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lunes, 3 de septiembre de 2012

Alfonso II " el casto ". La guerra santa contra los cristianos.

Al piadoso Hisham le parecía que la guerra santa era una obligación, y con su reino casi completamente tranquilo, decidió hostigar, cada año de su reinado, a los cristianos del norte, cosa que su padre no había podido hacer.
El mismo año de su proclamación como emir, el reino asturiano tenía un nuevo rey, Bermudo I. Tres años más tarde, dos ejércitos musulmanes se internarían en Alava infringiendo una grave derrota a Bermudo y consiguiendo grandes frutos de sus dominios. El año siguiente, Álava fue, de nuevo, atacada con éxito, por el general Abd al-Malik ben Mugith y su hermano. Mientra tanto a Bermudo le había sucedido Alfonso II, el Casto, que trasladó la capital del reino asturiano a Oviedo.  La aceifa o campaña estival de este año, sin embargo, no fue igual de afortunada para las tropas emírales. Dos columnas musulmanas, se dirigieron, una hacía Asturias y otra hacia Álava. La de Álava corrió toda la región, y la de Asturias llegó hasta Oviedo , saquéandola, per a su regreso, fue sorprendida por los asturianos y diezmada en una comarca pantanosa. El desastre sería vengado por Abd al-Karim ben Mugith que, en 785, marchó sobre Astorga y conquistada la plaza, se dirigió contra Alfonso II que no pudo resistir el choque. Se refugió en un castillo, a la orilla del río Nalón, después de que fuera perseguido por las montañas de Asturias, y a punto estuvieron de capturarlo, tras lo cual, los musulmanes regresaron a Córdoba. En el año 795, otra expedición musulmana fue perseguida por las tropas cristianas y le ocasionaron grandes pérdidas. Al año siguiente moría Hisham I y la agitación interior de al-Andalus no iba a permitir a su sucesor, entregarse a las tareas de la guerra santa. Fue un largo período de tiempo que los asturianos aprovecharon para resarcirse de tantas derrotas y emprender la conquista de nuevos territorios.
Unos años antes de la muerte del emir, el general Abd al-Malik ben Mugith, realizó una expedición contra el enclave de Gerona, con intención de llegar hasta la Septimania. Cercó la plaza, destruyó sus fortificaciones y aniquiló a la guarnición franca, pero no pudo tomar la ciudad. Mejor le fue la segunda parte del plan. Continuó camino hasta Narbona, sin encontrar resistencia y llegó a incendiar los arrabales de esta ciudad, sin tampoco llegar a tomarla. El rey de Aquitania, Luis, se encontraba en aquellos momentos en Italia, con sus mejores tropas, y fue el conde Guillén de Tolosa el encargado de detener el avance musulmán. El encuentro se produjo en las orillas del río Orbieu y fue un auténtico desastre para las tropas cristianas del duque. Los musulmanes consiguieron un botín espléndido y regresaron a Córdoba con gran cantidad de cautivos. Se dice que en el lote que le correspondía a Hisham, y que era una quinta parte del total del botín tomado, se incluían una gran cantidad de esclavos, de oro y de plata.

ALFONSO II " el casto "
Hijo de Fruela II y Munia, prisionera vascona, Alfonso nació en el año 762. Como sobrino de Silo por vía de la reina Adosinda, gobernó el Palatium Regis hasta que en el año 783 murió el monarca astur. Estos primeros años le aportaron una experiencia fundamental en la vida de la corte, pero no le sirvieron para hacerse con el solio regio. La sociedad astur estaba dividida entre los partidarios de la vía ortodoxa heredera del antiguo reino visigodo o los más reformistas, que propugnan una vía de entendimiento con los mozárabes residentes en Al-Andalus. Este enfrentamiento que traspasa fronteras políticas, como luego veremos, acaba con Mauregato en el poder. Alfonso, depositario de la tradición visigoda, se refugia en el monasterio de Samos, según consta en un documento posterior firmado en el año 912 por Ordoño II.

Mauregato reina hasta el año 789. Pese a su fugaz mandato, asiste como monarca a dos acontecimientos de gran importancia, cuyas consecuencias alcanzarán incluso al reinado de Alfonso II. Se trata del Concilio de Sevilla, del 784, inicio de la querella Adopcionista y de los primeros síntomas de un culto jacobeo en la península.

