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miércoles, 30 de mayo de 2012

LA POBLACION DE LA ESPAÑA MUSULMANA.



Al-Andalus, aunque era una provincia que formaba parte del califato Omeya de Damasco, sus gobernadores dependían, de forma directa, del gobernador de Ifrikiya, Túnez, posiblemente por una razón de proximidad, pues es fácil de imaginar el tiempo y el esfuerzo que suponían los viajes en aquella época. Entre 716 y 756 parece que unos 20 nombres ocuparon el cargo de gobernadores de Al-Andalus, algunos de manera provisional y otros repitiendo el cargo. A mediados del S. VIII,  Abderramán I se independizó en el terreno político y militar , siendo éste el Emir regente, aunque siguió reconociendo en lo religioso la jefatura del califa. Con Abderramán III se independizó su estado en lo religioso proclamando el Califato de Córdoba.

La mayor parte de la población de Al-Andalus vivía en el medio rural, las ciudades tuvieron una gran importancia, algo que contrastaba fuertemente con el panorama de la España cristiana durante los siglos VIII al XI.

Las ciudades andalusíes se desarrollaron en su gran mayoría a partir de las existentes en los tiempos romano-visigodos. Pero los musulmanes también crearon ciudades nuevas, como Almería, Madrid o Calatayud. Córdoba, que en la época califal, llegó a contar con más de 100.000 habitantes, cantidad muy considerable en aquella época.

En la cúspide de la sociedad andalusí estaba la aristocracia (jassa), en su mayor parte integrados por familias de origen árabe, aunque también figuraban en ella algunos linajes de ascendencia visigoda. Este grupo social poseía grandes dominios territoriales y la ocupaba los altos puestos en la administración. En el otro extremo de la sociedad se hallaban las clases populares (amma), formadas por artesanos modestos y labriegos.

También existió lo que podríamos denominar una clase media, formada esencialmente por los mercaderes. En Al-Andalus había esclavos procedentes de Europa oriental y del centro de Africa. Hay que destacar, por último, la evidente situación de inferioridad que padecían las mujeres con respecto a los hombres.

 El islam sólo reconoce una clase social, la umma o comunidad de creyentes. En la umma, teóricamente, todos los creyentes son iguales, y tienen las mismas obligaciones y derechos. Pero los juristas islámicos hacen una distinción entre libres y esclavos. En las zonas conquistadas por el islam, donde existía una población con un libro revelado (cristianos y judíos), y se sometían mediante un pacto, estos no formaban parte de la umma. Aunque quedaban protegidos, pertenecían a una sociedad que jurídicamente no existía, sin embargo, tendrían sus jueces y conservarían sus ritos. La sociedad andalusí fue muy compleja. Por un lado estaban los hispanovisigodos, ya mezclados con los hispanorromanos, los judíos, los árabes y bereberes, los conversos y, por último, las minorías de esclavos y marginados.




La sociedad islámica, como la cristiana, fue básicamente estamental, de tipo feudal. En la cúspide de la sociedad estaba el malik, el califa o el emir, un descendiente del Profeta que estaba por encima de los demás mortales, pero que gobernaba los asuntos terrenales. Era, al mismo tiempo, jefe espiritual y temporal. El califa, es el único con poder para interpretar las leyes establecidas en el Corán.

El segundo escalón lo constituía la aristocracia funcionarial. En realidad no existía una nobleza como la cristiana, sino que los aristócratas eran la familia real, árabes y los que tenían cargos de importancia concedidos por el califa, el cual los dotaba con rentas y tierras.

En el tercer escalón estaban los notables, ricos y poderosos, letrados, comerciantes, artesanos, etc. En su mayoría fueron bereberes.

Por debajo estaba la masa, o pueblo, que era la categoría inferior de los miembros libres de la sociedad islámica. Encuadrados en el pueblo estaban desde los campesinos más pobres, no mejor considerados que los mozárabes pobres, hasta los artesanos con posibles de las ciudades.

Por su parte los mozárabes tenían su propia jerarquía social interna, muy parecida a la de los reinos cristianos, no completa, porque estaba descabezada. Los nobles cristianos estaban socialmente mejor considerados que la masa islámica. Los judíos también tenían su jerarquía interna, encabezada por los rabinos. Ambas sociedades estaban sometidas al poder califal, e incluso a algún noble árabe.





Mudéjares y moriscos
.

Si los mozárabes fueros los cristianos que vivieron bajo dominio musulmán, los mudéjares serán los árabes que vivan bajo dominio cristiano. Los mudéjares aparecieron en España tras laconquista de Toledo, en el 1085, aunque se documentan ya en el reino de León. La población mudéjar fue en aumento según iba avanzando la Reconquista. Fueron una población minoritaria y discriminada a la que se les exigía impuestos y se repartían sus tierras entre los nuevos colonos cristianos, pero conservaron sus leyes, jueces y costumbres. Para evitar esta discriminación muchos mudéjares se bautizaron, convirtiéndose en moriscos, pero no evitaron la discriminación contra los cristianos nuevos. A partir de 1492 se llaman moriscos a todos los musulmanes y descendientes de musulmanes.

Los moriscos continúan con sus tradiciones, o son sospechosos de continuar con ellas. Contra ellos se realizan pogromos, como contra los judíos, aunque no con tanta frecuencia. Si los judíos son expulsados en 1492, los moriscos no se verán obligados a convertirse hasta 1502, y no serán expulsados hasta 1609.

Los moriscos se levantaran en numerosas ocasiones como: en 1270 en Andalucía, en 1499 en Albaicín, o en 1502 en las Alpujarras.
     Frecuentemente fueron utilizados para explotar el territorio ante la falta de colonos cristianos.

Los mozárabes .
Se llamaron mozárabes a los hispanorromanos e hispanovisigodos cristianos que vivieron bajo la dominación árabe. Los mozárabes conservaron sus riquezas, sus instituciones, su nobleza y su Iglesia. Mantuvieron vigentes sus ritos y sus edificios de culto, aunque no pudieron construir otros nuevos, ni arreglarlos, lo que implicó un progresivo deterioro de las iglesias.

Aunque se conservaron los ritos, estos sólo se podían celebrar en el interior de las iglesias. El rito más común fue el gótico-isidoriano, o rito mozárabe, que se extendió por toda la península, incluso en los reinos cristianos, hasta que Alfonso VI impuso la liturgia latina.

Los mozárabes eran un porcentaje elevado de la población, tanto en el campo como en la ciudad, sobre todo durante la época omeya. Luego la población fue disminuyendo, fueron perseguidos y expulsados. Los mozárabes debían pagar tributo a un conde cristiano, el cual pagaba sus impuestos a la jerarquía musulmana. En el campo los mozárabes eran dueños de minifundios de subsistencia, en condiciones similares a la de los pequeños propietarios musulmanes. En las ciudades eran artesanos, burgueses o pertenecían a la nobleza o al clero. En las ciudades no viven, necesariamente, en guetos ni en barrios apartados.

