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martes, 26 de noviembre de 2013

Califas: Alí ben Hamud al-Nasir, Abderramán IV y Al-Qasim al-Mamum

Alí ben Hamud al-Nasir (en árabe: الناصر علي بن حمود ). Sexto califa del Califato de Córdoba, primero perteneciente a la dinastía hammudí, desde 1016 a 1018.
Fue nombrado gobernador de Ceuta por el califa Sulaiman al-Mustain, dentro de su línea política de distribuir el gobierno del califato entre las distintas familias con influencia para así acabar con la anarquía en que se hallaba sumido el reino. Alí ben Hamud pronto fijó su objetivo político en hacerse nombrar califa, para lo cual no dudo en presentarse como descendiente directo de Alí, el yerno de Mahoma.
Tras desembarcar en Algeciras y apoderarse de Málaga, se dirigió a Córdoba, conquistándola el 1 de julio de 1016. Tras decapitar a Sulaiman, se proclamó califa adoptando el título de al-Nasir li-din Alláh (el defensor de la religión de Alá).
Su política de estricta observancia de las leyes, junto al trato igualitario dado a las distintas etnias dominantes en el califato, hizo que fuera inicialmente aceptado por el pueblo. Pero la aparición en escena de un pretendiente al trono en la figura del omeya Abderramán IV, hizo que el hasta entonces prudente Alí ben Hamud buscase apoyo entre los bereberes y se apartase tanto de árabes como de eslavos. Ello hizo que perdiera la aceptación popular de la que había gozado hasta entonces y fuese asesinado el 22 de marzo de 1018.
A su muerte, y junto a Abderramán IV, surgió otro pretendiente al trono: el hermano de Alí ben Hamud y gobernador de Sevilla, Al-Qasim al-Mamun.
Como sucesor de Alí se considera a Abderramán IV quien, aunque fue proclamado califa el 29 de abril de 1018, nunca llegó a penetrar en Córdoba para hacer valer sus pretensiones, por lo que su califato fue exclusivamente nominal.

Abderramán IV(en árabe: عبد الرحمن بن محمد)
De nombre completo Abd al-Rahman ben Muhammad ben Abd al-Malik, séptimo califa cordobés de al-Andalus. Era hijo de Muhammad y nieto de Abd al-Malik, uno de los hijos de Abd al-Rahman III. Por tanto, era bisnieto del célebre primer Califa.
Nació en Córdoba aunque la fecha está sin determinar.
Al iniciarse las luchas por el poder en tiempos del Califa Hisham II, se retiró de la corte cordobesa.
El príncipe Omeya fue rescatado de su dorado exilio valenciano por Jayran de Almería y por el tuchibí Mundhir ben Yahya de Zaragoza, los cuales le pusieron a la cabeza de los ejércitos sublevados del este peninsular con el objetivo de derrocar a la dinastía hammudí reinante en Córdoba.
Abd al-Rahman también contó con la colaboración de un importante contingente de tropas aportadas por el conde de Barcelona.
Las fuerzas rebeldes se concentraron en Játiva, lugar al que acudió el pretendiente omeya para encabezar el grueso del ejército que debía dirigirse a Córdoba, pasando primero por Jaén para conquistarla y establecer una cabeza de puente que controlara los accesos y rutas hacia el sur.
Al frente de un poderoso ejército, cuando Abderramán se disponía a marchar contra Córdoba, tras haber conquistado Jaén, conoció la noticia de que Alí ben Hamud había sido asesinado y que sus partidarios habían reclamado al hermano de este, que ejercía de gobernador de Sevilla, para que ocupara el trono vacante.
Los seguidores de los Omeyas reaccionaron, proclamando a Abderramán como Califa, que adoptó el título de al-Murtada (El que goza de la satisfacción divina). Era el 29 de abril de 1018.
Abderramán IV no resultó ser, sin embargo, el gobernante manejable que sus patrocinadores habían creído...
Proclamado califa no llegó a reinar. Los mismos que le habían encumbrado, aprovechando el ataque que las tropas Omeyas realizaban contra Guadix, lo traicionaron, y tras ser derrotado en el campo de batalla, fue asesinado.
Al Murtada es alabado por sus virtudes, por su austeridad... se dice que nunca vistió de seda.
De su familia se conocen dos hermanos, al Hakam, el ciego y Hisam III. Este último, después de la batalla de Granada, en la que también participó, se refugió en Alpuente, donde residió acogido por el emir Abd Allah ibn Qasim hasta 1029, aunque en 1027 había sido proclamado califa con el nombre de al Mutadd.


Al-Qasim al-Mamum (en árabe: المأمون القاسم بن حمود ). Octavo califa del Califato de Córdoba, segundo perteneciente a la dinastía hammudí, entre 1018 y 1021 y en 1023.
Primer califato
Gobernador de Sevilla, durante el vacío de poder producido tras el asesinato, el 22 de marzo de 1018, de su hermano el califa Alí ben Hamud al-Nasir, sus seguidores le hicieron acudir a la ciudad de Córdoba y lo proclamaron nuevo califa asumiendo el título de al-Mamum (el que inspira confianza). Simultáneamente, los omeyas proclamaban califa a un miembro de su familia, Abderramán IV, quien al frente de un poderoso ejército se puso en marcha hacia la capital califal.
Este primer escollo en el reinado de Al-Qasim se solucionó cuando Abderraman fue traicionado por sus aliados y encontró la muerte en el asedio a la ciudad de Guadix. Ello le permitió gobernar durante tres años en una relativa calma, hasta que, en 1021, su sobrino Yahya al-Muhtal reclamó el trono alegando ser el legítimo heredero de su padre, el anterior califa Alí ben Hamud al Nasir, y al frente de un ejército se dirigió a Córdoba.
Al-Qasim, sin el apoyo bereber que hasta entonces lo había mantenido en el trono, abandonó la capital califal y se refugió en Sevilla, lo que permitió a Yahya proclamarse califa (13 de agosto de 1021).
Durante poco más de un año coexistieron dos califas, uno en Córdoba y otro en Sevilla, pero la incapacidad de Yahya para sofocar las continuas rebeliones que se produjeron en su corte le obligó, en febrero de 1023, a abandonar su capital y a dejar libre el camino a su tío Al-Qasim, que así pudo regresar a Córdoba y recuperar el califato.
Segundo califato
El segundo periodo como califa sólo se extendió hasta agosto de 1023, cuando Al-Qasim, ante la sublevación de los cordobeses por su mal gobierno, se vio obligado a refugiarse en Jerez, dejando Córdoba nuevamente en manos de su sobrino Yahya. Tras ser hecho prisionero y encarcelado en Málaga, falleció unos años después.



domingo, 24 de noviembre de 2013

La Fitna de al-Ándalus

La Fitna de al-Ándalus (1009–1031) fue el período de inestabilidad y guerra civil que supuso el colapso del Califato de Córdoba y la aparición de los primeros reinos de taifas.
Comenzó en 1009 con la Revolución cordobesa, un golpe de Estado que supuso el asesinato de Abderramán Sanchuelo, hijo de Almanzor, la deposición del califa Hisham II y el ascenso al poder de Muhammad ibn Hisham ibn Abd al-Yabbar, bisnieto de Abderramán III. Dividido todo el territorio andalusí en una serie de reinos taifas, se considera que la fitna llegó a su fin con la abolición definitiva del Califato en 1031, aunque varios reyezuelos siguieran proclamándose califas. En el trasfondo de los problemas políticos se hallaban las purgas realizadas por Almanzor en el seno de la dinastía Omeya cordobesa, y la agobiante presión fiscal necesaria para financiar el coste de los esfuerzos bélicos amiríes.
A lo largo del conflicto, los diversos contendientes llamaron en su ayuda a los reinos cristianos. Córdoba y sus arrabales fueron saqueados repetidas veces, y sus monumentos, entre ellos el Alcázar y Medina Azahara, destruidos. La capital llegó a trasladarse temporalmente a Málaga. En poco más de veinte años se sucedieron 10 califas distintos (entre ellos Hisham II restaurado), pertenecientes tres de ellos a una dinastía distinta de la Omeya, la hammudí.
Las causas
Hasta la muerte de Al-Hakam II, en 976, el Califato de Córdoba, conformaba un Estado poderoso, respetado y temido por los reinos cristianos. A su muerte, su hijo Hisham II era todavía un niño, por lo que el visir Al-Mansûr (Almanzor) maniobró para hacerse con el poder, usurpándolo a los Omeyas y haciendo del Califa un simple títere. La fuerza del Califato residía en la unidad de las diferentes etnias islámicas, tras las terribles guerras civiles que habían desangrado el Emirato. Para asegurar y conservar su poder, Almanzor favoreció a los berebereses en detrimento del resto, situación que transmitió a su hijo Abd al-Malik al-Muzaffar. Sin embargo, ante la percepción del debilitamiento del poder amirí, el gobierno de éste último fue sacudido por numerosos complós. Abd al-Malik murió en 1008, dejando el poder a su hermano Abd al-Rahman Sanjul, o Abderramán Sanchuelo. Éste último persuadiría al califa Hisham II para que le designara heredero legítimo del Califato, lo que colmó el vaso y provocó un golpe de Estado por parte de los últimos miembros supervivientes de la dinastía Omeya.
La guerra civil
Aprovechando la ausencia de Sanchuelo, quien había partido a combatir al rey Alfonso V de León, el omeya Muhammad II al-Mahdi destronó a su primo el califa Hisham II (1009). Sanchuelo volvió a toda prisa Córdoba, pero la moral de su ejército se encontraba por los suelos, por lo que la mayor parte de los soldados desertaron. Sanchuelo cayó prisionero y fue ejecutado.
Debido a este episodio, el poder e influencia de Muhammad se erosionó con rapidez, dando lugar a la creación de un nuevo bloque opositor alrededor de la figura de otro omeya, Sulaiman al-Mustain. Apoyado por los bereberes, logró apresar a Muhammad y convertirse en califa (1009).
Estas luchas incitaron a los Banu Hamud, una poderosa familia de Málaga y Algeciras, a autoproclamarse califas y marchar sobre Córdoba, donde destronaron a Sulaiman. SIn embargo, apenas lograron mantenerse en el poder unos pocos años (1023).
Un nuevo omeya, Abderramán V, se convirtió entonces en califa (1023), pero el descontento generado al establecer un nuevo impuesto para llenar las vacías arcas del Estado provocó una nueva revolución y su caída, ya que la medida pesó fuertemente sobre la población. Otros tres califas, dos omeyas y uno hammudí se sucedieron hasta 1031, fecha en que las élites de Córdoba abolieron el califato y establecieron un república independiente. Sin embargo, varios de los nuevos reyes de taifas siguieron proclamándose califas.
Consecuencias
El movimiento, iniciado por los Banu Hamud con la proclamación de los reinos de Málaga y Algeciras, se generalizará durante este período y conducirá a la fragmentación del califato y a los primeros reinos de taifas. Este no será un periodo pacífico, ya que los distintos reinos de taifas combatirán entre sí. No será hasta el año 1085, tras la Reconquista de algunos de estos taifas por los cristianos, que los almorávides llegarán a España para reunificar al-Ándalus.

