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jueves, 6 de septiembre de 2012

La Doctrina Maliki

Según los autores árabes, Hisham I y su hijo al-Hakam I fueron los mayores defensores y los responsables de que el malikismo se convirtiese en la escuela jurídico-religiosa de al-Andalus.
Malik ben Anas, que murió en Medina sobre los años 795 ó 796, creó una escuela jurídica que llevó su nombre, y que hacía referencia a la aplicación práctica del derecho religioso, tal como había sido, teóricamente, fijado, por la Zuna o sunna, la ley tradicional de los musulmanes.
Varios doctores cordobeses recibieron estas enseñanzas del propio Malik y las trajeron a al-Andalus. Primero las propagaron en Córdoba y luego se extendieron a otras ciudades importantes, con el apoyo y el beneplácito de los emires omeyas. bajo al-Hakam, el malikismo será considerado como la doctrina oficial a la que debían ajustarse los dictámenes jurídicos, fatwas, que en ocasiones solicitaba el príncipe o el cadí.
A partir de esta época, se creó, especialmente en Córdoba, una especie de aristocracia religiosa y a la vez, intelectual, constituida por los alfaquíes o juristas-teólogos malikíes. Esta casta privilegiada no tardó en dedicarse o bien a ganarse la intimidad del príncipe gobernante para influir en sus decisiones, e intervenir así en los asuntos de estado, o bien todo lo contrario, a crear auténticas corrientes de animosidad contra él cuando no les hacía demasiado caso o ignoraba sus dictámenes.
La adopción de la doctrina malikí, enemiga de innovaciones y muy rigorista, evitó que al-Andalus se viera envuelto en las querellas religiosas que ya empezaban a desgarrar el Islam. Los movimientos heterodoxos se reprimirán con firmeza, de forma inmediata y los crímenes de lesa fe, se castigarán sin discusión y se aplicarán a cualquiera que incurra en ellos, no importa cuál sea su posición dentro de la sociedad o pertenezca a la aristocracia. Aunque los veredictos deberán contar con la aprobación del gobernante, éste no podrá mostrarse transigente, so pena de ser reprobado por los clérigos y por el pueblo.
Desde sus orígienes, el estado musulmán andaluz aparece como el guardián de la ortodoxia, con una fe ciega en una doctrina inmutable, lo que supone, de antemano, la negación de cualquier posibilidad de especulación racional.

lunes, 3 de septiembre de 2012

Alfonso II " el casto ". La guerra santa contra los cristianos.

Al piadoso Hisham le parecía que la guerra santa era una obligación, y con su reino casi completamente tranquilo, decidió hostigar, cada año de su reinado, a los cristianos del norte, cosa que su padre no había podido hacer.
El mismo año de su proclamación como emir, el reino asturiano tenía un nuevo rey, Bermudo I. Tres años más tarde, dos ejércitos musulmanes se internarían en Alava infringiendo una grave derrota a Bermudo y consiguiendo grandes frutos de sus dominios. El año siguiente, Álava fue, de nuevo, atacada con éxito, por el general Abd al-Malik ben Mugith y su hermano. Mientra tanto a Bermudo le había sucedido Alfonso II, el Casto, que trasladó la capital del reino asturiano a Oviedo.  La aceifa o campaña estival de este año, sin embargo, no fue igual de afortunada para las tropas emírales. Dos columnas musulmanas, se dirigieron, una hacía Asturias y otra hacia Álava. La de Álava corrió toda la región, y la de Asturias llegó hasta Oviedo , saquéandola, per a su regreso, fue sorprendida por los asturianos y diezmada en una comarca pantanosa. El desastre sería vengado por Abd al-Karim ben Mugith que, en 785, marchó sobre Astorga y conquistada la plaza, se dirigió contra Alfonso II que no pudo resistir el choque. Se refugió en un castillo, a la orilla del río Nalón, después de que fuera perseguido por las montañas de Asturias, y a punto estuvieron de capturarlo, tras lo cual, los musulmanes regresaron a Córdoba. En el año 795, otra expedición musulmana fue perseguida por las tropas cristianas y le ocasionaron grandes pérdidas. Al año siguiente moría Hisham I y la agitación interior de al-Andalus no iba a permitir a su sucesor, entregarse a las tareas de la guerra santa. Fue un largo período de tiempo que los asturianos aprovecharon para resarcirse de tantas derrotas y emprender la conquista de nuevos territorios.
Unos años antes de la muerte del emir, el general Abd al-Malik ben Mugith, realizó una expedición contra el enclave de Gerona, con intención de llegar hasta la Septimania. Cercó la plaza, destruyó sus fortificaciones y aniquiló a la guarnición franca, pero no pudo tomar la ciudad. Mejor le fue la segunda parte del plan. Continuó camino hasta Narbona, sin encontrar resistencia y llegó a incendiar los arrabales de esta ciudad, sin tampoco llegar a tomarla. El rey de Aquitania, Luis, se encontraba en aquellos momentos en Italia, con sus mejores tropas, y fue el conde Guillén de Tolosa el encargado de detener el avance musulmán. El encuentro se produjo en las orillas del río Orbieu y fue un auténtico desastre para las tropas cristianas del duque. Los musulmanes consiguieron un botín espléndido y regresaron a Córdoba con gran cantidad de cautivos. Se dice que en el lote que le correspondía a Hisham, y que era una quinta parte del total del botín tomado, se incluían una gran cantidad de esclavos, de oro y de plata.