Los mozárabes utilizaban la lengua latín romance, entre ellos, y el árabe con los musulmanes, era una sociedad bilingüe.

La resistencia mozárabe a los musulmanes fue, fundamentalmente, pasiva. Nunca estuvieron aislados de los cristianos del norte, existieron múltiples contactos, e influyeron ideológicamente en la marcha de la Reconquista. Cuando la presión sobre ellos se hizo más fuerte optaron por la emigración. La represión más violenta contra ellos tuvo lugar hacia el 1099, con la supremacía almorávide. Después de esto los mozárabes prácticamente desaparecieron de al-Ándalus, ya que huyeron al norte o fueron deportados la Magreb.

Los judíos.
Los judíos fueron una minoría muy influyente en el al-Ándalus, aunque se ignora su número. Su papel social es notablemente destacado. Suelen ser ricos y cultos. Vivieron fundamentalmente en las ciudades, los agricultores judíos debieron ser muy pocos. En las ciudades fueron artesanos y burgueses, y tuvieron las mismas condiciones sociales que los mozárabes. Sin embargo, ladiscriminación contra ellos debió ser mayor, a pesar de que su grado de islamización fue más profundo. Usaban cotidianamente el árabe para hablar; el hebreo sólo lo empleaban en la liturgia.

A diferencia de los mozárabes vivieron en barrios apartados: en las juderías. También sufrieron presiones para que se convirtieran o huyeran. Esta represión ya comenzó en la época omeya pero fueron, también, los almorávides los que terminaron con su presencia en al-Ándalus.

Los árabes.     
Los árabes fueron la minoría dominante en el al-Ándalus. Fueron los que ocuparon la cúspide de la sociedad andalusí. Los primeros árabes que llegaron a España, los conquistadores y sus descendientes, se diferenciaron de los demás llamándose baladíes.

Los árabes se asentaron, fundamentalmente, en las ciudades. La segunda oleada de árabes llegó con los Omeyas, fueron los sirios, que desplazaron, en buena medida, a los baladíes. Estos se instalaron, sobre todo, en las ciudades del sur.

Ocuparon los rangos y puestos de privilegio durante todo el periodo, incluso en los reinos de taifas. Acapararon las magistraturas, el monopolio de los negocios y los latifundios absentistas. Pero también se adaptaron al país: hablaban árabe y latín romance.

Los bereberes.     
Los bereberes fueron la mayoría musulmana de los conquistadores, aunque también eran minoría. Una vez consolidada la conquista trajeron a sus mujeres, y a parte de su tribu del norte de África, para formar clanes.

Los bereberes se instalaron en las serranías peninsulares. Fueron, principalmente, población rural. Se sentirían explotados, como los demás campesinos, y desplazados de los beneficios de la conquista por los árabes, y durante todo el periodo intentarían asaltar el poder por la fuerza. Algunos de ellos lo conseguirán, cuando se hagan dueños de los reinos de taifas.

La población bereber crece rápidamente. Constituyen el grueso del ejército omeya profesional.

Los muladíes.     
Los muladíes son la mayoría de la población andalusí. Son los conversos cristianos al islam y sus descendientes. Algunos de ellos fueron nobles visigodos que consiguieron medrar en la sociedad andalusí; como los Banú Qasí de Zaragoza.

En su mayoría son campesinos y siervos de la gleba que fueron sometidos a servidumbre a pesar de ser parte de la umma. Pertenecieron a todas las clases sociales y a todos los oficios, y vivieron tanto en el campo como en la ciudad.

Los eslavos.     
Los eslavos fueron la población blanca y rubia de las fronteras septentrionales del Imperio. Eran cautivos de las expediciones piratas y las aceifas del norte. Su consideración social era muy alta, tanto en su condición de esclavos como en la de libertos. Durante la época omeya sólo estuvieron en Córdoba, pero al hundirse el califato se aliaron con los amiríes y se hicieron dueños de algunas taifas, como las de Valencia o Denia, y se islamizaron.

Las mujeres cautivas, si daban a luz a un hijo varón, pasaban a ser libres, e incluso se convertían en princesas si el hijo era del emir o del califa.
Los esclavos Los esclavos, aparte de los cautivos, eran los negros y los renegados o elches. Eran el grupo más bajo de la condición social. Es utilizaron como mano de obra barata, bastaba con su manutención. Nunca actuaron como un grupo social diferenciado.


Fuentes:
Libros de historia  de Formación humanística e historia de España.
Página de Internet .http://www.pastranec.net/historia/.



lunes, 28 de mayo de 2012

Romance de la entrada de D. Rodrigo en Toledo.



Don Rodrigo rey de España por la su corona honrar
Un torneo en Toledo ha mandado pregonar;
Sesenta mil caballeros en él se han ido a juntar.
Bastecido el gran torneo, queriéndole començar
vino gente de Toledo para avelle de suplicar
que a la antigua casa de Hércules quisiese un candado echar,
como sus antepasados lo solían acostumbrar.
El rey no puso el candado, más todos los fue a quebrar,
Pensando qué gran tesoro Hércules devía dexar.
Entrando dentro en la casa no fuera otro hallar
Sino letras que dezían: «Rey ha sido por tu mal
Que el rey que esta casa abra a España tiene quemar».

Un cofre de gran riqueza hallaron dentro el pilar;
Dentro dél nuevas banderas con figuras de espantar,
Aláraves de cavallo sin poderse menear,
Con espadas a los cuellos, vallestas de bien echar.
Don Rodrigo pavoroso no curó de más mirar;
Vino una águila del cielo la casa fuera a quemar.
Luego envía mucha gente para Africa conquistar;
Veinte y cinco mil caballeros dio al conde don Julián,
Y passándolos el conde corría fortuna en el mar:
Perdió dozientos navíos, cien galeras de remar
Y toda la gente suya, sino cuatro mil no más.
 
Este primer romance es una concisa enunciación de la subida al trono de don Rogrigo como rey de España. Se recoge en él la costumbre tradicional que todo rey debía cumplimentar al subir al trono; acceder al palacio de Toledo y colocar en sus puertas un candado que se añade a los de los monarcas precedentes. Sin embargo, Don Rodrigo no cumple el mandato tradicional y se ve inmerso en un ominoso presagio de funestas derrotas venideras que sufrirá como castigo.

jueves, 24 de mayo de 2012

Pacto ( Amán ) entre musulmanes y Cristianos.



Amán entre Abd al-Aziz y Teodomiro , el señor visigodo de Murcia.

Los conquistadores musulmanes establecieron diversos pactos con los hispanogodos. Un ejemplo de dichos pactos constituye este pacto - según el HIMYARI- en abril del año 713.

En el nombre de Alá, el Clemente y el Misericordioso.

Escritura dirigida por Abd al-Aziz ibn Musa ibn Nusair a Tudmir ibn Abdus.

