban nunca junto a un emir o un califa. Entre ellos destacan Abbas ben Frinas y Yahya al-Gazal. El primero, ocultista y prestidigitador. Sirviéndose de instrumentos inventados por él descubrió la fórmula de la fabricación del cristal y fue un precursor de la aviación. El segundo, apodado el-Gazal, por su belleza y esbeltez era un poeta de palabra hiriente y muy temido, famoso por sus réplicas ingeniosas y por su avaricia, pues fue capaz, cuando fue a Bizancio como embajador, de pedir joyas a la emperatriz Teodora para sus hijas.
En los últimos años de su reinado parece que se urdió una conjura contra el emir, tramada por la umm walad, o princesa madre, Tarub y el eunuco Nasr. Deseaba Tarub que su hijo fuese nombrado sucesor y como el emir no se decidía, pensaron en envenenarlo y envenenar al presunto heredero, para cumplir sus própositos. Pidieron un tósigo a un médico muy famoso que acababa de llegar a Córdoba, Harrán.
Este no se atrevió a negárselo, pero avisó a otra de las concubinas reales de lo que se tramaba. Avisado Abd al-Rahman II, cuando el eunuco Nasr le presentó el brebaje que, supuestamente iba a curar al emir de un cierto malestar, éste le invitó a que fuera él, Nasr, el que lo tomase. Así lo hizo, ante el temor de verse descubierto y corrió a buscar el antídoto. Pero la nueva pócima no resultó y Nasr murió envenenado con su propia medicina. Tarub, sin embargo, no fue castigada.
Dos años después de estos hechos, el 22 de septiembre de 852 moría, de repente ABD AL-RAHMAN II. No se sabe si fue víctima de otra intriga palaciega, pero Tarub hizo todo lo posible, con ayuda de otros dos fieles eunucos, para que su hijo subiese al trono. No se atrevieron a dar este paso, y aquella misma noche buscaron al príncipe MUHAMMAD y lo instalaron en palacio. Al día siguiente, Córdoba se enteró, a la vez, de la muerte del emir de que Muhammad era el sucesor.
El reino de Abd al-Rahman II puede calificarse de glorioso. Durante treinta años al-Andalus prosperó y se gozó de una relativa tranquilidad, al tiempo que se consolidaba como un estado islámico importante.
Libro AL-ANDALUS de Concha Masiá.
jueves, 29 de noviembre de 2012
martes, 27 de noviembre de 2012
San Eulogio de Córdoba
Arzobispo
(año 859)
Eulogio significa: el que habla bien (Eu = bien, logios = hablar).
Dicen que San Eulogio es la mayor gloria de España en el siglo noveno. Vivió en la ciudad de Córdoba, que estaba ocupada por los musulmanes o mahometanos, los cuales solamente permitían ir a misa a los que pagaban un impuesto especial por cada vez que fueran al templo, y castigaban con pena de muerte al que hablara en público de Jesucristo, fuera del templo.
Nació el año 800 de una familia que se conservaba fervientemente católica en medio de la apostasía general cuando la mayoría de los católicos había abandonado la fe por miedo al gobierno musulmán. Este santo será el que logrará renovar el fervor por la religión católica en su ciudad y los alrededores.
Su abuelo, que se llamaba también Eulogio, lo enseñó desde pequeño a que cada vez que el reloj de la torre daba las horas, dijera una pequeña oración, por ejemplo: "Dios mío, ven en mi auxilio, Señor, ven a prisa a socorrerme".
Tuvo por maestro a uno de los más grandes sabios de su tiempo, al famoso Esperaindeo, el cual lo formó muy bien en filosofía y otras ciencias. Como compañeros de estudios tuvo a Pablo Alvarez, el cual fue siempre su gran amigo y escribió más tarde la vida de San Eulogio con todos los detalles que logró ir coleccionado.
Su biógrafo lo describe así en su juventud: "Era muy piadoso y muy mortificado. Sobresalía en todas las ciencias, pero especialmente en el conocimiento de la Sagrada Escritura. Su rostro se conservaba siempre amable y alegre. Era tan humilde que casi nunca discutía y siempre se mostraba muy respetuoso con las opiniones de los otros, y lo que no fuera contra la Ley de Dios o la moral, no lo contradecía jamás. Su trato era tan agradable que se ganaba la simpatía de todos los que charlaban con él. Su descanso preferido era ir a visitar templos, casas de religiosos y hospitales. Los monjes le tenían tan grande estima que lo llamaban como consultor cuando tenían que redactar los Reglamentos de sus conventos. Esto le dio ocasión de visitar y conocer muy bien un gran número de casas religiosas en España".
Ordenado de sacerdote se fue a trabajar con un grupo de sacerdotes y pronto empezó a sobresalir por su gran elocuencia al predicar, y por el buen ejemplo de su santa conducta. Dice
su biógrafo: "Su mayor afán era tratar de agradar cada día más y más a Dios y dominar las pasiones de su cuerpo". Decía confidencialmente: "Tengo miedo a mis malas obras. Mis pecados me atormentan. Veo su monstruosidad. Medito frecuentemente en el juicio que me espera, y me siento merecedor de fuertes castigos. Apenas me atrevo a mirar el cielo, abrumado por el peso de mi conciencia".
Eulogio era un gran lector y por todas partes iba buscando y consiguiendo nuevos libros para leer él y prestar a sus amigos. Logró obtener las obras de San Agustín y de varios otros grandes sabios de la antigüedad (cosa que era dificilísimo en esos tiempos en que los libros se copiaban a mano, y casi nadie sabía leer ni escribir) y nunca se guardaba para él solo los conocimientos que adquiría. Trataba de hacerlos llegar al mayor número posible de amigos y discípulos. Todos los creyentes de Córdoba, especialmente sacerdotes y religiosos se fueron reuniendo alrededor de Eulogio.
En el año 850 estalló la persecución contra los católicos de Córdoba. El gobierno musulmán mandó asesinar a un sacerdote y luego a un comerciante católico. Los creyentes más fervorosos se presentaron ante el alcalde de la ciudad para protestar por estas injusticias, y declarar que reconocían como jefe de su religión a Jesucristo y no a Mahoma. Enseguida los mandaron torturar y los hicieron degollar. Murieron jóvenes y viejos, en gran número. Algunos católicos que en otro tiempo habían renegado de la fe por temor, ahora repararon su falta de valor y se presentaron ante los perseguidores y murieron mártires.
Algunos más flojos decían que no había que proclamar en público las creencias, pero San Eulogio se puso al frente de los más fervorosos y escribió un libro titulado "Memorial de los mártires", en el cual narra y elogia con entusiasmo el martirio de los que murieron por proclamar su fe en Jesucristo.
A dos jóvenes católicas las llevaron a la cárcel y las amenazaron con terribles deshonras si no renegaban de su fe. Las dos estaban muy desanimadas. Lo supo San Eulogio y compuso para ellas un precioso librito: "Documento martirial", y les aseguró que el Espíritu Santo les concedería un valor que ellas nunca habían imaginado tener y que no les permitiría perder su honor. Las dos jóvenes proclamaron valientemente su fe en Jesucristo y le escribieron al santo que en el cielo rogarían por él y por los católicos de Córdoba para que no desmayaran de su fe. Fueron martirizada y pasaron gloriosamente de esta vida a la eternidad feliz.
El gobierno musulmán mandó a Eulogio a la cárcel y él aprovechó esos meses para dedicarse a meditar, rezar y estudiar. Al fin logra salir de la cárcel, pero encuentra que el gobierno ha destruido los templos, ha acabado con la escuela donde él enseñaba y que sigue persiguiendo a los que creen en Jesús.
Eulogio tiene que pasar diez años huyendo de sitio en sitio, por la ciudad y por los campos. Pero va recogiendo los datos de los cristianos que van siendo martirizados y los va publicando, en su "Memorial de los mártires".
En el año 858 murió el Arzobispo de Toledo y los sacerdotes y los fieles eligieron a Eulogio para ser el nuevo Arzobispo. Pero el gobierno se opuso. Algo más glorioso le esperaba en seguida: el martirio.
Había en Córdoba una joven llamada Lucrecia, hija de mahometanos, que deseaba vivir como católica, pero la ley se lo prohibía y quería hacerla vivir como musulmana. Entonces ella huyó de su casa y ayudada por Eulogio se refugió en casa de católicos. Pero la policía descubrió dónde estaba y el juez decretó pena de muerte para ella y para Eulogio.
Llevado nuestro santo al más alto tribunal de la ciudad, uno de los fiscales le dijo: "Que el pueblo ignorante se deje matar por proclamar su fe, lo comprendemos. Pero Tú, el más sabio y apreciado de todos los cristianos de la ciudad, no debes ira sí a la muerte. Te aconsejo que te retractes de tu religión, y así salvarás tu vida". A lo cual Eulogio respondió: "Ah, si supieses los inmensos premios que nos esperan a los que proclamamos nuestra fe en Cristo, no sólo no me dirías que debo dejar mi religión, sino que tu dejarías a Mahoma y empezarías a creer en Jesús. Yo proclamo aquí solemnemente que hasta el último momento quiero ser amador y adorador de Nuestro Señor Jesucristo".
