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domingo, 12 de octubre de 2014

Muhammad ibn Nasr

Muhammad ibn Yusuf ibn Nasr (en árabe, محمد بن نصر), (Arjona, 1194 - Granada, 1273). Primer rey del Reino de Granada y como tal fundador de la dinastía epónima de los nazaríes.
Gobernaría entre 1238 y 1273 como Muhammad I con el sobrenombre de al-Galib bi-llah (لغالب بالله, 'el victorioso por Dios'), aunque sería más conocido como Ibn Al-Ahmar (لأحمر, 'El Hijo del Rojo'), o Alhamar (castellanizado), por la coloración roja de su barba.
Orígenes.
Miembro de los Banu Nasr, familia que afirmaba proceder de uno de los compañeros que siguieron al profeta Mahoma durante la hégira, se asentaron en la Taifa de Zaragoza donde permanecieron hasta 1118 cuando fue conquistada por el rey aragonés Alfonso I, obligando a los Banu Nasr a trasladarse a Arjona donde, en 1194, nacería el futuro Muhammad I.
Sultán de Arjona
En 1212, a raíz de la batalla de las Navas de Tolosa el poder de los almohades empieza a declinar, dando origen a los llamados Terceros reinos de Taifas, entre los que destacará la Taifa de Murcia creada en 1228 y que, bajo el mandato de Ibn Hud, extenderá su dominio sobre todo Al-Ándalus, con excepción de las taifas de Valencia y Niebla.
Muhammad ibn Nasr, aunque dedicado a la agricultura (la 'General Estoria' de Ibn al-Jatib recoge que heredó de sus padres extensos dominios «que cultivaba con sus propias manos»), alcanzó reconocimiento y prestigio en su ciudad natal al encabezar operaciones militares de defensa de la frontera ante las incursiones cristianas.
Estas incursiones cristianas y las continuas derrotas que sufren las tropas de Ibn Hud provocan el malestar de la población contra este y son aprovechadas por Muhammad ibn Nasr para, con el apoyo de su familia encabezada por su tío Yahya ibn Nasr y de los Banu Asquilula con los que se halla emparentado por matrimonio, alzarse el 16 de julio de 1232 contra el rey de la taifa de Murcia y proclamarse sultán de la Taifa de Arjona que habrá de ser el germen del futuro reino nazarí de Granada.
Inmediatamente inicia la expansión territorial tomando Guadix, Baza y Jerez de la Frontera. Las conquistas continúan en 1233 con la toma de Úbeda, Porcuna, Córdoba y Jaén, ciudad esta adonde trasladará su capital.
Su siguiente objetivo es hacerse con la taifa de Sevilla, para lo cual firma una alianza con su rey Muhammad al-Bayi, quien se ha hecho con el poder tras destronar al hermano de Ibn Hud, y a quien logran derrotar en su intento por reconquistar la ciudad. Tras hacer asesinar al monarca sevillano, Muhammad ibn Nasr sitúa como gobernante de Sevilla a su pariente Alí ben Asquilula quien tras sólo un mes en el poder se verá obligado a huir cuando los sevillanos optan por reconocer como rey a Ibn Hud quien además, en 1235, había reconquistado Córdoba y, en 1234, había conseguido que el califa de Bagdad le reconociera oficialmente como gobernante de todo Al-Ándalus.
Las pérdidas territoriales y el respaldo político conseguido por su rival al ser reconocido como el gobernador de Al-Andalus obligan a Muhammad ibn Nasr a rendir homenaje a Ibn Hud reconociéndole como emir y prestándole vasallaje a cambio de ser reconocido como señor de Arjona, Jaén y Porcuna.
Rey de Granada.
Esta situación cambiará cuando, en 1236, Ibn Hud rinde la ciudad de Córdoba al rey castellano Fernando III declarándole vasallaje. Los altos impuestos que se compromete a pagar al rey castellano provocan el descontento de la población y su asesinato en 1237. Muhammad ibn Nasr aprovecha la coyuntura para tomar sucesivamente, y a lo largo de 1238, Almería, Málaga y Granada donde fijará su nueva capital proclamándose rey con el nombre de Muhammad I.
