Muzárabes, almosárabes, mixtiárabes... Con todos estos nombres se conocía en la Edad Media a los habitantes de la península Ibérica que, siendo cristianos, residían o habían residido en al-Ándalus. El término procedía del vocablo árabe musta´riba, utilizado por los musulmanes para referirse a las comunidades no musulmanas que adoptaban la cultura árabe. Un mozárabe era, por tanto, un cristiano " arabizado". Descendía de aquellos hispanos que no huyeron al norte ni se resistieron tras la repentina invasión musulmana del año 711 y aceptaron la imposición de un nuevo orden social, político, económico y militar.

La atracción de lo árabe.
Los nasara, cristianos practicantes, pervivieron así en el territorio de al-Ándalus. Su propia existencia constituía un tipo de resistencia; pero paulatinamente fueron adaptándose a la cultura que les rodeaba y tomando algunas de sus costumbres. Muchos dejaron de comer carne de cerdo, algunos se circuncidaron y la mayoría aprendió árabe. La influencia fue haciéndose notar en las comida, las fiestas, los vestidos, la arquitectura... Al mismo tiempo, el aislamiento les llevó a preservar tradiciones que los cristianos del norte de la Península iban perdiendo. Se creó, así, una cultura propia de unas comunidades muy concretas, las llamadas mozarabías.
La mayor parte de la mozarabías se encontraban en zonas rurales, pero las de más peso estaban en urbes como Córdoba, Mérida, Sevilla, Granada, Toledo o Zaragoza. En esos lugres, la población anterior a la ocupación islámica, formada por hispanorromanos, visigodos y judíos, se integró con mayor facilidad en la cultura de los conquistadores. Pronto empezaron a multiplicarse los muladíes ( del árabe muwallad, musulmán descendiente de no musulmanes ): eran conversos al Islam o descendientes de matrimonios mixtos que pasaban obligatoriamente a ser musulmanes. A causa de ello, el porcentaje de la población cristiana fue decreciendo. Se mantenían las iglesias y los monasterios, pero en número cada vez menor. Por ejemplo, en 784 los cristianos cordobeses, que hasta entonces compartían la antigua iglesia de San Vicente con los musulmanes, cedieron su mitad para que Abderramán I pudiese construir una mezquita que permitiese acoger a una comunidad islámica que no dejaba de crecer.

El boato de los ritos cristianos.
la religión era para los cristianos, en buena medida, su mejor seña de identidad. El cristianismo, más antiguo que el Islam, simbolizaba el hecho de que los cristianos estaban allí antes que los musulmanes. De ahí la importancia de preservar sus rituales; y de ahí también el efecto que estos ritos tenían sobre los testigos musulmanes. A principios del siglo XI, un canciller de Abderramán V tuvo que asistir a una ceremonia nocturna en una iglesia mozárabe de Córdoba. Según el cronista Almakkari, " la vio tapizada de ramas de mirto y suntuosamente decorad, mientras el sonido de las campanas encantaba su oído y el esplendor de los círios deslumbraba sus ojos. Se detuvo fascinado a pesar suyo, ante la vista de la majestad y del gozo sagrado que irradiaba del recinto; recordó seguidamente con admiración la entrada del oficiante y de los otros adoradores de Jesucristo, revestidos de admirables ornamentos; el aroma del vino añejo que los ministros vertían en el cáliz, donde el sacerdote mojaba sus labios puros; el modesto atuendo y la belleza de los niños y adolescentes que ayudaban al lado del altar; el solemne recitado de salmos y de sagradas plegarias; todos los ritos, en fin, de es ceremonia; la devoción y, a la vez, el gozo solemnes con que se celebraba, y el fervor del pueblo cristiano ".