sábado, 29 de septiembre de 2012

La Mujer en Al-Ándalus - I -


La España andalusí no era diferente de cualquier otro territorio árabe. Por ello los modelos de familia patriarcal y poligámica -con una diferencia amplia entre los géneros- así como situación de la mujer, podían asemejarse en gran medida a la de sus vecinas africanas o asiáticas: las costumbres y leyes en al-Ándalus permitían el harén como modelo ideal de familia. En ella el hombre podía tener hasta cuatro esposas aunque el poder económico de la familia era realmente el que determinaba cuantas mujeres podía mantener el varón.
En algunas familias nobles, según explica Jesús Greus, también contaban con concubinas esclavas muchas de las cuales eran de origen cristiano convertidas al islamismo. El número de ellas podía llegar a ser muy extenso pero sólo las que daban un hijo varón al sultán alcanzaban el codiciado título de princesas madre que les daba derecho a tener fortuna personal y a emanciparse al morir su señor.
Tanto si las estirpes eran monógamas o polígamas, una cosa compartían en común todas ellas: la solidaridad desarrollada entre las féminas de las familias.
Entre las tareas que repartían sin recelo u odio se encontraban la resolución común de los problemas, el cuidado de los hijos propios y de los de su marido así como las tareas del hogar o trabajos u obligaciones diarias que, por otro lado, no eran distintas a las cristianas y como las otras, su clase social y poder económico determinaban si debían ser ellas mismas las que las realizasen o por el contrario podían disponer de servicio doméstico - compuesto principalmente por esclavas- que cumpliesen con esos tediosos trabajos.

En estos hogares tan amplios podían convivir el varón junto con su esposa- esposas- hijos y sirvientes. En el domicilio pasaban los primeros años de vida mujeres - hasta que se casaban pasando a formar parte de la familia de su marido con quién además vivirían- y varones hasta que el padre los consideraba suficientemente mayores como para educarles él mismo. Asimismo los hombres acudían a la mezquita a recibir las nociones necesarias para su pleno desarrollo como ser humano mientras la instrucción de ellas era recibida directamente por las madres quienes las educaban según la clase social. Así la mujer noble se preocupaba por la cultura y aunque podían ser minoría, hubo mujeres que sabían leer y escribir con el fin de consultar y recitar El Corán.
Éstas pudieron a su vez enseñar a otras niñas recibiendo así el status o reconocimiento de maestras.
La mayor parte de las salidas de las mujeres en la España árabe tenían un fin religioso aunque no era muy común verlas en las mezquitas ya que la religiosidad de la mujer árabe es más privada que la practicada por las cristianas. Al pasar tanto tiempo dentro de los hogares, éstos contaban con amplios espacios, siendo común que las casas tuviesen dos pisos distribuidos a partir de un patio porticado que en uno de sus lados tenía una escalera por la que se subía al piso superior, reservado a las mujeres. El patio era el centro de la vida familiar donde las mujeres podían estar largo tiempo sin miedo a que alguien pudiese observarlas.

En Al-Ándalus la mujer de las clases más altas tenía una obligación sobre las otras: cuidar su aspecto exterior con el fin de gustar a su esposo, el único autorizado para verla plenamente. A pesar de que eran las más privilegiadas las que cuidaban su aspecto, todas las mujeres acudían una vez por semana a los baños públicos en los que se repartían tiempos y espacios distintos para hombres y mujeres. Allí, además de lavarse, aquellas que lo podían pagar, recibían cuidados especiales como masajes con ungüentos cremosos y olorosos así como atención al cabello- las mujeres solían tener una cabellera larga, espesa y muy negra- y el rostro e incluso han llegado hasta nosotros testimonios que aseguraban que ya en la España musulmana, las mujeres se depilaban con fines estéticos.
En estos baños, según cuentan las crónicas, podían olerse magníficos perfumen que manaban por sus ventanas y es que es por todos conocido los excepcionales perfumes y esencias del mundo árabe. Gracias a los maestros perfumistas, las mujeres poseían distintos frascos que utilizaban en las diversas ocasiones de la vida cotidiana en las que realmente disfrutaban con la fragancia de dulces e intensos aromas.
La coquetería de la mujer andalusí continuaba con el ropaje que solía ser de colores vivos-los más lujosos estaban además bordados con hilos de plata y oro-, donde las telas iban ceñidas a la cintura y la cabeza cubierta. Del mismo modo eran muy comunes los adornos y complementos que, al igual que hoy en día, buscaban resaltar la belleza de las mujeres. Las joyas más comunes eran los collares y brazaletes de piedras preciosas pero también se sabe que usaban diademas o broches de oro, plata y perlas.

viernes, 28 de septiembre de 2012

Rebelión en el Arrabal.

Córdoba estaba poblada por multitud de gentes de origen diverso. Acogía a árabes que llegaban de Oriente y de Ifriqiya, magrebíes, beréberes, junto a muladíes y mozárabes, así como a poblaciones judías. La mezquita hubo de ser ampliada por el número de fieles que querían escuchar la oración y rezar. Desde que Hisham I restauró el antiguo puente romano sobre el Guadalquivir, la orilla izquierda se fue poblando, formando un arrabal ( barrio fuera de la ciudad ). Era un lugar bullicioso, lleno de vida. Aquí convivían el pueblo llano, comerciantes y pequeños artesanos, gentes empleadas en el gobierno...todo estaba cerca de la mezquita mayor y del palacio de los emires.
Esta parte de la ciudad fue tomando auge hasta convertirse en un centro de oposición al poder. Esta circunstancia fue avivada por el carácter de al-Hakam, con frecuencia impulsivo y dado a actuaciones sumarias, con un modo de impartir justicia demasiado radical. Las clases sociales de Córdoba consideraban al emir despótico, más dado a al vilencia que a la moderación, y con desconsideración ante el que no viese con buenos ojos las subidas de los impuestos o el reclutamiento de mercenarios extranjeros.
Así estaba la situación cuando un día un rumor agravó la situación. Un total de 72 ciudadanos habían sido crucificados por orden del emir y sus cuerpos iban a ser expuestos en el Guadalquivir. Era el mes de mayo de 805.
Nobles de Córdoba entre los que se encontraba varios alfaquíes, tramaron una conjura para destronar a al-Hakam y sustituirlo por otro omeya, Muhammad ben al-Qasim. Este hombre, fiel a su primo el emir, fue a contarle todo y le dio la lista de quienes estaban implicados. Las ejecuciones no se hicieron esperar. También fueron asesinados dos tíos del emir, hijos de Abd-al Rahman I, a los que tenía encarcelados desde su llegada al poder por temor a que alentaran a una sublevación.
Estas ejecuciones conmovieron el ánimo de la ciudad que veía espias y delatores por todos lados. Al-Hakam restauró las murallas, aseguró las puertas de su recinto y llevó a su palacio gran cantidad de armas por temor a una rebeldía acentuada. Se hizo una guardia personal con gente de fuera de España y la puso bajo el mando del jefe de la comunidad cristiana, el comes, conde Rabí, hijo de Teodulfo.
Las pasiones populares se excitaban de día en día y los alfaquíes, que con su poder moral hubieran podido ir a calmar los ánimos, no hicieron nada pues estaban muy descontentos con las acciones del emir.
Al-Hakam había instituido nuevos impuestos y para colmo, los recaudaba el conde Rabí, un cristiano. La situación era crítica .
Un soldado de la guardia del emir había llevado a bruñir su arma a un espadero. Le pareció que no le atendía con suficiente rapidez y empezaron a discutir. La disputa llegó a tal estado que el soldado mató al hombre. Ese día el emir estaba de cacería y, al regresar, fue recibido por los cordobeses a gritos y gestos hostiles. Algunos de los revoltosos fueron crucificados. Este hecho hizo que en el Arrabal estallase un motin. Se dirigieron en masa con intención de forzar las puertas del Alcázar. De inmediato, las milicias de palacio se formaron para ofrecer resistencia.
Ubayd Allah, el primo del emir e hijo de al-Balansi, e Ishaq ben al-Mundihir, llamaron a las armas a los jinetes regulares de la medina y saliendo por la Puerta Nueva, cruzaron el Guadalquivir alcanzando las primeras casas del Arrabal. Cogidos los revoltosos entre dos fuegos, uno delante y otro a la espalda, escaparon como pudieron. La matanza fue cruel cuando al-Hakam mandó a sus soldados hacia el Arrabal.
300 notables participantes en el motín serían crucificados. Se decidió que el resto de supervivientes conservaran la vida, a cambio de que se marchasen de Córdoba. El Arrabal sería arrasado y el solar, arado y sembrado para que nadie levantase alli ni una choza. Todo se cumplió hasta que a finales del siglo X se infringió la prohibición de al-Hakam. Este emir pasaría a la historia con el sobrenombre de al-Rabadí, " el del Arrabal ".

