Parece que Almanzor realizó unas 50 campañas contra los cristianos, todas victoriosas.
Partiendo de su primera victoria contra Galib y su alianza cristiana, en ese mismo año de 981, tomó Zamora y Simancas. Los autores crsitianos aseguran que fueron quemadas un millar de aldeas, con multitud de iglesias y monasterios, previamente saqueados.
Así las cosas, Ramiro III, el conde Garci Fernández y Sancho Abarca, se aliaron para luchar con el Islam.
El encuentro entre las tropas cristianas y las de Almanzor, tuvo lugar en Rueda en el año 981. Fue un desastre para los cristianos. Inmediatamente se dirigió hacia Simancas. La tomó, la demolió e hizo varios miles de prisioneros.
Las derrotas sufridas por el joven Ramiro III, le hicieron perder las adhesiones de sus principales vasallos. Hubo una rebelión en Galicia y se eligió a un primo hermano de Ramiro para que ocupase su puesto, Bermudo II, hijo de Ordoño III. El nuevo rey fue entronizado el 15 de octubre de 982 en Santiago de Compostela. Ramiro III, instigado por su madre, Teresa, intentó hacer frente a su rival y los dos ejércitos se encontraron en Portella de Arenas, sin que ninguno de los primos obtuviese una victoria clara. En marzo-abril de 984, el gallego Bermudo le arrebató León a Ramiro que se refugió en Astorga, y murió a las pocas semanas en una localidad cercana. Bermudo II reinó sin competidores y negoció con Almanzor. El pacto entre León y Córdoba consistía en que pagando un tributo anual, el nuevo rey leonés recuperaba Zamora, y contaría con la ayuda de un ejército musulmán para reducir a aquellos señores que todavía no le habían reconocido como rey. Estas tropas musulmanas ejercieron un verdadero derecho de inspección y actuaron como tropas conquistadoras, lo que no gustó nada a los cristianos. Esta situación se prolongó hasta 987.
En mayo de 985 salió Almanzor a la conquista de Barcelona. No se sabe cuáles fueron sus intenciones, pues esta plaza hacía mucho que no pertenecía al Islam y el conde Borrell que la gobernaba, mantenía buenas relaciones con el Califato de Córdoba. Tal vez se trató de una operación de prestigio para el " Victorioso por Alá ", que recorrió un largo camino hasta llegar a los muros de Barcelona en julio de ese año. También una escuadra musulmana había atracado en el puerto de la ciudad. Tras seis días de asedio la ciudad fue tomada a sangre y fuego. Saqueada e incendiada, todos sus habitantes fueron muertos , y los que sobrevivieron, hechos cautivos. Entre estos prisioneros se encontraban el vizconde Udalart y el archidiácono Arnolfo. Los monasterios de Sant Cugat del Vallés y de San Pedro de les Puelles, fueron despojados de todo cuanto tenían de valor e incendiados. Sin embargo, la ciudad sólo se ocupó fugazmente. Al cabo de un tiempo, la guarnición dejada por Almanzor, se replegó al otro lado de la desembocadura del Ebro, sin que se conozca qué motivo les impulsó a ello.
Bermudo II estaba ya harto de la presencia musulmana en sus dominios y decidió expulsarlos al tiempo que rompía el pacto que tenía con Córdoba. Esta declaración de guerra fue contestada por Almanzor. En una primera expedición tomó Coimbra, devastándola hasta tal punto, que estuvo siete años sin que nadie se atreviese a volver a vivir en ella. En 988 atacó la ciudad de León, capital de Bermudo II. Éste se hallaba en Zamora tratando de fortificarla y había dejado León al cuidado del conde gallego Gonzalo González. Se resistió durante cuatro días, al cabo de los cuales, fue tomada y demolida. Lo mismo sucedió con Zamora, de la que tuvo que huir Bermudo, antes de la capitulación, para salvar la vida. Los ricos monasterios de San Pedro de Escalona y Sahagún también fueron incendiados y saqueados a conciencia.
En este tiempo fue cuando sucedió la conjura del hijo de Almanzor contra él. Su ejecución no gustó en Córdoba por mucho que se tratase de un hijo sublevado contra su padre, y mucho menos gustó que la cabeza de Abd Allah fuese enviada al califa Hisham con un parte de victoria. Almanzor trató de justificar esta acción diciendo que tenía serias dudas de su paternidad sobre la víctima. Este hijo era el mayor, seguido por Abd al-Malik, el futuro al-Muzaffar, y aún tenía un tercero, Abd al Rahman, nacido del matrimonio de Almanzor con una princesa vascona, y al que todos conocerán como Sanchuelo.