Este último obtiene la paz y recibe la seguridad, bajo la garantía de Alá y la de su Profesta , de que nada se cambiará en su situación, ni en la de los suyos, que su derecho de soberanía no le será discutido; que sus súbditos no serán muertos, ni reducidos a cautiverio, ni separados de sus hijos y mujeres, que no serán inquietados en la práctica de su religión; que sus iglesias no serán incendiadas ni despojadas de los objetos de culto que se encuentren en ellas ;y esto mientras tanto él satisfaga las cargas que le imponemos.

La paz se le concede mediante la entrega de las siete ciudades siguientes: Orihuela, Baltana, Alicante, Mula, Villena, Lorca y Ello.

Por otra parte, no deberá dar asilo a nadie que haya de entre nosotros o que sea nuestro enemigo, ni dañará a quien haya recibido el beneficio de nuestro amán, ni guardará secretos los informes referentes al enemigo que lleguen a su conocimiento. Él y sus súbditos deberán pagar cada año un tributo personal, que comprenderá un dinar y en especies cuatro almudes de trigo y cuatro de cebada, cuatro medidas (kits) de mosto, cuatro de vinagre, dos de miel y dos de aceite. Esta cuota será reducida a la mitad para los esclavos.

Escrito en Ragab del año 94 de la Hégira.

miércoles, 23 de mayo de 2012

LA LEYENDA DE EGILONA Y ABD AL-AZIZ.

Es veridico que el hijo de Musa, se casó con la viuda del infortunado rey Rodrigo y que ambos tuvieron un hijo.
Abd al Aziz tenía fama de ser caballeroso y generoso con los vecinos cristianos ,siendo tan esforzado como valiente en el campo de batalla. Se enamoró de una cristiana a la que conoció como cautiva al conquistar la ciudad de Mérida. Nada más verla, se quedó prendado de la belleza de sus ojos y de su cara de digna dama. Egilona o Ayela, como la llamaban las crónicas árabes, correspondió a los sentimientos del joven musulmán.

Al ser llamado Musa y Tariq a Damasco por las rencillas que tenían con respecto al poder del reino árabe, Abd al-Aziz quedó como gobernador de la España musulmana. Fue el momento que escogió para contraer matrimonio con Egilona y realizar su sueño de tenerla a su lado, asi le daría todo el amor que sentía por ella. Se casaron pensando en compartir su vida y sus sentimientos pues nunca tuvo otra esposa. Para demostrarle su amor, le permitió conservar su religion. Esto fue bien acogido entre la comunidad mozarabe ( cristianos que vivian en tierras moras ) que se sentian muy agraciados por tal matrimonio.
Abd al-Aziz , en la intimidad, la llamaba Umm al-Usam que significa " La señora de los hermosos collares " y tambien Zahra bint Isa, que quiere decir "Flor, hija de Jesús".

La popularidad del nuevo gobernador iba en aumento, lo que propició que enviase al califato de Damasco grandes cantidades de dinero y hermosas joyas . El califa era Sulayman y aceptaba cuanto le mandaban desde España, pero comenzó a pensar que la familia de Musa estaba volviéndose demasiado rica y poderosa . Un hermano del gobernador regía en Tanger y otro lo hacía en Kairuán.

Sulayman, lleno de envidia y colmado de celos, firmó una orden de ejecución para los tres hermanos. Los amigos de Abd al-Aziz en el ejército, quedaron consternados por la orden pero debían fidelidad al soberano que reinaba en la tierra en nombre de Alá y no podían rehusar de acatar las ordenes.
El gobernador de la España musulmana se encontraba fuera de Sevilla disfrutando del amor de su amada en una hacienda donde hizo construir una mezquita para cumplir sus deberes de buen musulman. Su vida transcurría entre la paz y el amor y sus oraciones hacia el supremo Alá.

Entre los verdugos de la ejecución existía inquietud y decidieron comenzar a difundir que el gobernador era un mal musulman y que había renegado del Islam por consejo de su esposa, la goda Ayela. Con estas acciones evitarían así la muerte de su amigo.
Las masas, propensas a los rumores, se aliaron al califa y eran de la opinión de la ejecución de Abd al-Aziz. Hecho que se oponía al pensamiento de sus amigos y que al fin al cabo todo estaba en contra de Abd al-Aziz. Todo estaba previsto para que fuese asesinado mientras rezara la oración islámica de la mañana. Los enviados del califa, que eran cinco, le clavaron sus lanzas para que nadie pudiera ser considerado asesino en solitario.
Otros relatos dicen que el populacho entró en la mezquita y les ahorró el trabajo.
Su cuerpo fue enterrado en la mezquita y su cabeza, cortada, y enviada a Damasco para que el califa comprovase que su orden había sido ejecutada.

Sulayman, que mantenía preso a Musa, le enseñó la cabeza de su hijo. Este maldijo a los asesinos suplicando que le cayera la peor de las maldiciones. Alá , que es justo y piadoso, cargó toda su ira sobre esta injusticia que se había cometido e hizo que el califa falleciese inmediatamente.
Egilona, la esposa del gobernador, lloró sobre la tumba de su amado y cuando el avance de los cristianos iba alcanzando tierras moras, buscó amparo en algún convento en el que seguir llorando las penas que le atormentaban por la ausencia de su valiente señor y todos los malos momentos de su vida.

HISTORIAS Y LEYENDAS.....

Los musulmanes en España. La leyenda de la Cava.




Según cuenta la leyenda, Don Julián, Conde de Ceuta, como muchos otros nobles, envía a su hija Florinda (la Cava) a la corte de Toledo para ser educada y también con la idea de que era un buen lugar para encontrar marido entre los hijos de otros nobles. Por aquella época, el rey visigodo Don Rodrigo padecía sarna y era Florinda la elegida para que le limpiara la sarna con un delicado alfiler de oro. Así se fue fijando el rey Don Rodrigo en ella, queriéndola poseer, pero no en matrimonio. Con el tiempo y guiado por la lascivia, forzó a la joven. Ella, tras la consumación del acto, envía a su padre una serie de regalos entre los que pone un huevo podrido. Don Julián, recibiéndolo, comprendió lo que había pasado. Fue a Toledo a reclamar a su hija, aunque para no levantar sospecha, dice que debía llevarse a Florinda con él, ya que su mujer estaba terriblemente enferma y sólo la visión de su hija podía hacer que recobrase algo la salud. Don Rodrigo no desconfía y entrega la chica a su padre. Don Julián regresa a Ceuta y más ofendido que nunca entabla conversaciones con Musa ibn Nusair, para desembarcar en la Península Ibérica. Lo que no esperaba nadie es que los musulmanes tuvieran planeado quedarse allí. De hecho, con anterioridad se había hecho, por ejemplo Atanagildo llamando a los bizantinos o Sisenando, llamado a los francos, para que apoyaran a un noble u otro en las luchas intestinas de los visigodos.

