viernes, 31 de enero de 2014

Almohades.

Los almohades (en lengua árabe: الموَحدون, Al-Muwahhidun) «los que reconocen la unidad de Dios», o Banu Abd al-Mumin4 (en árabe: بنو عبد المؤمن') fueron una dinastía marroquí de origen bereber que dominaron el norte de África y el sur de la península ibérica desde 1147 a 1269.
Los almohades surgieron en el actual Marruecos en el siglo XII, como reacción a la relajación religiosa de los almorávides, que se habían hecho dueños del Magreb, pero habían fracasado en su intento de revigorizar los estados musulmanes y tampoco habían ayudado a detener el avance de los estados cristianos en la península ibérica. Muhammad ibn Tumart lideró un movimiento religioso con el apoyo de un grupo de tribus bereberes del Alto Atlas de Marruecos (principalmente masmuda), organizando el derrocamiento de los almorávides, pertenecientes a los sanhaya (zeneguíes), y, posteriormente, Abd al-Mumin y su familia, de los Zenata, tomaron el control y eliminaron a los Ziríes y Hammadíes. Los almohades fueron derrocados por las dinastías bereberes de los Merínidas, los Ziánidas y los Háfsidas del Magreb.

Orígenes
Ibn Tumart, fundador del movimiento, fue proclamado por sus seguidores mahdi («el [imam] guiado»), creencia de raíz ideológica chiita pero también aceptada por el sunnismo, y llamó a todos los musulmanes a retornar a las fuentes primeras de su fe, es decir, el Corán. Siguiendo estos principios, se enfrentaron con los almorávides, que habían impuesto una rígida ortodoxia maliquí, pero que apenas habían transformado las costumbres populares poco acordes con el Corán. Después de dominar el norte de África, enfrentando a la confederación de tribus bereberes de los masmuda con los lamtunas almorávides, desembarcaron desde 1145 en la península ibérica y trataron de unificar las taifas utilizando como elemento de propaganda la resistencia frente a los cristianos y la defensa de la pureza islámica. Por eso su yihad se dirigió por igual contra cristianos y contra musulmanes. En poco más de treinta años, los almohades lograron forjar un poderoso imperio que se extendía desde Santarém en la actual Portugal hasta Trípoli en la actual Libia, incluyendo todo el norte de África y la mitad sur de la península ibérica, y consiguieron parar el avance cristiano cuando derrotaron a las tropas castellanas en 1195 en la batalla de Alarcos.
Apogeo
Abu Abdallah Ibn Tumart había nacido en una tribu bereber, en el noroeste de Marruecos, en un ambiente muy austero donde destacó por su capacidad de estudio. Hacia los 18 años, emprendió un largo viaje de quince años por el mundo árabe que lo llevó a Córdoba, La Meca, Damasco y Bagdad entre otras grandes ciudades. De regreso a su ciudad natal de Sus, emprendió un movimiento de reforma religiosa apoyado en tres grandes pilares, y que sintetiza de manera original un gran número de influencias recibidas en el periodo anterior. Estos tres pilares son:
La necesidad de desarrollar la ciencia y el saber para consolidar la fe
La existencia de Dios, que le parece indudable y se percibe a través de la razón
La absoluta unidad de Alá, radicalmente distinto de cualquiera de sus criaturas. Criticará la costumbre típica del Islam occidental de asociar lo divino con lo terreno, dotando a Alá de atributos antropomórficos. Dios es un ente puro, casi abstracto, sin ningún atributo que lo acerque a nuestra realidad. Esta unicidad absoluta se reflejaba también en su manera de entender la comunidad islámica, que debía estar dirigida por un imam, con carácter de guía y modelo, a quien todos deben obedecer e imitar.
A pesar de los esfuerzos de los gobernantes, la dinastía almohade tuvo problemas desde un principio para dominar todo el territorio de Al-Ándalus, en especial Granada y Levante, donde resistió durante muchos años el famoso Rey Lobo, con apoyo cristiano. Por otro lado, algunas de sus posturas más radicales fueron mal recibidas por la población musulmana de España, ajena a muchas tradiciones bereberes. A principios del siglo XIII había conseguido alcanzar su máxima expansión territorial con la sumisión del actual territorio tunecino y la conquista de las Baleares.