Su entrada en Granada la realizará por la Puerta de Elvira proclamando Wa lā gāliba illā-llāh|Wa lâ Ghâlib illâ Allâh ('No hay otro vencedor que Alá'), frase que, además de dar origen a su sobrenombre: al-Galib bi-llah ('el victorioso por Dios'), se va a convertir en la divisa de la dinastía nazarí que aparecerá repetida en todos lo palacios nazaríes construidos en los dos siglos siguientes comenzando por la propia Alhambra cuya construcción iniciará Muhammad I sobre la fortaleza que ya dominaba la ciudad.
Con las conquistas de Granada, Almería y Málaga Muhammad I consigue el máximo dominio territorial que alcanzará la dinastía nazarí aunque sólo lo mantendrá durante 8 años ya que esta gran expansión territorial va a despertar el recelo de los reinos cristianos, especialmente del rey castellano Fernando III quien, en la primavera de 1244, conquista Arjona y, tras sitiar infructuosamente Granada durante 20 días, cerca la ciudad de Jaén hasta obligar a Muhammad I a pactar, en 1246, la entrega de la ciudad, a declararse vasallo del rey cristiano con un pago de 150 000 maravedíes anuales y a prestarle ayuda militar a cambio de una tregua de 20 años.
La pérdida territorial supuso a la larga una ventaja para Muhammad I ya que le permitió dedicarse a fortalecer su reino sin la preocupación de posibles amenazas exteriores ya que su vasallaje con Fernando III le protegía no sólo de los castellanos sino también de los aragoneses cuyo rey, Jaime I, fijó sus objetivos expansionistas en Valencia y las Islas Baleares. El apoyo militar a que obliga el acuerdo se hará efectivo en 1248 cuando el rey granadino puso a disposición de Fernando III un contingente de 500 jinetes que intervinieron de forma decisiva en la reconquista cristiana de Sevilla. El acuerdo de paz fue renovado a la muerte de Fernando III por su hijo, el rey Alfonso X el Sabio quien nuevamente recibirá el apoyo militar de Granada en la conquista, en 1262 de la taifa de Niebla. En ese mismo año Muhammad I intenta la conquista de Ceuta aunque fracasará estrepitosamente al sufrir una severa derrota.
El pacto con los castellanos va a romperse en 1264 cuando el Reino de Granada, tras la caída de la taifa de Niebla, pasa a ser el único objetivo de reconquista que le queda a Alfonso X y Muhammad I busca nuevos aliados en los reyes benimerines que desde 1258 gobernaban parte del territorio del actual Marruecos. El envío de tropas y el apoyo del nazarí a los levantamiento mudéjares de Jerez y Murcia provocan que Alfonso X y Jaime I reaccionen enviando tropas que tras sofocar a los rebeldes pongan sitio a Granada aunque sufrirán una severa derrota.
La situación fue aprovechada por los gobernadores de Málaga y Guadix que, aunque parientes políticos de Muhammad I quien los había puesto al frente del ejército, se sienten desplazados por la llegada de los benimerines y en 1266 se sublevan y se declaran vasallos de Alfonso X. En respuesta Muhammad I sitió Málaga durante tres meses y al no lograr su conquista llega a un acuerdo con el rey castellano-leonés por el cual, a cambio de un tributo de 250 000 maravedíes anuales y a la renuncia a Jerez y Murcia, lograba que Alfonso X no prestara apoyo alguno a los sublevados. El incumplimiento de lo pactado por parte de Alfonso X provoca que Muhammad I apoye a los nobles castellanos que, encabezados por Nuño González de Lara, se rebelan en 1272 logrando a cambio el apoyo de estos en la toma de Antequera en ese mismo año.
En su aspecto religioso, y una vez que se adueñó de Granada, abandonó sus tendencias sufíes y ascéticas para apoyar la doctrina religiosa de rito malikí, la mayoritaria en todo el mundo musulmán magrebí.
Antes de morir, el 20 de enero de 1273 al caer de un caballo, dejó como heredero a su hijo primogénito Abu Abd Allah Muhammad, conocido con el sobrenombre de al-Faqih ('el jurisconsulto'), que subió al trono con el nombre de Muhammad II.
Bajo su reinado se inició la construcción de la zona palaciega de la La Alhambra, que hasta entonces era estrictamente una estructura militar que defendía la ciudad de Granada, ampliando para ello el sistema de conducción de aguas.