Lo que si parece cierto, aparte de esta leyenda, es que los musulmanes contaron con la ayuda, tanto de don Julián como de otros adversarios de Rodrigo, entre los que estaban los despechados hijos de Witiza, que hicieron cuanto pudieron por despertar el interés de los árabes por aquellas tierras situadas más allá del Estrecho. Así en el año 711, unos 7.000 hombres al mando de un bereber llamado Tariq ibn Zyiyad, lugarteniente de Musa ibn Nusayr, atravesaron el estrecho en naves que les facilitó el conde don Julián y desembarcaron en Gibraltar.



Al tener noticias de aquel hecho, Rodrigo marchó hacia el sur y el 19 de julio atacó a las fuerzas musulmanas en el valle del río Barbate. Las tropas invasoras habían sido reforzadas con 5.000 hombres, mientras que Rodrigo, según se dice, había confiado una parte de su ejército a los dos hijos de Witiza, con el fin de congraciarse con ellos. El resultado fue nefasto, porque éstos se retiraron del campo de batalla, dejando solo al rey que luchó pero fue aplastado por los musulmanes en la conocida batalla del Guadalete. Aquí interviene de nuevo la leyenda. Lo más seguro es que Rodrigo muriera pero su cuerpo no se encontró o no fue reconocido, y el rumor le hizo peregrino por estos mundos de Dios para purgar la pérdida de España, o monje, o ermitaño, u hortelano en Portugal, donde a su muerte, doblaron solas las campanas de las iglesias, anunciando el fin del desventurado monarca.

La organización del reino visigodo se derrumbó. Los nobles huyeron hacía Toledo, al igual que muchos eclesiásticos y Tariq comprendió que ante él se le abría el país entero. No tuvo problemas para conquistar la ciudad imperial , Toledo, y allí se quedó para pasar el invierno. Una de las ciudades más importantes del Sur, Córdoba, era conquistada por un grupo de sólo 700 jinetes.

Estos éxitos despertaron los celos del gobernador de Ifriqiva, Musa, del que dependía Tariq. Con 18 mil hombres, en julio de 712, cruzó el Estrecho. Avanzó sobre Sevilla y Mérida para luego dirigirse hacia Toledo. Se cree que Musa y Tariq se reunieron cerca de Talavera, justo un año despues de la entrad de Musa en territorio español. En el año 714 Musa ocupó Zaragoza y llegó hasta Narbona, en Francia, y se dirigió hacia Asturias. Tariq, por su parte, había ocupado León y Astorga y Fortún de Aragón. En este mismo año, los dos conquistadores fueron llamados a Damasco por el califa.
Se cree que Musa llegó a la capital califal en febrero del año 715. Hay una historia que habla del viaje triunfal de éste a través del norte de Africa y de Egipto, llevando tras de sí una gran cantidad de cautivos, así como fabulosos regalos para el califa, que pagó a su súbdito con la cárcel y la muerte, o por lo menos, lo dejó en la indigencia, muriendo poco después.

Al mando de las tierras conquistadas quedó el hijo de Musa, Abd al-Aziz. No toda la Península Ibérica, a la muerte de éste en el año 716, estaba en posesión de los musulmanes. Existía una zona en el noroeste en la que apenas habían penetrado y donde se habían refugiado muchos cristianos que habían huido en el momento de la invasión. Los musulmanes ejercían un control mayor y más efectivo que el de los últimos reyes visigodos, con una red administrativa respaldada por el ejército. La anarquía había desaparecido y los desmanes inherentes a toda conquista fueron reprimidos con fuerza por el poder central musulmán.

Información:

Libro Al-Andalus de Concha Masiá.

martes, 22 de mayo de 2012

Los Visigodos a la llegada de los musulmanes.

La conquista musulmana de Spania, llevada a cabo entre los años 711 y 716, fue fulminante. Sin quitar méritos a los aguerridos musulmanes, esta inmediatez y facilidad se debió a las graves debilidades internas de la monarquía goda.
Los godos o visigodos entraron en España en el año 414, ocupando primeramente Tarraconense, una provincia de los romanos. La integración entre los nuevos ocupantes y la población autóctona nunca fue completa por la condición de la confesión arriana, una corriente herética, de los visigodos y los naturales del país que eran cristianos de confesión católica. En el año 589, el rey Recaredo I, catequizado por san Leandro, se convierte al catolicismo y declara a esta religión oficial del reino visigodo. Con el rey se convirtieron toda la nobleza y el estamento eclesiástico de alto nivel creando un estado unificado y estable.
La monarquía goda era de carácter electivo. En un principio, los reyes eran elegidos por los nobles, y salía de entre uno de ellos. Todos se creían el más idóneo para desempeñar el cargo, y nunca el elegido lo era a gusto de todos. Conspiraciones y asesinatos hicieron que pocos monarcas muriesen de muerte natural.
El ejército de la Spania visigoda tenía vestigios de la vieja organización germánica. Todos los hombres libres que estuviesen en condiciones de empuñar un arma debían integrarse en el ejército cuando el rey lo considerase oportuno y llamase a filas. Con el paso del tiempo , el pueblo ya no quería participar en tantas guerras y se las ingeniaba para desistir de ir a las batallas por el trono real.
La población se componía de hispanorromanos libres, así como una grna cantidad de campesinos que vivían en régimen de servidumbre. Todos, libres y siervos, soportaban condiciones de existencia muy duras y caóticas. El pueblo sufría todo tipo de necesidades y de oprobios con lo que creció el descontento y la invasión musulmana contó con muchos apoyos populares, siendo vista por muchos como una auténtica liberación.
Las ciudades habían perdido el florecimiento de la vida urbana que fue común en la época romana. La economía estaba bajo mínimos y el comercio había decaído. Una de las causas de esta regresión económica se debía al trato, injusto y cruel, que los godos e Iglesia dieron a los judíos, hábiles comerciantes que se vieron anulados, cuando no perseguidos y muertos, por algunos reyes visigodos. Muchos judíos entraron en contactos  con hermanos de fe del norte de Africa y a empezar a conspirar al sufrir el decreto del año 694 por el que se tenían que convertir al cristianismo o era llevados a la esclavitud.
Parece que una disputa por la sucesión al trono, sumió al país en una guerra, casi civil. Egica y Witiza, que eran padre e hijo, habían reinado desde el año 687. Witiza pensó en que le sucediera uno de sus hijos, Agila, y para que se fuese fogueando en los asuntos de gobierno, lo mandó a la Tarraconense como gobernador. Witiza murió en el año 710.
Algunos clanes no respetaron la decisión del rey muerto y nombraron sucesor a Rodrigo.
La división entre la nobleza visigoda en cuanto a la sucesión monárquica, el descontento generalizado del pueblo, la más que dudosa fidelidad de un ejército integrado por gentes que no querían estar en él y también, la persecución de judíos, contribuyeron a debilitar al reino visigodo, de forma tal, que los musulmanes encontraron en él terreno abonado para sus incursiones, que acabarían por convertirse en una ocupación de siglos.


Información:
Libro Al-Andalus de Concha Masiá.



lunes, 21 de mayo de 2012

La Leyenda de la bella SUSONA.

