EL AGUA Y LOS BAÑOS
El agua estaba presente en todas partes, en las curtidurías y alfarerías, en los baños públicos, en el entorno de las mezquitas, así como en las propias casas y huertos.
Los lugares destinados al baño, bastante numerosos, ocupaban un lugar destacado en la vida cotidiana de la población andalusí. Los había públicos y privados, lujosos y humildes, pero todos proporcionaban a sus usuarios la necesaria higiene personal y espiritual, además de ser lugares de encuentro y reunión. Hombres y mujeres se alternaban en su uso y disfrute siendo esta actividad una de las escasas oportunidades que la mujer andalusí tenía para relacionarse y salir del entorno doméstico.
En la Córdoba califal llegaron a existir más de seiscientos. En ellos, la clientela no sólo se lavaba, sino que también se relajaba y se dejaba masajear enérgicamente. Para ello se contaban con distintas dependencias. La tarde estaba destinada al turno de las mujeres, que se acicalaban, charlaban e incluso merendaban.
Están divididos en una serie de estancias en las que la temperatura varía de forma progresiva. La diferente temperatura se consigue mediante una conducción subterránea de aire calentado por grandes calderas de leña. Las bóvedas horadadas por lucernas de formas geométricas proporcionaban luz, creando un ambiente tenue y acogedor. Se abrían y cerraban para regular el vapor de las salas.
Con frecuencia los baños se abastecían del agua de los aljibes (depósitos de agua para consumo vecinal). En el barrio del Albaicín de Granada se conserva casi intacta la red de aljibes andalusí que se mantuvo en uso hasta la instalación del agua corriente en los años cincuenta.
PERFUMES Y PRODUCTOS DE EMBELLECIMIENTO
En Al-Andalus, al igual que en el resto del mundo islámico, los perfumes y ungüentos corporales tuvieron una presencia importante. Eran de uso general en todas las clases sociales, y tanto hombres como mujeres los usaban en gran cantidad, sintiéndose predilección por las esencias a base de limón, de agua de rosas y de violetas, por los perfumes de azafrán, almizcle, jazmín, ámbar de distintos tipos (gris, natural, desmenuzado o molido, o negro), aceite de violetas, jabones aromáticos... Todo ello se conservaba en frascos de vidrio y cristales.
Pasta depilatoria, alheña (henna) para teñir el cabello o decorar manos y pies, sulfuro de antimonio para el perfilado de ojos y así realzar la mirada, corteza de nuez para tintar labios y encías... constituían un auténtico arsenal cosmético para el cuidado y la belleza de la mujer andalusí.
Ibn Hazm nos cuenta que las cordobesas de su tiempo pasaban largo tiempo mascando goma para perfumar su aliento.
Otras materias aromáticas empleadas para la ambientación de lugares eran el áloe, el incienso y el sándalo.