Un soldado le abofeteó la mejilla derecha y nuestro santo le presentó la mejilla izquierda y fue nuevamente abofeteado. Luego lo llevaron al lugar de suplicio y le cortaron la cabeza. Poco después martirizaron también a Santa Lucrecia.
San Eulogio: ¡Consíguenos un gran entusiasmo por nuestra religión!.
Dichosos vosotros cuando os persigan y os traten mal por causa de la religión. Alegraos porque grande será vuestro premio en el reino de los cielos (Jesucristo Mt. 5).
Perfecto de Córdoba, Santo
Presbítero y Mártir
Martirologio Romano: En Córdoba, en la región hispánica de Andalucía, san Perfecto, presbítero y mártir, que fue encarcelado y después degollado por los sarracenos, por haber combatido la doctrina de Mahoma y confesado con firmeza su fe en Cristo. († 850)
Fue el primero de los mártires cristianos que ocasionó la persecución de Abd al-Rahman II, el emir de al-Andalus, hijo y sucesor de Al-Hakam I, en el año 850. San Eulogio, contemporáneo suyo, comienza con el relato de su martirio el Memorial de los mártires.
Hijo de padres cristianos y nacido en Córdoba, conocedor del idioma árabe, aparece vinculado a la Iglesia de san Acisclo donde se formó y se ordenó de sacerdote, cuando es pleno el dominio musulmán.
En el año 850 se abre una etapa de mayor rigor e intransigencia musulmana que rompe la convivencia hasta el momento equilibrada entre las poblaciones monoteístas de la ciudad. El presbítero Perfecto encabeza la lista de los mártires cordobeses del siglo IX.
En los comienzos del 850 le rodea un malintencionado grupo de musulmanes; le preguntan su parecer acerca de Cristo y de Mahoma. Perfecto expresó con claridad su fe en Jesucristo: Jesucristo es el Señor, sus seguidores están en la verdad, y llegarán a la salvación; la Ley de Cristo es del Cielo y dada por el mismo Dios. "En cuanto a lo que los católicos piensan de vuestro profeta, no me atrevo a exponerlo, ya que no dudo que con ello os molestaréis y descargaréis sobre mí vuestro furor". Pero, ante su insistencia y con la promesa de impunidad, con la misma claridad expone lo que pensaba sobre quien ellos tenían como profeta: Mahoma es el hombre del demonio, hechicero, adúltero, engañador, maldito de Dios, instrumento de Satanás, venido del infierno para ruina y condenación de las gentes. Han quedado sus interlocutores atónitos, perplejos y enfurecidos. ¿Cómo podrán soportar que se llame al profeta Mahoma mentiroso y a su doctrina abominación? ¿Aceptarán oír que quienes le siguen van a la perdición, tienen ciego el entendimiento y su modo de vivir es una vergüenza?
Le llaman traidor, le llevan al cadí y entra en la cárcel.
Allá, junto al Guadalquivir, el 18 de abril del 850, en el sitio que se llamó "Campo de la Verdad" por los muchos mártires que se coronaron, fue degollado por odio a la fe que profesaba,.
Luego se enterró su cadáver en la iglesia de san Acisclo y sus restos se trasladaron más tarde -en el 1124- a la iglesia de san Pedro.
Su muerte ejemplar alentó a los acorralados y miedosos cristianos. Desde este martirio, habrá quienes se acerquen voluntariamente a los jueces.
Además de claridad en los conceptos, hay exactitud en las palabras y lo que es más importante coherencia en las obras. Quizá los "hábiles dialogantes" de hoy tildaríamos a Perfecto de "imprudente" por nuestra extraña cobardía que pega al suelo; pero, si la prudencia es virtud que acerca al cielo, Perfecto fue un hombre prudente. La verdad tiene un camino y, cuando Perfecto abría la boca, en su simpleza, sólo sabía decir la verdad. No es bueno confundir la tolerancia con la indiferencia.
domingo, 25 de noviembre de 2012
La suegra de cuidado
Hace bastante tiempo vivía una moza veinteañera, de gran lozanía llamada Brezo. Ella vivía en compañía de su tía Clara. Mientras la muchacha era de carácter distraído, gustaba mirarse en todos los ríos, ensayaba discursos con las piedras..... Clara pasaba las horas trabajando porque estaban para eso.
Un día que salió Clara a tender la ropa, encontróse con Brezo haciendo el tonto con un rapaz más joven que ella. Le entró un coraje por dentro y exclamó:
¡ Quiera el cielo que te cases con el diablo!
Pasaba el tiempo y todo continuaba igual, cuando llegó un hombre al pueblo acompañado de su hijo, de buen parecer , rico y de edad similar a la de Brezo.
Se celebraba una romería en días posteriores y el hijo, que se llamaba Juan, apareció por allí, causando gran revuelo entre las mozas presentes. Estaban todos bailando, cuando apareció Brezo por allí, y al mirarse, ambos quedaron prendados, por lo que formalizaron el noviazgo después de la romería, con gran envidia de las féminas del lugar.
En unos días, Brezo le comunicó la noticia de su boda a Clara, la cual no estaba muy contenta, pero no podía hacer nada, puesto que a Brezo se la veía muy enamorada.
Se celebró la boda, y en medio del banquete, la tía Clara apartó a Brezo para comunicarle que la costumbre de la familia era cerrar a cal y canto la habitación donde se vaya a pasar la noche de bodas, hay que cerrar todo menos la cerradura y cuando tu marido entre le echas un poco de agua bendita. Después de eso todo irá perfecto.
Ella le contestó que así haría, pero estaba más pendiente de su Juan que de otra cosa.
Como ya habréis imaginado, el tal Juan, no era otro que el mismo diablo, que aunque parezca que tiene cuernos y rabo siempre, muchas veces se viste de guapo galán y entonces no hay moza que se le resista.
Llegada la noche, Brezo hizo todo lo que su tía le dijo, y cuando su marido entró por la puerta y le roció de agua bendita, empezó a dar golpes por las paredes y se convirtió en una especie de pequeña nube grisácea, la cual salió de la habitación por la cerradura. El se creyó a salvo, pero la tía Clara le esperaba al otro lado de la cerradura con una botella, donde el diablo entró y rápidamente la cerró con un tapón. Puso la botella en la ventana , para que todos los diablos que se acercaran a ella o a su sobrina vieran lo que podía pasar.
Un día que un mozo pasaba por allí, vio en la ventana algo gris metido en una botella, y se acercó a curiosear. Al acercarse el diablo le rogó que le sacara de allí y a cambio le daría una recompensa económica.
Una vez que el demonio salió, como no tenía un duro, se le ocurrió que podían ir al castillo del Conde, el cual tenía una hija. El demonio se metería dentro de ella y la enfermaría, así el mozo podría ir al castillo a ofrecer sus servicios por una gran cantidad, y una vez allí, el diablo se iría y el joven sería pagado.
Una vez llegados al castillo, encontraron a la hija por los jardines y en un bostezo, el diablo no dudó en meterse dentro. Al rato empezó a enfermar y no dudaron en llamar a todos los médicos del Principado. Cada vez iba poniéndose peor y ninguna medicación parecía hacerle efecto.
En esas estaban, cuando llegó el joven y fue a hablar con el Conde, le pidió una gran cantidad de dinero y el padre le concedió tres días para curarla.
El joven se acercó a la chica para espantar al demonio, a lo que el demonio le contestó que estaba muy a gusto con ella y no pensaba marcharse. El joven presa del pánico intentó echarle con todas las artimañas posibles, puesto que el Conde había comentado que si el joven no curaba a su hija en tres días, sería arrojado a una olla hirviendo y allí moriría.
Dándole vueltas a la cabeza estaba, pensando en la manera de echarle, cuando de pronto, mandó tocar las trompetas y las campanas del castillo. El diablo curioso preguntó por qué ese alboroto, a lo que le muchacho respondió que había llegado una tal Clara, que venía preguntando por un tal Juan que escapó. Cuando el diablo oyó eso, salió de la joven y no se le volvió a ver.
Después de eso, la joven, recuperó su lozanía y al mozo le fue pagado su dinero. Por lo que respecta a Brezo, se casó con un muchacho tan risueño como ella y su tía murió en cuanto la hubo casado con un muchacho decente.
lunes, 19 de noviembre de 2012
Los primeros mártires cristianos..
La comunidad mozárabe de Córdoba vivía cómodamente bajo el reinado de Abd al-Rahman II. El contacto con la burguesía y la aristocracia musulmanas, habían arabizado la forma de vida de los cristianos, algunos de los cuales formaban parte de la guardia del emir, trabajaban en la administración del Estado, eran negociantes y alcabaleros, conocían y hablaban árabe, interesándose por la literatura y la poesía musulmanas. La religión cristiana era tolerada así como los clérigos, siempre y cuando se comportasen con discreción y no hubiera manifestaciones externas de culto, por lo que no estaban autorizadas las procesiones y el hacer sonar las campanas.
En Córdoba, al igual que en Toledo, Sevilla o Mérida, existían monasterios mozárabes, en los que el clero no veía con buenos ojos, la creciente arabización de sus fieles, que estaban más por la integración y la buena convivencia que por cualquier otra cosa. Pero siempre hay fanáticos que fueron creando una especie de partido de la oposición, integrado por sacerdotes y laicos, dirigido por el clérigo EULOGIO y ÁLVARO, un rico burgués de origen judío. Eulogio pertenecía a una familia mozárabe. Uno de sus hermanos era funcionario de la administración omeya y su hermana Anulona, se había hecho monja. Él mismo era sacerdote de la parroquia de San Zoilo, después de haber recibido las enseñanzas del abad Spera-in-Deco, en cuyos cursos conoció a Álvaro.