Los Hammudies o Banu Hamud (en árabe: بنو حمود) constituyen una dinastía de etnia bereber fundada por Alí ben Hamud al-Nasir, y cuyos ancestros se encuentran en los idrisíes al descender del fundador de estos, Idrís I.
Originarios de Marruecos, se asentaron en Al-Ándalus en los años finales del siglo X y se hicieron con el Califato de Córdoba en 1016 cuando Alí ben Hamud al-Nasir hizo decapitar al califa omeya Sulaiman al-Mustain.
Esta dinastía proporcionó, además de Alí ben Hamud al-Nasir, otros dos califas cordobeses: Al-Qasim al-Mamun y Yahya al-Muhtal; y, tras la desintegración del califato cordobés, varios reyes en las taifas de Málaga y Algeciras.
Se mantuvieron en el poder hasta mediados del siglo XI cuando en 1055 la taifa de Algeciras fue conquistada por la taifa de Sevilla, y en 1057 la taifa de Málaga pasó a ser dominada por la Dinastia Zirí.

Gobernantes hammudíes:

Califas de Córdoba

Alí ben Hamud al-Nasir
Al-Qasim al-Mamun
Yahya al-Muhtal

Reyes taifas de Málaga

Yahya al-Muhtal
Idris I al-Muta'ayyad
Yahya II al-Qa'im
Hasan al-Mustansir
Idris II al-Alí
Muhammad I al-Mahdi
Idris III al Sami
Muhammad II al-Musta'li
Yahya III al-Mahdi


jueves, 21 de noviembre de 2013

Ibn Al Jatib

Ibn Al Jatib (1313-1374)
ABU ABD ALLAH MUHAMMAD IBN SAID IBN AL JATIB LISAN AL DIN AL SALMANI también conocido como IBN AL JATIB o ABEN AL JATHIB, nació en Loja (Granada) en 1313.
Es, con mucho, el autor más biografiado por la historiografía moderna y contemporánea. Originario de una familia de ascendencia cordobesa, recibió su primera educación de la mano y el conocimiento de su padre y de otros eruditos de la época, haciendo el tradicional aprendizaje primario, compuesto de la enseñanza de las ciencias del Islam, gramática, poesía y ciencias naturales.
Ya en Granada, ciudad a la que se trasladaron sus padres, Ibn Al Jatib (el hijo del predicador) hizo sus estudios bajo la dirección de sus más importantes educadores, cultivando las ciencias filosóficas y adquiriendo importantes conocimientos en medicina. Gran aficionado a las letras, nuestro personaje desarrollaría una excelente habilidad literaria, evidenciando grandes dotes como poeta y epistológrafo.
A pesar de su temprana relación con la corte nasrí, no es posible afirmar que hubiese entrado oficialmente en ella hasta que ocupara el trono Yusuf I. A la muerte de su padre en 1340, Ibn Al Jatib, ocuparía el cargo de secretario en el departamento de correspondencia.

El ascenso de Ibn Al Yayyab, su principal mentor, hasta el visirato propiciaría el paralelo ascenso de Ibn Al Jatib; y más aún, la muerte de aquel, acaecida en 1349, permitiría que recibiera de Yusuf I el importante cargo de Jefe de la Secretaría real, dignidad a la que unió la de ministro y el mando militar, entre otras varias responsabilidades. Así pues, Ibn Al Jatib, con poderes y confianza sin límites, y gracias a su extraordinaria capacidad de trabajo intelectual y político, y a su cada vez más sólida situación económica, acrecentaría sin freno su prestigio personal.
Con la proclamación del nuevo monarca Muhammad V, Ibn Al Jatib viviría un tiempo en compás de espera como lugarteniente del liberto Ridwan, autentico hombre fuerte de la corte en aquel momento. Entonces tendría tiempo para demostrar sus grandes cualidades para la diplomacia, trasladándose a la corte merinida de Abu Inan, para solicitar el apoyo de este príncipe contra las armas extranjeras de los castellano-leoneses. Ibn al-Jatíb se presentó en dicha audiencia regia, adelantándose a los visires y jurisconsultos que formaban parte de la embajada, y dirigiéndose al propio Abu Inan solicitaría permiso para recitar, de forma literaria, su misión, antes de entrar a parlamentar. El príncipe accedió a ello, y encontrando muy hermosas sus palabras. A continuación colmaría de mercedes e infinidad de regalos a los miembros de la embajada y, antes de despedirlos, les concedió cuanto solicitaron.
Merced a estas habilidades no tardó Ibn Al Jatib en ganar el título político de doble visir que tradicionalmente se concedía a los visires con poderes ejecutivos. Su influencia en la corte y su riqueza provocarían la envidia de los cortesanos, hasta que uno de sus discípulos, el poeta Ibn Zamrak, de la escuela maliquí, conspirara contra él, acusándole de deslealtad al Islam, debido a los postulados sufistas que profesaba.
Fue exiliado a Fez, en donde disfrutaría de un tiempo de vida especialmente agradable bajo la protección del rey merinida, coincidiendo en el tiempo con el destronado Muhammad V. Durante este periodo Ibn Al Jatib también residiría en la ciudad de Sale, hasta el año 1362, en que Muhammad V recuperara nuevamente el trono de Granada, reclamando su regreso para reponerlo en el puesto que había ocupado hasta el exilio.
Ibn Al Jatib había quedado marcado por la desconfianza, a pesar de recobrar altas dignidades y poderes; tantos y tan grandes, que los familiares del príncipe y otros cortesanos comenzaron a levantar contra él todo género de intrigas y calumnias, fundamentalmente referidas a su concepción materialista de la vida. Ibn Al Jatib, advertido de las conspiraciones que se urdían contra él, llegaría a concebir la idea de abandonar la
corte andalusí en busca de seguridad, y bajo la excusa de encabezar una misión para inspeccionar las fortalezas que cubrían la parte occidental del reino andaluz de Granada, huye camino de Tremecén en el 1371-1372, buscando la protección del sultán Abd Al Aziz.
En el año 1372, muerto Abd Al Aziz, los meriníes dejarían la ciudad de Tremecén, regresando al Magreb, cosa que también haría Ibn Al Jatib, que se estableció en Fez, rodeándose de numerosas propiedades, tierras y excelentes casas con hermosos jardines. Pero todos los enemigos no habían se quedado en Granada; el ministro Sulayman Ibn Dawud guardaba también sus cuentas pendientes, e Ibn Al Jatib fue arrestado. Acusado de heterodoxia por los dignatarios granadinos –sus antiguos alumnos y amigos- fue sometido a tortura y encarcelado.
Por órdenes secretas del ministro Abd Al Aziz, y aprovechando la noche, una gavilla de gente asalariada, a la cual se unieron los enviados andaluces, forzaron las puertas de la prisión y estrangularon a Ibn Al Jatib. Al día siguiente se le enterró en el cementerio de la Puerta de Mahruk, y un día más tarde su cadáver aparecería exhumado y quemado al borde de la fosa.
Durante los días de su prisión, el desventurado lbn Al Jatib se preparaba para bien morir: aún tuvo el valor suficiente para coordinar sus ideas y componer muchas elegías sobre el triste fin que le esperaba.

Tan trágico fin tuvo Ibn al-Jatib, cuya privilegiada naturaleza y su incansable actividad se entreveró de forma solicitada por dos fuerzas distintas que tiraban de él a la par: los ideales políticos, con sus luchas despiadadas, y los dulces goces en el cultivo de las letras.
Murió en 1374

SU OBRA:
Las producciones históricas de Ibn Al Jatib, así como sus ensayos filosóficos, poesías y demás obras literarias son numerosas:
“El círculo” (La Ihata): Versa sobre la historia de Granada. , alabando sobremanera a su patria andaluza La obra fue escrita aproximadamente sobre el año 1369.
“El libro del complemento” : Como señala su título, sirve de complemento a la obra anterior, y que se encuentra en la biblioteca de El Escorial, con el número 1.674.
“Las vestiduras bordadas” : Se trata de una obra que compila la historia de los califas de Oriente y otras noticias de la historia de Al-Andalus y de África. Existen dos ejemplares de esta misma obra en El Escorial con los números 1.771 y 1.772 .
“Esplendor del plenilunio” : Es un trabajo histórico de Ibn Al Jatib que trata de la dinastía nasrí (nazerita o nasrita), texto que también se encuentra en la biblioteca de El Escorial, con el número 1.771 bis.
“Yerba olorosa de los cátibes o secretarios y apacentamiento de las cosas que acontecieron” : Se encuentra en El Escoríal, con el número 304 bis. Libro Epistolar.
”Evacuación de la alforja sobre lo agradable del viaje o emigración a país extranjero” : En cuatro tomos, se refiere a numerosas ciudades de las que da noticias, mencionando igualmente a sus sabios, bibliófilos y bibliotecas. Esta obra se encuentra en El Escorial con el número 1.150.
”Viaje a África y regreso a Andalucía” : Es una disertación histórica en la que el autor refiere las peripecias de sus viajes y las felicitaciones que recibió por esta empresa. De igual forma señala la magnificencia de las ciudades andaluzas en relación con lo conocido en África, así como del carácter extraordinario de las instituciones nacionales andaluzas y de lo visto en el Magreb.
”Excelencias de Málaga y Salé” : Con este parangón Ibn Al Jatib quiere demostrar las excelencias de Al Andalus, incluso desde el siglo XIV, marcado ya por la decadencia y por una persistente dominación de los reinos extranjeros peninsulares, y de las corrientes ideológicas e invasoras africanas. Igualmente, señala la enemistad pertinaz que en aquel período existía entre los andaluces y los beréberes, mostrando nuestro autor un auténtico sentimiento antibereber. Ibn Al Jatib aparece en esta obra marcado por un fuerte nacionalismo andaluz, juzgando de una forma crítica tanto a los líderes musulmanes africanos como a los cristianos peninsulares.