ALFONSO II " el casto "
Hijo de Fruela II y Munia, prisionera vascona, Alfonso nació en el año 762. Como sobrino de Silo por vía de la reina Adosinda, gobernó el Palatium Regis hasta que en el año 783 murió el monarca astur. Estos primeros años le aportaron una experiencia fundamental en la vida de la corte, pero no le sirvieron para hacerse con el solio regio. La sociedad astur estaba dividida entre los partidarios de la vía ortodoxa heredera del antiguo reino visigodo o los más reformistas, que propugnan una vía de entendimiento con los mozárabes residentes en Al-Andalus. Este enfrentamiento que traspasa fronteras políticas, como luego veremos, acaba con Mauregato en el poder. Alfonso, depositario de la tradición visigoda, se refugia en el monasterio de Samos, según consta en un documento posterior firmado en el año 912 por Ordoño II.

Mauregato reina hasta el año 789. Pese a su fugaz mandato, asiste como monarca a dos acontecimientos de gran importancia, cuyas consecuencias alcanzarán incluso al reinado de Alfonso II. Se trata del Concilio de Sevilla, del 784, inicio de la querella Adopcionista y de los primeros síntomas de un culto jacobeo en la península.

A su muerte le sustituyó Bermudo I, que apenas duró dos años en el poder. Tras su derrota ante los musulmanes en Burbia, en el 791, abdica en Alfonso, que es ungido monarca según el rito visigodo el 14 de septiembre del mismo año. Una de sus primeras decisiones es la de trasladar la sede regia a Oviedo, emplazamiento estratégico, en lo alto de una colina, entre la costa y la llanura central, con mayores posibilidades de explotación agrícola y, ante todo, para controlar mejor las comunicaciones a través del valle del Nalón, el Caudal y el Narcea, vías de acceso a Asturias desde León, Galicia y Cantabria. Su política territorial se centró en la repoblación de los territorios que más adelante darían lugar al condado de Castilla. Fundó monasterios como el de Taranco, en el valle de Mena, y repobló el valle de Valpuesta, donde el obispo Juan estableció una diócesis. Sin embargo, Alfonso tuvo que dedicarse a contener los ataques de Hicham I, que en el año 795 volvió a ocupar la ciudad de Oviedo. Los musulmanes se dedicaron a lanzar razzias periódicas sobre las tierras recién repobladas, especialmente en Álava, la futura Castilla y Galicia, para garantizar su sometimiento, pero afortunadamente para Alfonso, las revueltas internas que tuvieron lugar en Al-Andalus y la presión franca en los pirineos, que provocaron la pérdida de Gerona (785) y Barcelona (801), obligaron a los dirigentes musulmanes a distribuir sus esfuerzos. Esto permitió a Alfonso reorganizar sus dominios y presentar una resistencia formidable, que cristalizaría en victorias como la del río Lutos, cerca de Grado, en el año 794, lo que le otorgó una gran fama como caudillo militar.

Alfonso II, que no se casó, murió sin descendencia en el año 842. Heredó de su padre un fuerte temperamento y un gran carácter guerrero. Introdujo en la iglesia astur el celibato, de ahí su apelativo de "El Casto", aunque antiguamente llegó a conocérsele como "El Magno", debido a sus triunfos. Es precisamente esta devoción por la castidad lo que ha hecho que algunos historiadores le vinculasen con cultos priscilianistas, muy arraigados en Galicia, donde el monarca astur se recluyó en dos ocasiones, pero no se trata más que de una conjetura.