La crisis empezó por un incidente tan desgraciado como simple. Un sacerdote cristiano llamado PERFECTO entabló una conversación con unos ciudadanos musulmanes sobre los méritos de Jesús y de Mahoma. Los ánimos se fueron calentando, y el sacerdote acabó insultando a Mahoma y al Islam. En un principio no pasó nada, aunque el insulto a la religión del Profeta, se pagaba con la muerte así como renegar del Islam, pero al final fue denunciado y preso. Su ejecución se aplazó hasta la fiesta de la Ruptura del Ayuno, y la plebe estuvo encantada de asistir a la decapitación de PERFECTO, el 18 de abril de 850.
Eulogio y Álvaro vieron en la ejecución un magnifico motivo para extender su propaganda entre la comunidad de mozárabes cordobeses. Una especie de exaltación mística, alentada por el fanatismo de los dirigentes del partido, se adueñó de los cristianos que, se animaban los unos a los otros, para sufrir el martirio en nombre de su religión, al tiempo que elementos musulmanes, más radicales, no dejaban de molestar a los cristianos.
Un comerciante cristiano fue acusado porque juraba por Mahoma, pero el cadí sólo le aplicó un castigo temporal. Muy pronto iba a desencadenarse la ola de martirios, todos buscados, en la Córdoba emiral. El primero fue el del monje ISAAC, del monasterio de Tábanos, que fue a insultar a Mahoma en la corte del cadí. Fue crucificado, su cuerpo quemado y las cenizas arrojadas al Guadalquivir. Se produjo produjo una reacción en cadena, un soldado franco de la guardia de palacio, otros seis monjes de Tábanos, el sacerdote Sisnando, el diácono Paulo, Teodomiro de Carmona, otro monje...todos se apresuraron a blasfemar ante las autoridades, para que no hubiera duda de cuáles eran sus intenciones y sus pretensiones.
El 24 de noviembre de 851, dos religiosas, Flora y María, a pesar de los esfuerzos de las autoridades musulmanas para que se mostrasen más sensatas y se retractasen de sus blasfemias sobre el Islam, alcanzaron la palma del martirio...aquello se convirtió en una locura en la que muchos cristianos deseaban alcanzar el cielo por la vía rápida.
Abd al-Rahman, que no quería manchar su imagen con una solución parecida a la del Arrabal, como le aconsejaban algunos de sus ministros, estaba seguro de que al final prevalecería el sentido común entre los mozárabes. Muchos clérigos, no sólo de Córdoba sin o también del resto de al-Andalus, desaprobaban la actitud de Eulogio y los suyos y no deseaban más que llegar a la solución de este problema con el poder central. así se lo hicieron saber al emir y éste decidió convocar un concilio, presidido por Recafredo, metropolitano de Sevilla, con asistencia de los obispos andaluces y representantes del gobierno omeya. Para esta representación se eligió a un cristiano, GÓMEZ.
El concilio empezó en 852. Gómez expuso la situación, comentando la inutilidad de aquellos sacrificios, pidiendo a los obispos que desautorizasen aquel movimiento y a sus dirigentes. Saúl, obispo de Córdoba, fue el único que se puso de parte de los mártires. Los demás cerraron filas junto a Recafredo, y sin juzgar lo que ya había sucedido, se prohibió que los cristianos de al-Andalus buscasen el martirio voluntariamente. Aquello equivalía a un suicidio y como tal, era condenable por la Iglesia. Pero a pesar de estas normas de la Iglesia oficial, todavía hubo irreductibles que blasfemaron en la misma mezquita, por lo que fueron ejecutados el 16 de septiembre de 852. Seis días más tarde, moría Abd al-Rahman II, de forma inesperada. Los mozárabes cordobeses, proclives a las tesis de Eulogio, se apresuraron a decir que era castigo divino.
Muhammad I llegó al poder y liberó a Eulogio que estaba preso y éste marchó a Toledo y Pamplona. Al regresar a Córdoba, vio con pesar, que incluso sus más fieles partidarios, abandonaban las posturas intransigentes. Redobló sus prédicas exaltadas junto con Álvaro y, otra vez, se revolvieron las conciencias. Pero Muhammad no pensaba como su padre. Hizo derruir el monasterio de Tábanos, por considerarlo el principal punto de agitación y no ratificó la elección de Eulogio como metropolitano de Toledo. Entre 853 y 858, hubo, por lo menos, otros catorce ejecutados, todos clérigos que buscaron el martirio. Incluso llegaron dos monjes franceses que deseaban llevarse a su país las reliquias de aquellos mártires. En el año 859, la paciencia de Muhammad se agotó. Se apresó a EULOGIO, acusado de continuar haciendo proselitismo y éste, para no ser menos, insultó a Mahoma. Fue decapitado el 11 de marzo de 859. Cuatro días más tarde, lo sería la virgen Leocricia, convicta de apostasía. Aún se produciría algún que otro martirio buscado pero ya sin Eulogio los ánimos se apaciguaron y los mozárabes convivieron en paz con los señores del país.
En Córdoba, al igual que en Toledo, Sevilla o Mérida, existían monasterios mozárabes, en los que el clero no veía con buenos ojos, la creciente arabización de sus fieles, que estaban más por la integración y la buena convivencia que por cualquier otra cosa. Pero siempre hay fanáticos que fueron creando una especie de partido de la oposición, integrado por sacerdotes y laicos, dirigido por el clérigo EULOGIO y ÁLVARO, un rico burgués de origen judío. Eulogio pertenecía a una familia mozárabe. Uno de sus hermanos era funcionario de la administración omeya y su hermana Anulona, se había hecho monja. Él mismo era sacerdote de la parroquia de San Zoilo, después de haber recibido las enseñanzas del abad Spera-in-Deco, en cuyos cursos conoció a Álvaro.
La crisis empezó por un incidente tan desgraciado como simple. Un sacerdote cristiano llamado PERFECTO entabló una conversación con unos ciudadanos musulmanes sobre los méritos de Jesús y de Mahoma. Los ánimos se fueron calentando, y el sacerdote acabó insultando a Mahoma y al Islam. En un principio no pasó nada, aunque el insulto a la religión del Profeta, se pagaba con la muerte así como renegar del Islam, pero al final fue denunciado y preso. Su ejecución se aplazó hasta la fiesta de la Ruptura del Ayuno, y la plebe estuvo encantada de asistir a la decapitación de PERFECTO, el 18 de abril de 850.
Eulogio y Álvaro vieron en la ejecución un magnifico motivo para extender su propaganda entre la comunidad de mozárabes cordobeses. Una especie de exaltación mística, alentada por el fanatismo de los dirigentes del partido, se adueñó de los cristianos que, se animaban los unos a los otros, para sufrir el martirio en nombre de su religión, al tiempo que elementos musulmanes, más radicales, no dejaban de molestar a los cristianos.
Un comerciante cristiano fue acusado porque juraba por Mahoma, pero el cadí sólo le aplicó un castigo temporal. Muy pronto iba a desencadenarse la ola de martirios, todos buscados, en la Córdoba emiral. El primero fue el del monje ISAAC, del monasterio de Tábanos, que fue a insultar a Mahoma en la corte del cadí. Fue crucificado, su cuerpo quemado y las cenizas arrojadas al Guadalquivir. Se produjo produjo una reacción en cadena, un soldado franco de la guardia de palacio, otros seis monjes de Tábanos, el sacerdote Sisnando, el diácono Paulo, Teodomiro de Carmona, otro monje...todos se apresuraron a blasfemar ante las autoridades, para que no hubiera duda de cuáles eran sus intenciones y sus pretensiones.
El 24 de noviembre de 851, dos religiosas, Flora y María, a pesar de los esfuerzos de las autoridades musulmanas para que se mostrasen más sensatas y se retractasen de sus blasfemias sobre el Islam, alcanzaron la palma del martirio...aquello se convirtió en una locura en la que muchos cristianos deseaban alcanzar el cielo por la vía rápida.
Abd al-Rahman, que no quería manchar su imagen con una solución parecida a la del Arrabal, como le aconsejaban algunos de sus ministros, estaba seguro de que al final prevalecería el sentido común entre los mozárabes. Muchos clérigos, no sólo de Córdoba sin o también del resto de al-Andalus, desaprobaban la actitud de Eulogio y los suyos y no deseaban más que llegar a la solución de este problema con el poder central. así se lo hicieron saber al emir y éste decidió convocar un concilio, presidido por Recafredo, metropolitano de Sevilla, con asistencia de los obispos andaluces y representantes del gobierno omeya. Para esta representación se eligió a un cristiano, GÓMEZ.