Sucedió en Sevilla allá por el siglo XIV. Los judíos sevillanos, tras la persecución de que fueron objeto, habían obtenido la protección de la Autoridad Real, y vivían con ciertas garantías, pero no por ello se sentían del todo seguros, y soportaban innumerables vejaciones. Esto despertó en algunos de ellos un rencor que pronto había de convertirse en afán de venganza.

Y al efecto, un judío muy principal llamado Diego Susón ideó un plan que habría de sembrar el terror en Sevilla, y con la idea, quizá, de organizar un general levantamiento de judíos en todo el reino.Recordaban los judíos que las persecuciones de los visigodos dieron ocasión a que los judíos de aquel entonces organizasen arteramente una rebelión, al mismo tiempo que facilitaron a los árabes la invasión de España. Ahora quizá podrían hacer lo mismo. Así comenzaron en casa de Diego Susón a celebrarse reuniones secretas para estudiar el plan de la que sería la gran sublevación judía de España.

Tenía Diego Susón una hija, a la que por su extraordinaria hermosura se llamaba en toda Sevilla "la fermosa fembra". Y ella, engreída por la admiración que despertaba su belleza, llegó a hacerse ilusiones de alcanzar un alto puesto en la vida social. Así, a espaldas de su padre, se dejaba cortejar por un mozo caballero cristiano, uno de los más ilustres linajes de Sevilla, que tenía en su palacio un escudo de gloriosa heráldica. La bella Susona se veía a escondidas con el galán caballero, y no tardó en ser su amante.
Cierto día, cuando Susona dormía en su habitación, se reunieron en la casa los judíos conjurados, para ultimar los planes de la sublevación. Pero Susona no dormía porque como todas las noches, aguardaba a que su padre se acostase para huir sigilosamente de la casa, a reunirse con su amante hasta el amanecer.
Susona escuchó palabra por palabra toda la conversación de los conspiradores, y mientras tanto, su corazón latía angustiado, pensando que entre los primeros a quienes darían muerte estaría su amante, que era uno de los caballeros principales de Sevilla.
Aguardó a que terminase la reunión de los judíos y cuando todos se marcharon y su padre se acostó, la bella judía abandonó la casa, marchó por las calles de la Judería hacia la actual Mateos Gago, por donde se salía del barrio.Desde allí se dirigió a casa de su amante y entre sollozos le refirió todo lo que había oído.
Inmediatamente el caballero acudió a casa del Asistente de la Ciudad, que era el famoso don Diego de Merlo, y le contó cuanto la bella Susona le había dicho. Acto seguido, don Diego de Merlo, con los alguaciles más fieles y de confianza, bien armados, recorrió las casas de los conspiradores, y en pocas horas los apresó a todos. Pasados unos días, todos ellos fueron condenados a muerte y ejecutados en la horca de “Buena Vista“, en Tablada.

El mismo día que ahorcaron a su padre, la fermosa fembra reflexionó sobre su triste suerte. Aunque su denuncia había sido justa, no la había inspirado la justicia, sino la libinidad, pues el motivo de acusar a su padre fue solamente para librar a su amante y poder continuar con él su vida de pecado.

Atormentada por los remordimientos, acudió Susona a la Catedral, pidiendo confesión. El arcipreste la bautizó y le dio la absolución, aconsejándole que se retirase a hacer penitencia a un convento, como así lo hizo y allí permaneció varios años, hasta que sintiendo tranquilo su espíritu volvió a su casa donde en lo sucesivo llevó una vida cristiana y ejemplar.

Finalmente, cuando murió Susona y abrieron su testamento encontraron una cláusula que decía: 

“Y para que sirva de ejemplo a las jóvenes y en testimonio de mi desdicha, mando que cuando haya muerto, separen mi cabeza de mi cuerpo, y la pongan sujeta en un clavo sobre la puerta de mi casa, y quede allí para siempre jamás.”

Se cumplió el mandato testamentario, y la cabeza de Susona fue puesta en una escarpia sobre el dintel de la puerta de su casa, que era la primera de la calle que hoy lleva su nombre. El horrible despojo secado por el sol, y convertido en calavera, permaneció allí por lo menos desde finales del siglo XV hasta mediados del XVII según testimonios de algunos que la vieron ya entrado el 1600. Por esta razón se llamó calle de la Muerte, cuyo nombre en el siglo XIX se cambió por el de calle Susona que ahora lleva.

domingo, 20 de mayo de 2012

Abenamar...

Romance anónimo   Abenámar y el rey don Juan «Abenámar, Abenámar, moro de la morería, el día que tú naciste grandes señales había. Estaba la mar en calma, 5 la luna estaba crecida; moro que en tal signo nace, no debe decir mentira.» Allí respondiera el moro, bien oiréis lo que decía: 10 «No te la diré, señor, aunque me cueste la vida, porque soy hijo de un moro y una cristiana cautiva; siendo yo niño y muchacho 15 mi madre me lo decía: que mentira no dijese, que era grande villanía: por tanto pregunta, rey, que la verdad te diría. 20 «Yo te agradezco, Abenámar, aquesta tu cortesía. ¿Qué castillos son aquéllos? ¡Altos son y relucían!» «El Alhambra era, señor, 25 y la otra la mezquita; los otros los Alijares, labrados a maravilla. El moro que los labraba cien doblas ganaba al día 30 y el día que no los labra otras tantas se perdía. El otro es Generalife, huerta que par no tenía; el otro Torres Bermejas, 35 castillo de gran valía.» Allí habló el rey don Juan, bien oiréis lo que decía: «Si tú quisieras, Granada, contigo me casaría; 40 daréte en arras y dote a Córdoba y a Sevilla.» «Casada soy, rey don Juan, casada soy, que no viuda; el moro que a mí me tiene 45 muy grande bien me quería.»

lunes, 14 de mayo de 2012

Según la tradición, en el año 844, el monarca astur Ramiro I, harto de ver a su pequeño reino subyugado por los musulmanes e indignado por tener que pagarles el humillante tributo anual de las " cien doncellas ", decidió levantarse en armas contra el todopoderoso emirato omeya de Córdoba, gobernado por Abderramán III... Una vez superado el efecto sorpresa de la rebelión cristiana, la reacción de los musulmanes no tardó en llegar, hasta tal punto que Ramiro tuvo que refugiarse con sus diezmadas mesnadas en Clavijo, un collado cercano a Nájera. Rodeados por unos enemigos que les multiplicaban en número y casi exhaustos tras la dura batalla, sólo la noche salvó a los cristianos de la aniquilación; pero fue entonces cuando el apóstol Santiago se apareció en sueños al monarca y le prometió que a la mañana siguiente él mismo bajaría a luchar a su lado. 
Al grito , cuando la batalla había comenzado, de "Dios, ayuda y Santiago ", el buen apostol, fiel a su palabra, compareció a lomos de un caballo blanco y con su deslumbrante espada desbarató a los musulmanes, a los que causó innumerables pérdidas. Desde ese momento los cristianos empezaron a venerarle como el bienaventurado " Santiago Matamoros ".