jueves, 27 de septiembre de 2012

ROMANCE DE LA CONQUISTA DE ALHAMA,




Paseábase el rey moro por la ciudad de Granada, 
desde la puerta de Elvira hasta la de Vivarrambla. 
Cartas le fueron venidas cómo Alhama era ganada.
 ¡Ay de mi Alhama! 
Las cartas echó en el fuego, y al mensajero matara; 
echó mano a sus cabellos y las sus barbas mesaba. 
Apeóse de la mula y en un caballo cabalga; 
por el Zacatín arriba subido había a la Alhambra. 
Mandó tocar sus trompetas, sus añafiles de plata, 
porque lo oyesen los moros que andaban por el arada. 
¡Ay de mi Alhama! 
Cuatro a cuatro, cinco a cinco, juntado se ha gran compaña. 
Allí habló un viejo alfaquí, la barba bellida y cana: 
-¿Para qué nos llamas, rey, a qué fué nuestra llamada? 
-Para que sepáis, amigos, la gran pérdida de Alhama.
 ¡Ay de mi Alhama!
 -Bien se te emplea, buen rey, buen rey, bien se te empleara;
 mataste los abencerrajes, que eran la flor de Granada; 
cogiste los tornadizos de Córdoba la nombrada. 
Por eso mereces, rey, una pena muy doblada: 
que te pierdas tú y el reino y que se acabe Granada. 
¡Ay de mi Alhama! 

lunes, 24 de septiembre de 2012

Vida cotidiana en al-Andalus. El zoco.



El zoco era un espacio de intercambio y compra-venta de mercancías y servicios, además de un lugar de encuentro y de relaciones sociales, sobre todo masculinas, en el que, en medio de un frenético deambular, se sucedían las más diversas transacciones. Se situaba generalmente próximo a la mezquita, aprovechando una plaza o espacio abierto. Podía estar cubierto o al aire libre.
Los oficios y los puestos se extendían por áreas especializadas. En ellos exponían los distintos productos (especias, perfumes, tejidos, leche, huevos, frutas y hortalizas, pescado, carne,  así como objetos propios de orfebrería, cerámica, espartería, calderería...); también ofrecían sus servicios distintos trabajadores: carpinteros, aserradores, sastres, pintores, molineros, zurcidores, escribanos, médicos, sangradores, herreros, barberos, albañiles, braceros..., por último, los acróbatas, narradores, encantadores... proporcionaban divertimento a la muchedumbre que lo abarrotaba. Algunos oficios como curtidores y aceiteros se veían relegados a lugares alejados, fuera del zoco, por producir malos olores o sustancias insalubres.
Las tiendas eran muy pequeñas y las dedicadas a la artesanía solían tener incorporado el taller. El comerciante se situaba normalmente sobre una tarima y desde ella podía alcanzar cualquiera de los objetos expuestos a la venta.
También existían bastantes freidurías, en las que se despachaban buñuelos, pestiños y platos preparados con carne picada cuya elaboración era especialmente vigilada.
Al frente del zoco estaba el almotacén o zabazoque, encargado de velar por su correcto funcionamiento. Entre sus atribuciones se contaban: fijar los precios prohibiendo el acaparamiento, controlar la calidad, los pesos y medidas y la moneda, asignar el emplazamiento de los gremios y los puestos, controlar la limpieza, imponer sanciones y retirar las mercancías defectuosas. También podía nombrar ayudantes y alamines para los gremios.
Las compras se hacían con dinero en efectivo, que primero se acuñó en la ceca de Córdoba, y luego, en época de taifas, en otras ciudades. Las monedas de pago corriente eran los dinares, dirhems y feluses.
Además de los zocos permanentes hubo otros que se desplegaban una vez en semana. Los mercadillos de puestos de venta ambulante de muchos pueblos y ciudades de nuestra geografía son herederos de esta tradición.
Cercanas al zoco estaban las alhóndigas o funduk (de donde deriva la palabra “fonda”), establecimientos que jalonaban las rutas comerciales y que servían de alojamiento y de almacén para los productos.

miércoles, 19 de septiembre de 2012

LA JORNADA DEL FOSO en Toledo.


En lo que fuera antiguamente el barrio conocido como "Montichel", por ser una de las siete colinas sobre las que se asienta Toledo, en el actual Paseo de San Cristóbal, aconteció uno de los episodios más oscuros y sangrientos de la historia Toledana, lo que se conoce como "Una noche toledana"  ó " La jornada del Foso".
Nos situamos hacia el año 190 de la Hégira, hacia nuestro 812; gobernaba Toledo un joven llamado Jusuf-ben-Amru, déspota y cruel con todos los toledanos, múltiples fechorías cometía amparándose en su poder: raptaba doncellas, y daba muerte a todo aquél que se oponía a sus terribles métodos.
Tanto era el descontento popular que un levantamiento no se hizo esperar y los toledanos tomaron la ciudad. Una comisión de nobles advirtió al joven gobernador de lo peligroso de la situación, pero éste, ignorando los sabios consejos, continuó intentando defender la ciudad, enviando a su guardia personal e intentando aplastar el levantamiento de su ciudad. Viendo los nobles que Jusuf quedaba poco protegido, decidieron darle captura. El pueblo pidió la cabeza del joven y éste fue ejecutado.
Los nobles enviaron noticias al Califa de la situación que Toledo había vivido bajo el gobierno de Jusuf y de los sucesos recientes. El Califa hizo llamar a su fiel servidor, padre de Jusuf a la sazón, y le contó el triste final del que fuera su hijo. Amru, padre del gobernador ejecutado, pidió al Califa que como pago a sus favores fuera enviado como nuevo gobernador a Toledo para que, gobernando rectamente, pudiera enmendar los errores de su hijo y recobrar el honor perdido por su familia.
El Califa confió en la palabra de Amru, y éste partió hacia Toledo. Los toledanos lo recibieron con miedo y recelo, bien sabían que era el padre del gobernador al que habían pedido ejecución.
Sus temores fueron infundados, ya que Amru gobernó de forma paternal y con nobleza ante la aristocracia. Escuchaba a sus súbditos y respetaba sus opiniones.
Pero Amru era orgulloso y ocultaba sus verdaderas intenciones. Necesitaba ganarse la confianza de aquellos que asesinaron a su hijo. La ocasión para su venganza se presentó un buen día que el hijo del Califa hizo una parada en Toledo camino de Zaragoza. Amru agasajó a su invitado con un gran banquete al que previamente invitó a todos los principales de la ciudad. El ágape se preparó en una residencia que el gobernador se había hecho construir en la actual zona de San Cristóbal, ya que jamás quiso residir en el Alcázar Toledano, por los nefastos recuerdos que le traía.
Los nobles toledanos se prepararon con sus mejores galas para ir al banquete en honor del futuro califa preparado por el gobernador. Las estrechas calles de Toledo, apenas iluminadas por las antorchas, veían pasar el cortejo de todos ellos acompañados de sirvientes y mujeres.
Al mismo tiempo que accedían a la residencia, la guardia personal del gobernador, muchos de los cuáles habían servido fielmente a su hijo, acompañaban a los invitados a un lugar apartado donde con afilados alfanjes iban segando sus cabezas y sus cuerpos eran arrastrados a un subterráneo.
Cuenta la leyenda que, cuando Amru, padre de Jusuf y fiel servidor del califa vio caer la última cabeza exclamó: "¡Hijo mío, ya puedes descansar en paz, pues ya estás vengado!"
Con la llegada del alba, los toledanos pudieron contemplar con todo su horror el espectáculo que había acontecido en la residencia del gobernador. Cientos de cuerpos y cabezas se amontonaban con un rictus de espanto en el patio, mientras que las de algunos, los más principales, colgaban cual pendones de las almenas de palacio.
Una "noche toledana" significa, todavía hoy, para muchos hispano hablantes, una noche de terror, desapacible, que infunde miedo en el alma...

Información obtenida de la red.

domingo, 16 de septiembre de 2012

Al-Hakam. Un reinado turbulento.