El concilio empezó en 852. Gómez expuso la situación, comentando la inutilidad de aquellos sacrificios, pidiendo a los obispos que desautorizasen aquel movimiento y a sus dirigentes. Saúl, obispo de Córdoba, fue el único que se puso de parte de los mártires. Los demás cerraron filas junto a Recafredo, y sin juzgar lo que ya había sucedido, se prohibió que los cristianos de al-Andalus buscasen el martirio voluntariamente. Aquello equivalía a un suicidio y como tal, era condenable por la Iglesia. Pero a pesar de estas normas de la Iglesia oficial, todavía hubo irreductibles que blasfemaron en la misma mezquita, por lo que fueron ejecutados el 16 de septiembre de 852. Seis días más tarde, moría Abd al-Rahman II, de forma inesperada. Los mozárabes cordobeses, proclives a las tesis de Eulogio, se apresuraron a decir que era castigo divino.
Muhammad I llegó al poder y liberó a Eulogio que estaba preso y éste marchó a Toledo y Pamplona. Al regresar a Córdoba, vio con pesar, que incluso sus más fieles partidarios, abandonaban las posturas intransigentes. Redobló sus prédicas exaltadas junto con Álvaro y, otra vez, se revolvieron las conciencias. Pero Muhammad no pensaba como su padre. Hizo derruir el monasterio de Tábanos, por considerarlo el principal punto de agitación y no ratificó la elección de Eulogio como metropolitano de Toledo. Entre 853 y 858, hubo, por lo menos, otros catorce ejecutados, todos clérigos que buscaron el martirio. Incluso llegaron dos monjes franceses que deseaban llevarse a su país las reliquias de aquellos mártires. En el año 859, la paciencia de Muhammad se agotó. Se apresó a EULOGIO, acusado de continuar haciendo proselitismo y éste, para no ser menos, insultó a Mahoma. Fue decapitado el 11 de marzo de 859. Cuatro días más tarde, lo sería la virgen Leocricia, convicta de apostasía. Aún se produciría algún que otro martirio buscado pero ya sin Eulogio los ánimos se apaciguaron y los mozárabes convivieron en paz con los señores del país.
sábado, 17 de noviembre de 2012
LEYENDA DE "EL POZO AMARGO"
Dice la leyenda...
Noche tras noche se veían en secreto. Procuraban burlar toda vigilancia que acechara en sus encuentros. Y así estaban juntos; tan sólo la luna era cómplice de sus miradas.
Él, Fernando, había acudido presuroso tras salir de su casa sin ser visto. Aguardaba a que su madre, doña Leonor, comenzara el rezo del santo rosario, como tenía por costumbre al anochecer. Ya los criados de la noble casa también habían empezado a cerrar los portones de las estancias.
Era entonces cuando Fernando emprendía sigilosamente su camino hacia casa de la joven Raquel.
Raquel, la bella Raquel. Su amada Raquel. Hija de un acaudalado judío, vivía casi recluida en su palacete. La rigidez del padre marcaba las normas en la casa. Quizás al hebreo le hubieran llegado rumores. Acaso tuviera noticias sobre cierto joven cristiano. Leví no aceptaría amores prohibidos por la ley y menos admitiría traiciones en su casa. Por eso custodiaba y hacía custodiar las horas de su hija.
Cuando llegaba la noche y todos dormían, Raquel esperaba impaciente tras las verjas de sus habitaciones. Al oír la señal, corría a los jardines que Fernando una vez más había conseguido conquistar. Y allí, de nuevo, se declaraban su amor. Hablarían del futuro y, emocionados, contemplarían su presente juntos. Tal vez dieran gracias a cada uno a su dios por ello. Y con esto eran felices, porque no les pesaban leyes ni personas que pudieran destruir aquellos momentos.
Algo se oyó entre la maleza del jardín. Un crujir de hojas secas rompió el silencio. Fernando y Raquel se miraron sorprendidos. Los dos jóvenes permanecían mudos. Miraron a su alrededor inquietos; todo era calma. Aguardaron no obstante unos segundos: los ojos y los oídos alerta y el corazón agitado....Más el silencio de la noche les reconfortó de nuevo. No se atrevían aún a hablar, pero se sonrieron y ella suspiró aliviada cerrando los ojos de Fernando. Raquel se estremeció; sintió cómo se escurrían de entre sus dedos las manos de su amado. Y vio caer lentamente su cuerpo herido.
A Raquel se le heló la sangre. Fernando yacía muerto en el suelo. Una daga bien empuñada acertaba en su mortal punzada. Alguno de aquellos vigilantes puestos por Leví, había concluido su trabajo. De un certero golpe por la espalda, habían dado muerte al joven cristiano.
Quedaba así en la casa de Leví, el honor salvado, la ley intacta y los rumores acallados. Raquel quiso despertar. Pero no era un sueño aquella visión. Estaba contemplando el más crudo horror.
Entonces la amargura se apoderó de ella; como un veneno la invadió. Y en su corazón se hizo la noche. Sentada junto al brocal del pozo del aquel jardín, Raquel pasaba largas jornadas en soledad. Lágrimas de hiel acariciaban su rostro. Brotaban incesables de su alma, y vertían amargas, caudalosas hacia las aguas del pozo que también amargo quedó.
Raquel, la desconsolada Raquel, sólo deseaba llorar eternamente. Con los ojos turbios, atisbó una luz en la profundidad el pozo. Era la luz de la luna reflejada. Calló su llanto y se enjugó las lágrimas. Asomada al brocal, creyó ver la imagen de Fernando. Aclaró otra vez sus ojos. Fernando la sonreía y le extendía las manos pidiendo tener las suyas. Raquel no lo dudó. Se abalanzó a fundirse en un abrazo con su amado. Su lloro ya no sería eterno. Si sería eterno ya su abrazo.
martes, 13 de noviembre de 2012
Banu Qasi II
Íñigo Arista de Pamplona
Íñigo Íñiguez, Enneco Enneconis (en latín) o Eneko Aritza (en la grafía vasca moderna) (c. 781 — 852), primer rey de Pamplona entre los años 810/820 y 852, conde de Bigorra y Sobrarbe. Se le considera patriarca de la dinastía Íñiga, que sería la primera dinastía real pamplonesa.
Hijo de Íñigo Jiménez y Oneca. Muerto su padre, su madre se casó en segundas nupcias con el Banu Qasi Musa ibn Fortún de Tudela, uno de los señores del valle del Ebro, con cuyo apoyo llegó al trono. Este matrimonio dejó bajo la influencia de Íñigo Arista unos territorios considerables: desde Pamplona hasta los altos valles pirenaicos de Irati (Navarra) y Valle de Hecho (Aragón). Los Banu Qasi controlaban las fértiles riberas del Ebro, desde Tafalla hasta las cercanías de Zaragoza.
El advenimiento del primer rey de Navarra no se hizo sin dificultades. Entre los núcleos de población cristiana (minoritaria), algunos dan su apoyo al partido franco, sostenido primero por Carlomagno y más tarde por Luis el Piadoso. La rica familia cristiana de los Velasco está a la cabeza de ese partido.
En 799, unos procarolingios asesinan al gobernador de Pamplona, hermanastro de Íñigo Arista, Mutarrif ibn Muza, de la familia de los Banu Qasi. En 806, los francos controlan Navarra a través de un Velasco como gobernador. En 812, Luis el Piadoso manda una expedición contra Pamplona. El regreso no es muy glorioso, tomando como rehenes a niños y mujeres de la zona para protegerse durante el paso del puerto de Roncesvalles.
En 824 los condes francos Elbe y Aznar dirigen otra expedición contra Pamplona, pero son vencidos por Íñigo con el apoyo de sus yernos Musa ibn Musa y García el Malo de Jaca. Íñigo Arista es nombrado por trescienteos caballeros rey en la Peña de Oroel, Jaca.
Entonces aparece Íñigo Arista como princeps: "Christicolae princeps" (príncipe cristiano), según Eulogio de Córdoba.
Fruto de esta alianza fue la intervención en las luchas de los Banu Quasi con los Omeyas de Córdoba, lo que motivó las represalias de Abderramán II contra Pamplona.
En 841 es víctima de una enfermedad que lo deja paralítico. Su hijo García Íñiguez ejerce una fuerte regencia, llevando la dirección de las campañas militares. Pero la política de alianzas continúa. Así, su hija Assona se casa con su tío Musa ibn Musa.
Se casó con Oneca Velázquez, hija de Velasco, Señor de Pamplona, fallecido en 816.
Hijos:
Assona Íñiguez, casada con Musa ibn Musa, valí de Tudela y Huesca.
García Íñiguez, sucesor en el trono.
Galindo Íñiguez de Pamplona, fallecido en 851 en Córdoba. Padre de:
Musa ibn Galindo, valí de Huesca 860, asesinado en 870 en Córdoba.
Nunila, casada con el conde García “el Malo” de Aragón.
García Íñiguez de Pamplona
García I Íñiguez (c. 805– [870]]) fue rey de Pamplona. Fue regente desde 842 y rey desde el 852.
Hijo de Íñigo Arista, rey de Pamplona, García fue educado en Córdoba. Llevó la dirección de las campañas militares durante los últimos años de vida de su padre.
En mayo de 843 ayudó a Musa ibn Musa en su insurrección contra el emir de Córdoba. El resultado fue el ataque de Abd al-Rahman II de Córdoba a las tierras de Pamplona, que terminó el mes siguiente con una rotunda victoria del emir sobre García Íñiguez y Musa.