Hechos especialmente significativos de su reinado fueron el traslado de la capital a Oviedo, establecimiento de relaciones con Carlomagno, el descubrimiento del sepulcro de Santiago y el auge del prerrománico asturiano (construcción de la Cámara Santa de Oviedo, San Tirso y la de San Julián de los Prados.


La querella Adopcionista y el hallazgo del sepulcro de Santiago

El origen del adopcionismo es una cuestión controvertida. Algunos historiadores defienden que Félix de Urgel y Elipando de Toledo reinterpretaron la condición humana de Cristo para hacer más aceptable la fe cristiana al musulmán; otros lo atribuyen a un desliz y otros ven tras ello implicaciones de índole política. Sea como fuere, el debate sobre la humanidad de Cristo estaba en plena ebullición cuando Elipando convoca un concilio en Sevilla, en el año 784, para condenar a Migecio, que se había mostrado especialmente activo. Es entonces, en el Credo de este concilio firmado por Elipando, donde se escribe la frase de la polémica, en la que se habla de una doble naturaleza de Cristo "en cuanto Dios, Hijo por naturaleza del Padre, y en cuanto hombre, hijo adoptivo de Dios".

Las actas del sínodo llegaron hasta el remoto monasterio de San Martín de Liébana, desde el que el monje Beato escribe su Tratado Apologético en contra de las tesis de Elipando. Encontrará como aliado en su alegato al monje Eterio de Osma, refugiado en los Picos de Europa, y, lo que es más importante, al propio Alfonso II, que apoyado por Carlomagno, vio la posibilidad de romper con la iglesia toledana para convertir a Oviedo en la única sede hispana reconocida por Roma, con lo que al poder político de su sede regia uniría la autoridad religiosa, que se vería reforzada por un acontecimiento extraordinario, el descubrimiento del sepulcro del apóstol Santiago, que tuvo lugar entre los años 820 y 830 en los confines de la Mahía (Amaea), en la primitiva diócesis de Iria Flavia.

El ermitaño Pelayo y los feligreses de la antigua iglesia de San Félix de Solobio localizaron unas luminarias en el bosque, acompañadas de cantos angélicos. El obispo iriense, Teodomiro, acude inmediatamente a la zona, encuentra un túmulo funerario y lo identifica con el sepulcro del Apóstol. Alfonso II acudió con su familia y la corte real al lugar del hallazgo, comunicándolo ipso facto a Carlomagno, con quien mantenía una relación muy fluida. El monarca astur mandó construir en Arcis Marmóricis, topónimo del lugar en el que se localizó el túmulo, una iglesia de una nave con techumbre de madera, que probablemente seguiría el estilo de las construcciones de Oviedo, y en cuya cabecera se mantuvo el sepulcro romano.

DON PELAYO.

 Las Crónicas medievales coinciden en señalar el pasado nobiliario de Pelayo. La Najerense y la Rotense le presentan como espadero de los reyes Witiza y Rodrigo, es decir, miembro de su guardia personal. Ya en el siglo XIII, Lucas de Tuy nos amplía esta información, asegurando que era nieto del monarca Chindasvinto e hijo de Favila, por lo que estaría emparentado con Rodrigo, que a su vez era hijo de Teodrofredo, hermano del padre de Pelayo. Es decir, su pasado era completamente visigodo.
Siguiendo esta línea, cabe pensar que Pelayo, tras la derrota de Guadalete, se replegase hacia el norte con un contingente de nobles afines en busca de un terreno más propicio. El cronista Al-Maqqari, así nos lo explica "no había quedado más que la roca donde se refugió el rey llamado Pelayo con trescientos hombres". Allí debió de granjearse la confianza de los pueblos norteños, que sirvieron para potenciar sus huestes.Sea como fuere, se acepta que Pelayo fue nombrado rey en el año 718, fecha que se considera como el inicio del reino astur, con capital en Cangas de Onís.
Cabe pensar que sus primeros años de mandato se enfocaron a organizar la resistencia. Sin embargo, las Crónicas vuelven a sembrar de niebla los hechos históricos, ya que tanto la Najerense como la Rotense aseguran que el motivo por el que Pelayo se enfrentó a los musulmanes no fue otro que el intento del gobernador de Ieione, Munuza, de desposarse con su hermana, para lo que le envió a Córdoba. A su vuelta, el monarca astur se negó a consentir la unión, por lo que el musulmán trató de apresarlo. Sus intenciones fueron declaradas por un amigo a Pelayo, que corrió a refugiarse en el monte Auseva, en una gran cueva, donde finalmente se acabó librando la legendaria batalla.
Don Pelayo (¿? - Cangas de Onís, Asturias, 737) fue el primer monarca del reino de Asturias que rigió hasta su muerte.El testamento de Alfonso III, del año 869,2 en que el rey Magno dona al presbítero Sisnando la iglesia de Santa María de Tenciana (Tiñana, Siero) que su tío Alfonso el Casto había ganado de las propiedades pertenecientes a su bisabuelo Pelayo, vincula territorialmente a Pelayo con el área central de Asturias, aunque sin aportar datos sobre su lugar de origen. Frenó la expansión de los musulmanes hacia el norte, comenzó la Reconquista y se le ha considerado tradicionalmente como el fundador del reino de Asturias.