Como poeta, además de obras editadas, parte de esa poesía se grabó en las paredes de aquella Alhambra que él tan bien conoció, concretamente en las tacas de entrada del Salón de Embajadores. Una de ellas comienza así:
"Gano en gala y corona a las hermosas; bajan a mí los astros del Zodíaco"
A parte de haber dejado escritos sus versos para la posteridad en los muros del palacio más suntuoso construido hasta el momento en la Península Ibérica, un notorio número de poemas que aún siguen vivos en el contenido de la nubas que se cantan en el repertorio de la música andalusí
A su gloria y valor personal, así como sus éxitos y habilidades políticas, se le une la tragedia en el ocaso de su vida, lo que hace de su persona una figura admirable que merece el más alto reconocimiento por la Historia.
Si en vida fue conocido por el Laqab de Lisan al-Din (Lengua de la Religión), tras su indigna muerte, fue conocido como Du l-qabrayn, (el de las dos tumbas), Du l-‘amrayn (el de las dos vidas) y Du l-miyatatayn (el de las dos muertes).

lunes, 18 de noviembre de 2013

Segundo reinado de Muhammad al-Madhi.

   Se podría decir que al-Andalus estaba ya partido entre los que reconocían a al-Madhí y los que reconocían a Sulayman al-Mustaín. El primero se refugió en Toledo, donde se le acogió con simpatía y ayudado por Wadith y pactando con los condes Ramón Borrell II y Ermengol de Urgel, reunieron alrededor de  unos 40.000 hombres. Sulayman sólo contaba con sus escuadrones beréberes, pues los cordobeses se negaron a prestarle ayuda. En el encuentro de ambos ejércitos, un mal entendido por parte de Sulayman provocó la desbandada de los suyos. Los beréberes apenas tuvieron tiempo de llegar a Madinat al-Zahra y recoger a sus familias, mientras su jefe huía a Játiva. Al día siguiente, Muhammad II al-Madhí, con Wadith y las tropas francas entraban en Córdoba y comenzaba su segundo reinado, que iba a ser más leve, aún, que el primero. El erario público estaba vacío, y hubo que pedir dinero a los cordobeses para pagar las deudas contraídas con los auxiliares catalanes.
   Salieron en persecución de los beréberes, tal como deseaban los catalanes, pero en esta ocasión se volvieron las tornas. Los alcanzaron cerca de Ronda y sufrieron una gran derrota, en la que murieron por lo menos, 3.000 francos y el tesorero judío de Ramón Borrell. Como todos iban cargados de monedas de oro y plata, los beréberes consiguieron un magnífico botín. Las tropas catalanas regresaron a sus tierras y al-Madhí se tuvo que limitar a estar a la defensiva, protegiendo lo mejor que pudo, la ciudad.
   Wadith, que siempre le había sido fiel, bien pronto comprendió que volvía a las malas maneras de su primer reinado. Al-Mahdí era un hombre vulgar, un libertino, carente de educación y de escrúpulos. Se dejó ganar por algunos eslavos amiríes, que se encontraban en Játiva y urdieron derrocar a Muhammad II y reponer el auténtico califa omeya, al pobre Hisham II. El 23 de julio de 1010, Muhammad II al-Mahdí caía asesinado dentro del mismo Alcázar por unos oficiales eslavos.

Hisham II, de nuevo en el trono.


   Las cosas se fueron complicando. Frente al partido beréber se formó el partido eslavo del general Wadih y la vuelta de Hisham II, no supuso la unión de unos y de otros, de todos los musulmanes de al-Andalus alrededor del califa omeya, que por otra parte, continuó siendo un juguete del general como antes lo fuera de los amiríes.

   El 4 de noviembre de 1010, los beréberes asaltaron Madinat al-Zahra, asesinaron a la guarnición y se asentaron en ella hasta la primavera, bloqueando Córdoba con la intención de rendirla por hambre. Cuando la situación era más crítica, llegó la embajada de Sancho García reclamando las plazas prometidas y no entregadas. Los beréberes desviaron la embajada a Hisham y al primer ministro Wadih, que tuvieron que pasar por la humillación de ceder a Sancho García las plazas de San Esteban de Gormaz, Clunia y Osma, donde, durante tantos años, había ondeado el pendón blanco de los omeyas.
   Sitiados como estaban, los cordobeses se negaban a oír hablar de paz y, por otro lado, querían que se combatiese a los sitiadores pero sin poner nada de su parte. Los beréberes se adueñaron de los víveres que podían proporcionar los campos cercanos y los campesinos, desposeídos de todo y hambrientos, se refugiaron en Córdoba, con lo que aumentaron las bocas que tenían que alimentar. El erario público estaba bajo mínimos y para obtener algún dinero, Wadih tuvo que vender, en subasta pública, parte de aquella  magnífica biblioteca que con tanto mimo había form el califa al-Hakam.

   Pasaba el tiempo y nada se resolvía. La llegada de la primavera trajo consigo una crecida tremenda del río Guadalquivir, que se llevó más de dos mil casas y la vida de muchos cordobeses. Las murallas se deterioraron por las lluvias continuas y los víveres escaseaban de tal manera, que se convirtieron en artículos de lujo, a precios inalcanzables para la mayoría de la población. A todos estos desastres, vino, en el verano, a unirse la peste que diezmó a las pobres gentes. Abrumado por la situación, Wadih intentó huir, así, sin más. Pero un cordobés, avisado de lo que pensaba hacer el primer ministro, lo sacó de su casa y junto a unos sicarios, después de afrentarlo por su cobarde actitud, le cortó la cabeza.
    Córdoba resistió un año y medio más, esperando un milagro que no se produjo, pues creían que las fuerzas de las Marcas vendrían a socorrerla. En el verano de 1012, los dignatarios de la corte aconsejaron a Hisham II que entregase la ciudad, bajo ciertas condiciones, pero la carta enviada a Sulayman al-Mustaín por el califa, no obtuvo respuesta. Por fin el 9 de mayo de 1013, el cadí Ibn Dhakwan, junto a algunos alfaquíes, se dirigió al campamento de los beréberes para solicitar el amán, que les fue concedido, después de que pagaran una fabulosa suma en concepto de indemnización. Pero, mientras tanto, la sangre, por aquella maravilla que fue Córdoba, corría a raudales, los saqueos se prodigaban de tal forma que muchos de los palacios de la aristocracia fueron incendiados. Todas las clases sociales, desde la más alta a la más baja, fueron maltratadas, humilladas, cuando no asesinadas, por los vencedores.
   Sulayman al-Mustaín se instaló, otra vez, en el Alcázar. Mandó llamar a Hisham II y le cubrió de reproches. El califa se defendió diciendo que si había tomado el poder fue coaccionado y que abdicaba en su favor. Y aquí se abre una gran incógnita que, desde luego, no aclaran los historiadores musulmanes : qué fue de Hisham II. Unos dicen que Sulayman le condenó a muerte, otras que se evadió y se refugió en Oriente donde acabó sus días en el anonimato. Ya no reapareció y si fue asesinado, la noticia no se divulgó pues, durante varios años, se siguió citando su nombre en las mezquitas andaluzas. El historiador Ibn al-Jatib, dice que un hijo de Sulayman, por su cuenta y riesgo, lo hizo estrangular, el 18 de mayo de 1013, mientras corría la voz de que el antiguo califa escapó y que vivió en Almería como un pobre aguador. Manejado por unos y otros, siendo juguete de todos, el tercer califa de al-Andalus desapareció de este mundo, sin haber podido ser él mismo ni una sola vez. Tendría, aproximadamente, unos cincuenta años.
   Poco quedaba ya de vida al califato, que con tanto esfuerzo habían levantado los omeyas. 

domingo, 17 de noviembre de 2013

El primer reinado de Muhammad al-MadhÍ.