A su muerte le sustituyó Bermudo I, que apenas duró dos años en el poder. Tras su derrota ante los musulmanes en Burbia, en el 791, abdica en Alfonso, que es ungido monarca según el rito visigodo el 14 de septiembre del mismo año. Una de sus primeras decisiones es la de trasladar la sede regia a Oviedo, emplazamiento estratégico, en lo alto de una colina, entre la costa y la llanura central, con mayores posibilidades de explotación agrícola y, ante todo, para controlar mejor las comunicaciones a través del valle del Nalón, el Caudal y el Narcea, vías de acceso a Asturias desde León, Galicia y Cantabria. Su política territorial se centró en la repoblación de los territorios que más adelante darían lugar al condado de Castilla. Fundó monasterios como el de Taranco, en el valle de Mena, y repobló el valle de Valpuesta, donde el obispo Juan estableció una diócesis. Sin embargo, Alfonso tuvo que dedicarse a contener los ataques de Hicham I, que en el año 795 volvió a ocupar la ciudad de Oviedo. Los musulmanes se dedicaron a lanzar razzias periódicas sobre las tierras recién repobladas, especialmente en Álava, la futura Castilla y Galicia, para garantizar su sometimiento, pero afortunadamente para Alfonso, las revueltas internas que tuvieron lugar en Al-Andalus y la presión franca en los pirineos, que provocaron la pérdida de Gerona (785) y Barcelona (801), obligaron a los dirigentes musulmanes a distribuir sus esfuerzos. Esto permitió a Alfonso reorganizar sus dominios y presentar una resistencia formidable, que cristalizaría en victorias como la del río Lutos, cerca de Grado, en el año 794, lo que le otorgó una gran fama como caudillo militar.

Alfonso II, que no se casó, murió sin descendencia en el año 842. Heredó de su padre un fuerte temperamento y un gran carácter guerrero. Introdujo en la iglesia astur el celibato, de ahí su apelativo de "El Casto", aunque antiguamente llegó a conocérsele como "El Magno", debido a sus triunfos. Es precisamente esta devoción por la castidad lo que ha hecho que algunos historiadores le vinculasen con cultos priscilianistas, muy arraigados en Galicia, donde el monarca astur se recluyó en dos ocasiones, pero no se trata más que de una conjetura.

Hechos especialmente significativos de su reinado fueron el traslado de la capital a Oviedo, establecimiento de relaciones con Carlomagno, el descubrimiento del sepulcro de Santiago y el auge del prerrománico asturiano (construcción de la Cámara Santa de Oviedo, San Tirso y la de San Julián de los Prados.


La querella Adopcionista y el hallazgo del sepulcro de Santiago

El origen del adopcionismo es una cuestión controvertida. Algunos historiadores defienden que Félix de Urgel y Elipando de Toledo reinterpretaron la condición humana de Cristo para hacer más aceptable la fe cristiana al musulmán; otros lo atribuyen a un desliz y otros ven tras ello implicaciones de índole política. Sea como fuere, el debate sobre la humanidad de Cristo estaba en plena ebullición cuando Elipando convoca un concilio en Sevilla, en el año 784, para condenar a Migecio, que se había mostrado especialmente activo. Es entonces, en el Credo de este concilio firmado por Elipando, donde se escribe la frase de la polémica, en la que se habla de una doble naturaleza de Cristo "en cuanto Dios, Hijo por naturaleza del Padre, y en cuanto hombre, hijo adoptivo de Dios".

Las actas del sínodo llegaron hasta el remoto monasterio de San Martín de Liébana, desde el que el monje Beato escribe su Tratado Apologético en contra de las tesis de Elipando. Encontrará como aliado en su alegato al monje Eterio de Osma, refugiado en los Picos de Europa, y, lo que es más importante, al propio Alfonso II, que apoyado por Carlomagno, vio la posibilidad de romper con la iglesia toledana para convertir a Oviedo en la única sede hispana reconocida por Roma, con lo que al poder político de su sede regia uniría la autoridad religiosa, que se vería reforzada por un acontecimiento extraordinario, el descubrimiento del sepulcro del apóstol Santiago, que tuvo lugar entre los años 820 y 830 en los confines de la Mahía (Amaea), en la primitiva diócesis de Iria Flavia.

El ermitaño Pelayo y los feligreses de la antigua iglesia de San Félix de Solobio localizaron unas luminarias en el bosque, acompañadas de cantos angélicos. El obispo iriense, Teodomiro, acude inmediatamente a la zona, encuentra un túmulo funerario y lo identifica con el sepulcro del Apóstol. Alfonso II acudió con su familia y la corte real al lugar del hallazgo, comunicándolo ipso facto a Carlomagno, con quien mantenía una relación muy fluida. El monarca astur mandó construir en Arcis Marmóricis, topónimo del lugar en el que se localizó el túmulo, una iglesia de una nave con techumbre de madera, que probablemente seguiría el estilo de las construcciones de Oviedo, y en cuya cabecera se mantuvo el sepulcro romano.