Según la leyenda, Pelayo era un noble visigodo, hijo del duque Favila. Debido a las intrigas entre la nobleza visigoda, el rey Witiza conspiró para asesinar a su padre. Pelayo huyó a Asturias, donde tenía amigos o familia. Posteriormente, al sentirse inseguro en la Península, marchó como peregrino a Jerusalén. Allí permaneció hasta la muerte de Witiza y entronización de Rodrigo, del que era partidario. Con éste, ocupó el cargo de conde de espatarios o de la guardia del rey y como tal combatió en la batalla de Guadalete en abril o mayo del año 711. Tras la batalla se refugió en Toledo y, a la caída de la ciudad (714), mientras otros escapaban a Francia, él volvió a Asturias, supuestamente custodiando el tesoro del rey visigodo.

Las primeras incursiones árabes en el norte fueron las de Muza entre los años 712 y 714. Entró en Asturias por el puerto de Tarna, remontó el río Nalón y tomó Lucus Asturum (Santa María de Lugo de Llanera) y luego Gijón, donde dejó a cargo al gobernador Munuza. Las familias dominantes del resto de las ciudades asturianas capitularon y probablemente también la familia de Pelayo.

En 718 tuvo lugar una primera revuelta encabezada por Pelayo (al parecer porque Munuza se había casado por la fuerza con su hermana Adosinda), que fracasó. Pelayo fue detenido y enviado a Córdoba. Sin embargo, consiguió escapar y volver a Asturias, donde encabezó una segunda sublevación y se refugió en las montañas de Covadonga y Cangas, donde se mantenía la resistencia.

En 722 Munuza envió a un general, Al Qama, a someter a los sublevados. Al Qama se dirigió hacia Bres (Piloña), donde se encontraba Pelayo. Éste se dirigió huyendo hasta el monte Auseva, en el valle de Cangas y allí, en la Batalla de Covadonga, aniquiló al destacamento de Al Qama que venía de la península para ayudar a eliminar definitivamente la resistencia en las montañas.
Cuentan las crónicas que, tras la derrota de Covadonga, Munuza salió huyendo con sus fuerzas, probablemente por temor a que la gente de Gijón se uniera a la revuelta, o por miedo a que las tropas asturianas que habían derrotado a sus propias tropas le dieran alcance en la ciudad. Tras abandonar la ciudad, Munuza intentó salir de Asturias por el puerto de la Mesa, mientras que las tropas victoriosas de Covadonga hacían marchas forzadas para cortarle la huida hacia la meseta, siendo Munuza y sus tropas nuevamente derrotadas y muerto Munuza en Olalíes, actual concejo de Santo Adriano. El caso es que Pelayo se apoderó de Gijón sin mayor esfuerzo, una vez que las tropas musulmanas y Munuza habían intentado huir y habían sido aniquiladas en el intento. Al divulgarse por tierras musulmanas la noticia de la toma de Gijón, muchos cristianos se unieron al ejército de Pelayo. Teniendo el reino de Asturias tuvo como primera capital Cangas de Onís y como segunda Arriondas, para pasar a ser Oviedo la capital bajo el reinado de Alfonso II. Como reseña de la importancia de la muerte de Munuza según esta versión, destacar que era el general al mando de las tropas al norte de la península Ibérica, y entonces su muerte, se podría considerar de trascendencia dentro del organigrama militar musulmán.

