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martes, 8 de mayo de 2012

El fin del Califato.


El brillo de la Arquitectura.
La gran mezquita fue el edificio más emblemático de la Córdoba califal, ligada al linaje de los omeyas. Se comenzó a construir en el año 784 con el emir Abderramán I, fundador de la dinastía omeya de al-Andalus. Se levantó en un lugar donde estaba con anterioridad la basílica de San Vicente. Al principio, la mezquita contaba con 11 naves y tenía forma de cuadriláteros, de unos 76 metros de lado. En el año 833, el emir Abderramán II procedió a la ampliación con la adición de 8 naves transversales en el testero meridional. Fue, sin embargo, en el siglo X cuando la mezquita alcanzó todo su esplendor. En tiempos del califa Abderramán III se levantó un nuevo minarete, de planta cuadrada, -el anterior fue en el s.VIII en tiempos del emir Hisham I,-. El califa al-Hakam II construyó el mihrab actual, obra de clara influencia bizantina en la que se utilizaron materiales de gran riqueza, como el mármol y el vidrio; se introdujeron las bóvedas de nervios, y se desplegó una excepcional fantasía decorativa. Finalmente, Almanzor añadió a la mezquita otras 8 naves por el lado oriental. De este modo quedó su forma rectangular con 180 m. de norte a sur , y de 130 m de este a oeste. La mezquita era el lugar de las oraciones rituales, pero también era un centro en el que se enseñaba religión, se daba lectura a los comunicados oficiales de los dirigentes e incluso se bendecían los estandartes de los ejércitos cuando se ponían en campaña.

La otra gran obra de la época califal fue la ciudad-palacio de Medina Azahara (Madinat al-zahra), construida por el califa Abderramán III a unos km al oeste de Córdoba, en la ladera de la sierra cordobesa. Aunque una leyenda atribuyó al deseo del califa de complacer a una concubina suya llamada al-Zahra, la opinión más aceptada es la que considera que la erigió para emular a los califas abasíes, quienes habían levantado en las afueras de Bagdad el complejo palatino de Samarra. El comienzo de Madinat al-Zahra tuvo lugar en el 936 y se prolongó hasta 976 en tiempos del califa al Hakam II y se cuenta que intervinieron alrededor de diez mil operarios, y se utilizaron materiales procedentes del norte de África y del Imperio bizantino. Con una extensión de casi un kilómetro cuadrado, se disponía en 3 terrazas:

En la parte superior se levantaron los espléndidos palacios donde residía la familia del califa. En la del medio estaba ocupada por jardines y vergeles. En la inferior se hallaban la mezquita mayor y las viviendas de los cortesanos. El conjunto , protegido por un doble recinto amurallado, fue destruido en el año 1010, en el curso de las luchas que ensangrentaron el califato. Un texto de la época dice que Madinat al-Zahra fue una de las obras más notables, importantes y grandiosas que haya hecho el hombre y una de las más prodigiosas y asombrosas construidas en el islam.

El fin del Califato.

A los pocos años de la desaparición de Almanzor, a quien su hijo Abd al-Malik sucedió en el cargo de hayib entre los años 1002 y 1008, el mundo de al-Andalus se sumergió en una turbulenta época de graves disputas internas que enfrentaron especialmente al poderoso grupo de los esclavos de la corte califal – esclavos de procedencia nórdica que habían adquirido gran influencia en la administración del Estado – y a los bereberes, que habían constituido el grueso del ejército formado por Almanzor y en el que los descendientes de este último, llamados amiríes, se apoyarían para mantenerse en el poder.

 En 1008, Abderramán Sanchuelo, hermano de Abd al-Malik, logró que Hisham II le nombrase su sucesor, pero a principios del año siguiente una rebelión de la aristocracia omeya cordobesa llevó a la deposición del amirí y a la abdición de Hisham II. Al año siguiente los eslavos restablecieron en el poder a este último, si bien por una breve etapa, ya que los bereberes sitiaron Córdoba, la ocuparon en el año 1013 y obligaron a Hisham II a abdicar en el poeta Sulayman, quien gobernó hasta el 1016. A continuación accedió al poder Ali ibn Hammud, gobernador de las plazas norteafricanas, quien abrió un periodo de paz para al-Andalus que se prolongó hasta 1021. Luego la anarquía volvió hasta tal punto que, entre 1021 y 1023, hubo dos califas simultáneos, uno en Córdoba y otro en Málaga. En 1023 se restauró el califato omeya, pero ninguno de sus dirigentes sería capaz de poner fin al estado de caos que reinaba por doquier. A la postre, en 1031, los notables de Córdoba tomaron la decisión de poner fin al califato cordobés, sustituyéndolo por un consejo de gobierno. La extinción del califato abrió la puerta a la fragmentación de al-Andalus en un conjunto de entidades políticas independientes: los reinos de taifas.

Revista HISTORIA National Geographic.