   En Córdoba todos parecían contentos con el nuevo omeya que ocupaba el trono, pero esa alegría no iba a durar mucho. Al-Madhí pronto se rodeó de indeseables y de incapaces. Los soldaddos extraídos de la plebe se comportaban con dureza y grosería. Además, tuvo la  habilidad de indisponerse con los beréberes que se habían unido a su causa y con los eslavos amiríes que también se habían vinculado a él. Desterró a varios de ellos que sirvieron a Almanzor y a su familia, y éstos fueron a tierras de Levante, donde iniciaron una propaganda política contra el nuevo califa que no tardaría en dar sus frutos.
   Algunos días después, al-Madhí se ocupó del pobre Hisham que ya sólo podía desplazarse por sus aposentos privados. Aún esto le parecía mucho y le hizo abandonar el palacio en la sola compañía de una sirvienta y lo instaló, bajo estrecha vigilancia, en una casa de Córdoba. No contento con ello, hizo llevar al Alcázar el cadáver de un cristiano o de un judío, que se parecía un tanto al infeliz Hisham. Algunos dignatarios aseguraron que se trataba del depuesto califa, y se le enterró  en la capilla del palacio, el 26 de abril. Muchos marwaníes no se dejaron engañar por esta burda treta y comenzaron las murmuraciones. Al-Madhí las cortó encarcelando a algunos de ellos, como a un hijo, ya anciano, de Abd al-Rahman III, Sulayman, al que él mismo había nombrado su sucesor.
   Un hijo de este Sulayman, llamado Hisham creó un partido de oposición que , día a día, veía cómo se incrementaban sus adeptos. Al-Madhí, comprendiendo que los soldados reclutados entre el populacho no le servían para nada, los licenció de la noche a la mañana. Fueron unos siete mil que vinieron a sumarse a la larga lista de descontentos y a sumarse al partido de la oposición. Beréberes y milicianos licenciados formaron una fuerza de ataque y el califa se dio cuenta del peligro que representaban. Al-Madhí intentó negociar con Hisham, que se había hecho proclamar por sus partidarios con el título de al-Rashid, liberando a su padre. Pero las exigencias de al-Rashid fueron tales que no se consiguió nada. Todo le fue mal al pretendiente, pues intentó tomar el Alcázar y fue hecho prisionero y ejecutado ante el califa, mientras todos los beréberes que le apoyaron fueron declarados fuera de la ley y sus familias violentadas.
   Los beréberes, desde ese momento, decidieron vengarse, conquistando Córdoba e instalando en el trono a otro omeya que les fuera totalmente adicto. Su elección recayó en Sulayman ben al-Hakam ben Sulayman, bisnieto de Abd al-Rahman III y sobrino del desgraciado al-Rashid. Se dirigieron hacia el norte de al-Andalus, a Calatrava donde les llegó la promesa de perdón de Muhammad, pero ellos la rechazaron con desprecio, y luego continuaron a Guadalajara que tomaron sin dificultad. Se presentaron ante las murallas de Medinaceli, pero Wadit, el gobernador los expulsó y dio órdenes a toda la Marca media para que se les impidiese vivir sobre aquellas tierras.
   Sancho García seguía, con atención, los movimientos que se iban sucediendo entre sus vecinos musulmanes. Todos se dirigieron a él en busca de apoyo. Al final vendió su ayuda a los beréberes, a cambio, eso sí, de que si triunfaban le serían entregadas cierto número de plazas fuertes musulmanas, situadas en la frontera del Duero. Les envió abundancia de víveres y luego, se les unió con un ejército. Wadih no quiso incorporarse a estos contingentes y movilizó, contra ellos, a todas las tropas de la Marca, más a los refuerzos que le enviaron desde Córdoba. El encuentro tuvo lugar cerca de Alcalá de Henares, y Wadih, derrotado, se replegó hacia Córdoba. Parecía que el camino hacia la capital quedaba expedito para los beréberes y para el conde castellano. El 3 de noviembre de 1009 llegaban a Guadalmellato. Córdoba había sido fortificada, y se cavaron trincheras en las salidas de los arrabales. Las gentes, sin la menor preparación militar, se alistaron en las fuerzas regulares y con lo que tenía disponible, al-Madhi, salió al encuentro de los atacantes cerca de Alcolea. Los cordobeses sufrieron una terrible derrota, que se saldó con más de diez mil muertos de entre ellos, unos por causa de la lucha y otros ahogados al intentar huir, cruzando la confluencia
de los ríos Guadalmellato y Guadalquivir.
   La situación de Muhammad al-Madhí era de lo más comprometida y no se le ocurrió mejor cosa que sacar de su encierro al califa Hisham II y mostrarlo desde un mirador del palacio, ante las risas generales, que le echaron en cara que ya les había mostrado a otro Hisham muerto. Al-Madhí se escondió en una casa de Córdoba y, por algún timpo desapareció de escena.
   El 8 de noviembre el jefe de los beréberes, Zawí ben Zirí, entraba en el Alcázar y, al día siguiente, Sulayman fue proclamado califa, con el sobrenombre de al.Mustain bi-llah, " el que busca el auxilio de Dios ". Lo primero que hizo, en un gesto que le honra, fue descolgar el mutilado cadáver de Sanchuelo y le dio una sepultura decorosa. Recibió al conde Sancho García en un salón del palacio, rodeado de un gran aparato, que aceptó  una demora en la entrega de las plazas prometidas, regresando a Castilla, pero dejando en Córdoba a unos cien hombres de armas. El conde tenía todos los ases en su mano, y no ocultó el desprecio que le producía la actitud servil de los cordobeses.

al-Andalus...concha masiá.

 Sulaiman al-Mustain (en árabe: سليمان الثاني). Quinto califa omeya del Califato de Córdoba en 1009 y desde 1013 a 1016.

Era hijo de Al-Hakam o Alhakem, a su vez hijo de Sulayman, uno de los hijos de Abd al-Rahman III. Por tanto, era bisnieto del célebre primer califa.

En su primera época en el poder (1009) apoyado por los bereberes y por el conde castellano Sancho García, se rebeló contra Muhammad II al-Mahdi al que venció el 1 de noviembre de 1009 en la batalla de Alcolea, y tras entrar en Córdoba los castellanos y mercenarios sometieron la ciudad a saqueo, liberando al depuesto califa Hisham II al que derrocó a los pocos días, cuando adoptó el título de al Musta'in bi-llah (el que busca el auxilio de Alá).

La huida a la ciudad de Toledo de Muhammad II le permitió a éste organizar un poderoso ejército de esclavos de toda Europa al mando del general Wahid y, con el apoyo de tropas catalanas al mando del conde Ramón Borrell, vencer a Sulaiman en mayo de 1010 obligándole a dejar Córdoba y el trono.

La recuperación del trono por Muhammad II fue efímera ya que el 23 de julio de 1010 fue depuesto por un concilio de patricios cordobeses en revuelta y, tras morir asesinado, el restablecimiento del antiguo califa Hisham II al que él mismo había obligado a abdicar.

Hisham II no fue reconocido por Sulaiman quien refugiado en Algeciras, y apoyado por contingentes de las tribus beréberes del otro lado del estrecho, mantuvo una guerra civil hasta que el 9 de mayo de 1013 ocupó la capital cordobesa iniciando, tras hacer asesinar a Hisham II, su definitiva etapa como califa (1013-1016).

Para aplacar a las distintas etnias que dominaban el califato, árabes, beréberes y eslavos, inició una política de concesión de cuotas de poder a las principales familias que realmente eran las que dominaban las distintas provincias quedando el poder real de Sulaiman localizado exclusivamente en Córdoba.

Con esta medida, en la que puede verse el germen de los futuros reinos de taifas, Sulaiman no logró el objetivo perseguido ya que en 1016 el gobernador de Ceuta, Alí ben Hamud al-Nasir, se puso en marcha contra Córdoba al frente de un poderoso ejército haciendo su entrada en la capital el 1 de julio y, tras ejecutar a Sulaiman, se proclamó califa.

wikipedia...

viernes, 15 de noviembre de 2013

Los tres príncipes de Serendip


El discípulo miró al maestro en la profundidad de la tarde.

- Maestro, ¿es bueno para el sabio demostrar su inteligencia?

- A veces puede ser bueno y honorable permitir que los hombres te rindan honores.

- ¿Sólo a veces?

- Otras puede acarrearle al sabio multitud de desgracias. Eso es lo que les sucedió a los tres Príncipes de Serendip, que utilizaron distraídamente su inteligencia. Habían sido educados por su padre, que era arquitecto del gran Shá de Persia, con los mejores profesores, y ahora se encaminaban en un viaje hacia la India para servir al Gran Mogol, del que habían oído su gran aprecio por el Islam y la sabiduría. Sin embargo, tuvieron un percance en su camino.

- ¿Qué les pasó?

- Una tarde como esta, caminaban rumbo a la ciudad de Kandahar, cuando uno de ellos afirmó al ver unas huellas en el camino: “Por aquí ha pasado un camello tuerto del ojo derecho".

- ¿Cómo pudo adivinar semejante cosa con tanta exactitud?

- Había observado que la hierba de la parte derecha del camino, la que daba al río, y por tanto la más atractiva, estaba intacta, mientras la de la parte izquierda, la que daba al monte y estaba más seca, estaba consumida. El camello no veía la hierba del río.

- ¿Y los otros príncipes?

- El segundo, que era más sabio, dijo: "le falta un diente al camello".

- ¿Cómo podía saberlo?

- La hierba arrancada mostraba pequeñas cantidades masticadas y abandonadas.

- ¿Y el tercero?

- Era mucho más joven, pero aun más perspicaz y, como es natural en los hijos pequeños, más radical, al estar menos seguro de sí mismo. Dijo: "el camello está cojo de una de las dos patas de atrás. La izquierda, seguro".

- ¿Cómo lo sabía?

- Las huellas eran más débiles en este lado.

- ¿Y ahí acabaron las averiguaciones?

- No. El mayor, picado en esta competencia, afirmó: “por mi puesto de Arquitecto Mayor del Reino que este camello llevaba una carga de mantequilla y miel”.

- Pero, ¡eso es imposible de adivinar!

- Se había fijado en que en un borde del camino había un grupo de hormigas que comía en un lado, y en el otro se había concentrado un verdadero enjambre de abejas, moscas y avispas.”

- Se trata de un difícil reto para los otros dos hermanos.

- El segundo hermano bajó de su montura y avanzó unos pasos. Era el más mujeriego del grupo por lo que no es extraño que afirmara: "En el camello iba montada una mujer". Y se puso rojo de excitación al pensar en el pequeño y grácil cuerpo de la joven, porque hacía días que habían salido de la ciudad de Djem y no habían visto ninguna mujer aún.

- ¿Cómo pudo saberlo?

- Se había fijado en unas pequeñas huellas de pies sobre el barro del costado del río.

- ¿Por qué había bajado? ¿Tenía sed?

- El tercer hermano, absolutamente herido en su orgullo de adolescente por la inteligencia de los dos mayores, afirmó: "Es una mujer que se encuentra embarazada, hermano. Tendrás que esperar un tiempo para cumplir tus deseos".

- Eso es aún más difícil de saber.

- Se había percatado que en un lado de la pendiente había orinado pero se había tenido que apoyar con sus dos manos porque le pesaba el cuerpo al agacharse.

- Los tres hermanos eran muy listos.

-Sin embargo, su sabiduría les trajo muchas desgracias.

-¿Por qué?