Batalla de Covadonga.
Hacia el año 722, ante la situación generada en el norte, Tariq envió un ejército liderado por Alkama para socorrer al gobernador Munuza frente a los levantiscos astures. La batalla acabó con la huida de las tropas invasoras, que no pudieron vencer la resistencia de los aguerridos norteños, conocedores del terreno y sabedores de la importancia del triunfo para mantener su independencia. Dice la leyenda que Pelayo persiguió al ejército derrotado hasta la ciudad de León, en cuyas proximidades, en los llanos de Camposagrado, volvió a vencer a los huidos.La batalla quedó salpicada posteriormente de elementos míticos, que contribuyeron a reforzar el sentido de apoyo Divino con el que los cronistas quisieron adornar esta refriega para impulsar la moral de las tropas que protagonizaban la Reconquista. Como fruto del matrimonio de Pelayo con Gaudiosa nacieron Ermesinda, futura esposa de Alfonso I, y Favila, que le sucedió tras su muerte por enfermedad en el año 737.


Muerte y sepultura de don Pelayo

El rey don Pelayo falleció en Cangas de Onís, donde tenía su corte, en el año 737. Después de su defunción, su cadáver recibió sepultura en la iglesia de Santa Eulalia de Abamia, situada en la localidad asturiana de Abamia, en la que previamente había sido sepultada su esposa, la reina Gaudiosa. En el lado del Evangelio de dicha iglesia, se conserva en la actualidad el sepulcro, vacío, que contuvo los restos del rey, y enfrente, colocado en el lado de la Epístola, se encuentra el que contuvo los restos de la esposa de don Pelayo. El cronista Ambrosio de Morales dejó constancia en su obra de que Alfonso X el Sabio, rey de Castilla y León, ordenó trasladar los restos del rey don Pelayo y los de su esposa a la Santa Cueva de Covadonga.

Tumba del rey don Pelayo en la Santa Cueva de Covadonga.

En una cavidad natural de la Santa Cueva de Covadonga, e introducidos en un túmulo de piedra, reposan en la actualidad los restos del rey don Pelayo, los de su esposa, y los de Ermesinda, hermana del rey. En el sepulcro se encuentra esculpida la siguiente inscripción:

    "AQVI YACE EL SEÑOR REY DON PELAIO, ELLETO EL AÑO DE 716 QUE EN ESTA MILAGROSA CUEBA COMENZO LA RESTAVRACION DE ESPAÑA BENCIDOS LOS MOROS; FALLECIO AÑO 737 Y ACOMPAÑA SS M/gEr Y ErMANA"


Don Pelayo contrajo matrimonio con Gaudiosa, y fruto de su matrimonio nacieron dos hijos:

    Favila de Asturias (¿?-739). Fue el segundo rey de Asturias. Contrajo matrimonio con Froiluba y fue sepultado en la iglesia de la Santa Cruz de Cangas de Onís.
    Ermesinda. Contrajo matrimonio con Alfonso I el Católico, tercer rey de Asturias e hijo del duque Pedro de Cantabria. La tradición sostiene que sus restos reposan en la actualidad en la Santa Cueva de Covadonga, junto a los de sus padres y los de su esposo.13



domingo, 2 de septiembre de 2012

Romance de la profecía hecha al rey Don Pedro el Cruel




Por los campos de Jerez
a caza va el rey Don Pedro;
en llegando a una laguna,
allí quiso ver un vuelo.
Vido volar una garza
desparóle un sacre nuevo,
remontárale un neblí,
a sus pies cayera muerto.
A sus pies cayó el neblí,
túvolo por mal agüero.
Tanto volaba la garza,
parece llegar al cielo.
Por donde la garza sube
vio bajar un bulto negro:
mientras más se acerca el bulto
más temor le va poniendo;
con el abajarse tanto
parece llegar al suelo,
delante de su caballo
a cinco pasos de trecho;
d'él salió un pastorcico,
sale llorando y gimiendo,
la cabeza desgreñada,
revuelto trae el cabello,
con los pies llenos de abrojos
y el cuerpo lleno de vello;
en su mano una culebra
y en la otra un puñal sangriento;
en el hombro una mortaja,
una calavera al cuello;
a su lado de traílla
traía un perro negro,
los aullidos que daba
a todos ponían gran miedo;
y a grandes voces decía:
-Morirás el rey don Pedro,
que mataste sin justicia
los mejores de tu reino:
mataste tu propio hermano,
el Maestre, sin consejo,
y desterraste a tu madre:
a Dios darás cuenta de ello.
Tienes presa a doña Blanca,
enojaste a Dios por ello;
que si tornas a quererla,
darte ha Dios un heredero,
y si no, por cierto sepas
te vendrá desmán por ello;
serán malas las tus hijas
por tu culpa y mal gobierno,
y tu hermano don Enrique
te habrá de heredar el reino;
morirás a puñaladas,
tu casa será el infierno.
Todo esto recontado,
desapareció el bulto negro.

