Alfonso III había muerto, según se cree, el 20 de diciembre de 910. Sus últimos tiempos de reinado parece que fueron amargos para él por la rebelión de sus hijos. El primogénito, García, fue apresado y encerrado en un castillo. Pero su suegro, Nuño Fernández en compañía de los hermanos menores de García, Ordoño y Fruela, formaron causa común y lograron destronar a Alfonso III, que no tardaría en morir. Le sucedió García que, en agradecimiento al apoyo que le prestaron, concedió prerrogativas reales a sus hermanos, sobre Galicia y Asturias. García I sólo reinó cuatro años. Fuentes cristianas dicen que hizo una campaña muy exitosa por tierras andalusíes. Trasladó la capitalidad del reino de Oviedo a León y se dedicó a repoblar las plazas fronterizas que ganara su padre: Osma, San Esteban de Gormaz y Clunia. A su muerte, ocupó el trono Ordoño II.
Cuando todavía no era rey, Ordoño ya había realizado algunas campañas por tierras musulmanas. Con 30 mil hombres se dirigió a Evora y la sitió. La ciudad tenía en su interior tales montones de basura, que los hombres pudieron saltar, fácilmente, de las murallas a la ciudad misma. Organizó una terrible matanza en la que pereció el gobernador musulmán de la población y los 700 hombres de la guarnición. Después de saquearla a conciencia, con 4 mil cautivos, entre mujeres y niños, se volvió a Galicia. Este golpe de mano impresionó vivamente a los moradores del Algarve y en Badajoz se aseguraron las defensas.
Ya en el trono, Ordoño II procedió de la misma forma con la población y la guarnición del castillo de Alange, y el principillo de Badajoz, para congraciarse con él, le envió un cuantioso tributo que, según se dice, sirvió para levantar la iglesia de Santa María de León.
Se sentía tranquilo el rey leonés, pues creyendo que el nuevo emir estaba dedicado en exclusiva a pacificar Andalucía, no iba a tener ni tiempo ni ganas para pensar en él. Pero estaba muy equivocado, pues Abd al-Rahman III sería el que tomaría la iniciativa. En julio de 916, las tropas cordobesas realizaron incursiones en los dominios de León obteniendo cuantioso botín. Al año siguiente asediaron la fortaleza de San Esteban de Gormaz, con un numeroso ejército de combatientes por la fe, más tropas reclutadas en las zonas fronterizas. En esta ocasión, el desastre fue para las tropas musulmanas, pues las tropas fronterizas abandonaron el campo de batalla. El rey cristiano persiguió a los supervivientes muy de cerca, dejando desde " el Duero hasta Atienza y Paracuellos, los campos sembrados de cadáveres musulmanes ". Orgulloso de su triunfo, Ordoño mandó colgar la cabeza del general musulmán en lo alto de las murallas de San Esteban de Gormaz, al lado de la de un jabalí, para mayor escarnio, pues sabido es que los musulmanes tienen al cerdo como animal impuro, y el jabalí, al fin y al cabo, era un cerdo salvaje.
Esta derrota sólo sirvió para que el emir se reafirmase en sus deseos de asestar un golpe, de igual calibre, a su enemigo. Ordoño estaba convencido de que esta afrenta no quedaría impune y, en precaución, se alió con el rey de Navarra, Sancho García. Ordoño se dirigió a tomar Talavera y Sancho atacó el feudo de los Banu Qasi, asoló los alrededores de Nájera y Tudela, atacando, también la plaza de Valtierra, pegando fuego a la mezquita. Abd al-Rahman III no se dejó intimidar. En julio de ese mismo año, 917, envió fuerzas a tierras leonesas que llegaron a este territorio en agosto, y le hizo sufrir a Ordoño una grave derrota, cerca de una localidad conocida como Mitonia o Mudonia. En el verano siguiente, el monarca leonés volvía a realizar incursiones en dominios musulmanes, pero fue derrotado de nuevo y tuvo que huir de forma precipitada. Pero Abd al-Rahman III, quería venganza . Preparó un ejército, con tropas bien elegidas, y él mismo se puso al frente de esta expedición. Fue la famosa campaña de Muez, en el verano de 920.
Tomó el camino de Toledo y siguió hasta el este, camino de Guadalajara y Medinaceli, como si fuese hacia Navarra, pero era un engaño. Desde Medinaceli giró para entrar en Osma, sin hacer caso de las proposiciones pacíficas del señor cristiano que la gobernaba. Sus habitantes apenas tuvieron tiempo de huir al ver las vanguardias omeyas. Después incendió y saqueó la ciudad. Al día siguiente atacó San Esteban de Gormaz, que también había sido abandonada por la guarnición cristiana. Siguieron hasta la antigua Clunia romana sin encontrar oposición. Allí donde se divisaba las tropas cordobesas, la gente huía a mansalva. Todas las defensas de los lugares por donde avanzaban era derruidas e incendiadas, así como los monasterios y las iglesias. Quedaba vengado el desastre de 917.
No satisfecho con ello, al-Nasir se dirigió a Navarra, pues el rey Sancho no dejaba de molestar a los musulmanes de La Rioja. Tenía el ejército casi intacto y fue cosechando victoria tras victoria mientras que Sancho se replegaba hacia el Norte, buscando reunir sus fuerzas con las de Ordoño que venía a auxiliarle. Los montañeses alaveses y vascones intentaron frenar el avance musulmán sin conseguirlo en el valle de Junquera pero Abd al-Rahman III infringió una derrota tan severa como la que había sufrido la España cristiana desde tiempos de la conquista musulmana. Muchos nobles quedaron sobre el terreno, y los obispos Dulcidio, de Salamanca y Ermogio, de Túy, fueron hechos prisioneros y llevados a Córdoba.
Al día siguiente, los supervivientes fueron perseguidos hasta el castillo de Muez. En tres días, el 29 de julio, se tomaba el asalto y todos los ocupantes, unos 500, fueron pasados a cuchillo. Se apoderaron de otro castillo, Viguera y fueron asolando la baja Navarra , aunque sin atacar Pamplona.
El prestigo del soberan era muy grande en toda la España musulmana y empezaba a infundir un gran temor en la cristiana. Su ambición era superior y deseaba herir al rey navarro allí donde más le dolía: Pamplona. Consideraba a Sancho un advenedizo, bastante soberbio, mientras que sentía cierto respeto por Ordoño, por su natural combativo y por la prosapia de su estirpe. En 921 Ordoño penetró en territorio musulmán, al tiempo que Sancho atacaba Viguera, lo que supuso perder la paciencia de al-Nasir. Emprendió una campaña contra Pamplona. Ordoño había muerto y su débil hermano Fruela, que le sucedía, no representaba ningún peligro para el Islam español. Tras arrasar la ciudad destruyendo, quemando y dispersando a la ciudadela...su objetivo se había cumplido y emprendió el regreso por Calahorra, Tudela. El escarmiento sufrido era muy grande y por eso, durante unos siete años, hasta el advenimiento de Ramiro II, el emir cordobés no tuvo que estar pendiente de sus fronteras terrestres con los cristianos.