En 859 fue apresado por una expedición vikinga. Liberado tras pagar un rescate, Navarra abandonó las antiguas alianzas con los Banu Qasi y se acercó al reino de Asturias. García se alió con el rey asturiano Ordoño I y juntos obtuvieron un importante triunfo ante los musulmanes en la batalla de Albelda (859). Esta victoria cristiana motivó la quiebra del poder de los Banu Qasi y la consiguiente reacción cordobesa.
Su hijo Fortún Garcés fue hecho prisionero por los musulmanes en 860 y estuvo retenido en Córdoba más de 20 años. Entre los años 870 (muerte de García Íñiguez) y 880 (regreso de Fortún Garcés I), parece que gobernó como regente en Pamplona García Jiménez, hijo de Jimeno García (dinastía Jimena).
Durante su reinado se tomaron las primeras medidas para favorecer el paso de peregrinos que acudían a Compostela, poniendo las primeras piedras del futuro «Camino de Santiago».
Estuvo casado con Urraca de quien no existe ningún dato documental para conocer su linaje, aunque Jaime de Salazar y Acha opina que, teniendo en cuenta que fue madre de un hijo llamado Fortún y que, conociendo la presencia constante de este nombre en la dinastía muladí, podría ser hija de Fortún Ibn Musa (muerto en 874) y prima hermana de Muhammad ibn Lub, el abuelo de la Urraca, reina asturiana.
Hijos
Fortún Garcés I, Rey de Pamplona, casado con Oria (Áurea), posiblemente hija de Lopo Ibn Musa.
Sancho Garcés de Pamplona, padre de Aznar Sánchez de Larraún, conde de Aragón y Valasquita Sánchez, casada con Mutarif Ibn Musa, walí de Huesca.
Jimena de Pamplona, casada con Alfonso III «el Magno».
Oneca de Pamplona, casada con Aznar II Galíndez.
Velasquita Garcés.
lunes, 12 de noviembre de 2012
Banu Qasi. Familia muladí.
Los Banu Qasi (en árabe, بنو قسي) fueron una importante familia muladí cuyos dominios se situaron en el valle medio del Ebro entre los siglos VIII y X, durante la pertenencia de esta región a la Hispania musulmana. Descendían del conde Casio, un noble visigodo que gobernaba la región comprendida más o menos entre Tudela, Tarazona, Ejea de los Caballeros y Nájera al producirse la conquista musulmana del reino visigodo y que se convirtió al Islam y se hizo vasallo de los Omeyas a cambio de poder conservar sus dominios (hacia el año 713). De ahí el nombre de la familia, Banu Qasi: ‘hijos de Casio’.
Crecimiento del clan
El carácter fronterizo hacía que la Marca Superior fuera el escenario de la lucha entre francos y andalusíes por delimitar sus dominios en esta región limítrofe, resultando de ello continuos cambios de alianzas de las que salieron reforzados los Banu Qasi, hasta el punto de que llegaron a ser la dinastía hegemónica en la zona a mediados del siglo IX. Todo lo cual se vio confirmado con el nombramiento en el año 852, por parte del recientemente proclamado emir Mohamed I, de Musa ibn Musa como gobernador de la importante Tudela y, después, Zaragoza. Tras conquistar Zaragoza, Musa ibn Musa se traslada a ella y pasa a ser la nueva capital de los Banu Qasi.
El clan había acrecentado su poder durante el siglo VIII gracias al apoyo que prestaron a los emires de Córdoba en las luchas internas entre árabes y bereberes, que fueron frecuentes durante los años que siguieron a la conquista. En esta época destaca Musa ibn Fortún (nieto del conde visigodo). En su poder se encuentra la parte superior del valle del Ebro (Ejea, Tudela, Tarazona, Borja, Arnedo...). Proporciona su apoyo al emir Hisham I contra el levantamiento de Said ibn al-Husayn en el valle del Ebro (concretamente en la zona de Tortosa) al que combatió y mató. Después marchó sobre Zaragoza de la que se apoderó, pero fue muerto a su vez por un liberto de Al-Husayn.
Los Banu Qasi mantenían buenas relaciones con sus vecinos los cristianos de Pamplona debido al matrimonio en segundas nupcias de Onneca (casada anteriormente con el vascón Íñigo Jiménez y madre de Íñigo Íñiguez, que más tarde sería el primer rey de Pamplona) con Musa ibn Fortún. Este matrimonio tuvo lugar hacia el año 784. De esta unión nació Musa ibn Musa, el cual era, por tanto, hermano de madre de Íñigo Íñiguez, conocido posteriormente como Íñigo Arista, primer rey de Pamplona. Los vínculos familiares quedaron reforzados más adelante con el matrimonio de Assona (hija de Íñigo Arista) con Musa ibn Musa.
Musa ibn Fortún
(en árabe, موسى بن فرتون), también conocido como Musa o Muza I (antes del 740 - Zaragoza 801 o 802), fue uno de los jefes de la casa de los Banu Qasi. Fue gobernador de Arnedo, Tarazona y Zaragoza. Nieto del conde Casio e hijo de Fortún, tuvo entre sus hijos al conocido y poderoso Musa ibn Musa, también conocido como Musa II o Musa el Grande.
Probablemente ayudo a Abderramán I a someter Zaragoza en el 772, ya que poco después éste le nombró valí de algunos lugares del valle del Ebro. Tras varios triunfos, declaró su independencia del emirato de Córdoba. Es Musa ibn Fortún quien transforma a los Banu Qasi de una poderosa familia de la cuenca media del Ebro en los gobernantes de la zona.
Murió asesinado en Zaragoza un año después de que naciese su hijo Musa.
Descendencia
Casó con Onneca (Íñiga o Ignacia) con quien tuvo varios hijos:
Mutarrif, gobernador de Pamplona.
Musa ibn Musa
Fortún
Musa ibn Musa o MUSA EL GRANDE.
Musa ibn Musa (c. 800-Tudela, 862), fue un gobernador de la al-Tagr al-Ala (Marca Superior) de al-Ándalus. Fue uno de los personajes más destacados de la familia Banu Qasi. Era hijo de Musa ibn Fortún y Oneca, quien también casó con Íñigo Jiménez, con quien tuvo al rey Íñigo Arista de Pamplona, hermanastro de Musa.
Permaneció, en general, fiel a Córdoba, sede del poder central, aunque en numerosas ocasiones dio la espalda al gobernador de Zaragoza y al emir cordobés.
En 840 vivía en el castillo de Arnedo. Ese año se posiciona en contra del emir de Córdoba por el nombramiento de Al Kulaby como gobernador de Tudela.
Aliado con su pariente cristiano, el rey pamplonés Iñigo Arista, y con el también cristiano conde sobrarbense, estuvo a punto de anexionarse asimismo el waliato de Huesca en 840, lo que le hubiera proporcionado en la práctica todo el valle medio del Ebro.
Tras someterse a Abd-al-Rahman II, éste le reconoció valí de Arnedo en 843. Al año siguiente se sublevó de nuevo, pero consiguió el perdón.
En 852 Abderramán II le hizo valí de Tudela y más tarde el nuevo emir Mohamed I le nombró valí de Zaragoza. De esta manera controlaba una gran parte de la Marca Superior, por lo que se autodenominaba "tertius regem d'Isbaniya"("tercer rey de España").
El poder central cordobés tuvo que valerse de la dinastía de los Tuyibíes para oponerse a Musa ibn Musa, hasta lograr reducirlo.
Fundó una ciudad a la que llamó Qal'at Musa (قلعة موسى), que significa fortaleza de Musa (la actual Calamocha).
Tuvo una pelea con su yerno Azrāq ibn Mantīl, casado con una hija cuyo nombre no es mencionado por las fuentes, en Guadalajara, falleciendo al llegar a Tudela el 26 de febrero de 862.
Contrajo matrimonio con su sobrina Assona, hija de su hermanastro Íñigo Arista de Pamplona.nota 1 4 Fueron padres de:
Lubb ibn Musa (m. 875) quien sucedió a su padre5
Ismail ibn Musa (m. 889)
Mutarrif ibn Musa (m. 873)
Fortún ibn Musa (m. 874)
Awriya, también llamada Oria, casada con el vascón García, padres de un hijo llamado Musa.
La familia alcanzó el cénit de su poder con Musa ibn Musa, Musa el Grande. Durante su vida se acrecentó la tendencia a la autonomía de los Banu Qasi, llegando a aliarse con los reyes cristianos de Navarra, la dinastía Arista-Íñiga, en contra del emir de Córdoba, Abderramán II, en 843. Hasta mediados de siglo, los ejércitos del emir organizan frecuentes expediciones de castigo contra Musa. No obstante, a mediados de siglo, reconciliado de nuevo con el emir, y como gobernador de Tudela, participa en los esfuerzos emirales contra los cristianos.
Musa derrota a los cristianos en la batalla de Albelda (851), accediendo a la década de mayor grandeza e influencia de la familia. Incluso se hace llamar “tercer rey de España” (junto con los de Asturias y Córdoba). En 852 gobierna sobre las tierras de Tudela, Zaragoza y quizás Calatayud y Daroca hasta Calamocha. Incluso es nombrado gobernador de la Marca Superior. Interviene en Huesca e instala a su hijo, Lope ibn Musa, en Toledo como gobernador.