La amenaza cristiana de Al-Ándalus
Poco después, la victoria cristiana en la batalla de Las Navas de Tolosa (1212) marca el comienzo del fin de la dinastía almohade, no sólo por el resultado del encuentro en sí mismo, sino por la subsiguiente muerte del califa al-Nasir y las luchas sucesorias que se produjeron y que hundieron el califato en el caos político.
En 1216-1217, los benimerines se enfrentan a los almohades en Fez. En 1227 Ibn Hud se proclama emir de Murcia, alzándose frente a los almohades. En 1229 se independizan los háfsidas de Túnez. En 1232 Muhámmad I de Granada, conocido como al-Ahmar se proclama emir en Arjona, Jaén, Guadix y Baza. En 1237 es reconocido como emir en Granada. Un ejército formado por fuerzas de las Órdenes Militares y del obispo de Plasencia puso sitio a la ciudad de Trujillo. Muhámmad ibn Hud acudió a la petición de socorro, pero se retiró sin hostigar a los sitiadores. La ciudad fue conquistada el 25 de enero de 1232.8
Decadencia
El principio de la herencia dinástica desagradó a los líderes tribales, a los jeques (sheikhs o šayḫ, شيخ‎). Después de una severa derrota cerca de Túnez en 1187, el emir debió aliarse con Saladino. Los reinos cristianos de la península ibérica (Castilla, Aragón y Navarra y, en menor medida, Portugal y León) se organizan para emprender una nueva ofensiva de Reconquista, en especial, silenciando sus disputas internas e infligiendo a Al-Násir la derrota de Las Navas de Tolosa ( 16 de julio de 1212).
Tras la invasión de Berbería Oriental de los hermanos Ali y Yahia Ben Ghania, descendientes de los almorávides que Abd el Mumin había desposeído después de atravesar Argelia victorioso. Los dos
hermanos habían establecido un principado en el Djerid; Ali fue asesinado, pero su hermano Yahia comenzó la conquista del centro y norte de Ifriqiya. Se las arregló para apoderarse de Mahdía, de Kairuán y de Túnez en 1202, haciendo prisioneros al gobernador almohade y a sus hijos. Ben Ghania saqueó las ciudades, sus jardines y sus animales. Ante esta situación llena de peligros, el califa Al Násir, que reinaba en Marrakech, partió a la reconquista de Ifriqiya. Entró en febrero de 1206, en Túnez, abandonado por el enemigo, y permaneció allí un año para restablecer la autoridad almohade en todo el territorio. Entonces, antes de regresar a Marruecos, le confió el gobierno de la provincia a uno de sus lugartenientes de confianza, Abdel Ouhaid Abou Hafs el Hentati (forma arabizada del nombre bereber Faska u-Mzal Inti).
El nuevo gobierno había sido investido de amplios poderes: reclutó tropas que eran necesarias para la paz y para la guerra, designó funcionarios del Estado, los cadis. Fue un líder inteligente y enérgico. Después de su muerte, su hijo Abu Zakariya lo sucedió en 1228 y un año después de su nombramiento, se declaró independiente del califa de Marrakech, con el pretexto de que había abrazado el sunnismo. Príncipe de una gran dinastía, Abu Zakaria debió de fundar la dinastía háfsida que gobernó el Magreb oriental durante tres siglos.
El final
En el Magreb, las dinastías locales se imponían, como los Hafsíes en Túnez en 1229; los Abdalwadíes en el Magreb central en 1239; o los Merínidas que en 1244 capturaron Mequinez, situada en el oeste del Magreb. En Andalucía, los Nazaríes de Granada crearon un reino independiente que sobrevivió hasta 1492. Al mismo tiempo, la Reconquista progresaba a buen ritmo: Qurṭuba (actual Córdoba), la ciudad símbolo del Islam hispano, cayó en 1236; Balansiya (Valencia), en 1238; Isbiliya (Sevilla), en 1248. Estos retrocesos sucesivos y la desintegración del imperio sonaban a toque de difuntos de la dinastía almohade, que termina con Abû al-`Ula al-Wâthiq Idrîs, después de la toma de Marrakech por los Benimerines en 1269.