El 17 de abril de 796 moría Hisham I con 40 años. Nombró sucesor al segundo de sus hijos, Abu-l-Así al-Hakam, en lugar de su hijo mayor, Abd al-Malik.
Al- Hakam, en el momento de asumir el emirato, tenía 26 años, por lo que era de esperar que su reinado fuese largo, pues tenía mucha vida por delante. Nada más tomar posesión del trono, se rompió la larga tregua de tranquilidad que se disfrutó en el reinado de su padre Hisham I. Al igual que sucedía entre los cristianos, la primera querella a la que tuvo que hacer frente al- hakam fue de carácter dinástico, pero en esta ocasión no fue su hermano mayor el que se mostró descontento con su suerte, sino sus tíos, hermanos de su difunto padre que residían en África, y cuando se enteraron del fallecimiento, decidieron venir a intentar recobrar el reino que creían les pertenecía. 
Abd Allah llegó hasta la Marca superior con la intención de sublevar a las guarniciones y a la población de aquellos lugares, que no era proclive al nuevo emir, pero sus intentos resultaron inútiles. Asi pues, abandonó este propósito y, en unión de sus dos hijos, Ubayd Allah y Abd al-Malik, se fue hasta Aquisgrán para presentarse a Carlomagno. 
Sulaymán arribó un año después que su hermano, con tropas que fue reclutando mientras se dirigía a al-Ándalus y marchó, directamente , a Córdoba con intención de atacar la ciudad. En el espacio de dos años, se enfrentó unas seis veces con las tropas del emir  y, aunque siempre salió derrotado, no desistía de sus propósitos. En la última batalla su derrota fue total y definitiva. Se replegó hacía Mérida, con objeto de fomentar la rebelión en estas tierra, pero el jefe beréber de dicha ciudad, Asbag Wansus, lo mató cortándole la cabeza y tomó la decisión de mandarla a Córdoba. Al-Hakam la hizo pasear por las calles, ensartada en una lanza, pero luego, la hizo enterrar con los debidos honores en el panteón de los omeyas.
Abd Allah, mientras tanto, regresó de Aquisgrán y logró apoderarse de Huesca en el año 800, para proseguir hacia Valencia. Al darse cuenta de que su fin no lo lograría, quiso entablar negociaciones con su sobrino al-Hakam. Durante 3 años estuvieron con deliberaciones hasta que el emir, a través del alfaquí Yahya ben Yahya, le concedió el perdón y una renta de 1.000 dinares, con la condición de que no se moviese de Valencia. Alli gobernaría con lealtad al emir. Desde entonces se le dio el sobrenombre de al Balansi, " el Valenciano". El emir llamó a sus primos y los casó con dos de sus hermanas, Aziza y Umm Salma. Uno de ellos, Ubay Allah sería un gran general.
Los focos de insurrección prendían, de manera constante, en las 3 Marcas fronterizas del reino, situadas alrededor de : Zaragoza, Toledo y Mérida.
Algunas colonias de beréberes asentadas en el valle del Ebro no suponían problema alguno aunque con frecuencia se aliaban  junto a los pequeños señores árabes para luchar contra el poder emiral.  En estos nuevos musulmanes destacará la familia de los Banu Qasi, que lograrán crear en Aragón, una especie de principado, un feudo hereditario. El historiador IBN HAZM decía que los Banu Qasi descendían de un conde godo, que se convirtió al Islam a la llegada de los árabes y que incluso habían participado en la llamada jornada de Siria para proclamar su obediencia al califa.
Para contrarrestar a estas revueltas, un muladí llamado Amrus ben Yusuf tuvo un papel relevante en tierras aragonesas. Fiel a la causa Omeya, fue gobernador en tierras de Zaragoza hasta su muerte. Acabó con éxito con la disidencia de los Banu Qasi y de un agitador, Bahul ben Marzuq, que se había apoderado de Huesca, castigando a los muladíes. Tuvo Amrus su momento de poder y conmovido por la riqueza, sintió tentaciones de hacerse independiente y se cuenta que entabló conversaciones con Ludovico Pío, hijo de Carlomagno. Al enterarse al-hakam mandó a su general Abd al-Karim ben Mugith para que entregase un mensaje a Amrus . Este conmovido por  las palabras del emir, viajó a Córdoba para renovar su fidelidad. Morirá en el año 812, pero hasta ese momento, al-Hakam estaba tranquilo en cuanto a la Marca superior.  Después de la muerte de Amrus, estos territorios fueron confiados a Abd al- Rahman, hijo del emir, para luego asumir este cargo el hijo de Amrus.
Toledo, capital de la Marca mediana, estaba poblada por muladíes. Al subir al poder el emir, tuvo que enfrentarse con Ubayd Allah ben Jamir, y un poeta de origen toledano, Girbib ben Abd Allah. Para esta contienda mandó a Amrus. Empezó por eliminar al jefe ben Jamir, al que hizo caer en una trampa y decidió dar escarmiento ejemplar a la burguesía toledana. Este hecho es la famosa JORNADA DEL FOSO, que tanta impresión causó entre los analistas árabes.

información:
libro al-Ándalus de Concha Masiá.

jueves, 13 de septiembre de 2012

Poetas Arabes de al-Andalus: Ibn Hazm.


Ibn Hazm
Abu Muhammad `Ali ibn Ahmad ibn Sa`id ibn Hazm (Árabe: أبو محمد علي بن احمد بن سعيد بن حزم), más conocido como Ibn Hazm (Córdoba, 7 de noviembre de 994 - Montíjar (Huelva), 15 de agosto de 1064 ), fue un filósofo, teólogo, historiador, narrador y poeta hispanoárabe.
Realizó una intensa actividad política. Fue visir del califa Abderramán V, y a consecuencia de intrigas palaciegas estuvo en la cárcel en varias ocasiones y sufrió un breve destierro. Abandonó la actividad política para dedicarse a sus estudios de teología y derecho. Debió exiliarse en diferentes taifas de al-Ándalus tras la crisis del califato, exilio que le llevó a recorrer varias taifas: Sevilla, invitado por al-Mutadid o la taifa de Mallorca. La célebre quema pública de sus libros en Sevilla[cita requerida] le inspiró un conocido poema que dice:

دعـوني من إحراقِ رَقٍّ وكـاغدٍ وقولوا بعلمٍ كي يرى الناسُ من يدري
فإن تحرقوا القرطاسَ لا تحرقوا الذي
تضمّنه القرطاسُ، بـل هو في صدري
يـسيرُ معي حيث استقلّت ركائبي
وينـزل إن أنـزل ويُدفنُ فـي قبري

"Dejad de prender fuego a pergaminos y papeles,
y mostrad vuestra ciencia para que se vea quien es el que sabe.
Y es que aunque queméis el papel
nunca quemaréis lo que contiene,
puesto que en mi interior lo llevo,
viaja siempre conmigo cuando cabalgo,
conmigo duerme cuando descanso,
y en mi tumba será enterrado luego"

(Trad. de José Miguel Puerta Vílchez)

Fue un ingente polígrafo, cuyas miles de páginas no pueden reducirse a una breve explicación. Escribió obras históricas, como Risāla fī fadl al-Andalus (Epístola en elogio de Al-Andalus) o Naqt al-arus (Bordado de la novia), Yamharat ansāb al-arab (Linajes árabes), Al-fisal fī-l-milal wa-l-ahwā' wa-l-nihal (Historia crítica de las religiones, sectas y escuelas). Estas obras solo fueron superadas en occidente en el siglo XIX.

De carácter didáctico es Falsāfat al-ajlāq (Los caracteres y la conducta), traducida al castellano por Miguel Asín y Palacios y de tema polémico teológico es Risālat fī radd ala ben Nagrīla (Polémica teológica con Ibn Nagrella).

Su obra más famosa es Tawq al-hamāma o El collar de la paloma en la que trata el tema del amor. Fue escrito en Játiva hacia 1023. Se trata de un libro de reflexiones sobre la verdadera esencia del amor, intentando descubrir lo que tiene de común e inmutable a través de los siglos y las civilizaciones de influencia neoplatónica, que fue llamado "amor udrí", incluyendo detalles autobiográficos y documentales. Constituye también un diwan, o antología poética de tema amoroso, pues está empedrado de composiciones elegantes y refinadas.