Tras su muerte en el 862, y tras una nueva rebelión de los hijos de Musa contra Córdoba, los Omeyas prestaron su apoyo a linajes árabes rivales de los Banu Qasi, como los Tuyibíes, que en el primer cuarto del siglo X ocuparon la posición de poder que los Banu Qasi habían alcanzado anteriormente en el valle del Ebro.
sábado, 10 de noviembre de 2012
Al-Jabbar (cuento)
Erase una vez un creyente llamado Abdel Jabbâr, tenía esposa y tres hijos, vivían muy felices en un pueblo muy tranquilo y agradecían a Allah constantemente por vivir una vida tan bendita.
Un día, uno de los hijos de Abdel Jabbâr falleció . Abdel Jabbâr tenía el corazón roto por la pérdida de su hijo más pequeño y muy triste recordaba junto a su padre un suceso ocurrido en el pasado.
Una vez, cuando Abdel Jabbâr era niño, estaba jugando con sus juguetes cuando de repente uno de sus juguetes se partió en dos mitades, tras llorar y llorar su padre le dijo:
-No te preocupes hijito, Allah reparará tu juguete.
El pequeño Abdel Jabbâr dejó de llorar y siguió jugando con sus otros juguetes.
Unos días después, su padre le trajo el juguete reparado y le dijo:
-Mira hijito, igual que Allah reparó tu juguete, Él puede reparar cualquier cosa, por imposible que parezca.
Abdel Jabbâr muy feliz jugó con su juguete reparado y le tomó mucho cariño, tanto que incluso siendo adulto lo conservaba.
Tras recordar esos momentos del pasado, cogió el juguete y le dijo a su padre:
-¿Recuerdas esto?
Su padre le dijo:
-Si, claro, es uno de tus juguetes de cuando eras niño.
Abdel Jabbâr le dijo:
-¿No recuerdas aquello que me dijiste cuando lo trajiste reparado?
Su padre le contestó:
-Si lo recuerdo, Allah es el Reparador de toda cosa rota. Confía en Allah hijo mío, Él te devolverá a tu pequeño.
Abdel Jabbâr, muy dolido, dijo a su padre:
-Allah no reparó mi juguete, fuiste tu quien lo hizo, además este juguete no es el mismo, si te fijas quedó dañado en parte, mira estas pequeñas grietas.... Abdel Jabbâr señalaba el lugar por donde se rompió el juguete.
Su padre muy calmado contestó:
-Ciertamente Allah reparó tu juguete a través de mi, a veces las personas somos medios utilizados por Allah para conseguir un propósito el cual sólo Allah sabe, yo podía haberte comprado un juguete igual al roto, sin embargo decidí repararlo, y sólo Allah sabe por qué hice tal cosa.
Abdel Jabbâr no decía nada, pero su corazón aceptaba las palabras de su padre, quien continuó diciendo:
-El Todopoderoso utilizó a un ser imperfecto como yo para reparar tu juguete, pero ten por seguro que cuando Allah resucite a tu pequeño, no quedará ni un átomo de imperfección en la reparación de su dañado cuerpecito. - Su padre lloraba. - Allah es Grande hijo mío, confía en Allah , que los creyentes confíen en Él.
Abdel Jabbâr comenzó a llorar junto a su padre y le dijo:
-Gracias papá, Allah es Grande.
Trascurrieron los meses y Abdel Jabbâr iba recuperando la sonrisa, agradecía mucho a Allah y aceptaba Su voluntad con total humildad y confianza.
Al cabo de unos años, el líder del país más poderoso del planeta decidió atacar el país donde vivía Abdel Jabbâr y su familia .Todo un ejercito se disponía a invadir zona por zona hasta llegar a su objetivo.
Las batallas se sucedían hasta que llegó al lugar donde vivía Abdel Jabbâr y su familia, tras días de mucho miedo e incertidumbre, el conflicto llegó a su zona, tras sufrir una noche de explosiones, la casa de Abdel Jabbâr se vino abajo por una bomba lanzada por este temible ejercito.
Tras los bombardeos fueron rescatados los supervivientes, Abdel Jabbâr era uno de ellos, también su esposa sobrevivió, no así sus dos hijos, los cuales murieron.
Ahora Abdel Jabbâr sentía mucha mas tristeza que la primera vez que murió uno de sus hijos, aunque el dolor era el mismo.
Abdel Jabbâr no dudaba de que Allah le devolvería sus hijos algún día, pero ahora con mas fuerza pedía justicia y venganza contra aquellos que invadieron el país.
Abdel Jabbâr sabía que esa había sido la voluntad de Allah, y nada ni nadie puede oponerse a la voluntad de Allah, pero Allah no manda que cometamos actos atroces y nos dio libre albedrío, por lo que pedía justicia y venganza contra los responsables de aquellas masacres cometidas.
Acabó la invasión y se restableció el orden.
Abdel Jabbâr intentaba junto a su mujer vivir una nueva vida aceptando el decreto de Allah (el Altísimo), pero no pasaron mas que dos años y la muerte les encontró.
Cuando Abdel Jabbâr volvió a la vida, encontró algo que jamás había imaginado, su esposa y sus tres hijos le esperaban en un verde y hermoso jardín, era el jardín más hermoso que jamás haya visto ojo humano, algo tan perfecto sólo podía ser la morada de Allah.
Sólo Allah es Al-Jabbar (El Todopoderoso, el Reparador)
Es Él Quien inicia la creación y, luego, la repite. Es cosa fácil para Él. Representa el ideal supremo en los cielos y en la tierra. Es el Poderoso, el Sabio.
Sagrado Corán 30:27
Y cuando Abraham dijo: «¡Señor. muéstrame cómo devuelves la vida a los muertos!» Dijo: «¿Es que no crees?» Dijo: «Claro que sí, pero es para tranquilidad de mi corazón». Dijo: «Entonces, coge cuatro aves y despedázalas. Luego, pon en cada montaña un pedazo de ellas y llámalas. Acudirán a ti rápidamente. Sabe que Allah es poderoso, sabio».
Sagrado Corán 2:260
viernes, 9 de noviembre de 2012
Mozárabes II
La emigración al norte.
La convivencia pasó , sin embargo, por momentos de tensión, especialmente a partir de la segunda mitad del siglo IX. Muchos cristianos emigraron de al-Ándalus para participar en el proceso repoblador de la Meseta norte, que, impulsados por los reyes leoneses, se llevó a cabo en los siglos X, y XI. Religiosos cordobeses levantaron, a partir de tristes ruinas, monasterios en los que se instalaron formando comunidades. Así, el abad Alfonso y sus compañeros, en 913, se instalaron en San Miguel de Escalada y lo reedificaron en menos de un año, mientras el abad Juan, restauró en apenas 5 meses San Martín de Castañeda, en Astorga. Estos edificios religiosos, y otros coetáneos como Santiago de Peñalba, San Cebrián de Mazote o Santa María de Lebeña, presentan rasgos arabizados que llevaron a que durante mucho tiempo se considerase que existió un " estilo mozárabe ", caracterizado por conjugar raíces hispano- visigodas con influencias andalusíes. Aunque más tarde se hablaría de "arte de repoblación", alegando que muchas de las técnicas arquitectónicas utilizadas procedían del norte.
Con todo, los cristianos que habían vivido en al-Ándalus llevaron consigo a la Meseta algunos de los rasgos del mestizaje cultural del que procedían. Dentro de los monasterios, en los scriptoria ( lugares donde se elaboraban los manuscritos ), se iluminaron en un estilo ecléctico códices que reproducían escritos religiosos, dando lugar a los conocidos como "códices mozárabes ". Paralelamente, albañiles, carpinteros, herreros y vidrieros, con nombres a veces cristianos y otras veces árabes, se instalaron en los núcleos de población y reprodujeron las técnicas utilizadas en las zonas meridionales. Probablemente también muchos mozárabes estuvieron directamente relacionados con el activo comercio de las sedas producidas en al-Ándalus y que se vendían en el reino de León. De entre todos los productos de este género, los que más destacaron fueron los vestidos, bordados y brocados, conocidos con el nombre de tiraz y tejidos por artesanos andalusíes especializados llamados "tiraceros".
El avance de la Reconquista cristiana no terminó con el fenómeno mozárabe. Al contrario, éste ganó un peso aún mayor. Especial importancia tuvo la conquista de Toledo por Alfonso VI, en 1085. Al valor simbólico de la recuperación de la antigua capital del reino visigodo se unía la toma de contacto con una población que había preservado durante casi 4 siglos su religión y sus raíces. A diferencia de lo que ocurriría más tarde en la conquista de las grandes urbes andaluzas, en Toledo no hubo un desalojo de los musulmanes para dar paso a los cristianos, sino que la mayor parte de la población, de origen hispanocristiano, permaneció en la ciudad. Quizá por ello, la élite mozárabe mantuvo el control del gobierno local. Los únicos que, en los cine años que siguieron a la conquista, se resistieron a aceptar el dominio de los mozárabes fueron los eclesiásticos procedentes de Francia. Estos religiosos, representantes de la Iglesia de Roma y del espíritu unitario impulsado por la abadía de Cluny, convirtieron la mezquita en catedral e impusieron en ella el rito romano, marginando a los clérigos hispanos.
Conservar la identidad.
