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domingo, 25 de noviembre de 2012

La suegra de cuidado


Hace bastante tiempo vivía una moza veinteañera, de gran lozanía llamada Brezo. Ella vivía en compañía de su tía Clara. Mientras la muchacha era de carácter distraído, gustaba  mirarse en todos los ríos, ensayaba discursos con las piedras..... Clara pasaba las horas trabajando porque estaban para eso.
Era normal que debido a su incompatibilidad de caracteres, tuvieran riñas casi a diario. Mientras que para Brezo su tía hacía las cosas simplemente por obligación, para Clara, su sobrina, desperdiciaba el tiempo y no hacía nada de provecho.
Un día que salió Clara a tender la ropa, encontróse con Brezo haciendo el tonto con un rapaz más joven que ella. Le entró un coraje por dentro  y exclamó:
¡ Quiera el cielo que te cases con el diablo!
Pasaba el tiempo y todo continuaba igual, cuando llegó un hombre al pueblo acompañado de su hijo, de buen parecer , rico y de edad similar a la de Brezo.
Se celebraba una romería en días posteriores y el hijo, que se llamaba Juan, apareció por allí, causando gran revuelo entre las mozas presentes. Estaban todos bailando, cuando apareció Brezo por allí, y al mirarse, ambos quedaron prendados, por lo que formalizaron el noviazgo después de la romería, con gran envidia de las féminas del lugar.

En unos días, Brezo le comunicó la noticia de su boda a Clara, la cual no estaba muy contenta, pero no podía hacer nada, puesto que a Brezo se la veía muy enamorada.
Se celebró la boda, y en medio del banquete, la tía Clara apartó a Brezo para comunicarle que la costumbre de la familia era cerrar a cal  y canto la habitación donde se vaya a pasar la noche de bodas, hay que cerrar todo menos la cerradura y cuando tu marido entre le echas un poco de agua bendita. Después de eso todo irá perfecto.
Ella le contestó que así haría, pero estaba más pendiente de su Juan que de otra cosa.
Como ya habréis imaginado, el tal Juan, no era otro que el mismo diablo, que aunque parezca que tiene cuernos y rabo siempre, muchas veces se viste de guapo galán y entonces no hay moza que se le resista.
Llegada la noche, Brezo hizo todo lo que su tía le dijo, y cuando su marido entró por la puerta y le roció de agua bendita, empezó a dar golpes por las paredes y se convirtió en una especie de pequeña nube grisácea, la cual salió de la habitación por la cerradura. El se creyó a salvo, pero la tía Clara le esperaba al otro lado de la cerradura con una botella, donde el diablo entró y rápidamente la cerró con un tapón. Puso la botella en la ventana , para que todos los diablos que se acercaran a ella o a su sobrina vieran lo que podía pasar.
Un día que un mozo pasaba por allí, vio en la ventana algo gris metido en una botella, y se acercó a curiosear. Al acercarse el diablo le rogó que le sacara de allí  y a cambio le daría una recompensa económica.
Una vez que el demonio salió, como no tenía un duro, se le ocurrió que podían ir al castillo del Conde, el cual tenía una hija. El demonio se metería dentro de ella y la enfermaría, así el mozo podría ir al castillo a ofrecer sus servicios por una gran cantidad, y una vez allí, el diablo se iría y el joven sería pagado.
Una vez llegados al castillo, encontraron a la hija por los jardines y en un bostezo, el diablo no dudó en meterse dentro. Al rato empezó a enfermar  y no dudaron en llamar a todos los médicos del Principado. Cada vez iba poniéndose peor y ninguna medicación parecía hacerle efecto.
En esas estaban, cuando llegó el joven y fue a hablar con el Conde, le pidió una gran cantidad de dinero y el padre le concedió tres días para curarla.
El joven se acercó a la chica para espantar al demonio, a lo que el demonio le contestó que estaba muy a gusto con ella  y no pensaba marcharse. El joven presa del pánico intentó echarle con todas las artimañas posibles, puesto que el Conde había comentado que si el joven no curaba a su hija en tres días, sería arrojado a una olla hirviendo y allí moriría.
Dándole vueltas a la cabeza estaba, pensando en la manera de echarle, cuando de pronto, mandó tocar las trompetas y las campanas del castillo. El diablo curioso preguntó por qué ese alboroto, a lo que le muchacho respondió que había llegado una tal Clara, que venía preguntando por un tal Juan que escapó. Cuando el diablo oyó eso, salió de la joven y no se le volvió a ver.
Después de eso, la joven, recuperó su lozanía y al mozo le fue pagado su dinero. Por lo que respecta a Brezo, se casó con un muchacho tan risueño como ella y su tía murió en cuanto la hubo casado con un muchacho decente.