También escribió numerosas obras filosóficas. Su pensamiento se basaba en Aristóteles y se esfueza en distinguir lo verdadero de lo falso, lo que lleva a un sexto sentido o sentido común por el cual se demuestran las verdades. Dichas verdades están en estrecha relación con la fe por lo que un conocimiento cabal de la filosofía puede relacionar a estas verdades con la teología. De este modo, elabora una teología natural acercándose a los postulados de Santo Tomás y desarrollando el tema de la esencia y la existencia, concluyendo que son idénticas solo en Dios, pero con un significado diferente que la doctrina tomista.

Pero quizás su aporte más significativo esté dado por su testimonio acerca del motivo de la actividad del hombre, cuando indica que todo lo que hace el hombre lo hace para evitar la preocupación, para distraerse. ¿Distraerse de que? De la muerte.


LA VISITA DE LA AMADA

Viniste a mí un poco antes de que los cristianos tocasen las campanas, 
cuando la media luna surgía en el cielo
como la ceja de un anciano cubierta casi del todo por las canas,
o como la delicada curva de la planta del pie.
Y, aunque era aún de noche, con tu venida brilló en el horizonte
el arco del Señor,
vestido de todos los colores, como la cola de los pavones.


  Probablemente de familia de origen hispano convertida al islam. Su infancia la pasó en Medina-Azahara entre las mujeres del harén. Estudió Derecho y Teología. Amigo de Ibn Suhayd y de otros poetas jóvenes de Córdoba que defendían el clasisismo árabe procedente de Bagdad ante el bilingüismo de Al-Andalus. Su obra principal es El collar de la paloma, prosa poética con inclusión de versos, escrita en árabe erudito. Versa sobre la experiencia de la vida y el amor. Su obra influyó notablemente en los poetas medievales castellanos y provenzales, en la poesía galaico-portuguesa, en tratados cristianos y en la popular obra del Arcipreste de Hita El Libro de Buen Amor.

EL COLLAR DE LA PALOMA.

Melancólico, afligido e insomne, el amante
no deja de querellarse, ebrio del vino de las imputaciones.
En un instante te hace ver maravillas,
pues tan pronto es enemigo como amigo, se acerca como se aleja.
Sus transportes, sus reproches, su desvío, su reconciliación
parecen conjunción y divergencia de astros, presagios estelares adversos y favorables
Más de pronto, tuvo compasión de mi amor, tras el largo desabrimiento,
y vine a ser envidiado, tras de haber sido envidioso.
Nos deleitamos entre las blancas flores del jardín, 
agradecidas y encantadas por el riego de la escarcha:
rocío , nube y huerto perfumado
parecían nuestras lágrimas, nuestros párpados y su mejilla rosada


Este poema  forma parte de El collar de la paloma, una de las obras más importantes, si no la más importante, de la lírica andalusí y de la literatura árabe. Este tratado de amor fue escrito por Ibn Hazm en el siglo XI, en plena crisis del Califato de Córoda. 
Respecto al origen del nombre, el filósofo Avicena (980-1037) contemporáneo de Ibn Hazm, confirma la costumbre que existía entre los poetas neoplatónicos de vincular a la paloma con el alma, afirmando que la paloma es el alma caída. Esta obra es un encargo de un amigo, que le pidió que escribiese una obra sobre el amor, lo más verdadera posible, y el resultado fue esta gran obra maestra. 

Se  estructura en diferentes capítulos que tratan sobre la esencia del amor, sobre el que se enamora en sueños, sobre el que se enamora por una sola mirada, sobre aquel cuyo amor no nace sino tras un largo trato, sobre la lealtad, la traición,  la enfermedad, la muerte...  Es decir, el amor en todas su formas posibles. Los estudiosos literarios no dejan de alabarlo, incluso Ortega y Gasset lo consideró «el libro más ilustre sobre el tema del amor en la civilización musulmana». 

Resulta interesante que hace más de mil años ya estuviésemos dando vueltas a lo mismo. El amor es inherente al ser humano, nos neguemos a aceptarlo o no. Ha sido protagonista de batallas, de locuras, de muertes,  de novelas, películas, inspiración de obras de arte, de canciones,  y el motor de muchos de nuestros comportamientos más lúcidos y también  de los más absurdos, y seguirá siendo así....

Mi amor por ti, 
que es eterno por su propia esencia,
ha llegado a su apogeo, y no puede ni menguar ni crecer.
No tiene más causa ni motivo que la voluntad de amar.
¡Dios me libre de que nadie le conozca otro!
Cuando vemos que una cosa tiene su causa en sí misma,
goza de una existencia que no se extingue jamás;
pero si la tiene en algo distinto,
cesará cuando cese la causa de que depende.

martes, 11 de septiembre de 2012

Economía en al-Andalus - II -

Agricultura.


El gran desarrollo urbano e industrial del Islam peninsular no hubiera sido posible sin la existencia de una agricultura próspera en cuyo desarrollo los musulmanes apenas innovaron, aunque sí perfeccionaron las técnicas conocidas, especialmente en lo referente al almacenamiento de agua y su transporte por medio de cisternas, acueductos, canales, presas, utilización de aguas subterráneas... Al-Andalus conoció tres sistemas principales de irrigación, homologables a los que existían en otros lugares del Imperio islámico: 
a) el uso de acequias (al-saqiya).
b) el empleo de máquinas elevadoras para extraer el agua del río o de un pozo (la noria o al-nanra).
c) el uso del qanat, técnica iraquí consistente en una canalización subterránea de agua, conectada a un conjunto de pozos de succión, que hacen aflorar el agua por gravedad. 
A pesar de las importantes transformaciones experimentadas por la agricultura andalusí a consecuencia de la difusión del regadío, los cultivos principales seguían siendo los de secano, especialmente los de la “tríada” mediterránea: el olivo, la vid y el trigo.
El cultivo de los cereales (trigo y cebada fundamentalmente) difiere poco del sistema empleado en el norte de la Península y en Europa: tras un año de siembra se dejaba la tierra en barbecho; sólo en zonas especiales se procedía a la siembra de cereales de primavera (mijo y sorgo). Aunque algunos textos geográficos hablan con frecuencia de determinadas zonas trigueras (Tudela, Toledo, Baeza, Ecija, Ubeda y Jerez), al-Andalus fue siempre deficitario en cereales y tuvo que recurrir frecuentemente a las importaciones del norte de Africa. 
Otro cereal de gran importancia en la Península fue el arroz, importado de Asia y ampliamente cultivado en las llanuras del Guadalquivir y en las huertas valencianas.

El cultivo del olivo muestra una clara continuidad con el mundo romano. Las zonas más productivas se situaban en la antigua Bética. En la época califal se encontraba en plena expansión, destacando el aceite del Aljarafe, al oeste de Sevilla, cuyas excelentes propiedades ponderan los geógrafos; se produce, asimismo, en las regiones de Jaén, Córdoba y Málaga, así como en Lérida y Mequinenza. La producción aceitera de al-Andalus era tan importante que se exportaba a Oriente y el norte de Africa; el sistema empleado para el prensado de la aceituna, la almazara, no difería mucho del practicado hasta hace poco en Andalucía.
Pese a la prohibición coránica de consumir alcohol, el viñedo mantuvo su importancia bajo el dominio musulmán a causa de la existencia de una población no musulmana y a la tolerancia de emires y califas. Ello sin contar con el amplio consumo de uvas frescas y, sobre todo, de pasas, siendo especialmente famosas las de Ibiza y Málaga. A estos típicos productos mediterráneos hay que añadir además las legumbres cultivadas en tierras de secano (habas y garbanzos).
Los cultivos de regadío, como ya dijimos, tuvieron una especial significación, sobre todo en lo que se refiere a las técnicas utilizadas y, en general, al fomento de los cultivos de huerta y árboles frutales. Los musulmanes perfeccionaron los sistemas de regadío, realizaron estudios botánicos sobre la calidad y productividad del suelo, se preocuparon por el abonado y trataron de combatir las plagas de insectos. De ahí que se haya hablado, con excesivo énfasis, de “revolución verde”. Cultivos como el arroz, ya citado, los agrios, el algodón y el azafrán; los árboles frutales, como la higuera, los manzanos y los perales, los almendros y albaricoques, y, en zonas particularmente bien favorecidas por el clima, la caña de azúcar (en el bajo valle del Guadalquivir y en la costa granadina) y el plátano, fueron introducidos por los árabes, introducción que debe poner en relación con la difusión del regadío, pero también con los progresos de la urbanización y con el auge de una clase mercantil árabe, responsable del cinturón de huertas que rodeaba las ciudades. 
Asimismo característica de una sociedad predominantemente urbana y mercantil fue la difusión de plantas textiles, colorantes, aromáticas y medicinales. 

