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viernes, 13 de septiembre de 2013

Almanzor, El Victorioso --- II ---

ALMANZOR SE PROTEGE
   Aquella conspiración hizo tambalearse peligrosamente el trono, planteando problemas que urgía remediar. La implicación en el complot de algunos ulemas y la posición adoptada por parte de los alfaquíes reflejó claramente el rechazo que éstos sentían hacia la forma de gobierno que se estaba afianzando en al-Andalus.
   Para apaciguar los ánimos y desmentir el escaso respeto por la ley islámica que se le imputaba, Almanzor ordenó que la famosa biblioteca reunida por al-Hakam II fuera expurgada de toda obra vinculada a las disciplinas que los ulemas condenaban, como lógica, filosofía y astrología. Además, puesto que la amenaza de que un omeya se adueñara del califato seguía latente, Almanzor maniobró para cerrar el paso al mayor número posible de parientes de Hisham II.

   Pero, a pesar de los esfuerzos para ocultar los defectos del califa, era cada vez más evidente que éste siempre necesitaría a alguien que gobernase en su nombre. De todo ello salía reforzada la posición de Almanzor, pero, al mismo tiempo, lo volvía el blanco visible de todas las intrigas. Cada vez más preocupado por su propia seguridad, decidió construir, lejos de las intrigas del alcázar califal, su propia ciudad-palacio: al-Madina al-Zahira, al " Ciudad resplandeciente ", a la que poco a poco transfirió toda la actividad de gobierno.
   Paralelamente, se libró de manera inflexible de todos aquellos que se le oponían por ambicionar su puesto; entre ellos cayó su propio hijo mayor, Abd Allah, al que mandó ejecutar. Por último, y a fin de contar con tropas cuya fidelidad estuviera fuera de toda duda, se rodeó de bereberes emigrados recientemente a la Península y que, por no estar directamente implicados en los juegos políticos de al-Andalus, le resultaron de gran utilidad. Los contactos establecidos antaño en el Magreb se revelaban así muy útiles para el hayib.

LA AMBICION CUMPLIDA
   En los tres primero años del califato de Hisham, Almanzor lanzó 8 campañas contra el norte cristiano. Esta intensa practica del yihad, que tenía como objetivo principal lograr un mayor consenso en al-Andalus, afinó los conocimientos militares de Almanzor, siendo Galib su maestro.
   Sin embargo, era éste quien seguía siendo considerado el héroe de todos los héroes, perjudicando las ansias de poder de Almanzor. Por su parte, Galib estaba alerta, persuadido de que su yerno pretendía excluirle del gobierno. La ruptura entre los dos fue inevitable y, en 981, tras diversos enfrentamientos, Almanzor venció inesperadamente a su suegro, quien murió en la batalla.
   La eliminación de la autoridad moral representada por Galib allanó el camino de Almanzor hacia la cumbre del poder, proporcionándole, al mismo tiempo, el sobrenombre honorífico de al-Mansur, que glorificaba sus éxitos militares y su papel como baluarte del califato y del Islam andalusí, papel que desempeñaría hasta su muerte.
   Imbuido de su papel de único hayib de al-Andalus, Almanzor empezó a buscar cada vez mayores reconocimientos, como el besamanos para él y sus hijos, que en principio era una prerrogativa exclusiva del califa. Se dice incluso que en 991 habría consultado a visires y alfaquíes sobre la posibilidad de ser entronizado como califa en lugar del inútil Hisham, una iniciativa que quedó en papel mojado. Además, hacía años ya que Subh estaba descontento con las actuaciones de Almanzor, quien a su vez, poco a poco, la había apartado del gobierno. Encima, Almanzor estaba intentando que su hijo Abd al-Malik fuera reconocido como heredero de su función de hayib para poner los cimientos de su propia dinastía.

LA CONSPIRACIÓN
   En 996, en un intento de poner coto al desbordado personalismo de Almanzor, Subh urdió una conspiración para derrocar el régimen amirí, apoyada por el entorno califal y por los adversarios de Almanzor que querían convertirse en los nuevos tutores del califa. Fue una crisis muy grave, que convulsionó al-Andalus durante mucho tiempo.
   Pero Almanzor la superó y en 997 reafirmó su grandeza y autoridad con una de sus campañas más célebres: la toma y el saqueo de Santiago de Compostela, una de las mayores afrentas infligidas a la cristiandad por los soldados del Islam. Poco después, con su poder acrecentado, Almanzor se reconcilió con Hisham, a quien se renovó el juramento de fidelidad, aunque bajo la condición de que delegara oficialmente todo el poder en Almanzor. Este acuerdo selló la derrota definitiva de Subh, quien murió poco después. Desde entonces nada turbó el peculiar equilibrio que se había establecido en la gestión del poder andalusí.

 LA ULTIMA CAMPAÑA.
   Almanzor había superado los 60 años, y su salud acusaba lo que, para aquellos tiempos, era ya una edad avanzada. A finales de junio de 1002 y a pesar de encontrarse muy enfermo se puso en marcha contra Castilla, en la que sería su última campaña militar.
   Almanzor se encontraba tan desmejorado que hasta el trote del caballo lo atormentaba: a menudo se veía obligado a dejar su corcel para tenderse en una litera llevada a hombros. Tras algunas operaciones militares de poca relevancia y con el hayib empeorando a ojos vista, se decidió regresar a Medinaceli, capital de la Frontera Superior, en la actual provincia de Soria. Los últimos días los pasó rodeado de sus poetas, que alegraron su agonía exaltando con versos su gloria y recapitulando sus hazañas, como primer peldaño de lo que sería su figura legendaria.
   Uno de sus visires describió sus últimas horas: " Encontrándose mejor, quiso ver a algunos de sus notables. Me acerqué a su cama y vi que, envuelta en sus sábanas, se encontraba tan sólo la sombra de lo que había sido. No podía hablar y era evidente que se encontraba más cerca de  Alá que de nosotros ...Falleció el 9 de agosto de 1002. Habiendo dispuesto descansar en las fronteras, le dimos sepultura en el alcázar de Medinaceli. Envolvimos su cadáver en las mortajas que sus propias hijas habían tejido, y esparcimos en su cuerpo el polvo que después de cada campaña se había sacudido cuidadosamente de sus trajes, guardándolo para la ocasión ".

   Su visión política siguió intacta hasta el final. Cuando su hijo Abd al-Malik acudió a su lecho de muerte, él lo despidió angustiado: " ¡ Digámonos adiós ya ! ¡ Coge tropas de confianza y corre a la capital ! ¡ Si no estás allí antes de que llegue la noticia de mi muerte, todo estará perdido !". Llegado a Córdoba, Abd al-Malik pudo neutralizar a quienes ambicionaban sustituir a Almanzor y se hizo nombrar hayib. Pero Almanzor sabía que no se debía prescindir de la máscara de legitimidad que sólo un califa como Hisham podía proporcionar.
   Estaba en lo cierto. Cuando más tarde, en el año 1009, el tercer habyib amirí, hijo menor de Almanzor, impuso su nombramiento como heredero del califa, rompiendo con la tradición de gobierno afianzada por su padre y su hermano, todo se vino abajo y, en palabras de un historiador, " la dinastía de los amiríes desapareció como si nunca hubiese existido ".

Texto Laura Bariani
Investigadora de la Universidad Complutense de Madrid.
HISTORIA, National Geographic.