A Toledo emigraron en el siglo XII cristianos y judíos andalusíes, que huían ante la llegada de los almohades, dinastía de origen bereber que rompió con la tradición de relativa tolerancia que había imperado hasta entonces en al-Ándalus. También se instalaron allí gentes venidas del norte. Estos grupos de población se mezclaron pronto con los locales: quienes llegaban del sur trajeron consigo nuevos aires arábigos y la costumbre de oficiar por el rito mozárabe en su variante andalusí, algo distinta de la toledana; quienes provenían del norte, afectados por una fuerte aculturación, adoptaron nombres árabes y vistieron al modo musulmán. Durante bastante tiempo, el árabe se siguió hablando y escribiendo en Toledo; a lo largo del siglo XIII, los documentos notariales están redactados en esa lengua, que para la élite mozárabe toledana era un signo de distinción frente al clero de la catedral, asociado con el latín.
En el siglo XIV, este fenómeno ya agonizaba. El castellano se había impuesto como lengua escrita y hablada, y los nombres de los toledanos, y de sus antepasados, volvían a ser latinos. Esto conllevo a que solo en algunas iglesias se siguiera en práctica el ritual litúrgico mozárabe. Este rito tan sólo regresó a la catedral en época de Isabel la Católica, de la mano del cardenal Cisneros, arzobispo de Toledo, quien en 1495 decidió que a partir de entonces en una de las capillas se oficiaría a la manera hispana.
miércoles, 7 de noviembre de 2012
Mozárabes,
Muzárabes, almosárabes, mixtiárabes... Con todos estos nombres se conocía en la Edad Media a los habitantes de la península Ibérica que, siendo cristianos, residían o habían residido en al-Ándalus. El término procedía del vocablo árabe musta´riba, utilizado por los musulmanes para referirse a las comunidades no musulmanas que adoptaban la cultura árabe. Un mozárabe era, por tanto, un cristiano " arabizado". Descendía de aquellos hispanos que no huyeron al norte ni se resistieron tras la repentina invasión musulmana del año 711 y aceptaron la imposición de un nuevo orden social, político, económico y militar.
Siguiendo los preceptos del Corán, que no admite la coacción en la religión, los musulmanes respetaron a cristianos y judíos que vivian bajo su dominio. Les llamaban gentes del libro ( ahl al-kitab ) y les permitían practicar su religión a condición de que no hiciese proselitismo ( es el intento o esfuerzo activo y activista de convertir a una o varias personas a una determinada causa o religión ). La coexistencia de credos se basó en un pacto: los no musulmanes tenían libertad de culto y derecho a organizarse municipal y jurídicamente, pero a cambio debían someterse a la autoridad militar y civil islámica y pagar un impuesto especial, la jizya.
La atracción de lo árabe.
Los nasara, cristianos practicantes, pervivieron así en el territorio de al-Ándalus. Su propia existencia constituía un tipo de resistencia; pero paulatinamente fueron adaptándose a la cultura que les rodeaba y tomando algunas de sus costumbres. Muchos dejaron de comer carne de cerdo, algunos se circuncidaron y la mayoría aprendió árabe. La influencia fue haciéndose notar en las comida, las fiestas, los vestidos, la arquitectura... Al mismo tiempo, el aislamiento les llevó a preservar tradiciones que los cristianos del norte de la Península iban perdiendo. Se creó, así, una cultura propia de unas comunidades muy concretas, las llamadas mozarabías.
La mayor parte de la mozarabías se encontraban en zonas rurales, pero las de más peso estaban en urbes como Córdoba, Mérida, Sevilla, Granada, Toledo o Zaragoza. En esos lugres, la población anterior a la ocupación islámica, formada por hispanorromanos, visigodos y judíos, se integró con mayor facilidad en la cultura de los conquistadores. Pronto empezaron a multiplicarse los muladíes ( del árabe muwallad, musulmán descendiente de no musulmanes ): eran conversos al Islam o descendientes de matrimonios mixtos que pasaban obligatoriamente a ser musulmanes. A causa de ello, el porcentaje de la población cristiana fue decreciendo. Se mantenían las iglesias y los monasterios, pero en número cada vez menor. Por ejemplo, en 784 los cristianos cordobeses, que hasta entonces compartían la antigua iglesia de San Vicente con los musulmanes, cedieron su mitad para que Abderramán I pudiese construir una mezquita que permitiese acoger a una comunidad islámica que no dejaba de crecer.
En este contexto de mezcla de lenguas, costumbres y tradiciones, algunas actividades seguían vinculadas a tradiciones pre-musulmanas. Tal era el caso de la medicina, estudiada a partir de escritos latinos y practicada sobre todo por cristianos, judíos y muladíes. Por ejemplo, Ibn Abi Usaybi´a (1203-1270 ) contaba la historia de un médico cristiano ( nasara o nasarí ) que curó al califa de una otitis con sangre de paloma, remedio tradicional que , al parecer, le fue confiado por un anciano en un monasterio. Cristianos, judíos y muladíes constituían también la mayoría de los astrólogos y de los farmacéuticos.
El boato de los ritos cristianos.
la religión era para los cristianos, en buena medida, su mejor seña de identidad. El cristianismo, más antiguo que el Islam, simbolizaba el hecho de que los cristianos estaban allí antes que los musulmanes. De ahí la importancia de preservar sus rituales; y de ahí también el efecto que estos ritos tenían sobre los testigos musulmanes. A principios del siglo XI, un canciller de Abderramán V tuvo que asistir a una ceremonia nocturna en una iglesia mozárabe de Córdoba. Según el cronista Almakkari, " la vio tapizada de ramas de mirto y suntuosamente decorad, mientras el sonido de las campanas encantaba su oído y el esplendor de los círios deslumbraba sus ojos. Se detuvo fascinado a pesar suyo, ante la vista de la majestad y del gozo sagrado que irradiaba del recinto; recordó seguidamente con admiración la entrada del oficiante y de los otros adoradores de Jesucristo, revestidos de admirables ornamentos; el aroma del vino añejo que los ministros vertían en el cáliz, donde el sacerdote mojaba sus labios puros; el modesto atuendo y la belleza de los niños y adolescentes que ayudaban al lado del altar; el solemne recitado de salmos y de sagradas plegarias; todos los ritos, en fin, de es ceremonia; la devoción y, a la vez, el gozo solemnes con que se celebraba, y el fervor del pueblo cristiano ".
domingo, 4 de noviembre de 2012
La Leyenda del pozo Fullaricos
Esta leyenda tiene lugar en Ablaneda, un pueblo situado en la falda de la Sierra de Carrales, frente al cordal de Las Traviesas, muy cerca del Puerto de Piedrafita. Es una comarca muy rica en minerales que ya explotaron los romanos.
Quedan aún los restos de tres acequias que conducían el agua desde el puerto de La Espina hasta los lavaderos de mineral que allí funcionaban. Esta leyenda sería una explicación popular a la existencia de estas antiguas canalizaciones.
En este pueblo de Ablaneda hay un pequeño embalse que los vecinos llaman Pozo de Fullaricos. Según los más viejos del lugar, en las oscuras aguas del lago se podía distinguir una gigantesca viga. Esta viga podría ser el resto de alguna antigua instalación minera, pero para los aldeanos era la viga de un palacio sumergido.
Según la leyenda, donde hoy está el Pozo de Fullaricos se levantaba un enorme palacio. En él vivía un noble viudo, con una hija muy bella que era pretendida por los muchachos más apuestos de la comarca.
La niña de Ablaneda era además de bella muy virtuosa. Sin embargo en su pecho comenzó a anidar la envidia porque en Belmonte, en un palacio como el suyo, vivía una moza más hermosa que ella.
-Sé que sufres porque dicen que la dama de Belmonte es más guapa que tu. Yo vengo a decirte que si me das tu alma, tu hermosura será la mayor del mundo.
La niña sin pensarlo mucho accedió.
Pocos días después, la llamó su padre y le dijo:
-Hija mía, muchos caballeros me piden tu mano, a cuál más rico, noble y apuesto.
-Lo sé padre.
-¿Y que decides?
-Lo que usted diga, padre.
-Bien, hija. Yo he pensado conceder tu mano al caballero que primero traiga a este palacio el agua del Pozo Verde de La Espina.
-Bien, padre.
La proposición del señor corrió por toda Asturias e incluso fuera de ella y a los pocos días se presentaron en el palacio de Ablaneda tres caballeros, dos eran apuestos y gentiles y un tercero enano, feo y mal vestido.
Los dos galanes trabajaban sin descanso para traer el agua mientras que el contrahecho se pasaba los días debajo de una higuera sin hacer nada.
Pasó el tiempo y las dos acequias ya estaban muy cerca de la casa, con solo un día más de trabajo el agua llegaría al palacio. Al día siguiente, ante la sorpresa de todos, el enano hizo durante una sola noche lo que no había hecho en un mes. Había conseguido que el agua del puerto llegara hasta la casa.
El pretendiente zafio se presentó ante el señor de la casa y le dijo:
-Señor, he vencido. Reclamo la mano de vuestra hija.
El dueño de la mansión, cabal y fiel a su palabra no tuvo otra opción que ceder a las pretensiones del extravagante individuo que, como el lector habrá adivinado no era otro que el mismo demonio, que había acudido a cobrarse el alma de la niña.