Tributo de las cien doncellas

El tributo de las cien doncellas es un tópico historiográfico de la Reconquista. 
Tanto si su existencia fue real como si se limitó a lo legendario o mítico,1 
representaba el reconocimiento de la supremacía del Emirato de Córdoba sobre el reino 
de Asturias, entre finales del siglo VIII y mediados del siglo IX; 
así como el cambio de situación posterior en beneficio del reino cristiano, 
expandido con el nombre dereino de León.
En el año 783, Mauregato (hijo bastardo de Alfonso I de Asturias) toma el trono asturiano con
 la ayuda de Abderramán I, con quien se compromete al pago del tributo de las cien doncellas 
por su colaboración. En el año 788, los condes Don Arias y Don Oveco se rebelaron contra
 el rey Mauregato y lo mataron como venganza de haber otorgado a los moros tal tributo.
 El rey Bermudo I, su sucesor, quiere acabar con el tributo, sustituyéndolo por un pago en 
dinero. A Bermudo le sucede Alfonso II el Casto (791–842), quien rechaza 
también el tributo en dinero, y entra en batalla con los moros para evitar su pago, venciendo 
en la batalla de Lutos y matando al capitán moro Mugait, con lo que consigue su propósito.
Posteriormente Abderramán II, en tiempos del rey Ramiro I de Asturias, se atreve a pedir 
de nuevo el tributo de las cien doncellas. Este, hallándose en una situación de debilidad, y tras
 reunir a sus consejeros, accede de nuevo al pago del tributo. Con el tributo vigente de nuevo,
 se da el hecho/leyenda de que, los de Simancas, entregan las siete doncellas que les 
corresponden, con las manos cortadas. Como consecuencia de este hecho, los cristianos 
habrían salido a pelear con los moros, dándose la mítica batalla de Clavijo, en la que el propio
 apóstol Santiago habría participado. El ejército moro es vencido, y desaparece el tributo de 
las cien doncellas. Como agradecimiento, Ramiro I habría instaurado el voto de Santiago, 
que efectivamente se cobró por la Iglesia hasta 1812, a pesar de que el hecho de la batalla es
 probablemente un mito que sólo se recogió documentalmente desde la Crónica del obispo
 Jiménez de Rada en el siglo XIII.

Voto de Santiago

Voto de Santiago es el nombre del compromiso que se adquirió por los cristianos de los 
reinos de Asturias, Galicia, León y Castilla por la victoria en la mítica batalla de Clavijo, en la 
que el propio apóstol Santiago habría intervenido físicamente en su favor en un momento de 
particular peligro, cambiando la suerte que parecía decidida a favor de los musulmanes.

Las particulares circunstancias que rodean a la batalla, entre las que hay que añadir el que 
gracias a la victoria el reino asturiano dejó de pagar el anual Tributo de las cien Doncellas 
al emirato de Córdoba, habrían motivado que el rey Ramiro I de Asturias, en Calahorra, 
hubiera concedido solemnemente el Voto de Santiago, con el que se ofrecería cada año a su
 iglesia de Santiago las primeras cosechas y vendimias, y como a un caballero más, se 
repartiría a Santiago una parte del botín que se tomara a los moros. Este Voto de Santiago se 
renovó e institucionalizó como ofrenda nacional en 1643 para el día de su fiesta, el 25 de julio, 
conFelipe IV de España. La iconografía del Santiago Matamoros, montado en un caballo 
blanco que arrolla a un sarraceno y blandiendo una espada, se perpetuó en la pintura y 
escultura española, estando presente sobre todo en las iglesias de la ruta jacobea.
El compromiso consistía, en lo material, en el pago de un impuesto que debían pagar, 
incrementando lo ya debido a la iglesia en concepto de diezmos y primicias, en un diezmo más

de cereal cuyo beneficiario sería el arzobispado de Santiago, todos los campesinos de un 
territorio gigantesco que comprendía desde Galicia hasta la Rioja. Espiritualmente, Santiago 
quedaba convertido en santo patrón de España, calidad que se le sigue reconociendo 
anualmente, con un acto religioso en la catedral de Santiago de Compostela, a la que acude 
incluso hoy en día el rey de España o alguien en su nombre (suelen hacerlo el presidente de la
comunidad autónoma de Galicia, un ministro...).
La memoria de la batalla realmente sólo aparece en la crónica del obispo Rodrigo Jiménez de 
Rada De rebus Hispaniae (Cronicón de las cosas sucedidas en España), también conocida como
 Historia gothica o Crónica del toledano, en la que se describe la historia de la península ibérica
 hasta 1243. En la Edad Media, se intentó "hacerle la competencia" por otras instancias 
eclesiásticas: Gonzalo de Berceo reclamaba para San Millán de la Cogolla el copatronazgo y 
las mismas condiciones económicas, por haber intervenido también en la batalla.
La batalla habría tenido lugar supuestamente en el denominado "Campo de la Matanza" en las
 cercanías de Clavijo (La Rioja) el 23 de mayo del año 844. La verdad del hecho es discutida 
desde antiguo por la crítica histórica. Gregorio Mayáns y Francisco Cerdá y Rico, en el 
siglo XVIII, dejaron claro que pertenecía al campo de la fantasía, como los plomos del 
Sacromonte o los cronicones del Padre Higuera, lo que les causó no pocos problemas.
 Las Cortes de Cádiz abolieron el voto en 1812, junto con los privilegios del Antiguo Régimen, 
y en plena Guerra Civil Española (que comenzó el 18 de julio de 1936, siete días antes de la 
fiesta de Santiago), Francisco Franco lo reinstauró, sólo con las consecuencias simbólicas que
 se continúan hoy en día.
En cualquier caso la batalla de Clavijo también supuso la creación del Antiguo e Ilustre Solar 
de Tejada y la concesión de sus privilegios y escudo que han sobrevivido hasta nuestros días, 
siendo reconocidos por todos los jefes de Estado desde los Reyes Católicos (en 1491) hasta 
Juan Carlos I (en 1981).

Información recogida desde wikipedia y revista HISTORIA. National Geographic.

martes, 8 de mayo de 2012

El fin del Califato.


