Durante el reinado de Muhammad I sólo se tienen noticias de que la pequeña monarquía vascona fuera objeto de 3 incursiones del ejército omeya, entre 860 y 874. La primera estuvo dirigida por el propio emir, que devastó Pamplona y conquistó tres castillos de la meseta navarra. También hizo prisionero al hijo del rey García, Fortún, al que apodaron al-Anqar, porque era tuerto. Llevado a Córdoba permanecería allí durante 20 años antes de regresar a su tierra. Sería el bisabuelo de Abd al-Rahman III. Las demás expediciones fueron de castigo, sin más trascendencia que la de sostener y asegurar la Marca superior.
Y hablando de la Marca superior hay que hacer referencia a Musa ben Musa ben Qasi. A su muerte dejaba cuatro hijos: Lope, Mutarrif, Fortún e Ismail.
El primero, sobrevivió poco tiempo a su padre , y los otros tres, durante un cierto tiempo, estuvieron tranquilos, sin participar en ninguna de las rebeliones que estallaron en Soria y en Huesca, e incluso dejando que Córdoba recobrara la herencia que fuera de su progenitor. Sin embargo, sofocada la rebelión de Huesca, los Banu Qasi reaparecieron en el primer plano de la escena política. En diciembre de 871, Mutarrif capturó al gobernador leal de Tudela y se declaró independiente en esta ciudad. Al mes siguiente, Ismail hizo lo propio con Zaragoza. Muhammad actuó de inmediato y recuperó Tudela apresando a Mutarrid, llegó hasta Vasconia y ya, de vuelta a Córdoba ejecutó al rebelde y a tres de sus hijos: Muhammad, Musa y Lope. Ismail resistió más, y tuvo en jaque a las fuerzas emirales durante 10 años. En 882, el hijo del emir, al-Mundhir con el general Hashim ben Abd al-Aziz, atacaron, en vano, Zaragoza y luego fueron a tomar las plazas situadas al este de esta ciudad: Rueda, sobre el río Jalón y Borja, donde se hallaba el nieto de Musa ben Musa ben Qasi.
Según la Crónica Albendense, Muhammad ben Lope, celoso del poder que tenían sus tíos, se ofreció al príncipe omeya. El ejército de al-Mundhir, reforzado con los contingentes del nieto de Musa, atacaron Lérida y sus tierras colindantes, que eran feudos de Ismail. No tuvo más remedio que rendirse y entregar rehenes. Continuaron con Álava y atacaron, sin éxito, la plaza de Cellorigo y después el castillo de Pancorbo. Siguiendo hacia Castilla, se apoderaron de Castrojeriz, mientras Alfonso III les esperaba, espada en ristre, en los alrededores de León. No se produjo ninguna lucha; se entablaron conversaciones y los musulmanes regresaron a Córdoba, satisfechos con lo conseguido que tampoco era tanto.
El último hijo que quedaba vivo de Musa ben Musa, pues Fortún había muerto ya, no recibió, de buen grado, la deserción de su sobrino y cuando los musulmanes se alejaron de la Marca superior, se apresuró a atacar a Muhammad ben Lope. Pero no tuvo suerte y cayó prisionero junto a un hijo de su hermano Fortún, llamado, también, Ismail. Los encerró en el castillo de Viguera y con ellos a buen recaudo, marchó a conquistar Zaragoza en la que restableció la autoridad del emir cordobés.
Pero Muhammad cometió la torpeza de pedirle que le entregara a sus dos parientes presos, lo que molestó, en gran mediada , a ben Lope que acababa de ganarle Zaragoza. Liberó a su tío y a su primo e hizo aproximaciones a Alfonso III. Aunque Muhammad quiso castigar al rebelde, poco se consiguió, entablándose de nuevo conversaciones, mientras el ejército musulmán se hallaba en tierras leonesas.
Los problemas crecían del lado árabe. Alfonso III iba consolidando su poder con nuevos dominios arrebatados a los musulmanes, que repoblaba con mozárabes venidos de las provincias de al-Andalus. Estos movimientos de emigración iban a proseguir durante el reinado de Abd al-Allah hasta los primeros años del siglo X. Además, el rey asturiano levantó fortalezas en aquellos lugares fronterizos, susceptibles de ser atacados: fue reconstruida Zamora, se fundó Burgos, Simancas sobre el Pisuerga fue repoblada, al tiempo que se hacía lo mismo con Dueñas y Toro, asegurando la defensa del Duero. San Esteban de Gormaz y Osma constituyeron las dos plazas fuertes más avanzadas de este sistema defensivo, contra el que luchará, no pocas veces, Abd al-Rahman al-Nasir.
Todavía existía el problema de los Banu Qasi: Muhammad ben Lope y su tío Ismail. Éste se instaló en Lérida en 884, fortificando la ciudad, ante el disgusto del conde de Barcelona al que no le gustaba la proximidad del musulmán. Vino a atacarle, pero fue derrotado y sufrió grandes pérdidas. Muhammad ben Lope, a pesar de sus intentos no había logrado conciliarse con Alfonso III, y se veía amenazado por otra familia muy poderosa en Aragón desde los tiempos de la conquista, los tuchibíes. Actuaban por cuenta del emir cordobés que les había confirmado en sus prerrogativas señoriales. El nieto de Musa ben Musa ben Qasi se dio cuenta de que no podría resistir por mucho tiempo la presión de los tuchibíes sobre Zaragoza, pero en lugar de evacuarla, decidió venderla ¡ a los propios omeyas ! que la compraron. La venta se formalizó con el general Hasim, por medio del conde de Pallars, Raimundo, que a su vez era cuñado del vendedor. Desde entonces, Zaragoza tendrá gobernadores leales a Córdoba hasta, seis años más tarde, cuando los Tuchibíes se hagan con el poder.
Con el brevísimo reinado de al-Mundhir, la situación en la Marca superior no experimentó ningún cambio, pero con Abd Allah, esta región será objetivo de luchas encarnizadas. El poder central de al-Andalus, durante varias décadas, no estará en condiciones de poder reaccionar, por lo que las columnas omeyas no subirán hasta el valle del Ebro para poner orden y, de paso, correr por tierras alavesas siempre castigadas, siempre saqueadas y siempre devastadas.
Concha Masiá. Libro al-Andalus.