Fue la pesadilla de los soldados cristianos que intentaban contener el avance hacia el norte de los ejércitos andalusíes; así lo atestiguan el hecho de que los musulmanes le dieran el título de al-Mansur, " el Victorioso ", que las crónicas cristianas transformaron en Almanzor, el más legendario de los generales del Islam en la península Ibérica. Bajo su mano de hierro, las expediciones militares del califato cordobés llegaron hasta Barcelona, Pamplona, León o Santiago de Compostela, emblema del orbe cristiano.
LA VERDADERA HISTORIA.
Esta figura de militar invencible le dio gran predicamento entre los andalusíes, lo que aprovechó para establecer un gobierno cada vez más concentrado en su persona. Su vida, llena de intrigas cortesanas, políticas y militares, lo tuvo todo para convertirlo en una leyenda, y eso es lo que sucedió. Pero, ¿ quién fue en verdad Almanzor ?
Los poetas de su propia corte cantaban su antiguo e ilustre linaje árabe, así como el papel supuestamente glorioso que sus antepasados, los amiríes, habrían desempeñado en la historia de al-Andalus, esto es, del Islam peninsular. Se dice que los amiríes eran señores pudientes, asentado en Torrox, cerca de Algeciras, en la concesión territorial que el primer amirí llegado a al-Andalus recibió como recompensa por su participación en la conquista de la Península, en el año 711. No obstante, según otros testimonios, cuando Muhammad ibn Abi Amir ( Almanzor ) vio la luz en Torroz, en torno a 939, se consideraba a los amiríes de " condición humilde ".
En su juventud Almanzor se mudó a Córdoba para estudiar como cadí ( juez ). Estaba en la treintena cuando entró a formar parte de la administración del califa al-Hakam II, quien le encargó algunas misiones en el Magreb. Almanzor aprovechó la ocasión para establecer fructíferas relaciones con jeques bereberes y con personalidades del ejército omeya, como el general supremo Galib.
Pero el momento clave de su escalada al poder fue su nombramiento como administrador del príncipe heredero Hisham y de la madre de éste, Subb. Favorita durante muchos años del califa al-Hakam, Subb se proponía utilizar todos los medios disponibles para que su hijo fuera el heredero del trono y pudiera mantenerse en él. Para conseguir sus propósitos necesitaba a una persona de confianza que la conectase, desde el harén, con el ámbito de las decisiones políticas. Almanzor se convirtió así en su brazo derecho y en el valedor de las aspiraciones de Hisham, situación que aprovechó para empezar su andadura hacia el poder.
UNA INTRIGA DECISIVA.
Corría el año 976 y el califa al-Hakam II yacía gravemente enfermo. Desde hacía tiempo, las riendas del poder estaban en manos del visir Yafar al-Mushafi, en general considerado un mal gobernante ( y del que se dice que fue quien introdujo a Almanzor en palacio ).
A pesar de que al-Hkam había impuesto que se prestara juramento de fidelidad a su hijo Hisham - lo que implicaba su investidura como califa por anticipado -, la posición de éste seguía siendo incierta, puesto que, a causa de su corta edad, no cumplía todos los requisitos necesarios para acceder al califato.
Éste, según la ley islámica, podía ser reivindicado por cualquier miembro adulto del quraysh, la tribu de Mahoma, de la que los omeyas - la familia a la que pertenecían los califas andalusíes - eran una rama. No en vano, muchos cuestionaban el valor legal del acto del juramento prestado a un niño de once años, prefiriendo como sucesor al hermano de al-Hakam II, al-Mughira.
El 30 de septiembre de 976 al-Hakam exhaló su último aliento y enseguida las facciones más influyentes del entorno califal comenzaron a maniobrar para imponer a sus respectivos candidatos. Los partidarios de Hisham -guiados por al-Mushafi y con Almanzor a su lado- no dudaron en asesinar a al-Mughira, expeditivo método para disuadir a los demás omeyas de proponer otro candidato al título califal. Mientras, Subb movilizó ingentes sumas de dinero para lograr que los notables dieran el visto bueno al nombramiento del pequeño Hisham.