Ganadería.

Los animales más apreciados eran el caballo de guerra, la mula y el asno de carga, y la oveja por su carne y su lana. La penetración de los beréberes en la Península serviría para mejorar las razas equina y ovina, la última de las cuales practica ya en época califal la transhumancia en las zonas montañosas del Sistema Central (sierra de Guadarrama) y otras regiones. . En la época omeya se ha constatado la introducción en al-Andalus del camello -utilizado por Almanzor para el transporte del material pesado en sus campañas contra los cristianos- y cuando los sirios llegan a la Península traen consigo búfalos, de origen indio. En época omeya cobró notable relieve la apicultura. Relativamente importante es la cría de pollos y de pichones (la paloma es utilizada como correo y la palomina sirve de abono y además de apresto en el curtido de las pieles). El cerdo, en cambio, retrocedió por motivos religiosos, si bien subsistió en las zonas montañosas.

El comercio.
Con la prosperidad general del país aumentó la demanda de artículos y, en consecuencia, creció la actividad mercantil, la base de cuyas operaciones se desarrollaba en las grandes ciudades. Dichas operaciones mercantiles se manifestaban en un comercio interior y un comercio exterior. La abundancia de moneda acuñada (el dinar de oro y el dirhem de plata) fue un factor favorable para los intercambios, realizados en el interior de las ciudades en los zocos o barrios comerciales. Por zoco se entiende el mercado permanente o periódico que puede tener lugar en cualquier calle, aunque generalmente se realiza en las plazas y sobre todo en las proximidades de la mezquita mayor de cada ciudad. Los comercios de lujo se agrupan en bazares.
Dentro de al-Andalus el transporte se efectúa por las rutas terrestres, que coinciden con las calzadas romanas en líneas generales, si bien se eligen atajos y veredas y se construyen nuevas calzadas siempre que sean necesarias para el comercio o para la conexión militar entre Córdoba y las restantes ciudades. El sistema de carreteras era radial, con centro en Córdoba, de donde se dirigían a Sevilla, Zaragoza, Toledo, Coria, Almería, Valencia, Málaga,..., con ramales secundarios en todas y cada una para permitir una fácil comunicación de la capital con todo el territorio. Las vías fluviales carecen de importancia si se exceptúan los cauces inferiores de los ríos Ebro y Guadalquivir. La navegación marítima afecta a todo el comercio internacional con Europa, Oriente y el norte de Africa.
La España musulmana mantuvo relaciones mercantiles abundantes, tanto con los otros países islámicos como con el mundo cristiano. En Europa se obtenían pieles, madera para la construcción naval, metales, armas y esclavos a cambio de productos de lujo, oro y plata. De Oriente se importaban esclavos privilegiados -distinguidos por su cultura, sus dotes musicales o su dominio de la danza-, libros, objetos de adorno y joyas, así como especias. Hacia el norte de Africa se exportaba aceite de oliva y se obtenían esclavos, oro sudanés y cereales. El centro más importante de este comercio mediterráneo fue Pechina, y, tras la decadencia de la ciudad en el siglo X, Almería. Los objetos de lujo cordobeses eran muy apreciados en los reinos cristianos del norte de la Península, de donde procedían muchos esclavos femeninos.


Economía en al-Andalus - I _


La sociedad islámica es esencialmente urbana y su economía tiene como centro el desarrollo de las ciudades y de las profesiones que el crecimiento urbano lleva consigo, es decir, en la industria y en el comercio basados en una moneda fuerte y estable. La agricultura, en general, tenía en el mundo islámico un cierto carácter secundario. Por el contrario, las ciudades, base del comercio y de la artesanía, constituían el elemento más llamativo. Frente a los reinos cristianos del norte, de aspecto rural aplastante, al-Andalus ofrecía en tiempos del califato la imagen de un mundo fuertemente urbanizado. No todas las ciudades tienen una función comercial clara; algunas son simples residencias de guarniciones militares, otras tienen un carácter rural, y abundan las que deben su importancia al hecho de ser centros políticos, capitales de provincia. Casi todas están amuralladas y poseen una mezquita cerca de la cual se sitúa el zoco o barrio comercial mientras en los arrabales se sitúan, cuando existen, las dependencias artesanales. Por zoco se entiende el mercado permanente o periódico que puede tener lugar en cualquier calle, aunque generalmente se realiza en las plazas y sobre todo en las proximidades de la mezquita mayor de cada ciudad.
Las ciudades eran núcleos de producción artesanal, pero también centros de activo comercio. A las ciudades acudían los campesinos a vender animales y productos del campo. En el interior de las ciudades, los negocios se llevaban a cabo en los mercados y en las calles estrictamente especializadas, todos ellos dedicados al comercio al por menor. Tanto los talleres como las tiendas eran bienes del Estado o bienes de manos muertas, por lo que su gestión dependía del Tesoro público. 
Fabricantes, comerciantes o artesanos venden directamente sus productos y se agrupan en unas “categorías” de oficios a las que no puede darse el nombre de corporaciones por estar desprovistas de las características que éstas tenían en el Oriente musulmán o en el Occidente cristiano. Al frente de cada una había un hombre bueno, el amin, cuya autoridad reconocen todos los miembros de la profesión y a la que representa ante la autoridad civil, especialmente ante el muhtasib, el “almotacén” o “zabazoque”, que vigila la conservación de las calles, prohíbe lo que puede entorpecer la circulación, especialmente en las cercanías de la mezquita, manda derribar las casas que amenazan ruina y, en general, dirige la actividad comercial y artesanal.
Los artesanos trabajaban normalmente por encargo en talleres familiares de los que eran propietarios. Cada categoría profesional tenía sus emplazamientos de fabricación y venta fijados en barrios del centro de la ciudad o de la periferia. Algunos artesanos se veían relegados a los arrabales debido a que su oficio era maloliente o exigía grandes espacios. Tal era el caso de los curtidores de Toledo y Granada; los fabricantes de aceite de Almería; los alfareros, ladrilleros y fabricantes de tejas de Granada, y los preparadores de tierra jabonera de Toledo.

 Industria y minería.
La producción artesanal de al-Andalus destacó en numerosos campos. Dentro de ella hay que distinguir la que se destina a consumo interno -productos alimenticios y textiles fundamentalmente- y la producción de lujo destinada en parte a la exportación. La industria textil y sus anejas de cardado, hilado, apresto y tinte fueron sin duda las más importantes de la España islámica; se trabaja el lino, el algodón y la lana para vestidos, mantas y tapices; el cuero y las pieles dan trabajo a curtidores, fabricantes de pellizas, pergamineros y zapateros; el esparto es empleado en la fabricación de esteras y cestos...
Hay que destacar la alfarería, el trabajo del vidrio, la fabricación de armas y las industrias de la construcción, que agrupaban a canteros, tejeros, albañiles, carpinteros y herreros. La pesca en la costa andaluza daba trabajo a una parte importante de la población, y lo mismo podríamos decir del trabajo de la madera: objetos de lujo cuando se trata de madera de gran calidad destinada a los mimbares de las mezquitas, de obras de marquetería con incrustaciones de nácar o de marfil y de artesonados (taracea), y de madera corriente destinada a la construcción naval.
Los hispanomusulmanes trabajaron también el papel, por supuesto con su consiguiente repercusión cultural.
 La industria de lujo más apreciada se basaba en la fabricación de tejidos de seda en Córdoba, Almería y Baeza; la preparación de pieles en Zaragoza; objetos de cerámica -que sustituye al mosaico bizantino- y vidrio -introducido en la época de Abd al-Rahman II- en Córdoba, Calatayud y Málaga; y trabajo del oro, plata, piedras preciosas y marfil en Córdoba. Esta producción artesanal se destina en primer lugar al consumo interno y es objeto de un comercio entre las tierras de al-Andalus, pero otra parte se dedica a la exportación como medio de obtener los productos y la mano de obra que los musulmanes peninsulares no poseen.
Los musulmanes españoles dieron un gran impulso a la extracción de recursos naturales: desde la sal (en sus variedades gema -que abundaba en la región de Zaragoza- o marina -en Ibiza, Cádiz, Almería o Alicante-) o la piedra de construcción (particularmente de la sierra de Córdoba, que proporcionó el material de Medina al-Zahra) hasta los minerales. El hierro se explotaba, en la época omeya, en la zona norte de Sevilla y Córdoba; el plomo en la región de Cabra; el cinabrio en Almadén; el cobre en las zonas de Toledo y Huelva; el oro, en pequeñas cantidades, se obtenía de las arenas del Segre y del Darro y en la desembocadura del Tajo; la plata, de las minas de Murcia y otras.