-Por su soberbia de jóvenes. Al acercarse a la ciudad, contemplaron un mercader que gritaba enloquecido. Había desaparecido uno de sus camellos y una de sus mujeres. Aunque estaba más triste por la pérdida de la carga que llevaba su animal, y echaba la culpa a su joven esposa que también había desaparecido.

-"¿Era tuerto tu camello del ojo derecho?", le dijo el hermano mayor.

-"Sí", le dijo el mercader intrigado.

-"¿Le faltaba algún diente?"

-"Era un poco viejo", dijo rezongando, " y se había peleado con un camello más joven".

-"¿Estaba cojo de la pata izquierda trasera?"

-"Creo que sí, se le había clavado la punta de una estaca".

-"¿Llevaba una carga de miel y mantequilla?".

-"Una preciosa carga, sí".

-"¿Y una mujer?".

-"Muy descuidada por cierto, mi esposa".

-"¿Estaba embarazada?".

-"Por eso se retrasaba continuamente con sus cosas. Y yo, pobre de mí, la dejé atrás un momento. ¿Dónde los habéis visto?"

-"No hemos visto jamás a tu camello ni a tu mujer, buen hombre", le dijeron los tres príncipes riéndose alegremente.

El discípulo también rió. -Eran muy sabios, dijo.

-Sí, pero el buen mercader estaba muy irritado. Cuando los vecinos del mercado le dijeron que habían visto tres salteadores tras su camello y su mujer, los denunció.

-¡Pero, ellos tenían razón!

-Los perdió su soberbia juvenil. Habían señalado todas esas características del camello con tanta exactitud que ninguno les creyó cuando afirmaron no haber visto jamás al camello. Y se habían reído del mercader, había muchos testigos. Fueron llevados a la cárcel y condenados a muerte ya que en Kandahar el robo de camellos es el peor delito, más que el rapto de esposas.”

-¡Qué triste destino para los sabios!

-La cosa no acabó tan mal. La esposa se había escapado, y pudo llegar antes de que los desventaran en la plaza pública, como era costumbre para castigar a los ladrones de camellos. El poderoso Emir de Kandahar se divirtió bastante con la historia y nombró ministros a los tres príncipes. Por cierto, que el segundo hermano se casó con la muchacha, que estaba bastante harta del mercader.

-La sabiduría tiene su premio.

-La casualidad los salvó y aprendieron a ser mucho más prudentes a la hora de manifestar su inteligencia ante los demás.

miércoles, 13 de noviembre de 2013

Averroes

Averroes (latinización del nombre árabe Ibn Rushd) es el nombre por el que se conoce en la tradición occidental a Abū l-Walīd Muhammad ibn Ahmad ibn Muhammad ibn Rushd (en árabe أبو الوليد محمد بن أحمد بن محمد بن رشد) (Córdoba, Al-Ándalus, 1126 – Marrakech, 10 de diciembre de 1198), filósofo y médico andalusí, maestro de filosofía y leyes islámicas, matemáticas, astronomía y medicina.

Biografía
Averroes proviene de una familia de estudiosos del derecho. Su abuelo fue cadí (juez) principal de Córdoba bajo el régimen de los almorávides. Su padre mantuvo la misma posición hasta la llegada de la dinastía almohade en 1146. El propio Averroes fue nombrado cadí de Sevilla sirviendo en las cortes de Sevilla, Córdoba y Marruecos durante su carrera.
Además de elaborar una enciclopedia médica, escribió comentarios sobre la obra de Aristóteles (de ahí que fuera conocido como «El Comentador»). En su obra Refutación de la refutación (Tahafut al-tahafut) defiende la filosofía aristotélica frente a las afirmaciones de Al-Ghazali de que la filosofía estaría en contradicción con la religión y sería por lo tanto una afrenta a las enseñanzas del Islam. Jacob Anatoli tradujo sus obras del árabe al hebreo en los años 1200. Sus escritos influyeron en el pensamiento cristiano de la Edad Media y el Renacimiento.
A finales del siglo XII una ola de fanatismo invade Al-Ándalus después de la conquista de los Almohades y es desterrado y aislado en la ciudad de Lucena, cerca de Córdoba, prohibiéndose sus obras. Meses antes de su muerte, sin embargo, fue revindicado y llamado a la corte en Marruecos. Muchas de sus obras de lógica y metafísica se han perdido definitivamente como consecuencia de la censura. Gran parte de su obra sólo ha podido sobrevivir a través de traducciones en hebreo y latín, y no en su original árabe. Su principal discípulo fue Ibn Tumlus (Alcira, provincia de Valencia, 1164-1223), quien le había sucedido como médico de cámara del quinto califa almohade Al-Nasir.

el primer feminista cordobés.
“Nuestro estado social no deja ver lo que de si pueden dar las mujeres "
Desde luego para un juez, médico y filósofo musulmán de aquellos tiempos no deja de ser esta frase toda una revolución.
Por ello resulta sorprendente que Averroes, musulmán, fue el primer y único pensador que denunció la situación social de la mujer en la Edad Media
Averroes cuyo nombre completo era Abu I-Walid Ibn Rusd. Fue uno de los cordobeses más ilustres que han existido...
Descendiente de una familia de juristas, desde su abuelo Abul Waleed Muhammad ibn Rushd fue un teólogo eminente en Maliki, quien fue el Imam de la Grandiosa Mezquita de Córdoba.
Su padre, Abü-l¬Qasim Ahmmad también juez, le fomentó su educación entre los miembros más intelectuales de la ciudad, enseñándole jurisprudencia musulmana.
Desde muy joven estudió humanidades árabes y derecho islámico, aunque estudió con interés la filosofía y las matemáticas con el filósofo árabe Ibn Tufayl y medicina con el médico árabe Avenzoar, haciendo varios tratados de medicina familiarizándose con las obras de Aristóteles, Galeno e Hipócrates.
Tiene una marcada tendencia por Aristóteles, no obstante en algunos puntos se mantuvo crítico con el filósofo griego destacando errores y flancos débiles de su sistema astronómico y el de Ptolomeo.
Fue tan trabajador que, al decir de sus biógrafos, sólo descansó dos veces en su vida: el día de su boda y el día de su muerte...
Fue conocido por su humildad y hospitalidad, aborreciendo posición y riquezas. Como juez, fue bondadoso y nunca sentenció a nadie con un castigo corporal.
Averroes y otros filósofos sostenían que el intelecto y la razón no estaban en absoluto reñidos con la religión, y constituían el instrumento más adecuado para alcanzar la verdad.
Fue un creyente ortodoxo y quiso conciliar la religión y la filosofía. La idea de que la razón prima a la religión fue la causa de su exilio... Cayó en desgracia en los últimos años de su vida cuando se hizo sospechoso de herejía y fue acusado, como otros muchos sabios árabes de la época, de promover la filosofía y la ciencia griega, con menosprecio de la religión islámica, Al Manssur lo desterró a Elisana (Lucena), cerca de Córdoba, de donde le prohibió salir.
Averroes hubo de sufrir los insultos de los fanáticos. Él mismo cuenta que una vez que fue con su hijo a la mezquita para asistir a la oración de la tarde, el populacho lo expulsó de ella. Más tarde fue enviado a Marruecos, y ya no volvió a pisar vivo su amada Córdoba.
Todas sus obras habían sido destruidas por orden de Al Manssur, y el Occidente latino las conoció a través de versiones hebreas.

Un poco antes de su muerte, el edicto contra los filósofos fue perdonado y su cuerpo fue trasladado a Córdoba, donde fue enterrado junto a las tumbas de sus familiares en el cementerio de Ibn Abbas. Este cementerio estaba a la salida de la puerta del mismo nombre en el barrio de Al-Sarqiya (Axerquía) y que podemos situar en la llamada después Puerta de Baeza.

Filosofía del conocimiento
La noética de Averroes, formulada en su obra conocida como Gran comentario, parte de la distinción aristotélica entre dos intelectos, el nous pathetikós (intelecto receptivo) y el nous poietikós (intelecto agente), que permitió desligar la reflexión filosófica de las especulaciones míticas y políticas.
Averroes se esforzó en aclarar cómo piensa el ser humano y cómo es posible la formulación de verdades universales y eternas por parte de seres perecederos.
El filósofo cordobés se distancia de Aristóteles al subrayar la función sensorial de los nervios y al reconocer en el cerebro la localización de algunas facultades intelectivas (imaginación, memoria...).
Averroes sitúa el origen de la intelección en la percepción sensible de los objetos individuales y concreta su fin en la universalización, que no existe fuera del alma (el principio de los animales): el proceso consiste en sentir, imaginar y, finalmente, captar el universal.
Ese universal tiene, por lo demás, existencia en cuanto que lo es por aquello que es particular. En cualquier caso, es el intelecto o entendimiento el que proporciona la universalidad a lo que parte de las cosas sensibles.
Así las cosas, en su obra Tahâfut, expone la necesidad de que la ciencia se adecue a la realidad concreta y particular, pues no puede existir conocimiento directo de los universales.
La concepción del intelecto en Averroes es cambiante, pero en su formulación más amplia distingue cuatro tipos de intelecto, es decir, las cuatro fases que atraviesa el entendimiento en la génesis del conocimiento: material (receptivo), habitual (que permite concebirlo todo), agente (causa eficiente y formal de nuestro conocimiento, intrínseco al hombre y que existe en el alma) y adquirido (unión del hombre con el intelecto).
Averroes distingue, además, entre dos sujetos del conocimiento (más propiamente: los sujetos de los inteligibles en acto): el sujeto mediante el cual esos inteligibles son verdaderos (las formas que son imágenes verdaderas) y el sujeto mediante el que los inteligibles son un ente en el mundo (intelecto material). Consecuentemente, el sujeto de la sensación (por el cual es verdadera) existe fuera del alma y el sujeto del intelecto (por el cual este es verdadero), dentro.