El rey don Pedro el Cruel está cazando en Jerez cuando se le apareció un pastorcillo con unas señales muy poco tranquilizadoras: cabeza desgreñada, cabello revuelto, pies con abrojos, el cuerpo lleno de vello, una culebra y un puñal ensangrentado en las manos, una mortaja y una calavera. Venía acompañado de un perro negro que causaba gran pavor. Le anuncia su muerte por matar a su hermano, al Maestre y desterrar a su madre. Le dice que si libera a doña Blanca y la ama tendrá un heredero, pero si no lo hace, sus hijas serán malas, morirá a puñaladas y su hermano Henrique le heredará. 

Don Pedro el Cruel, (1334-1369), rey de Castilla y León. Hijo de Alfonso XI y María de Portugal, heredó el trono en medio de una compleja situación política y de una profunda crisis económica. Su padre había tenido diez hijos bastardos con Leonor de Guzmán, entre los que estaba el conde de Trastámara, el futuro Enrique II. Se pactó el matrimonio de Pedro I con Blanca de Borbón. El rey castellano, nada más conocer que la dote pactada no podía ser pagada, abandonó a su esposa y volvió con María de Padilla, con quien estaba unido sentimentalmente. A partir de este momento, y aprovechando la orden de prisión que el rey dictó sobre doña Blanca, se produjo una rebelión nobiliaria capitaneada por el bastardo Enrique de Trastámara, que pretendía el trono castellano. Las sangrientas represiones que el rey impuso a los rebeldes y que le valieron el calificativo de Cruel. El triunfo final fue para Enrique, que consiguió la ayuda de tropas francesas mandadas por Bertrand Du Guesclin. Fue asesinado.
 
Doña Blanca de Borbón, se casó con don Pedro el Cruel, gracias a la Alianza de Castilla con Francia. Fue asesinada por orden del rey para poder casarse con Maria de Padilla.
 
Enrique, (1333-1379), rey de Castilla. Hijo bastardo de Alfonso XI, fue el primer rey castellano de la dinastía Trastámara. Encabezó la rebelión nobiliaria contra su hermano Pedro I el Cruel y con el apoyo de Francia y Aragón logró la victoria definitiva. Sus partidarios durante la guerra civil fueron recompensados generosamente con las llamadas 'mercedes enriqueñas', que permitieron el enriquecimiento de familias como los Mendoza, Velasco y Manrique. El rey firmó tratados de paz con Portugal y Aragón, sentando así las bases de la hegemonía castellana en la península Ibérica. Enrique II luchó al lado de Francia en la guerra de los Cien Años, derrotando a la flota británica en La Rochela

jueves, 23 de agosto de 2012

La Vida Cotidiana en al-Andalus.


LA CIUDAD

 El núcleo urbano era la medina, de trazado apretado y denso. En general, presentaba las siguientes características:

Estaba amurallada.
Las puertas eran complejas estructuras arquitectónicas, dobles o en recodo, que se cerraban por la noche.
Se organizaba en dos zonas: la comercial y la vecinal.
En el núcleo principal, llamado Medina, se agrupaban la Mezquita Mayor (aljama), la Madraza, la Alcaicería, el zoco y las más importantes calles comerciales.
La alcazaba se situaba en la parte más alta de la ciudad.
Los arrabales aparecen al extenderse la ciudad extramuros. En ocasiones recibían el nombre de la comunidad o gremio que los habitaba. Disponían de los servicios necesarios para su funcionamiento independiente (mezquita, baño, zoco...).
Calles estrechas (lo que ayudaba a combatir el calor) y sinuosas, con un trazado casi laberíntico. Estaban empedradas y alumbradas de noche. Este alumbrado, al igual que el alcantarillado, se distribuía mediante una red perfectamente organizada.
Frecuentes adarves o calles sin salida que se cerraban de noche aislando a los vecinos a cuyas viviendas daban acceso.
Caserío compacto en el que la vida privada es impenetrable para el transeúnte.
Saledizos y voladizos que a veces llegan a cubrir las calles.
Cementerios situados extramuros, cerca de las principales puertas.
Explanadas, también extramuros, que se usaban como oratorios.
 La mezquita era un lugar frecuentado, no sólo para efectuar la oración comunitaria, sino para convocar distintas reuniones de tipo social y vecinal, o simplemente para estudiar con un poco de sosiego, o escapar a los calores estivales entre la umbría del bosque de columnas.