Esta princesa era hija del rey de Pamplona Sancho Garcés II Abarca. Convertida al Islam, tenía el nombre de Abda, y dio a luz a un niño al que en recuerdo de su padre llamó Sanchuelo. Este matrimonio debió de producir alguna tregua entre Pamplona y Córdoba, pero por algún motivo debió de romperse, pues cuando el abuelo de la criatura, Sancho Garcés II anuncia a su yerno que irá a visitarle a la capital del califato, éste acaba de infringirle una serie de fuertes descalabros militares. El vascón llegó a Córdoba el 4 de septiembre de 992 y Almanzor le preparó un recibimiento apabullante, con una impresionante guardia militar que le acompañó a al-Zahira. Salió a recibirle su nieto, Sanchuelo, que a pesar de ser un niño ya tenía el título de visir, rodeado por un cortejo deslumbrante de dignatarios y oficiales. Sancho Abarca, descabalgó y besó el pie de su nieto, en señal de humildad. Mientras Almanzor esperaba a su suegro sentado en el trono flanqueado el acceso al salón por las guardias negra y eslava. El rey de Pamplona besó varias veces el suelo y luego hizo lo mismo con los pies y manos de su yerno, hasta que le acercaron un asiento dorado y a solas, hubo de escuchar los reproches de Almanzor contra sus últimas actuaciones. Calló el vascón y salió, con el mismo ceremonial que a su llegada, pero seguido de una recua de mulas que transportaron a su alojamiento los suntuosos regalos que su yerno le había destinado.
Parece ser que al año siguiente, Almanzor contrajo nuevas nupcias con otra princesa cristiana, hija del rey de León, Bermudo II. Se cree que con esta princesa leonesa no tuvo hijos, y se la identificaba con la Teresa o Tarasia, que aparece en la crónica de Pelayo de Oviedo. Al morir Almanzor, su hijo Abd al-Malik, la devolvió a su tierra donde ingresó en un convento, muriendo en el año 1039. Debió de ser hermosa y de genio vivo, pues parece que cuando los nobles que la acompañaban a Córdoba, le suplicaron que interviniese con Almanzor en favor de sus compatriotas, contestó airada que ella creía que el honor de una nación se defendía con las lanzas de sus guerreros no con los encantos de sus mujeres.
En 994 el panorama se complicó en Castilla. Instigado por Almanzor, Sancho García, hijo del conde Garci Fernández, se sublevó contra su padre y muchos de los principales vasallos del conde se alinearon con su hijo. Este estado de cosas, las aprovechó Almanzor para recuperar San Esteban de Gormaz y luego Clunia, las dos plazas que, de continuo, pasaban a ser musulmanas o cristianas. Pero Garci Fernández no se dio por vencido y, en varias ocasiones, vino a hacer algaradas en las tierras fronterizas musulmanas, lo que iba a resultar fatal para el conde pues, en una de estas correrías, fue herido y hecho prisionero. Murió a los pocos días, pues se le consideraba un adversario digno de medirse con las fuerzas califales, y todavía existía una cierta caballerosidad entre los enemigos. Su cabeza fue enviada a Córdoba, dejando el resto del cadáver en Medinaceli donde, poco después, se le entregaría a su hijo que lo enterró en Cardeña. Corría el año 995.
En ese mismo año, se realizó otra campaña contra los Beni Gómez. Con este nombre, que les daban tanto cristianos como musulmanes, se conocía a los descendientes de un tal Gómez Diaz, conde de Saldaña, que eran señores casi independientes de Saldaña, Liébana y Carrión, hoy conocido como Carrión de los Condes, y entonces por Santa María. Carrión fue completamente derruido por Almanzor.
El rey de Pamplona, Sancho Garcés II Abarca, moría en 995. Le sucedió García Sánchez II, de sobrenombre el Temblón, que sólo reinaría por espacio de cinco años y que moriría unos meses antes que el propio Almanzor. Y como este año fue pródigo en sucesos y actividades, el caudillo de al-Andalus, una vez más, atacó a Bermudo II, sin tener en cuenta sus lazos familiares. El rey leonés había perdido la poca dignidad que le quedaba. Astorga, donde se hallaba el monarca cristiano después del saqueo al que fuera sometida León, le fue arrebatada por tropas musulmanas. Acosados por éstas y traicionado por sus principales señores, que habían pactado directamente con Córdoba, hubo de suplicar la paz y pagar un tributo anual.
Libro al-Andalus de Concha Masiá.