Trascendencia
A pesar de la condena de 219 tesis averroístas por parte del obispo parisino Étienne Tempier en 1277 a causa de su incompatibilidad con la doctrina católica, muchas de éstas sobrevivieron en la literatura posterior de mano de autores como Giordano Bruno o Pico della Mirandola. Así, encontramos en estos autores una defensa de la superioridad de la vida contemplativa-teórica frente a la vida práctica (en línea con lo defendido por Aristóteles en su Ética Nicomáquea, X o en y una reivindicación del carácter instrumental-político de la religión como una doctrina destinada al gobierno de las masas incapaces de darse una ley a sí mismas por medio de la razón. La ley religiosa, había dicho Averroes en su Tahafut al-tahafut (تهافت التهافت), proporciona la misma verdad que el filósofo alcanza indagando en la causa y la naturaleza de las cosas; sin embargo, ello no implica que la filosofía actúe en modo alguno en los hombres cultos como sustituto de la religión: «los filósofos creen que las religiones son construcciones necesarias para la civilización (...)». La existencia de la religión es también necesaria para la integración del filósofo en la sociedad civil.
Otras tesis que encontramos en Averroes son:
Que el mundo es eterno
Que el alma está dividida en dos partes, una individual perecedera (intelecto pasivo) y otra divina y eterna (intelecto activo).
El intelecto activo es común a todos los hombres.
El intelecto activo se convierte en intelecto pasivo cuando se halla unido al alma humana. Cuando la facultad imaginativa del hombre recibe las imágenes que le proporciona la actividad de los sentidos, las transmite al intelecto pasivo. Las formas, que existen en potencia en tales imágenes, son actualizadas por el intelecto activo, convirtiéndose en conceptos y juicios.
A fin de salvar la incompatibilidad de las tesis averroístas con la doctrina cristiana, Siger de Brabant propuso la doctrina de la doble verdad, según la cual hay una verdad religiosa y una verdad filosófica y científica. Esta doctrina sería adoptada por la mayoría de defensores europeos del averroísmo.

Obras principales

Tahafut al-tahafut (تهافت التهافت, Refutación de la refutación, Destructio destructionis en latín)
Kitab fasl al-maqal (Sobre la armonía entre Religión y Filosofía)
Bidayat al-Mujtahid (Distinguido jurista)
Los Comentarios al «Corpus aristotelicum», que comprenden:
Los Comentarios menores (Yawami) a la Isagoge de Porfirio, al Organon, Retórica, Poética, Física, De Coelo et Mundo, De generatione et corruptione, Meteorológicos, De Anima, Metafísica, De partibus animalium, De generatione animalium y Parva Naturalia, de Aristóteles.
Comentarios medios (Taljisat) a la Isagoge de Porfirio. el Organon, Retórica, Poética, Física, De Coelo et Mundo, De generatione et corruptione, Meteorológicos, De Anima, Metafísica y Ética nicomaquea, de Aristóteles.
Comentarios mayores (Tafasir) a los Segundos Analíticos, Física, De Coelo et Mundo, de Anima y Metafísica de Aristóteles.
Exposición de la República de Platón
Los Comentarios a Ptolomeo, Alejandro de Afrodisia, Nicolás de Damasco, Galeno, al-Farabi, Avicena y Avempace
El tratado De Substantia Orbis
Tres importantes escritos teológicos: Fals al Maqal, Kasf´al-Manahiy y Damima
El Kitab al- kulliyyat al-Tibb (Libro de las generalidades de la medicina).
Resumen del Kitab fasl al-maqal[editar · editar código]

Tratado decisivo que determina la naturaleza de la relación entre Religión y Filosofía
La Ley obliga a hacer estudios de Filosofía
Si los estudios teológicos del mundo son filosóficos, y la Ley obliga a realizar dichos estudios, entonces, la Ley obliga a hacer filosofía.
La Ley obliga a realizar estos estudios.
Estos estudios deben realizarse de la mejor manera, a través del razonamiento demostrativo.
Para dominar este instrumento, el pensador religioso debe llevar a cabo un estudio preliminar de lógica, de la misma manera que un abogado tiene que estudiar razonamiento legal. Esto no es más herético en un caso que en el otro. Y la lógica tiene que ser aprendida de los maestros de la antigüedad, independientemente del hecho de que no sean musulmanes.
Después de la lógica debemos proceder a filosofar correctamente. También acá debemos aprender de nuestros predecesores, igual que en matemáticas y en leyes. Por lo tanto está mal prohibir el estudio de lo filosofía antigua. El peligro que pueda presentar es accidental, tal como el peligro de tomar medicina, tomar agua o estudiar leyes.
Para cada hombre la Ley ha previsto un camino hacia la verdad de acuerdo a su naturaleza, a través de métodos demostrativos, dialécticos o retóricos.
La Filosofía no contiene nada que se oponga al Islam
La verdad demostrativa y la verdad de las escrituras no pueden estar en conflicto.
Si el aparente significado de las Escrituras está en conflicto con las conclusiones de la demostración, entonces deben ser interpretadas alegóricamente, es decir, metafóricamente.
Con respecto a estas cuestiones tan difíciles, el error cometido por un juez calificado en la materia es perdonado por dios, mientras que el error por parte de una persona no entendida en la materia no es perdonado.
Las interpretaciones filosóficas de las Escrituras no deberían ser enseñadas a las mayorías. La Ley provee otros métodos para enseñarles.
El propósito de las Escrituras es enseñar las ciencias teóricas y prácticas y la práctica y las actitudes correctas.
Cuando se usan símbolos, cada tipo de personas, demostrativas, dialécticas o retóricas deben tratar de entender el sentido interior simbolizado o el restarle al contenido con el aparente sentido, de acuerdo a sus capacidades.
Explicarle el sentido interno a personas que no están capacitadas para entender, es destruir su fe en el sentido aparente sin reemplazarlo por otra cosa. El resultado es descreencia en alumnos y profesores. Es mejor para el estudioso profesar la ignorancia, citando el Corán sobre los límites del entendimiento humano.
Los métodos apropiados para enseñar a la gente están indicados en el Corán, como sabían los primeros musulmanes. Las partes populares del Libro son maravillosas en responder a las necesidades de todo tipo de mentes.

domingo, 10 de noviembre de 2013

Maimónides.

Moshé ben Maimón o Musa ibn Maymun (en hebreo: משה בן מימון‎, y en árabe, موسى بن ميمون), también llamado desde el Renacimiento Maimónides ("hijo de Maimon") o RaMBaM (el acrónimo de sus iniciales en hebreo, רמב"ם), conocido entre los cristianos como Rabí Moisés el Egipcio (1135, Córdoba - 1204, Fustat, Egipto),1 fue un médico, rabino y teólogo judío de Al-Andalus de la Edad Media. Tuvo importancia como filósofo en el pensamiento medieval.

Biografía

Nació en Córdoba (España), el 30 de marzo de 1135,1 en el seno de una distinguida familia, por vía paterna, de jueces rabínicos, estudiosos y dirigentes comunitarios, documentada desde el siglo X y que pretendía descender del Rabí Yehudá ha-Nasí, de la (segunda mitad del siglo II), redactor de la Mishná. Su familia materna, por el contrario, era de humilde condición; su madre, que murió al darle a luz, era la hija de un carnicero; y su padre se volvió a casar. Era éste un erudito formado en Lucena por Rabí Yosef ha-Leví ibn Migash. Inició ya de pequeño sus estudios bíblicos y talmúdicos en la ciudad de Córdoba, pero en 1148 una ola de fanatismo almohade hizo que su familia tuviera que aparentar su conversión al Islam y cambiar a menudo de residencia por Al-Andalus. Vivió en la ciudad de Almería, donde dio cobijo en su casa a su maestro Averroes, hasta trasladarse en 1160 con sus hijos a Fez.2 Allí residió durante sólo cinco años, debido a la intolerancia almohade que les obligó a exiliarse, primero durante unos meses, en Palestina y finalmente en Egipto. Maimónides residió allí el resto de su vida junto a su familia, en la ciudad de Alejandría y después en Fustat (hoy El Cairo, Egipto), donde se ganó la vida ejerciendo la medicina en la corte del visir Saladino, y luego en la del visir al-Fadl, hijo mayor de Saladino. Con este oficio obtuvo una gran fama y admiración popular. En 1177 fue nombrado dirigente de la comunidad judía de Egipto. Murió en Al-Fustat el 13 de diciembre de 1204. Posteriormente su tumba fue trasladada a Tiberíades, en el actual Israel.
Su fama en la cultura europea se debe a su obra filosófica. Aunque ésta fuera muy discutida por el judaísmo, entre otras razones por su fuerte oposición al misticismo de los cabalistas y su influencia aristotélica, se le considera la mayor figura pos-bíblica (según el proverbio "De Moisés a Moisés no hubo otro Moisés"). En ciertos ámbitos más conservadores se le llegó a considerar hereje de su religión, en especial, por ser el responsable de convencer a los caraístas de apartarse de sus prácticas originales, y acercándolos al judaísmo rabínico.
Fue muy conocido por sus coetáneos como médico, dejando una importante huella en la tradición popular que muestra a Maimónides, sobre todo, como un médico a quien se atribuyen milagros que le elevan al nivel de santo, un sabio juez y un rabino.