Según las crónicas musulmanas, Córdoba, en el siglo X, era una ciudad extraordinariamente civilizada. En esa época había una población de casi un millón de almas encerradas en un perímetro que medía doce kilómetros y en 21 arrabales; con 471 mezquitas, 600 baños públicos, 213.077 casas de clase media y obrera, 60.300 residencias de oficiales y aristócratas, y 4.000 tiendas y comercios en una superficie de 2.690 Ha. Era famosa por sus jardines, alcantarillas, acueductos y paseos de recreo. A ambos lados del Guadalquivir (“uadi al-kabir”, el río grande) se extendían los distintos barrios.


La realeza y la nobleza vivían en sus alcázares o palacetes y en sus fincas de recreo. Los notables y la masa habitaban en casas de tipo mediterráneo, más o menos grandes, generalmente muy reducidas. Casi todas constaban de un pequeño zaguán de acceso al patio central, en el que solía haber un diminuto jardín interior o, cuando el espacio era muy reducido, una higuera o una parra. La sala principal, situada en el piso alto, servía para estar y recibir; podía tener, además, un estaribel (tipo de asiento o escaño) con cojines; y a sus extremos se abrían dos alcobas pequeñas en las cuales se colocaba una tarima con cojines sobre la cual se dormía. En ninguna casa faltaba una necesaria (retrete), un depósito para agua o al menos una cantarera, y alacena, taquilla y arcón para guardar el escaso ajuar.

De las paredes colgaban tapices de lana y seda, en las casas ricas; los pobres las mantenían bien enjalbegadas. Sobre el suelo colocaban alfombras de lana o esteras, mesas bajas, orzas y lebrillos de cerámica vidriada y un anafre para cocinar, tarea que entre los pobres se hacía en el mismo lugar donde se comía. Cuando apretaba el frío, los pudientes tenían sistemas complicados de calefacción, los pobres se limitaban al brasero. Cuando atacaba el calor, se paliaba con el riego o se hacía uso del abanico.



jueves, 16 de agosto de 2012

Romance del caballero burlado.


Romance del caballero burlado

De Francia partió la niña,
de Francia la bien guarnida,
íbase para París,
do padre y madre tenía.
Errado lleva el camino,
errada lleva la guía,
arrimárase a un roble
por esperar compañía.
Vio venir un caballero,
que ha París lleva la guía.
La niña desque lo vido
de esta suerte le decía:
-Si te place, caballero,
llévesme en tu compañía.
-Pláceme, dijo, señora,
pláceme, dijo, mi vida.
Apeóse del caballo
por hacelle cortesía;
puso a la niña en las ancas
y él subiérase en la silla.
En el medio del camino
de amores la requería.
La niña, desque lo oyera,
díjole con osadía:
-Tate, tate , caballero,
no hagáis tal villanía,
hija soy de un malato
y de una malatía;
el hombre que a mí llegase
malato se tornaría.
El caballero con temor
palabra no respondía.
A la entrada de París
la niña se sonreía.
-¿De qué vos reís, señora?,
¿de qué vos reís, mi vida?
-Ríome del caballero,
y de su gran cobardía;
¡tener la niña en el campo,
y catarle cortesía!
Caballero con vergüenza
estas palabras decía:
-Vuelta, vuelta, mi señora,
que una cosa se me olvida.
La niña, como discreta,
dijo:-Yo no volvería,
ni persona, aunque volviese,
en mi cuerpo tocaría:
hija soy del rey de Francia
y de la reina Constantina,
el hombre que a mí llegase
muy caro le costaría. 

 
Una niña, la hija del rey de Francia , parte de ese país hacía París. En el camino se pierde, lo mismo que el que los guía. Apoyada en un roble ve venir a un caballero, al que pide que la lleve con él. En medio del camino el caballero la solicita para sus amores, pero ella se evade diciendo que sus padres son malatos o leprosos. El caballero la deja en paz hasta llegar a París. Allí la niña se ríe y, el caballero, la pregunta por qué. Ella le responde que no es hija de malatos, sino del rey de Francia y la reina Constantina.

lunes, 13 de agosto de 2012

De Abderramán I a su hijo Hisham .