jueves, 6 de septiembre de 2012

La Doctrina Maliki

Según los autores árabes, Hisham I y su hijo al-Hakam I fueron los mayores defensores y los responsables de que el malikismo se convirtiese en la escuela jurídico-religiosa de al-Andalus.
Malik ben Anas, que murió en Medina sobre los años 795 ó 796, creó una escuela jurídica que llevó su nombre, y que hacía referencia a la aplicación práctica del derecho religioso, tal como había sido, teóricamente, fijado, por la Zuna o sunna, la ley tradicional de los musulmanes.
Varios doctores cordobeses recibieron estas enseñanzas del propio Malik y las trajeron a al-Andalus. Primero las propagaron en Córdoba y luego se extendieron a otras ciudades importantes, con el apoyo y el beneplácito de los emires omeyas. bajo al-Hakam, el malikismo será considerado como la doctrina oficial a la que debían ajustarse los dictámenes jurídicos, fatwas, que en ocasiones solicitaba el príncipe o el cadí.
A partir de esta época, se creó, especialmente en Córdoba, una especie de aristocracia religiosa y a la vez, intelectual, constituida por los alfaquíes o juristas-teólogos malikíes. Esta casta privilegiada no tardó en dedicarse o bien a ganarse la intimidad del príncipe gobernante para influir en sus decisiones, e intervenir así en los asuntos de estado, o bien todo lo contrario, a crear auténticas corrientes de animosidad contra él cuando no les hacía demasiado caso o ignoraba sus dictámenes.
La adopción de la doctrina malikí, enemiga de innovaciones y muy rigorista, evitó que al-Andalus se viera envuelto en las querellas religiosas que ya empezaban a desgarrar el Islam. Los movimientos heterodoxos se reprimirán con firmeza, de forma inmediata y los crímenes de lesa fe, se castigarán sin discusión y se aplicarán a cualquiera que incurra en ellos, no importa cuál sea su posición dentro de la sociedad o pertenezca a la aristocracia. Aunque los veredictos deberán contar con la aprobación del gobernante, éste no podrá mostrarse transigente, so pena de ser reprobado por los clérigos y por el pueblo.
Desde sus orígienes, el estado musulmán andaluz aparece como el guardián de la ortodoxia, con una fe ciega en una doctrina inmutable, lo que supone, de antemano, la negación de cualquier posibilidad de especulación racional.

lunes, 3 de septiembre de 2012

Alfonso II " el casto ". La guerra santa contra los cristianos.

Al piadoso Hisham le parecía que la guerra santa era una obligación, y con su reino casi completamente tranquilo, decidió hostigar, cada año de su reinado, a los cristianos del norte, cosa que su padre no había podido hacer.
El mismo año de su proclamación como emir, el reino asturiano tenía un nuevo rey, Bermudo I. Tres años más tarde, dos ejércitos musulmanes se internarían en Alava infringiendo una grave derrota a Bermudo y consiguiendo grandes frutos de sus dominios. El año siguiente, Álava fue, de nuevo, atacada con éxito, por el general Abd al-Malik ben Mugith y su hermano. Mientra tanto a Bermudo le había sucedido Alfonso II, el Casto, que trasladó la capital del reino asturiano a Oviedo.  La aceifa o campaña estival de este año, sin embargo, no fue igual de afortunada para las tropas emírales. Dos columnas musulmanas, se dirigieron, una hacía Asturias y otra hacia Álava. La de Álava corrió toda la región, y la de Asturias llegó hasta Oviedo , saquéandola, per a su regreso, fue sorprendida por los asturianos y diezmada en una comarca pantanosa. El desastre sería vengado por Abd al-Karim ben Mugith que, en 785, marchó sobre Astorga y conquistada la plaza, se dirigió contra Alfonso II que no pudo resistir el choque. Se refugió en un castillo, a la orilla del río Nalón, después de que fuera perseguido por las montañas de Asturias, y a punto estuvieron de capturarlo, tras lo cual, los musulmanes regresaron a Córdoba. En el año 795, otra expedición musulmana fue perseguida por las tropas cristianas y le ocasionaron grandes pérdidas. Al año siguiente moría Hisham I y la agitación interior de al-Andalus no iba a permitir a su sucesor, entregarse a las tareas de la guerra santa. Fue un largo período de tiempo que los asturianos aprovecharon para resarcirse de tantas derrotas y emprender la conquista de nuevos territorios.
Unos años antes de la muerte del emir, el general Abd al-Malik ben Mugith, realizó una expedición contra el enclave de Gerona, con intención de llegar hasta la Septimania. Cercó la plaza, destruyó sus fortificaciones y aniquiló a la guarnición franca, pero no pudo tomar la ciudad. Mejor le fue la segunda parte del plan. Continuó camino hasta Narbona, sin encontrar resistencia y llegó a incendiar los arrabales de esta ciudad, sin tampoco llegar a tomarla. El rey de Aquitania, Luis, se encontraba en aquellos momentos en Italia, con sus mejores tropas, y fue el conde Guillén de Tolosa el encargado de detener el avance musulmán. El encuentro se produjo en las orillas del río Orbieu y fue un auténtico desastre para las tropas cristianas del duque. Los musulmanes consiguieron un botín espléndido y regresaron a Córdoba con gran cantidad de cautivos. Se dice que en el lote que le correspondía a Hisham, y que era una quinta parte del total del botín tomado, se incluían una gran cantidad de esclavos, de oro y de plata.

ALFONSO II " el casto "
Hijo de Fruela II y Munia, prisionera vascona, Alfonso nació en el año 762. Como sobrino de Silo por vía de la reina Adosinda, gobernó el Palatium Regis hasta que en el año 783 murió el monarca astur. Estos primeros años le aportaron una experiencia fundamental en la vida de la corte, pero no le sirvieron para hacerse con el solio regio. La sociedad astur estaba dividida entre los partidarios de la vía ortodoxa heredera del antiguo reino visigodo o los más reformistas, que propugnan una vía de entendimiento con los mozárabes residentes en Al-Andalus. Este enfrentamiento que traspasa fronteras políticas, como luego veremos, acaba con Mauregato en el poder. Alfonso, depositario de la tradición visigoda, se refugia en el monasterio de Samos, según consta en un documento posterior firmado en el año 912 por Ordoño II.

Mauregato reina hasta el año 789. Pese a su fugaz mandato, asiste como monarca a dos acontecimientos de gran importancia, cuyas consecuencias alcanzarán incluso al reinado de Alfonso II. Se trata del Concilio de Sevilla, del 784, inicio de la querella Adopcionista y de los primeros síntomas de un culto jacobeo en la península.

A su muerte le sustituyó Bermudo I, que apenas duró dos años en el poder. Tras su derrota ante los musulmanes en Burbia, en el 791, abdica en Alfonso, que es ungido monarca según el rito visigodo el 14 de septiembre del mismo año. Una de sus primeras decisiones es la de trasladar la sede regia a Oviedo, emplazamiento estratégico, en lo alto de una colina, entre la costa y la llanura central, con mayores posibilidades de explotación agrícola y, ante todo, para controlar mejor las comunicaciones a través del valle del Nalón, el Caudal y el Narcea, vías de acceso a Asturias desde León, Galicia y Cantabria. Su política territorial se centró en la repoblación de los territorios que más adelante darían lugar al condado de Castilla. Fundó monasterios como el de Taranco, en el valle de Mena, y repobló el valle de Valpuesta, donde el obispo Juan estableció una diócesis. Sin embargo, Alfonso tuvo que dedicarse a contener los ataques de Hicham I, que en el año 795 volvió a ocupar la ciudad de Oviedo. Los musulmanes se dedicaron a lanzar razzias periódicas sobre las tierras recién repobladas, especialmente en Álava, la futura Castilla y Galicia, para garantizar su sometimiento, pero afortunadamente para Alfonso, las revueltas internas que tuvieron lugar en Al-Andalus y la presión franca en los pirineos, que provocaron la pérdida de Gerona (785) y Barcelona (801), obligaron a los dirigentes musulmanes a distribuir sus esfuerzos. Esto permitió a Alfonso reorganizar sus dominios y presentar una resistencia formidable, que cristalizaría en victorias como la del río Lutos, cerca de Grado, en el año 794, lo que le otorgó una gran fama como caudillo militar.