Obra
En su juventud escribió poesías religiosas y una epístola en árabe.
Sobre sus conocimientos en medicina escribió un buen número de tratados, como el que dedicó al sultán Saladino, el Tratado sobre los venenos y sus antídotos el año 1199, al hijo del sultán, Al-Fadl, Guía de la buena salud (1198) y la Explicación de las alteraciones (1200).
Sus obras mayores de tema rabínico (talmúdico) son dos: un comentario en árabe de la Mishná, El Luminar (1168), también titulado Libro de la elucidación, y la Segunda ley o Repetición de la ley del año 1180, que constituye su obra magna y consiste en una amplia y minuciosa recopilación por materias de todas las leyes y normas religiosas y jurídicas de la vida judía (es decir, del Talmud).
Estas obras tuvieron mucha fama y le otorgaron numerosos discípulos. También es autor de obras filosóficas de gran peso en el pensamiento medieval, escritas durante los últimos años de su vida, como el Tratado sobre la resurrección de los muertos (1191).
La guía de perplejos (1190), mal apodada Guía de los descarriados, es la clave de su pensamiento filosófico y ejerció una fuerte influencia en círculos tanto judíos como cristianos y sobre todo escolásticos.
En ella establece una conciliación entre la fe y la razón dirigida a quienes vacilan entre las enseñanzas de la religión judía y las doctrinas de la filosofía aristotélica que entonces imperaban, demostrando que no hay contradicción en los puntos en que fe y razón parecen oponerse.2 Es decir, una conciliación entre el sentido literal de las escrituras y las verdades racionales, acudiendo a la interpretación alegórica en casos de conflicto.
Fue así que surgieron polémicas por parte de "antimaimonistas" —básicamente, por parte de un grupo de musulmanes que pretendían una lectura literal del Corán, los mutallajim— que lo tacharon de racionalista. A pesar de ello fue una obra muy comentada y de gran influencia en el mundo musulmán y la escolástica cristiana, por ejemplo en Santo Tomás de Aquino.
Como judío en territorio islámico tuvo una vasta formación en ambas culturas: la tradicional judía y la árabe profana (con sus incorporaciones de la griega), a partir de las enseñanzas de su erudito padre Maimum, por lo que escribió obras tanto en hebreo como en árabe, en una prosa que se caracteriza sobre todo por la sistematización y la claridad expositiva.
De Maimónides surge el movimiento intelectual judaico de los siglos XIII y XIV que se extendió por España y el sur de Francia. Partidario del realismo teológico ha llegado a ser considerado precursor de las ideas de Spinoza, pero filosóficamente no se le considera muy original por seguir básicamente a Aristóteles, apartándose de él en puntos que parecen contradictorios a las creencias y tradiciones judías. Por lo tanto, su carácter es conciliador.

Versiones de Mishné Torá (El código de Maimónides)
En el texto de Mishné Torá se agregaron con el correr de los años numerosos errores como será, en el texto de cada precepto, en sus divisiones o en comentarios. Las razones de los errores son de transcripción, que quedaron fijos en el texto. Ediciones en las cuales algunos de los transcriptores “corrigieron” el texto según su entendimiento y la censura de la Iglesia en ciertas naciones europeas (Hashkenaz) que alteró todas las referencias a ella y a sus puntos de vista (por ejemplo en las relaciones matrimoniales) del texto original. Si agregamos a esto el hecho de que el propio Maimónides corrigió el texto en varias oportunidades, nos encontraremos con que el texto actual no representa el original escrito por Maimónides.
Con el propósito de dilucidar el texto correcto y exacto, es necesario basarse en manuscritos y ediciones exactas, que no fueron influenciadas por los transcriptores ni por la censura. En numerosas oportunidades las versiones incorrectas fueron la causa de interrogantes sobre las palabras de Maimónides en su obra El Código de Maimónides, y en cuanto se dilucidó el error en el texto las interrogantes pasaron a ser irrelevantes.
Desde mediados del siglo XX se han impreso cuatro ediciones científicas de la obra:
La edición de Sabetai Frenkel. Edición en la cual hay comentaristas clásicos junto con otros, y asimismo un conjunto complejo de índices. Hasta ahora se han impreso todos los libros (la obra está dividida en 14 partes según temas. Cada una es llamada “libro”) excepto el libro del Amor (Ahava).
La edición del Rabino Iosef Kapaj. Edición basada fundamentalmente en manuscritos yemenitas a la que le fue agregada un resumen de los esclarecimientos de los comentaristas de Maimónides en el transcurso de las generaciones.
La edición “Mano Simple” (Yad Pshuta) del Rabino Nahum Eliezer Rabinovich. Edición basada en varios manuscritos (que cambian de tomo en tomo según su exactitud) con un agregado de comentarios originales. Hasta hoy se ha impreso aproximadamente la mitad de la obra.
La edición “El Código de Maimónides Exacto” del Rabino Itzjak Shilat. Edición sin comentarios en la cual se encuentran las versiones más conocidas contrapuestas y revisadas. Hasta el momento se editaron cuatro tomos. El plan original es editar dos tomos por año.
La edición que presenta las versiones basadas en manuscritos sin ningún comentario, con numerosos índices y en un único tomo (1000 páginas), fue editada por “Yeshivat Or VeYeshua” Mishne Tora en un solo tomo con 8 índices. La edición presenta la versión exacta y revisada del texto basada en la edición del Rabino Iosef Kapaj e incluye las diferencias de versiones más importantes respecto de las ediciones más renombradas.
En el marco del “Proyecto Mishne Tora (El Código de Maimónides)” de la Yeshivat Or VeYeshua, está planeada la edición de una versión de bolsillo, comentada según distintas obras de Maimónides. Hasta el momento fue editado el Libro del Conocimiento.

Guía de perplejos
Artículo principal: Guía de perplejos.
En Guía de perplejos se encuentra todo su pensamiento filosófico. Las ideas que muy probablemente influenciaron a Alfonso de la Torre en la Visión deleitable son:
Maimónides distingue tres grupos de seres creados:
los minerales, las plantas y los seres vivos (incluyendo al hombre), compuestos de materia y forma perecederas.
Las esferas y las estrellas, en las cuales la forma es permanente.
Los seres dotados de forma, pero sin materia, como son los ángeles.
Admite la creación como un acto conforme a la esencia divina, el cual abarca todos los seres, no tiene otro fin que a sí mismo y por lo tanto su duración es ilimitada.
Prueba la existencia de Dios a partir de argumentos aristotélicos, y afirma su unidad e incorporeidad.
El alma es una en esencia, pero tiene cinco facultades: la fuerza vital, los sentidos, la imaginación, el apetito (pasiones y voluntad) y la razón (libertad y entendimiento).
El entendimiento es la facultad que caracteriza al hombre, pero las demás le son comunes con la mayor parte de los animales. Éste puede ser pasivo (entendimiento material que sufre la acción de la vida orgánica, es inseparable del cuerpo e individual) o activo (adquirido o comunicado, separado del cuerpo).
Habla del estado profético, constituido por una iluminación superior a lo que cada uno puede aspirar que produce el máximum de ciencia y dicha, entendiendo la profecía como una emanación de Dios que se extiende por medio del intelecto a la facultad racional y después sobre la facultad imaginativa.
El hombre es libre y la libertad es una función de la inteligencia, y este intelecto, como forma del alma humana, es inmortal porque no necesita del alma para sus operaciones, sino que entiende separado absolutamente del cuerpo.
La resurrección de los cuerpos se debe a la fe pero la razón no la puede demostrar aunque tampoco negar y la admite como un milagro compatible con la creación.
El entendimiento constituye el verdadero fondo de nuestro ser, la parte inmortal del hombre y por eso el hombre debe encaminar todos sus actos a obtener la perfección suprema de esta facultad mediante el conocimiento de Dios; conocer y amar a Dios es el fin último de la vida.
El hombre es libre y esta libertad, actuando como tal, puede por sus solas fuerzas realizar el bien desinteresadamente.

Wipedia.....

jueves, 7 de noviembre de 2013

Muhammad II " El Califa insensato "


Muhammad II al-Mahdi, cuarto Califa de al-Andalus y bisnieto del primer Califa Omeya Abderraman III.
Su breve reinado, ocupado por dos cortos espacio de tiempo, apenas unos meses, estuvo marcado por terribles enfrentamientos entre árabes, beréberes y eslavos.
Fue él quien, al mando de una gran ejército, puso fin a la dictadura impuesta por Abd al-Rahman Sanchuelo, hijo de Almanzor y último representante de la dinastía amirí.

Cuando mataron a su padre, Hisham ben Abd al-Chabbar, máximo líder de una revuelta cuyo propósito era poner fin a la dictadura de los amiríes y deponer al títere Hisham II, Muhammad se convirtió en el pretendiente oficioso para el trono califal que proponían los Omeyas descontentos.
Dos años más tarde, Abd al-Malik, murió envenenado, parece ser a manos de su ambicioso hermanastro Abd al-Rahman Sanchuelo, que le sustituyó en el poder absoluto de al-Andalus.

El libertinaje, el desorden y la dejadez en los asuntos de Estado en el que cayó el califato bajo la autoridad de Sanchuelo fue de tal calibre que alarmó e irritó sobremanera a los cordobeses.
Al saberse que Sanchuelo abrigaba intenciones de ser nombrado sucesor al trono por el propio Hisham II, los diferentes pretendientes Omeyas cerraron filas entre sí y se prestaron a reclamar sus derechos al trono, apoyados por la resentida madre de Abd al-Malik, llamada al-Dhalfa, que acusaba directamente a Sanchuelo de la muerte de su hijo.

Las circunstancias se mostraron favorables a los intereses de los sublevados, ya que cuando Muhammad se disponía a emprender una marcha contra Córdoba para derrocar al amirí, éste se hallaba haciendo la guerra contra los reinos cristianos del norte.
Así pues, Muhammad se hizo dueño de Córdoba y del Alcázar sin problema alguno...
Obligó al títere Califa a que renunciara al trono en su favor, a lo que éste no opuso resistencia alguna y, seguidamente, se autoproclamó al-Mahdí bi-llah ( El bien guiado por Alá)
A continuación, permitió a sus tropas, compuestas de la gente más vulgar que pudo encontrar, someter a Al-Zahira (La residencia de Almanzor) a un terrible saqueo que la dejó prácticamente diezmada... Y cuentan, que cuando ya no quedaba nada que llevarse, Muhammad "ordenó" demoler completamente la ciudad en el menor plazo posible.

Enterado de los sucesos, Sanchuelo regresó precipitadamente a Córdoba con intenciones de recuperar el poder pero, antes de llegar a Córdoba, fue sorprendido por las tropas del nuevo califa, que le estaban esperando... Y la cabeza de Sanchuelo fue cortada, expuesta y paseada en un pica por toda la capital.
Sólo a partir de ese momento, Muhammad II comenzó a ser considerado como el nuevo califa de al-Andalus, y como tal, a recibir las correspondientes adhesiones y juramentos de fidelidad de los gobernadores de las marcas y provincias del califato, entre ellos el del poderoso esclavo Wadih, comandante que fué de Almanzor.

