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domingo, 24 de noviembre de 2013

La Fitna de al-Ándalus

La Fitna de al-Ándalus (1009–1031) fue el período de inestabilidad y guerra civil que supuso el colapso del Califato de Córdoba y la aparición de los primeros reinos de taifas.
Comenzó en 1009 con la Revolución cordobesa, un golpe de Estado que supuso el asesinato de Abderramán Sanchuelo, hijo de Almanzor, la deposición del califa Hisham II y el ascenso al poder de Muhammad ibn Hisham ibn Abd al-Yabbar, bisnieto de Abderramán III. Dividido todo el territorio andalusí en una serie de reinos taifas, se considera que la fitna llegó a su fin con la abolición definitiva del Califato en 1031, aunque varios reyezuelos siguieran proclamándose califas. En el trasfondo de los problemas políticos se hallaban las purgas realizadas por Almanzor en el seno de la dinastía Omeya cordobesa, y la agobiante presión fiscal necesaria para financiar el coste de los esfuerzos bélicos amiríes.
A lo largo del conflicto, los diversos contendientes llamaron en su ayuda a los reinos cristianos. Córdoba y sus arrabales fueron saqueados repetidas veces, y sus monumentos, entre ellos el Alcázar y Medina Azahara, destruidos. La capital llegó a trasladarse temporalmente a Málaga. En poco más de veinte años se sucedieron 10 califas distintos (entre ellos Hisham II restaurado), pertenecientes tres de ellos a una dinastía distinta de la Omeya, la hammudí.
Las causas
Hasta la muerte de Al-Hakam II, en 976, el Califato de Córdoba, conformaba un Estado poderoso, respetado y temido por los reinos cristianos. A su muerte, su hijo Hisham II era todavía un niño, por lo que el visir Al-Mansûr (Almanzor) maniobró para hacerse con el poder, usurpándolo a los Omeyas y haciendo del Califa un simple títere. La fuerza del Califato residía en la unidad de las diferentes etnias islámicas, tras las terribles guerras civiles que habían desangrado el Emirato. Para asegurar y conservar su poder, Almanzor favoreció a los berebereses en detrimento del resto, situación que transmitió a su hijo Abd al-Malik al-Muzaffar. Sin embargo, ante la percepción del debilitamiento del poder amirí, el gobierno de éste último fue sacudido por numerosos complós. Abd al-Malik murió en 1008, dejando el poder a su hermano Abd al-Rahman Sanjul, o Abderramán Sanchuelo. Éste último persuadiría al califa Hisham II para que le designara heredero legítimo del Califato, lo que colmó el vaso y provocó un golpe de Estado por parte de los últimos miembros supervivientes de la dinastía Omeya.
La guerra civil
Aprovechando la ausencia de Sanchuelo, quien había partido a combatir al rey Alfonso V de León, el omeya Muhammad II al-Mahdi destronó a su primo el califa Hisham II (1009). Sanchuelo volvió a toda prisa Córdoba, pero la moral de su ejército se encontraba por los suelos, por lo que la mayor parte de los soldados desertaron. Sanchuelo cayó prisionero y fue ejecutado.
Debido a este episodio, el poder e influencia de Muhammad se erosionó con rapidez, dando lugar a la creación de un nuevo bloque opositor alrededor de la figura de otro omeya, Sulaiman al-Mustain. Apoyado por los bereberes, logró apresar a Muhammad y convertirse en califa (1009).
Estas luchas incitaron a los Banu Hamud, una poderosa familia de Málaga y Algeciras, a autoproclamarse califas y marchar sobre Córdoba, donde destronaron a Sulaiman. SIn embargo, apenas lograron mantenerse en el poder unos pocos años (1023).
Un nuevo omeya, Abderramán V, se convirtió entonces en califa (1023), pero el descontento generado al establecer un nuevo impuesto para llenar las vacías arcas del Estado provocó una nueva revolución y su caída, ya que la medida pesó fuertemente sobre la población. Otros tres califas, dos omeyas y uno hammudí se sucedieron hasta 1031, fecha en que las élites de Córdoba abolieron el califato y establecieron un república independiente. Sin embargo, varios de los nuevos reyes de taifas siguieron proclamándose califas.
Consecuencias
El movimiento, iniciado por los Banu Hamud con la proclamación de los reinos de Málaga y Algeciras, se generalizará durante este período y conducirá a la fragmentación del califato y a los primeros reinos de taifas. Este no será un periodo pacífico, ya que los distintos reinos de taifas combatirán entre sí. No será hasta el año 1085, tras la Reconquista de algunos de estos taifas por los cristianos, que los almorávides llegarán a España para reunificar al-Ándalus.

Los Hammudies o Banu Hamud (en árabe: بنو حمود) constituyen una dinastía de etnia bereber fundada por Alí ben Hamud al-Nasir, y cuyos ancestros se encuentran en los idrisíes al descender del fundador de estos, Idrís I.
Originarios de Marruecos, se asentaron en Al-Ándalus en los años finales del siglo X y se hicieron con el Califato de Córdoba en 1016 cuando Alí ben Hamud al-Nasir hizo decapitar al califa omeya Sulaiman al-Mustain.
Esta dinastía proporcionó, además de Alí ben Hamud al-Nasir, otros dos califas cordobeses: Al-Qasim al-Mamun y Yahya al-Muhtal; y, tras la desintegración del califato cordobés, varios reyes en las taifas de Málaga y Algeciras.
Se mantuvieron en el poder hasta mediados del siglo XI cuando en 1055 la taifa de Algeciras fue conquistada por la taifa de Sevilla, y en 1057 la taifa de Málaga pasó a ser dominada por la Dinastia Zirí.

Gobernantes hammudíes:

Califas de Córdoba

Alí ben Hamud al-Nasir
Al-Qasim al-Mamun
Yahya al-Muhtal

Reyes taifas de Málaga

Yahya al-Muhtal
Idris I al-Muta'ayyad
Yahya II al-Qa'im
Hasan al-Mustansir
Idris II al-Alí
Muhammad I al-Mahdi
Idris III al Sami
Muhammad II al-Musta'li
Yahya III al-Mahdi