Vivió durante el califato de Alhakén II y en 972, antes de los disturbios originados por la fitna o guerra civil, Ar-Ramadi se había asentado en el la Marca Superior de Zaragoza gobernada por Yahya ibn Muhammad ibn Hasim al Tuyibí, del linaje árabe de los tuyibíes, donde difundió las modas líricas cordobesas. Fue conocido como panegirista de Almanzor y también de su rival, el chambelán (juğğāb) Al-Muṣḥafī. Se le atribuye una vida bohemia, pues a imitación de Abū Nuwās, se complacía en visitar tabernas e incluso conventos.
De familia humilde, aunque perteneciente a la tribu de Kindah, donde florecieron grandes poetas clásicos como Imrū-l-Qays o Al-Mutanabbī, fue muy célebre en el Al-Ándalus del Califato. Enraizado en la tradición de poesía árabe oriental, sus panegíricos dedicados a los tuyibíes de Saraqusta introducían un marco espacial hispano alejado de los estériles desiertos de la poesía beduina. Fue el primer poeta, según transmite Ibn Bassām, en adoptar algunas novedades en la poesía en dialectos andalusíes, como la rima interna en la jarcha de sus moaxajas. También cultivó la poesía modernista al estilo de Abū Nuwās, en poemas que conjugaban el género erótico (ġazal), el floral (waṣf) y el báquico (jamriyyāt). Ejemplo de su sensibilidad en la poesía descriptiva son estos versos que describen un jardín:
El mirto, la azucena, el jarmín lozano y el alhelí tienen gran mérito y con él se enseñorea el jardín.
Pero el mérito de la rosa es aún mayor.
¿Acaso es el mirto otra cosa que aroma que se extingue arrojado al fuego?
La rosa, aun marchita, deja en el agua perfume que perdura tras de ella.
El mal de la azucena es muy común: tras un instante baja a la tumba.
El jazmín es humilde en sus orígenes, pero su aroma es solemne y orgulloso.
El carácter del alhelí está trastornado, es como un ladrón, se despierta tras la oración de la noche.
La rosa es la señora de los jardines, aunque es sierva de la rosa de las mejillas.
Se supone, gracias a las crónicas de la época, que intervino en una conjura de intelectuales contra Al Mansur, y que descubierta y abortada por éste, Al Ramadi fue condenado a que nadie le dirigiese la palabra bajo pena de grandes castigos, por lo que vagaba como un muerto por las calles de Córdoba. Aunque no se sabe bajo qué circunstancias fue perdonando, ya que un tiempo después figuró en el séquito de poetas que acompañaron a Al Mansur en su expedición a Barcelona en el año 986.
Ibn Hazm narró una bellísima historia de amor. Paseando Al Ramadi por la puerta de los Drogueros en Córdoba, lugar de reunión de mujeres, sus ojos se dirigieron hacia una joven enamorándose inmediatamente de ella. La siguió hasta el río, y como ella notase que la asediaba se volvió y preguntó a nuestro poeta el por qué de su actitud, a lo que éste le hablo de su amor; la joven le rechazó dignamente y el poeta le pidió un favor: “Déjame que te mire”, a lo que accedió la joven, diciéndole además que era esclava y de nombre Halúa (Dulzura), pero no consiguió que le dijese el nombre de su amo, quedando citados en el mismo lugar todos los días. Fue la última vez que el poeta vio a su amada. A partir de entonces, se pasaba el día deambulando entre la Puerta de los Drogueros y el Cementerio de los Banú Marwan, en las proximidades del río Guadalquivir. Pero en ninguna parte se pueden encontrar noticias de la mujer que desde entonces inspiraría todos sus versos.
Murió probablemente en el año 1022 aunque otras fuentes citan el 1013.
ABU AL WALID AHMAD IBN ABADIA, también conocido por IBN ZAYDUN, nació en Córdoba en 1003.
Fue ministro de varios príncipes, entre ellos Al Mutadmid. Estuvo aposentado en Sevilla y cantó a su Córdoba natal; su poesía es humana, pero sobre todo fue el poeta del amor: célebres fueron sus relaciones con la princesa Wallada, rivalizando con Ibn Abdus, ministro en Córdoba. Ibn Zaydun compuso contra éste poemas amenazantes y lo ridiculizó, valiéndole ello la prisión y el exilio. Durante su cautividad y su alejamiento envió a su bien amada y a sus amigos excelentes poemas.
Apenas se conocen datos sobre su vida hasta que conoció a la atractiva princesa y poetisa Wallada, encuentro trascendental, pues de él arranca la revitalización de la poesía amorosa árabe, que adquiere un tono un tono personal inusitado hasta su obra. Hasta entonces el tratamiento del amor en la poesía árabe estaba determinado por la reelaboración de tópicos basados en una reflexión sobre el aspecto espiritual de la relación amorosa que evitaba tratar el amor carnal, y que es conocido como "amor udrí". Tras su obra, se reúnen los conceptos del amor platónico con la descripción de experiencias físicas de un modo natural.