Alfonso II, que no se casó, murió sin descendencia en el año 842. Heredó de su padre un fuerte temperamento y un gran carácter guerrero. Introdujo en la iglesia astur el celibato, de ahí su apelativo de "El Casto", aunque antiguamente llegó a conocérsele como "El Magno", debido a sus triunfos. Es precisamente esta devoción por la castidad lo que ha hecho que algunos historiadores le vinculasen con cultos priscilianistas, muy arraigados en Galicia, donde el monarca astur se recluyó en dos ocasiones, pero no se trata más que de una conjetura.

Hechos especialmente significativos de su reinado fueron el traslado de la capital a Oviedo, establecimiento de relaciones con Carlomagno, el descubrimiento del sepulcro de Santiago y el auge del prerrománico asturiano (construcción de la Cámara Santa de Oviedo, San Tirso y la de San Julián de los Prados.


La querella Adopcionista y el hallazgo del sepulcro de Santiago

El origen del adopcionismo es una cuestión controvertida. Algunos historiadores defienden que Félix de Urgel y Elipando de Toledo reinterpretaron la condición humana de Cristo para hacer más aceptable la fe cristiana al musulmán; otros lo atribuyen a un desliz y otros ven tras ello implicaciones de índole política. Sea como fuere, el debate sobre la humanidad de Cristo estaba en plena ebullición cuando Elipando convoca un concilio en Sevilla, en el año 784, para condenar a Migecio, que se había mostrado especialmente activo. Es entonces, en el Credo de este concilio firmado por Elipando, donde se escribe la frase de la polémica, en la que se habla de una doble naturaleza de Cristo "en cuanto Dios, Hijo por naturaleza del Padre, y en cuanto hombre, hijo adoptivo de Dios".

Las actas del sínodo llegaron hasta el remoto monasterio de San Martín de Liébana, desde el que el monje Beato escribe su Tratado Apologético en contra de las tesis de Elipando. Encontrará como aliado en su alegato al monje Eterio de Osma, refugiado en los Picos de Europa, y, lo que es más importante, al propio Alfonso II, que apoyado por Carlomagno, vio la posibilidad de romper con la iglesia toledana para convertir a Oviedo en la única sede hispana reconocida por Roma, con lo que al poder político de su sede regia uniría la autoridad religiosa, que se vería reforzada por un acontecimiento extraordinario, el descubrimiento del sepulcro del apóstol Santiago, que tuvo lugar entre los años 820 y 830 en los confines de la Mahía (Amaea), en la primitiva diócesis de Iria Flavia.

El ermitaño Pelayo y los feligreses de la antigua iglesia de San Félix de Solobio localizaron unas luminarias en el bosque, acompañadas de cantos angélicos. El obispo iriense, Teodomiro, acude inmediatamente a la zona, encuentra un túmulo funerario y lo identifica con el sepulcro del Apóstol. Alfonso II acudió con su familia y la corte real al lugar del hallazgo, comunicándolo ipso facto a Carlomagno, con quien mantenía una relación muy fluida. El monarca astur mandó construir en Arcis Marmóricis, topónimo del lugar en el que se localizó el túmulo, una iglesia de una nave con techumbre de madera, que probablemente seguiría el estilo de las construcciones de Oviedo, y en cuya cabecera se mantuvo el sepulcro romano.

DON PELAYO.

 Las Crónicas medievales coinciden en señalar el pasado nobiliario de Pelayo. La Najerense y la Rotense le presentan como espadero de los reyes Witiza y Rodrigo, es decir, miembro de su guardia personal. Ya en el siglo XIII, Lucas de Tuy nos amplía esta información, asegurando que era nieto del monarca Chindasvinto e hijo de Favila, por lo que estaría emparentado con Rodrigo, que a su vez era hijo de Teodrofredo, hermano del padre de Pelayo. Es decir, su pasado era completamente visigodo.
Siguiendo esta línea, cabe pensar que Pelayo, tras la derrota de Guadalete, se replegase hacia el norte con un contingente de nobles afines en busca de un terreno más propicio. El cronista Al-Maqqari, así nos lo explica "no había quedado más que la roca donde se refugió el rey llamado Pelayo con trescientos hombres". Allí debió de granjearse la confianza de los pueblos norteños, que sirvieron para potenciar sus huestes.Sea como fuere, se acepta que Pelayo fue nombrado rey en el año 718, fecha que se considera como el inicio del reino astur, con capital en Cangas de Onís.
Cabe pensar que sus primeros años de mandato se enfocaron a organizar la resistencia. Sin embargo, las Crónicas vuelven a sembrar de niebla los hechos históricos, ya que tanto la Najerense como la Rotense aseguran que el motivo por el que Pelayo se enfrentó a los musulmanes no fue otro que el intento del gobernador de Ieione, Munuza, de desposarse con su hermana, para lo que le envió a Córdoba. A su vuelta, el monarca astur se negó a consentir la unión, por lo que el musulmán trató de apresarlo. Sus intenciones fueron declaradas por un amigo a Pelayo, que corrió a refugiarse en el monte Auseva, en una gran cueva, donde finalmente se acabó librando la legendaria batalla.
Don Pelayo (¿? - Cangas de Onís, Asturias, 737) fue el primer monarca del reino de Asturias que rigió hasta su muerte.El testamento de Alfonso III, del año 869,2 en que el rey Magno dona al presbítero Sisnando la iglesia de Santa María de Tenciana (Tiñana, Siero) que su tío Alfonso el Casto había ganado de las propiedades pertenecientes a su bisabuelo Pelayo, vincula territorialmente a Pelayo con el área central de Asturias, aunque sin aportar datos sobre su lugar de origen. Frenó la expansión de los musulmanes hacia el norte, comenzó la Reconquista y se le ha considerado tradicionalmente como el fundador del reino de Asturias.

Según la leyenda, Pelayo era un noble visigodo, hijo del duque Favila. Debido a las intrigas entre la nobleza visigoda, el rey Witiza conspiró para asesinar a su padre. Pelayo huyó a Asturias, donde tenía amigos o familia. Posteriormente, al sentirse inseguro en la Península, marchó como peregrino a Jerusalén. Allí permaneció hasta la muerte de Witiza y entronización de Rodrigo, del que era partidario. Con éste, ocupó el cargo de conde de espatarios o de la guardia del rey y como tal combatió en la batalla de Guadalete en abril o mayo del año 711. Tras la batalla se refugió en Toledo y, a la caída de la ciudad (714), mientras otros escapaban a Francia, él volvió a Asturias, supuestamente custodiando el tesoro del rey visigodo.

Las primeras incursiones árabes en el norte fueron las de Muza entre los años 712 y 714. Entró en Asturias por el puerto de Tarna, remontó el río Nalón y tomó Lucus Asturum (Santa María de Lugo de Llanera) y luego Gijón, donde dejó a cargo al gobernador Munuza. Las familias dominantes del resto de las ciudades asturianas capitularon y probablemente también la familia de Pelayo.

En 718 tuvo lugar una primera revuelta encabezada por Pelayo (al parecer porque Munuza se había casado por la fuerza con su hermana Adosinda), que fracasó. Pelayo fue detenido y enviado a Córdoba. Sin embargo, consiguió escapar y volver a Asturias, donde encabezó una segunda sublevación y se refugió en las montañas de Covadonga y Cangas, donde se mantenía la resistencia.

