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martes, 22 de enero de 2013

El corto reinado de al-Mundhir.

   Son muchos los historiadores que aseguran que si al-Mundhir ( nacido en el 844 hijo de mohamed I y Ushar ) hubiera vivido algo más, hubiera acabado con Ibn Hafsun. Pero después de su entronización, el 9 de agosto de 886, sólo le quedaban 23 meses de vida. Este emir parece que era benévolo con sus vasallos, de carácter emprendedor y valeroso, con espíritu generoso, pero apenas tuvo tiempo de hacer nada, muriendo a los pies de Bobastro en el 888.
Ibn Idhari lo retrata así: «Moreno, de cabello ensortijado...tenía el rostro marcado de viruelas.»
   La ausencia de al-Mundhir para ser investido emir y recibir el juramento de fidelidad, dio un respiro a Ibn Hafsun que aprovechó la ocasión para enardecer los ánimos de sus seguidores, pues era buen orador y sabía decir aquello que querían oír los que le escuchaban. Su comportamiento era caballeroso, respetaba a las mujeres y administraba justicia, la cual aplicaba con severidad sobre el que cometiera algún tipo de violencia. Sus tropas le adoraban porque reconocía el esfuerzo y el valor  y premiaba a sus soldados con brazaletes de oro, a modo de condecoraciones militares. Se apoderaron de Priego, Cabra y del castillo de Iznájar, en el que instaló a sus partidarios.
   Al año siguiente, al-Mundhir reanudó su lucha contra el rebelde Ibn Hafsun. Las columnas omeyas, dirigidas por el emir, fueron ganando posiciones, mientras los cabecillas de distintos lugares, afectos al rebelde de Bobastro, eran hecho prisioneros y ejecutados. Luego, el soberano se instaló delante de los muros del castillo que, en semejante situación, entabló conversaciones con al-Mundhir, haciéndole saber que estaba dispuesto a someterse siempre que se le tratase con dignidad y que él y los suyos gozarían en Córdoba de una consideración honrosa. El emir se dejó seducir por las promesas de Ibn Hafsun y le prometió que su vida sería respetada y le colmaría de favores. En muestra de su buena disposición, le mandaba 50 mulos para el transporte del equipaje, con regalos para su familia. La tentación fue, tal vez, demasiado grande para el rebelde. Durante la noche, ahuyentó a los soldados que protegían el convoy, se apropió de los regalos y huyó, dejando a su familia en el castillo.
   Al-Mundhir furioso por haberse dejado engañar , juró no moverse hasta conquistar Bobastro y hacerse con el rebelde, vivo o muerto, pues a estas alturas de la historia, lo que quería era acabar con aquel problema de una vez por todas. Pero a las pocas semanas del asedio se sintió enfermo. Sin abandonar su puesto, mandó venir, desde Córdoba a su hermano, Abd Allah, y apenas llegó este príncipe, al-Mundhir moría el día 29 de junio. No tenía hijos en edad de reinar y el poder pasaba a su hermano. El sucesor hizo lo posible por ocultar la muerte del emir, pues temía una desbandada general de las fuerzas al conocer la muerte de su señor, pero se negó a enterrar al fallecido allí mismo, por lo que , a los tres días, tuvo que anunciar su muerte. El sitio de Bobastro se levantó y marcharon a Córdoba con los restos de al-Mundhir, para enterrarlos en la capital. Abandonado por todo el ejército y sólo en compañía de unos pocos fieles, Abd Allah pidió a Ibn Hafsun que no atacase el cortejo fúnebre y le expuso que, como futuro emir, deseaba estar a bien con él. La pequeña comitiva no fue molestada y el rebelde se sintió tratado como un gran señor ya que hasta el emir le guardaba el aire. Unos días después, al-Mundhir era enterrado en el pantéon familiar y ABD ALLAH era jurado como emir.

al-Andalus de Concha Masiá.