El brillo de la Arquitectura.
La gran mezquita fue el edificio más emblemático de la Córdoba califal, ligada al linaje de los omeyas. Se comenzó a construir en el año 784 con el emir Abderramán I, fundador de la dinastía omeya de al-Andalus. Se levantó en un lugar donde estaba con anterioridad la basílica de San Vicente. Al principio, la mezquita contaba con 11 naves y tenía forma de cuadriláteros, de unos 76 metros de lado. En el año 833, el emir Abderramán II procedió a la ampliación con la adición de 8 naves transversales en el testero meridional. Fue, sin embargo, en el siglo X cuando la mezquita alcanzó todo su esplendor. En tiempos del califa Abderramán III se levantó un nuevo minarete, de planta cuadrada, -el anterior fue en el s.VIII en tiempos del emir Hisham I,-. El califa al-Hakam II construyó el mihrab actual, obra de clara influencia bizantina en la que se utilizaron materiales de gran riqueza, como el mármol y el vidrio; se introdujeron las bóvedas de nervios, y se desplegó una excepcional fantasía decorativa. Finalmente, Almanzor añadió a la mezquita otras 8 naves por el lado oriental. De este modo quedó su forma rectangular con 180 m. de norte a sur , y de 130 m de este a oeste. La mezquita era el lugar de las oraciones rituales, pero también era un centro en el que se enseñaba religión, se daba lectura a los comunicados oficiales de los dirigentes e incluso se bendecían los estandartes de los ejércitos cuando se ponían en campaña.

La otra gran obra de la época califal fue la ciudad-palacio de Medina Azahara (Madinat al-zahra), construida por el califa Abderramán III a unos km al oeste de Córdoba, en la ladera de la sierra cordobesa. Aunque una leyenda atribuyó al deseo del califa de complacer a una concubina suya llamada al-Zahra, la opinión más aceptada es la que considera que la erigió para emular a los califas abasíes, quienes habían levantado en las afueras de Bagdad el complejo palatino de Samarra. El comienzo de Madinat al-Zahra tuvo lugar en el 936 y se prolongó hasta 976 en tiempos del califa al Hakam II y se cuenta que intervinieron alrededor de diez mil operarios, y se utilizaron materiales procedentes del norte de África y del Imperio bizantino. Con una extensión de casi un kilómetro cuadrado, se disponía en 3 terrazas:

En la parte superior se levantaron los espléndidos palacios donde residía la familia del califa. En la del medio estaba ocupada por jardines y vergeles. En la inferior se hallaban la mezquita mayor y las viviendas de los cortesanos. El conjunto , protegido por un doble recinto amurallado, fue destruido en el año 1010, en el curso de las luchas que ensangrentaron el califato. Un texto de la época dice que Madinat al-Zahra fue una de las obras más notables, importantes y grandiosas que haya hecho el hombre y una de las más prodigiosas y asombrosas construidas en el islam.

El fin del Califato.

A los pocos años de la desaparición de Almanzor, a quien su hijo Abd al-Malik sucedió en el cargo de hayib entre los años 1002 y 1008, el mundo de al-Andalus se sumergió en una turbulenta época de graves disputas internas que enfrentaron especialmente al poderoso grupo de los esclavos de la corte califal – esclavos de procedencia nórdica que habían adquirido gran influencia en la administración del Estado – y a los bereberes, que habían constituido el grueso del ejército formado por Almanzor y en el que los descendientes de este último, llamados amiríes, se apoyarían para mantenerse en el poder.

 En 1008, Abderramán Sanchuelo, hermano de Abd al-Malik, logró que Hisham II le nombrase su sucesor, pero a principios del año siguiente una rebelión de la aristocracia omeya cordobesa llevó a la deposición del amirí y a la abdición de Hisham II. Al año siguiente los eslavos restablecieron en el poder a este último, si bien por una breve etapa, ya que los bereberes sitiaron Córdoba, la ocuparon en el año 1013 y obligaron a Hisham II a abdicar en el poeta Sulayman, quien gobernó hasta el 1016. A continuación accedió al poder Ali ibn Hammud, gobernador de las plazas norteafricanas, quien abrió un periodo de paz para al-Andalus que se prolongó hasta 1021. Luego la anarquía volvió hasta tal punto que, entre 1021 y 1023, hubo dos califas simultáneos, uno en Córdoba y otro en Málaga. En 1023 se restauró el califato omeya, pero ninguno de sus dirigentes sería capaz de poner fin al estado de caos que reinaba por doquier. A la postre, en 1031, los notables de Córdoba tomaron la decisión de poner fin al califato cordobés, sustituyéndolo por un consejo de gobierno. La extinción del califato abrió la puerta a la fragmentación de al-Andalus en un conjunto de entidades políticas independientes: los reinos de taifas.

Revista HISTORIA National Geographic.

lunes, 7 de mayo de 2012

Una Sociedad Próspera.

Al-Andalus gozó, en tiempos califales, de una excepcional prosperidad económica, lo que contrastaba con la modestia de los núcleos cristianos peninsulares. Si pujante era la agricultura, no hay duda de que su mayor novedad residió en la fortaleza de la producción artesanal y del comercio. Era una economía fuertemente monetarizada, en tanto que en la España cristiana apenas circulaba la moneda.
La agricultura de al-Andalus continuó la tradición de la época romana, circunscrita a los cultivos de la denominada triada mediterránea, es decir, los cereales, la vid y el olivo. Con la difusión de la noria, se multiplicaron los regadíos lo que hizo que se propagasen cultivos como la naranja, el higo, el limón, la granada, el arroz, el algodón o el azafrán, así como gran variedad de plantas aromáticas y medicinales.
La ganadería estuvo centrada en la cría del caballo, la oveja y la cabra.
Otra contribución de la época califal fue la extracción de minerales, en particular hierro, plomo, estaño, cinabrio y oro, obtenido éste por el método del lavado en diversos cursos fluviales.
La actividad artesanal preponderante era la fabricación de tejidos siendo muy apreciados los productos elaborados a base de lino. También fue importante el trabajo del marfil y la fabricación de armas, papel, y objetos de cerámica y vidrio.
El comercio se concentraba en los zocos de las ciudades y se apoyaba en la circulación de monedas, ya fuesen de oro, como el dinar, o de plata , como el dirhem. El zoco constituía un laberinto de callejuelas, cada una de las cuales estaba dedicada a la venta de un determinado tipo de productos. Los que alcanzaban mayor valor se expedían en bazares o alcaicerías, zonas en dependencia del zoco. El zoco de mayor fue el de Córdoba, que contaba incluso con mercado de esclavos y otro de libros.
Al-Andalus exportaba primordialmente productos agrícolas y tejidos, a cambio de especias procedente de Oriente, esclavos de la Europa oriental y del África negra , y pieles y metales de los países cristianos.