Pero, a pesar de la gran oportunidad que tuvo para hacerse querer y consolidar su autoridad en el trono, el nuevo califa demostró ser tan imprudente o más que el propio Sanchuelo.
Se rodeó de una corte de visires incapaces y sin preparación alguna, escogidos todos ellos de entre el populacho más ruin y de sus amigotes de fiestas y francachelas, y empezó a vivir con un lujo desordenado...
A todo esto, mantenía oculto al destronado califa Hisham II, fuertemente vigilado y privado de todos los placeres de los que tenía costumbre, sin tener valor para asesinarle, ante las posibles represalias que pudiera suscitar el regicidio.
Muhammad II anunció la muerte de Hisham II mostrando el cadáver de un judío que se parecía mucho al Omeya, al que enterró con todos los honores...
La treta levantó inmediatamente las sospechas de algunos familiares Omeyas, por lo que Muhammad se vio obligado a encarcelar a algunos de sus propios parientes para cortar de raíz todo tipo de murmuraciones o sospechas.

Uno de esos parientes encarcelados, Sulayman, también bisnieto del gran Abd al-Rahman III, aprovechó la rebelión de los beréberes contra Muhammad II para que éstos le nombraran pretendiente al trono califal.
A tal propósito, los beréberes no dudaron en firmar un tratado de alianza con el conde castellano Sancho García, ambos ejércitos vencieron a las tropas de Muhammad II en la batalla de Alcolea.
Muhammad II no pudo evitar la entrada triunfal de Sulayman en Córdoba, pero intentó un último recurso sacando a la luz al cautivo Hisham II, al que la gran mayoría suponía ya muerto. En vista de que su estratagema no había tenido éxito, Muhammad II huyó precipitadamente a Toledo, donde aún mantenía fuertes alianzas y fidelidades...
Sulayman se autonombró nuevo califa con el título de al-Mustain bi-llah (El que busca el auxilio de Alá).
En su provisional destierro toledano, Muhammad II consiguió levantar un ejército de unos cuarenta mil hombres, en su mayoría eslavos adeptos al general Wadih; además, contó con la colaboración de importantes contingentes catalanes al mando de los condes Ramón Borrell III de Barcelona y Armengol de Urgel.
Con una tropa tan impresionante, Muhammad II tuvo pocos problemas para derrotar a Sulayman en una cruenta batalla, contienda que le permitió adueñarse, por segunda vez, del trono califal.
Pero, al mes siguiente, Muhammad II se vio obligado a contestar a los ataques del derrocado Sulayman en la serranía de Ronda, campaña que se saldó con el fracaso absoluto del califa, donde perdió la mayor parte de sus mejores hombres.

De regreso a Córdoba para reorganizar a sus maltrechas tropas, los catalanes se negaron a prestar de nuevo su apoyo militar a Muhammad II, quien no tuvo más remedio que resignarse a su suerte y esperar en Córdoba a que las tropas de Sulayman aprestasen el golpe final.
Durante la espera, Muhammad II manifestó su disoluto carácter, pues fue incapaza de organizar la ciudad para afrontar convenientemente los ataques del rebelde, por lo que el general Wadih, harto de un hombre tan falto de inteligencia como sobrado de vicios, resolvió asesinarle y reponer en el trono al títere Hisham II.
Así que Muhammad II fue ajusticiado por uno de los oficiales de Wadih en presencia del no menos inepto Hisham II.

sábado, 2 de noviembre de 2013

El Fin de Sanchuelo.

   Los omeyas, que se habían visto relegados del trono, encontraron un aliado singular: la madre del difunto Abd al-Malik al-Muzaffar, llamada al-Dhalfa. Sospechaba la mujer que su hijo había sido envenenado a instancias de Sanchuelo y deseosa de vengar su muerte se alió con los descendientes de al-Nasir, prometiéndoles ayuda material, pues era inmensamente rica, si emprendian alguna acción contra el hijo pequeño de Almanzor. Eligieron para el golpe de Estado a un descendiente omeya, bisnieto de Abd al-Rahman III, Muhammad ben Hisham ben Abd al-Chabbar. A pesar de la nobleza de su linaje, Muhammad tenía un aire plebeyo y se encontraba a sus anchas entre el populacho más bajo de la ciudad de Córdoba. Tal vez por eso le eligieron para dar ese golpe de mano. Con el dinero de al-Dhalfa, se dedicó a comprar voluntades con lo que el número de sus adeptos se multiplicó. Sólo se esperaba que Sanchuelo llegase al confín más alejado, dentro de la Península, para proceder a desencadenar la revuelta.
   El regente había dejado al-Zahira a cargo de tres personas de toda su confianza: el visir, el secretario de Estado y el prefecto de su residencia. Pero lo primero que hizo Muhammad ben Hisham fue atacar el Alcázar, donde se encontraba el califa. El 15 de febrero de 1009, los correos trajeron noticias de que Sanchuelo entraba en territorio enemigo, lo que fue aprovechado por los conjurados para rodear el palacio califal. Las cárceles se abrieron y todos los condenados se unieron al movimiento de los sublevados.
   Hisham II comprendió que estaba en peligro y mandó cerrar las puertas del Alcázar, mientras se exhibía desde una terraza. Pensaba que su presencia, entre ejemplares del Corán, impondría respeto y cordura, pero fue acogido entre burlas. Se retiró a su oratorio privado, dando órdenes de que no se disparase sobre los amotinados. El jefe de la rebelión, por su parte, ordenó que el Alcázar se tomase lo antes posible. Con escalas sujetas a los muros, las masas fueron entrando en el palacio por los tejados, sin que nada contuviese su avance. Los asaltantes se hicieron con los depósitos de armas y comenzaron el saqueo. El califa, sintiéndose perdido, envió un mensaje a Muhammad por el que se comprometía a quitar el poder a los amiríes, devolverlo a los omeyas y designarle heredero. Muhammad, dueño de la situación, le hizo llegar a Hisham otro mensaje, en el que él imponía sus condiciones al califa, que no tuvo más remedio que aceptar. El Alcázar quedó abierto y Muhammad se instaló en el salón del trono, donde pasó la noche dictando consignas a sus ardientes partidarios.
   Estas noticias llegaron a al-Zahira, que se puso en sobre alerta para defender la residencia amirí. Los primeros revoltosos fueron rechazados por una salida de la guarnición, pero como anochecía, las hostilidades quedaron suspendidas hasta el día siguiente.
   Las primeras medidas que tomó Muhammad fueron muy acertadas. Hizo que la multitud abandonara el Alcázar y que se protegiese la entrada del harén. Envió un eunuco a Hisham, que continuaba refugiado en su oratorio privado, para invitarle a que abdicara en su favor. El califa lo aceptó y, esa misma noche, fueron convocados todos los altos dignatarios y todos los alfaquíes para que jurasen al nuevo soberano. Dos notarios recogieron la renuncia de Hisham II y se invistió a Muhammad con arreglo a la tradición, con el mismo ceremonial con el que se designaba a los califas. El nuevo califa adopto el sobrenombre de al-Madhí bi-allah, " el bien dirigido por Dios ".
   Al día siguiente Muhammad dio la oportunidad a toda la plebe de incorporarse al ejército, en gratitud por haberle ayudado a acceder al trono con tanta facilidad, en calidad de milicianos remunerados. Pero no eran más que soldados ruines, sedientos de botín y, enviados a saquear al-Zahira, no dejaron piedra sobre piedra. La residencia se entregó a cambio de que sus habitantes pudieran salvar la vida. No se respetaron ni los gineceos de Almanzor y sus hijos. A las mujeres que allí estaban y que eran de condición libre, se las dejó marchar, mientras que las que eran esclavas, pasaron a poder del nuevo califa. Al-Dhalfa fue tratada con todo respeto, pero ella, por si acaso, ya había puesto su fortuna a buen recaudo, en Córdoba.
   Al-Zahira cuando ya había sido despojada de todo, hasta de las vigas de madera, puertas o tazas de mármol, quedó reducida a escombros, de tal manera, que el tiempo se ha encargado de borrar de manera total, sin que nunca se haya encontrado el más mínimo vestigio de ella.
   ¿ Cuál iba a ser la reacción de Sanchuelo ?
Además de estar bien vivo, contaba con las fuerzas del ejército regular, con el que podría defenderse. Era de suponer que volviese, a uña a caballo, a recuperar su puesto y que la ciudad se aprestase a la defensa.  Para contar con las adhesiones de los más reticentes, Muhammad abolió varios impuestos y reforzó la medida, con que, desde el minarete de la mezquita, se lanzasen maldiciones contre el usurpador amirí.
   Estas noticias le llegaron a Sanchuelo estando en Toledo y en lugar de correr hacia Córdoba perdió el tiempo en recibir el juramento personal de todos los soldados que le acompañaban. Empezaron las deserciones. El jefe zeneta dijo que no se podía combatir a los cordobeses sin atraer la desgracia sobre sus familias que se habllaban en la ciudad. Muchos consideraban que Sanchuelo era demasiado mal musulmán para que le debieran lealtad... Se encontraba cada vez más desamparado. Desde Calatraba, tomó el camino a Córdoba y el 28 de febrero de 1009 llegó a dos jornadas de la capital. Hicieron noche y desertaron todos los beréberes. Sólo podía contar con el gobernador de Medinaceli, Wadith, pero no se sabe por qué no recurrió a él.
   Un conde cristiano, de la familia de los Beni Gómez de Carrión, que le acompañaba, le aconsejó volver a Medinaceli, pero Sanchuelo quería llegar a Córdoba. Es sorprendente que este conde cristiano no quisiera abandonarlo, cuando se veía que su aventura no podía tener buen final.
   En una nueva jornada llegó hasta Guadalmellato, donde murió su hermano, y en una quinta de placer que allí había, instaló a las sesenta mujeres de su harén que le acompañaban en la campaña. Él fue a pedir hospitalidad a los monjes del vecino convento mozárabe. Al día siguiente, el 3 de marzo, llegaron tropas enviadas por Muhammad con orden de apresarlo. Detuvieron a Sanchuelo, con un puñal que llevaba escondido, intentó quitarse la vida sin conseguirlo, y fue muerto al instante, al igual que el conde cristiano, que no pronunció una sola palabra. Sus cuerpos fueron expuestos en Córdoba, donde el populacho se cebó con ellos.