Entonces la muchacha, aterrada y arrepentida de su pacto exclamo:
-¡Permita Dios que se hunda el palacio antes que yo me case con ese diablo!
El palacio se hundió y se formó el Pozo de Fullaricos.
Desde entonces, según los vecinos, no han dejado de aparecer vigas y otras maderas del edificio sumergido.
sábado, 3 de noviembre de 2012
El halcón del rey Sindabad
Cuentan – pero Dios es más sabio – que había un rey de reyes, persa, al que complacían las diversiones, los paseos y toda clase de cacerías. Un halcón, al que había adiestrado, permanecía a su lado día y noche, y dormía durante ésta apoyado en la mano de su dueño. Cuando salía de casa lo llevaba consigo. Le había colgado en el cuello un vasito de oro, en el que le daba de beber.
Cierto día en el que el rey estaba sentado en su trono, se presentó el cetrero y le dijo: “Rey del tiempo: es ya época de empezar a cazar”.
El rey se preparó para salir, colocó el halcón en su mano y partió. Llegaron a un valle en el que extendieron la red de caza y en ella cayó, de repente, una gacela. El rey exclamó: “¡Mataré a aquél por cuyo lado escape la gacela!”
El círculo de cazadores fue estrechándose, mientras que ella, por su parte, fue acercándose al rey, hasta que, por fin, se irguió sobre sus patas y, apoyándose en sus manos, las colocó debajo del pecho como si fuese a besar la tierra ante el soberano. Este bajó la cabeza y el animal dio un brinco, huyó por encima de su testa y se dirigió campiña adentro.
El rey se volvió a mirar a los soldados y observó que se guiñaban los ojos. Preguntó “¡Visir ¿Qué se están diciendo los soldados?”
“Comentan lo que dijiste: que aquél por cuyo lado escapase la gacela, sería ajusticiado”.
“¡Por mi cabeza! ¡La perseguiré hasta volver con ella!”
El rey se puso a seguir el rastro de la gacela y no se cansó de ir tras sus huellas.
El halcón iba picando en los ojos del animal fugitivo, hasta que al fin la cegó y la aturdió; entonces el rey levantó la maza y de un solo golpe la derribó. Se apeó, la degolló y la colgó del arzón de su silla. Era una hora de calor y estaba en un lugar árido; no había agua. El rey y su corcel tenían sed, por lo que el soberano dio una vuelta y divisó un árbol, del que fluía un líquido que parecía manteca. Como tenía la mano enfundada con el guante de piel, tomó el vasito del cuello del halcón, lo llenó de aquél líquido y lo colocó delante de él. Pero el halcón dio un golpe al vasito y lo vertió.
El rey cogió de nuevo el vasito, lo llenó y, creyendo que el halcón estaba sediento, se lo colocó delante, pero el animal lo derramó de nuevo. El rey se enfadó con el pájaro y, tomando el vasito por tercera vez, se lo acercó al corcel; pero el halcón, con el ala, volvió a verterlo.
El rey exclamó: “¡Dios te confunda, la más nefasta de las aves! ¡No me has dejado beber, no has querido hacerlo tú y encima se lo has impedido al caballo!
Dicho esto, de un sablazo le cortó ambas alas.
El halcón levantó la cabeza y dijo por señas: “Mira lo que hay encima del árbol”. El rey levantó la vista y vio una serpiente, cuyo veneno era el líquido que fluía del árbol. Y se arrepintió de haberle cortado las alas al halcón.
Montó, el rey, en su caballo y llevó la gacela al lugar del que había partido. Al entregarla al cocinero, le dijo: ¡Cógela y ásala!. Luego se sentó en su silla, sosteniendo siempre al halcón en la mano, hasta el momento en que el animal, tras un estertor murió. El rey prorrumpió en gritos de tristeza y de dolor por haber matado al halcón en recompensa de haberle salvado de la muerte.
Cuento seleccionado de las 1001 Noches.
viernes, 2 de noviembre de 2012
Los normandos en al-Andalus.
Majus es la palabra árabe que designa a los "nórdicos" y lo dieron principalmente a los normandos que atacaron a Al-Ándalus.
El primer ataque tuvo lugar el 20 de agosto de 844, por medio de 54 grandes barcos y otros 50 barcos más pequeños; entraron por el estuario del Tajo y empezaron una batalla con los defensores de la zona. Trece días después se reembarcaron hacia el sur. El gobernador de Lisboa Wahbi-Allah ibn Hazm alertó al emir omeya. Poco después desembarcaban en el distrito de Siduna (Sidonia) y ocupaban Cádiz. El grueso de la flota remontó el Guadalquivir y se detuvo en una isla a unos 20 km de Ixbiliya (Sevilla). Los normandos desembarcaron en la ciudad que no tenía defensa (y de la que los habitantes ya habían huido) y mataron a los que quedaban (las mujeres y niños fueron hechos prisioneros); durante siete días fue saqueada Sevilla. Abd-ar-Rahman II envió tropas contra los atacantes que les causaron severas pérdidas en la batalla decisiva el 11 de noviembre de 844, al sur de la ciudad, más de un millar de normandos murieron y 400 fueron hechos prisioneros (y luego ejecutados) batalla conocida como Batalla de Tablada; el resto reembarcaron dejando 30 barcos que fueron quemados. Después de probar de desembarcar en Niebla y en Algarve, hicieron rumbo al norte hacia Aquitania. Un grupo desembarcó en Arzila (Asila) a 50 km de Tánger.
Una segunda incursión se produjo en 858 con 62 barcos. La flota de vigilancia capturó dos barcos pero el resto pudo llegar al Guadalquivir pero al saber que se acercaba un ejército reembarcaron hacia Algeciras, que ocuparon e incendiaron la gran mezquita. Pronto se tuvieron que retirar y siguieron por la costa hacia el sureste de Al-Ándalus, en el llamado reino de Todmir llegando hasta Orihuela (Uriyula) que fue atacada y siguiendo luego hacia Francia (Ifranj) donde pasaron el invierno en la Carmarga, mientras otro grupo de barcos hacía ruta hacia Marruecos, donde capturaron Nakura que saquearon durante 8 días; todos los que estaban en la ciudad fueron hechos prisioneros incluyendo miembros de la familia de príncipes local que luego fueron rescatados por el emir de Córdoba. La fecha de este ataque es incierta pero sería entre 859 y 862. La flota que regresaba de la Camarga fue atacada por los cordobeses que capturaron dos barcos, el resto se unió a una flota normanda que había atacado las Baleares, no está claro si algunos barcos pequeños subieron por el Ebro o bien fueron otros barcos que bajaron por Bidasoa, pero se sabe que los normandos llegaron a Pamplona en 859 e hicieron prisionero al rey de los vascones Gharsiya ibn Wannako (conocido como Garcia Ennec) que tuvo que pagar 70.000 piezas de oro por el rescate. Esta incursión habría durado hasta el 861. Luego los normandos no volvieron a atacar Al-Andalus en un siglo.
El 23 de junio de 966 se avistó una flota de 28 barcos majus en Alcacer do Sal (Al-Qasr Abi-Danis) a 94 km al sur de Lisboa. Desembarcaron y asolaron la proximidad de Lisboa pero las tropas del califa los atacaron y los derrotaron. La flota de Sevilla encontró a los majus en la desembocadura de Silves e inutilizó algunos barcos normandos liberando a muchos prisioneros musulmanes. Finalmente reembarcaron, pero el mismo año se construyeron nuevos barcos por si volvían. A finales de 971 atacaron la región de Almería pero pudieron ser rechazados por la flota cordobesa. En junio de 974 se informó de movimientos normandos en las costas del Guadalquivir pero no hubo ningún desembarco. Estos normandos son mencionados como al-majus al-urdumaniyyun (literalmente los nórdicos normandos) que serían normandos venidos de Normandía donde se habían establecido después de 911 y se habían convertido en cristianos, pero donde habían llegado normandos paganos daneses en 960 para ayudar al duque Ricardo I de Normandía contra el conde Teobaldo de Chartres. Una vez ajustada la paz entre el duque y el conde, estos normandos eran molestos y quizás se les envió al sur a territorio musulmán antes de regresar a su país. En 970 estaban en Galicia donde ocuparon Santiago de Compostela que dominaron un cierto tiempo. Al urdumaniyyun es el nombre que da Ibn Idhari a los normandos que participaron en la conquista de Barbastro que eran de Normandía. Otro historiador, Ibn Abd-al-Mumin utiliza la forma ar-Rudhamanun por los normandos del ducado.
Los cordobeses llamaron también majus a los vascones no cristianos. Segundo el Muktabis de Ibn Hayyan, en una expedición cordobesa contra Pamplona en 816 se entregó en una batalla que duró 13 días, murieron muchos enemigos y entre ellos Saltana, el mejor caballero de los majus que serían los vascones paganos. Sánchez Albornoz dice que el nombre correcto sería Zaldún que es típicamente vasco. Los eslavos orientales, vikingos o rusos fueron también llamados majus o Ruso al-Majus. Los musulmanes pensaban que los majus eran adoradores del fuego como los zoroastrianos de Persia también llamados majus; esta idea seguramente derivaba de que quemaban a sus muertos, lo que les hacía suponer que adoraban al fuego con el que los quemaban.