Un Foco Cultural del Islam.
El prestigio cultural de al-Andalus se centró en la ciudad de Córdoba. Alcanzó tal magnitud que , a mediados del siglo X, acudieron a la capital andalusí monjes del monasterio catalán de Santa María de Ripoll, con el propósito de copiar diversos textos científicos.
El cultivo de las letras se plasmó sobre todo en el campo de la poesía, cuyo más brillante creador fue IBN ABD RABBIHI, poeta de la corte de Abderramán III, a quién dedicó numerosos versos. Gran relieve como gramático alcanzó al-Zubaydi, quién contó con el mecenazgo de al-Hakam II; fue tutor del futuro califa Hisham II y escribió valiosas obras de lexicografía.
Como historiadores sobresalieron al-Razi, a quien se le atribuye una historia de al-Andalus (Crónica del moro Rasis ) y que, según dijo el insigne arabista Levi-Provençal, fue el "primero en codificar las reglas de la composición histórica "; y al-Qutiya, quien escribió una Historia de la conquista de al-Andalus.
Entre los geógrafos destaca al-Warraq, autor de Las rutas y los reinos. Al-Andalus fue, además, el agente transmisor a la Europa cristiana de la numeración arábiga, de origen hindú, que sustituiría a la romana.
En el ámbito de las disciplinas científicas sobresalieron las matemáticas, la astronomía y la medicina. Importantes nombres fueron al-Mayriti, conocido como "Euclides de España"; al-Samh, autor de unas famosas tablas astronómicas, quien dejó una interesante enciclopedia medico-quirúrgica.
En lo que se refiere a la medicina no se puede olvidar el alcance de la traducción al árabe de la Materia médica, obra fundamental de Dioscórides, médico y naturalista griego del siglo I d.C.

Revista HISTORIA. National Geographic.

domingo, 6 de mayo de 2012

EL CALIFA Y SUS SUBDITOS.

El mundo musulmán era una sociedad teocrática, puesto que en ella el poder político y el religioso se concentraban en la persona del califa, cuya dignidad equivalía a la suma de las dos grandes dignidades del orbe cristiano, el papa, máximo dirigente espiritual, y el emperador, cabeza del poder temporal.
Súbditos:
- El hayib o chambelán, quien dirigía la casa real y los principales organismos de la administración.
- El visir, un ministro de segundo orden.
- La cancillería era el organismo que expedía los documentos oficiales de al-Andalus.
- La hacienda se basaba en los ingresos que recibía de los súbditos, consistentes en la limosna que entregaban los musulmanes y en los tributos impuestos a las minorías cristiana (mozárabe y judía ).
- La justicia era administrada por el cadí, magistrado que debía conocer a fondo los principios religiosos del islam y poseer a la vez altas cualidades morales. El cadí gozaba de una autoridad moral tan elevada que incluso podía reprender a los califas por su conducta.


   Desde el punto de vista territorial, al-Andalus estaba dividido en las coras, entidades administrativas en cierto modo equivalentes a las actuales provincias.
En tiempos de Abderramán III, al-Andalus contaba con 36 coras, aparte de la propia de la ciudad de Córdoba. Cada cora tenía un valí o gobernador.
Las zonas fronterizas con los núcleos cristianos del norte de la Península estaban organizadas en tres marcas: Superior, Media e Inferior, cuyos centros administrativos eran las ciudades de Zaragoza, Toledo y Mérida, respectivamente.
Al frente de cada ciudad de al-Andalus había un zalmedina o prefecto, bajo cuya autoridad se hallaban otros funcionarios menores, entre los que se contaba el zabazoque, encargado de vigilar el buen comportamiento en el mercado o zoco.


La población de al-Andalus era muy variada. La mayoría la constituían los musulmanes, buena parte de los cuales descendía de los antiguos habitantes cristianos de la Hispania visigoda que habían abrazado el islam, sin duda por las ventas económicas que ello les suponía; a éstos se les llamaba "muladíes" o renegados. Había también importantes minorías de cristianos, denominados mozárabes, y de hebreos, y en la época califal predominó la tolerancia entre las tres religiones.


texto de Julio Valdeón.
Revista HISTORIA National Geographic.

jueves, 3 de mayo de 2012

CALIFATO DE CORDOBA ( 1 )



El califato de Córdoba fue la etapa más brillante de la historia hispanomusulmana. Proclamado en el año 929 por el emir Abderramán III, desapareció en 1031, cuando se disolvió al término de una serie de graves querellas intestinas. Califato se refiere al hecho de que el máximo dirigente de Al-Andalus, reunía en su persona los mayores poderes, tanto en el orden temporal como en el espiritual.

Abderramán III ocupaba el cargo de emir desde el inicio, una especie de gobernador general. Pertenecía a la familia de los omeyas, que había ostentado el califato en el ámbito internacional del islam hasta mediados del siglo VIII, momento en que los abasies arrebataron la dignidad califal a los omeyas, a quienes casi exterminaron.

LOS CALIFAS ANDALUSIES.

Abderramán III había logrado reducir, en sus primerso años de emirato, las graves tensiones internas que agitaban la vida en el reino desde las últimas décadas del siglo IX. Su proeza más glorisosa fue,, en 928, la toma de la plaza alpujarreña de bobastro, centro del poder del peligroso rebelde Umar ibn Hafsun, un muladí ( musulmán descendiente de cristianos ) levantado contra la autoridad central de Córdoba desde la década de 880.

Por otra parte, el joven emir veía con alarma la amenaza que suponía la expansión por el norte de Africa de los fatimíes, una secta musulmana surgida en Kairuán que reinvidicaba la sucesión del profeta Mahoma. Ante tantas adversidades, el emir omeya adoptó el título de califa a comienzos de 929. Así lo expresa una crónica de la época, que pone en boca del nuevo califa estas palabras:

"Hemos decidido que se nos llame con el título de Príncipe de los Creyentes. Además, hemos comprendido que despreciar ese título, el cual se nos debe, es abdicar de un derecho que nos pertenece y dejarse perder uan designación firme "

Abderramán III, que mantuvo relaciones con Bizancio y con el Sacro Imperio Romano Germánico, estuvo al frente del califato de Córdoba hasta su muerte, acaecida en 961. Le sucedió su hijo al -Hakam II, quién gobernó entre 961 y 976, período caracterizado por el predominio de la paz y el esplendor del arte y de la cultura.

Mas con el tercer califa, Hisham II, cuyo gobierno se extendió entre los años 976 y 1009, el fulgor de al -Andalus se ensombreció. El poder efectivo corrió a cargo de Ibn Abi Amir, que era como se llamaba Almanzor. Pertenecía a una familia originaria de Yemen que se había establecido en la zona de Algeciras a comienzos del siglo VIII. Realizó una carrera sorprendente en la corte de al-Hakam II, terminando por convertirse en protector del heredero del califato, Hisham II. Sus éxitos militares- lanzó devastadoras campañas militares contra los reinos cristianos del norte - y su fe religiosa elevaron su figura, lo que explica que, en el año 981, se le denominara " al-Mansur bi-Llah ", que significa "victorioso por Dios".

Almanzor pasó a ser una especia de dictador, relegando al califa a un papel meramente decorativo. Hisham II vivía recluido en su palacio, sin ejercer poder ninguno. Una crónica de la época se refiere a ello diciendo que "no tenía Hisham de la realeza otra cosa que la invocaicón de su nombre sobre los púlpitos en la oraciónl, y su inscripción en las monedas y banderas"

Una vez desaparecidos Almanzor e Hisham II ( en 1002 y 1009, respectivamente ), al-Andalus entró en la "gran fitna", una especi de guerra civil cuya conclusión fue el hundimiento del califato de Córdoba.




Revista National Geographic HISTORIA...