Apenas subido al trono, el joven califa honró a al-Mushafi con el cargo de hayib ( primer ministro ), convirtiéndolo en la práctica en su propio regente. Almanzor - que había sobornado a los notables por orden de Subb y mandado asesinar a al-Mughira por orden de al-Mushafi- fue nombrado visir y recibió el encargo de transmitir al consejo de gobierno las decisiones que, desde el harén, Subh tomaba en nombre de su hijo, lo que le permitió participar en la gestión del poder. Los rumores de un vínculo amoroso entre Subh y Almanzor no faltaban; en todo caso, ambos compartieron durante muchos años un mismo objetivo: mantener a toda costa a Hisham en el trono.
MAS QUE UN VISIR
Poco después, aprovechando la delicada transición política andalusí, grupos de cristianos violaron los territorios musulmanes, y el hayib al-Mushafi fue acusado de no responder con el debido vigor en la defensa de las fronteras. Almanzor, que ya era general, aprovechó la coyuntura para reforzar su posición apelando al yihad: él mismo guiaría las tropas contra los cristianos, en nombre del joven califa. A pesar de su escasa relevancia estratégica, aquella campaña consolidó la figura de Almanzor: fue nombrado general supremo de las tropas de la capital y jefe de toda la expedición, junto al renombrado general de las fronteras, Galib, con cuya hija se casó.
Fuertes por sus victorias, los dos generales acordaron eliminar al desacreditado hayib al-Mushafi y hacerse con su poder. Muy pronto, una orden del califa obligó a al-Mushafi a compartir su cargo con Galib. Finalmente al-Mushafi fue arrestado y su función la asumió Almanzor, aunque siempre en compañía de Galib.
La ascensión de Almanzor reforzó el acuerdo político con Subh, lo que incrementó los rumores de una relación amorosa entre ambos. Algunos miembros de la corte califal señalaban incluso que la Señora Madre no dudaría en perjudicar a su propio hijo con el fin de consentir a su amante el ejercicio en solitario del poder. De hecho, Hisham II llevaba una vida cada vez más retirada, y en un momento dado se comunicó que había decidido dedicarse en cuerpo y alma a adorar a Alá.
Algunos historiadores afirman que fue Almanzor quien obligó a Hisham a vivir en completa soledad, lo cual habría perjudicado su salud mental. Pero otros mencionan sus defectos, celosamente ocultados, y su evidente incapacidad para desempeñar el cargo de califa. Hay quien considera que Hisham sufría severos problemas de motricidad, que tenía la parte izquierda del rostro paralizada y que, a medida que crecía, menguaban sus capacidades intelectuales.
Esta teoría, además de abrir nuevas perspectivas sobre el período amirí, explicaría que Subh consintiera el aislamiento de su hijo en la corte, tanto más cuanto que su precaria integridad física y mental podía poner en peligro su continuidad en el trono, de la que dependía el poder de hecho de Almanzor. Aunque el califa desapareció de la vida pública, Almanzor cuidó de mantener intactos los signos exteriores de su soberanía y de atribuirle toda decisión política.
Pero la peculiaridad de la situación era propicia a todo género de intrigas. A finales de 978, un grupo de dignatarios y ulemas ( los doctores de la ley islámica ) se conjuró para destronar al califa niño y sustituirlo por un omeya adulto. en el proceso que siguió, la mayoría de los alfaquíes ( juristas ) juzgó a los acusados inocentes por no haber llegado a cometer el delito. No obstante, Subh y Almanzor consideraban preciso infligir un castigo ejemplar a los conjurados, como aviso para cualquiera que se obstinase en no aceptar a Hisham como califa, y a la postre los cabecillas del complot fueron ejecutados.