Recorrió distintas cortes (Sevilla, Badajoz, Valencia), para instalarse por último en 1049 en la corte de Al Mutadid como secretario, cargo que desempeñará hasta su muerte ya con Al Mutamid como rey. En este periodo escribirá poesía áulica al servicio de sus nuevos protectores, los abbadíes sevillanos, renovando el panegírico, sobre todo en los destinados al joven príncipe y poeta, Al Mutamid, por quien sentía un cariñoso afecto y respeto a su calidad como lírico.
Falleció en Sevilla en 1070
La poesía de Ibn Zaydun, de lenguaje sencillo en general, es fácil de entender. Su verso se desliza con un ritmo suave y musical y sus metáforas no suelen ser demasiado fuertes. Posee una fuerza superior a la de la magia, y su sublimidad compite con la sublimidad de las estrellas. Sus versos son inspirados en gran parte por su amor a Wallada. Entre las recientes ruinas de la grandeza omeya, en los devastados mágicos jardines de Al Zahra, aumenta su constante amor a Wallada, y pone por testigos de su dolor a los astros que iluminan sus noches de insomnio.
Además de sus composiciones en verso- Ibn Zaydun es autor de algunos opúsculos en prosa, entre los que destaca la llamada Risála hazliyya, de tono burlesco, que es precisamente la obra en que el poeta desfoga su ira poniendo en boca de Wallada una sátira contra Ibn Abdus, con lengua hiriente y voces muy subidas. De otro carácter es la Risála yiddiyya, de tono grave, dirigida en los momentos de su desgracia al señor de Córdoba buscando la reconciliación. Se trata de una epístola densa llena de citas eruditas.
Entre las producciones de Ibn Zaydun no escasean los poemas eróticos - aparte de los inspirados por la imagen de Walada- pero también cultiva ampliamente otros géneros. Así, compone panegíricos a los altos señores que conoció a lo largo de su vida, a veces con hipérboles desmesuradas o comparaciones manidas, como era frecuente; también compuso elegías, en las que se mezclan notas emotivas con ideas comunes, sátiras violentas contra sus enemigos. Engarza, incluso, alguna moaxaja y se complacerá versificando intrincados acertijos simbólicos con nombres de pájaros. En poemas de autoelogio, alardeará de su exquisito refinamiento, de su gran cultura que le ha elevado a un alto rango, de su inteligencia penetrante como el hierro de una lanza. Y en su arrogancia, y sin duda con razón, proclamará que el amor iguala al amante con la amada, aunque no posean la misma nobleza.
Ibn Zaydun es, entre los poetas andalusies, el que mejor expresa los matices humanos del amor y representa uno de los ejemplos más puros de la tradición clasicista de la poesía en árabe. Su encuentro con la princesa Wallada tuvo gran transcendencia para la poesía de Al Andalus, puesto que dio lugar a unos poemas amorosos en un tono casi completamente nuevo en la poesía árabe de su tiempo. La novedad reside en la fusión de conceptos, personal y única, presente en sus poemas. En la poesía amorosa, y en los tratados sobre el amor escritos hasta entonces, el amor es siempre una cualidad del espíritu, y nunca del cuerpo; por tanto, la unión a que se aspira es algo enteramente espiritual. De hecho, en buena parte de la poesía de inspiración se rechaza la unión física, que se considera responsable del hastío de los amantes y de la corrupción del sentimiento amoroso.
Por esta razón, la poesía amorosa de Ibn Zaydun, escrita en su mayor parte tras la ruptura con la princesa Walada, tiene como notas predominantes el abandono y la soledad. Es una poesía en la que también se advierte el doble carácter de universalidad y del momento histórico concreto. La soledad, así concebida, se expresa como una privación del bien pasado y toma, con frecuencia, un aspecto temporal que divide la existencia del amante en un antes amoroso y un después de soledad.
"Mis días, tan hermosos cuando estábamos juntos,
han cambiado desde que se alejó tu bello rostro"
La descripción de la naturaleza es, en Ibn Zaydun, un tema recurrente en las composiciones que podríamos llamar de su tiempo de exilio. Sin embargo, no es el suyo un espíritu inclinado a observar y reproducir la belleza que le rodea. Como un místico, capaz tan sólo de ver la divina realidad en todos y cada uno de los objetos en torno a él, también Ibn Zaydun es capaz solamente de percibir su ambiente en función de su relación amorosa.
En conclusión Ibn Zaydun es la representación del amor en la poesía andalusí.