Murió el primer emir independiente de al-Andalus, en Córdoba, el 30 de septiembre de 788, rondando los 70 años de edad. Había organizado un país, había hecho frente a numerosos enemigos, había ampliado la mezquita y construido un hermoso palacio, Al-Ruzafa, y había conseguido el respeto de los muladies y de los mozárabes.
Fue enterrado en la capilla sepulcral del Álcazar de los emires, que a partir de este momento, se convirtió en el panteón de la dinastía. Las crónicas dicen que " el Emigrado", de origen sirio, era un príncipe de elevada estatura, con cabellos rubios que le caían en hermosos bucles, rostro simpático y enérgico, lleno de atractivo, tan sólo afeado por la pérdida de un ojo. Casi siempre vestía de blanco, el color de su casa real, y era buen poeta y orador, incansable ante las dificultades que tuvo que soportar desde su dura juventud. A su sucesor le dejaba una monarquía muy poco debilitada por las incursiones cristianas y bastante pacifícada, después de haber combatido, sin tregua, a sus enemigos internos.
Se le puede considerar uno de los mejores soberanos de la dinastía, tan sólo ensombrecido por otros "Abderramanes " que en los siglos IX y X, eclipsarán en algo, la fama de su ilustre abuelo, al que debían todo.
Abd al-Rahmán I tomó la decisión de elegir el sucesor siguiendo una antigua traición oriental. Escogió a Hisham,su hijo más pequeño, hijo de una esclava visigoda llamada Halul conversa al Islam ., por ser el más parecido a él tanto en carácter como físicamente, dejándole un legado inmenso. Sus otros hijos eran : Suleyman, que había nacido en Oriente y fue traído a Córdoba cuando su padre era ya emir; y Abd Allah, al que se conocerá como " El Valenciano".
El Emir se preocupó de que los dos príncipes ( Suleyman y Hisham ) tuvieran una educación esmerada, pero ambos era muy diferentes. Hisham, muy piadoso, aprendía con rapidez y estaba dotado de un carácter que le hacía encantador. Sulayman, por su parte, era poco aplicado y no estaba interesado en el pasado glorioso de los omeyas. A los dos les había otorgado su padre mando sobre algunos territorios, por eso cuando el emir muere, Sulayman se encuentra en Toledo como valí y Hisham en Mérida. Abd Allah, por encontrarse en la capital, Córdoba, será el que reciba el juramento de fidelidad de los cordobeses, en nombre de Hisham, que se apresura a marchar hacia su destino, tomando posesión del trono el 7 de octubre de 788. Un astrólogo le había pronosticado que su reinado sería corto, y así aconteció, pero el nuevo emir, sin tener muy en cuenta esta predilección, se dedicó a gobernar y a luchar cuando así lo requirieron las circunstancias, desde el primer momento de su reinado.
Hacia el final de su vida, Abd al-Rahman, tuvo sus dudas sobre a quién nombrar heredero. Hisham era prudente, religioso en extremo y gozaba del aprecio general, pero Sulayman era valiente, de más edad que su hermano y tenía a su lado el aprecio de los sirios. Incluso llegó a decirle a Abd Allah que el trono fuese para el primero que llegase a Córdoba. Cuando supo  que su hermano Hisham era el nuevo emir, reunió tropas en Toledo y se dirigió a pelear por el trono. Sulayman no llegó a la capital porque fue derrotado en Jaén. Regresó a toledo, donde , muy pronto contó con la compañía de Abd Allah, que respetó los deseos de su padre, pero no le pareció bien que heredase Hisham.
   Era evidente que el nuevo emir no podía tolerar la rebelión de sus dos hermanos, y a pesar de la repugnancia que le producía usar la fuerza, en el año 789, no tuvo más remedio que poner cerco a Toledo por espacio de dos meses. Sulayman escapó del sitio e intentó sublevar a la región deTudmir, sin que, al parecer, tuviera éxito, por lo que pensó en pedir perdón a su hermano y aceptar la sumisión.
Hisham I le perdonó, pero le exigió la expatriación, entregándole a cambio 70.000 dinares que constituían una auténtica fortuna. Sulayman marchó hacie el Magreb y se instaló en tierras bereberes. Abd Allah, también solicitó el perdón a su hermano y emigró al norte de África, permaneciendo allí hasta la muerte de Hisham.
Su reinado sólo duró 7 años, que se caracterizaron por una calma poco usual. Tres sediciones, una en Tortosa, otra en Zaragoza y otra de los beréberes de la serranía de Ronda, fueron sofocadas con rapidez.

Información:
al-Andalus de Concha Masiá.