En 722 Munuza envió a un general, Al Qama, a someter a los sublevados. Al Qama se dirigió hacia Bres (Piloña), donde se encontraba Pelayo. Éste se dirigió huyendo hasta el monte Auseva, en el valle de Cangas y allí, en la Batalla de Covadonga, aniquiló al destacamento de Al Qama que venía de la península para ayudar a eliminar definitivamente la resistencia en las montañas.
Cuentan las crónicas que, tras la derrota de Covadonga, Munuza salió huyendo con sus fuerzas, probablemente por temor a que la gente de Gijón se uniera a la revuelta, o por miedo a que las tropas asturianas que habían derrotado a sus propias tropas le dieran alcance en la ciudad. Tras abandonar la ciudad, Munuza intentó salir de Asturias por el puerto de la Mesa, mientras que las tropas victoriosas de Covadonga hacían marchas forzadas para cortarle la huida hacia la meseta, siendo Munuza y sus tropas nuevamente derrotadas y muerto Munuza en Olalíes, actual concejo de Santo Adriano. El caso es que Pelayo se apoderó de Gijón sin mayor esfuerzo, una vez que las tropas musulmanas y Munuza habían intentado huir y habían sido aniquiladas en el intento. Al divulgarse por tierras musulmanas la noticia de la toma de Gijón, muchos cristianos se unieron al ejército de Pelayo. Teniendo el reino de Asturias tuvo como primera capital Cangas de Onís y como segunda Arriondas, para pasar a ser Oviedo la capital bajo el reinado de Alfonso II. Como reseña de la importancia de la muerte de Munuza según esta versión, destacar que era el general al mando de las tropas al norte de la península Ibérica, y entonces su muerte, se podría considerar de trascendencia dentro del organigrama militar musulmán.

Batalla de Covadonga.
Hacia el año 722, ante la situación generada en el norte, Tariq envió un ejército liderado por Alkama para socorrer al gobernador Munuza frente a los levantiscos astures. La batalla acabó con la huida de las tropas invasoras, que no pudieron vencer la resistencia de los aguerridos norteños, conocedores del terreno y sabedores de la importancia del triunfo para mantener su independencia. Dice la leyenda que Pelayo persiguió al ejército derrotado hasta la ciudad de León, en cuyas proximidades, en los llanos de Camposagrado, volvió a vencer a los huidos.La batalla quedó salpicada posteriormente de elementos míticos, que contribuyeron a reforzar el sentido de apoyo Divino con el que los cronistas quisieron adornar esta refriega para impulsar la moral de las tropas que protagonizaban la Reconquista. Como fruto del matrimonio de Pelayo con Gaudiosa nacieron Ermesinda, futura esposa de Alfonso I, y Favila, que le sucedió tras su muerte por enfermedad en el año 737.


Muerte y sepultura de don Pelayo

El rey don Pelayo falleció en Cangas de Onís, donde tenía su corte, en el año 737. Después de su defunción, su cadáver recibió sepultura en la iglesia de Santa Eulalia de Abamia, situada en la localidad asturiana de Abamia, en la que previamente había sido sepultada su esposa, la reina Gaudiosa. En el lado del Evangelio de dicha iglesia, se conserva en la actualidad el sepulcro, vacío, que contuvo los restos del rey, y enfrente, colocado en el lado de la Epístola, se encuentra el que contuvo los restos de la esposa de don Pelayo. El cronista Ambrosio de Morales dejó constancia en su obra de que Alfonso X el Sabio, rey de Castilla y León, ordenó trasladar los restos del rey don Pelayo y los de su esposa a la Santa Cueva de Covadonga.

Tumba del rey don Pelayo en la Santa Cueva de Covadonga.

En una cavidad natural de la Santa Cueva de Covadonga, e introducidos en un túmulo de piedra, reposan en la actualidad los restos del rey don Pelayo, los de su esposa, y los de Ermesinda, hermana del rey. En el sepulcro se encuentra esculpida la siguiente inscripción:

    "AQVI YACE EL SEÑOR REY DON PELAIO, ELLETO EL AÑO DE 716 QUE EN ESTA MILAGROSA CUEBA COMENZO LA RESTAVRACION DE ESPAÑA BENCIDOS LOS MOROS; FALLECIO AÑO 737 Y ACOMPAÑA SS M/gEr Y ErMANA"


Don Pelayo contrajo matrimonio con Gaudiosa, y fruto de su matrimonio nacieron dos hijos:

    Favila de Asturias (¿?-739). Fue el segundo rey de Asturias. Contrajo matrimonio con Froiluba y fue sepultado en la iglesia de la Santa Cruz de Cangas de Onís.
    Ermesinda. Contrajo matrimonio con Alfonso I el Católico, tercer rey de Asturias e hijo del duque Pedro de Cantabria. La tradición sostiene que sus restos reposan en la actualidad en la Santa Cueva de Covadonga, junto a los de sus padres y los de su esposo.13



domingo, 2 de septiembre de 2012

Romance de la profecía hecha al rey Don Pedro el Cruel




Por los campos de Jerez
a caza va el rey Don Pedro;
en llegando a una laguna,
allí quiso ver un vuelo.
Vido volar una garza
desparóle un sacre nuevo,
remontárale un neblí,
a sus pies cayera muerto.
A sus pies cayó el neblí,
túvolo por mal agüero.
Tanto volaba la garza,
parece llegar al cielo.
Por donde la garza sube
vio bajar un bulto negro:
mientras más se acerca el bulto
más temor le va poniendo;
con el abajarse tanto
parece llegar al suelo,
delante de su caballo
a cinco pasos de trecho;
d'él salió un pastorcico,
sale llorando y gimiendo,
la cabeza desgreñada,
revuelto trae el cabello,
con los pies llenos de abrojos
y el cuerpo lleno de vello;
en su mano una culebra
y en la otra un puñal sangriento;
en el hombro una mortaja,
una calavera al cuello;
a su lado de traílla
traía un perro negro,
los aullidos que daba
a todos ponían gran miedo;
y a grandes voces decía:
-Morirás el rey don Pedro,
que mataste sin justicia
los mejores de tu reino:
mataste tu propio hermano,
el Maestre, sin consejo,
y desterraste a tu madre:
a Dios darás cuenta de ello.
Tienes presa a doña Blanca,
enojaste a Dios por ello;
que si tornas a quererla,
darte ha Dios un heredero,
y si no, por cierto sepas
te vendrá desmán por ello;
serán malas las tus hijas
por tu culpa y mal gobierno,
y tu hermano don Enrique
te habrá de heredar el reino;
morirás a puñaladas,
tu casa será el infierno.
Todo esto recontado,
desapareció el bulto negro.

El rey don Pedro el Cruel está cazando en Jerez cuando se le apareció un pastorcillo con unas señales muy poco tranquilizadoras: cabeza desgreñada, cabello revuelto, pies con abrojos, el cuerpo lleno de vello, una culebra y un puñal ensangrentado en las manos, una mortaja y una calavera. Venía acompañado de un perro negro que causaba gran pavor. Le anuncia su muerte por matar a su hermano, al Maestre y desterrar a su madre. Le dice que si libera a doña Blanca y la ama tendrá un heredero, pero si no lo hace, sus hijas serán malas, morirá a puñaladas y su hermano Henrique le heredará. 

Don Pedro el Cruel, (1334-1369), rey de Castilla y León. Hijo de Alfonso XI y María de Portugal, heredó el trono en medio de una compleja situación política y de una profunda crisis económica. Su padre había tenido diez hijos bastardos con Leonor de Guzmán, entre los que estaba el conde de Trastámara, el futuro Enrique II. Se pactó el matrimonio de Pedro I con Blanca de Borbón. El rey castellano, nada más conocer que la dote pactada no podía ser pagada, abandonó a su esposa y volvió con María de Padilla, con quien estaba unido sentimentalmente. A partir de este momento, y aprovechando la orden de prisión que el rey dictó sobre doña Blanca, se produjo una rebelión nobiliaria capitaneada por el bastardo Enrique de Trastámara, que pretendía el trono castellano. Las sangrientas represiones que el rey impuso a los rebeldes y que le valieron el calificativo de Cruel. El triunfo final fue para Enrique, que consiguió la ayuda de tropas francesas mandadas por Bertrand Du Guesclin. Fue asesinado.
 
Doña Blanca de Borbón, se casó con don Pedro el Cruel, gracias a la Alianza de Castilla con Francia. Fue asesinada por orden del rey para poder casarse con Maria de Padilla.
 
Enrique, (1333-1379), rey de Castilla. Hijo bastardo de Alfonso XI, fue el primer rey castellano de la dinastía Trastámara. Encabezó la rebelión nobiliaria contra su hermano Pedro I el Cruel y con el apoyo de Francia y Aragón logró la victoria definitiva. Sus partidarios durante la guerra civil fueron recompensados generosamente con las llamadas 'mercedes enriqueñas', que permitieron el enriquecimiento de familias como los Mendoza, Velasco y Manrique. El rey firmó tratados de paz con Portugal y Aragón, sentando así las bases de la hegemonía castellana en la península Ibérica. Enrique II luchó al lado de Francia en la guerra de los Cien Años, derrotando a la flota británica en La Rochela