fuentes...WIKIPEDIA.

domingo, 5 de octubre de 2014

El reino de Granada...Reino nazarí

El Reino nazarí de Granada, también denominado Emirato de Granada (en árabe: إمارة غرﻧﺎﻃﺔ, trans. Imārat Gharnāṭah) o simplemente Reino de Granada, fue un estado islámico de la Edad Media situado en el sur de la península Ibérica y en Ceuta, con capital en la ciudad de Granada. Fundado en 1238 por el nazarí Muhammed I ibn Nasr, su último rey fue Muhámmad XII (conocido como Boabdil el Chico), derrocado por los Reyes Católicos el 2 de enero de 1492 tras la toma de la ciudad de Granada. El reino sobrevivió en esta precaria situación gracias a su favorable ubicación geográfica, tanto para la defensa del territorio como para el mantenimiento del comercio con los reinos cristianos peninsulares, con los musulmanes del Magreb y con los genoveses a través del Mediterráneo, lo que hizo que tuviera una economía diversificada.
Sin embargo fue perdiendo territorios paulatinamente frente a la Corona de Castilla, hasta su definitiva desaparición tras la Guerra de Granada, mantenida entre 1482 y 1492. El reino nazarí de Granada sería el último estado musulmán de la Península ibérica, la antigua al-Ándalus. Tras esto fue definitivamente incorporado a la Corona de Castilla como reino de Granada.
Origen e inicios
Tras la derrota almohade en 1212 en la Batalla de las Navas de Tolosa, comenzó a tomar importancia en el sureste de al-Ándalus la dinastía nazarí, linaje de origen árabe cuyo fundador fue Alhamar "el Rojo", quien se proclamó sultán en 1232, siendo reconocido como tal por las oligarquías de Guadix, Baza, Jaén, a lo que se unió la anexión de la Taifa de Málaga en 1238, o la sumisión de Almería. En 1234 se declaró vasallo del poder de Córdoba, pero en 1236 Fernando III conquistó dicha ciudad y Alhamar se hizo vasallo del rey castellano, lo que le permitió conservar su independencia. En 1238 Alhamar amplió sus dominios conquistando Granada, pero en 1246 Fernando III le arrebató Jaén, para consolidar sus conquistas en el valle del Guadalquivir, lo que obligó a Alhamar a firmar el Pacto de Jaén, en el que reconocía al monarca castellano como señor de aquel territorio y quedaba obligado a pagarle parias para conseguir paces de veinte años.
Al compás en que finalizaban las conquistas de Fernando III en el Valle del Guadalquivir, tuvieron lugar algunas sublevaciones mudéjares como fueron la Rebelión o Revuelta mudéjar de 1264, en el Reino de Sevilla, así como los mudéjares del reino de Murcia, ambos de muy reciente incorporación a la Corona de Castilla.A pesar del apoyo militar granadino, la mayor parte de la población mudéjar del Valle del Guadalquivir fue expulsada tras la represión y se desplazó al Reino nazarí. Hubo una segunda gran revuelta mudéjar en la Corona de Aragón (principalmente, en el reino de Valencia) en 1276 (prolongada hasta 1304), en la que la caballería granadina intervino en apoyo de los mudéjares sublevados. Castilla, a la muerte de Fernando III en 1252, era el único estado que aún mantenía fronteras con los musulmanes, quienes se habían visto reducidos a los macizos penibéticos y la costa que va desde Barbate a Águilas y con un estado de una superficie aproximada de unos 30.000 km2. La frontera entre los dos reinos, la denominada Banda Morisca, superaba los 1000 km de longitud.
Una época de prosperidad
El estatus de Granada como territorio tributario y su posición geográfica favorable, con las montañas de Sierra Nevada como barrera natural, ayudaron a prolongar el reinado nazarí permitiendo prosperar al pequeño emirato como punto de intercambio comercial entre la Europa medieval y el Magreb. De hecho Granada fue una ciudad próspera durante la Crisis del siglo XIV que asoló a Europa. Granada también sirvió de refugio para los musulmanes que huyeron de la Reconquista. Iba a ser en la Granada de esta época dónde se iba a producir uno de los más intensos florecimientos culturales del Islam.
Su reflejo más evidente, quizás, sea el conjunto palaciego de la Alhambra, todo un universo encerrado en sí mismo de palacios, jardines, fuentes y estanques.
A pesar de su prosperidad económica, los conflictos políticos eran constantes, y esta debilidad fue aprovechada por los cristianos que fueron conquistando pequeños territorios al reino granadino. No obstante, algunas tentativas castellanas acabaron en rotundos fracasos como los desastres de Moclín (1280), la Vega de Granada (1319) o Guadix (1362). A su vez, los ejércitos nazaríes lanzaban numerosas razias sobre los territorios cristianos, con resultados dispares: derrotas como Linuesa (1361) o victorias como Algeciras (1369). Entre 1351 y 1369 los nazaríes se aprovecharon de la Guerra Civil que estaba teniendo lugar en Castilla entre los pretendientes Pedro I y Enrique II. Este conflicto, a la par que dejó agotada a la Corona de Castilla, concedió al reino nazarí unos años de paz en los que pudo mantener su estrategia exterior sin interferencia de los castellanos.
Debido a la apertura de nuevas rutas comerciales directas entre el Reino de Portugal y África a partir del siglo XV, Granada empezó a perder su posición estratégica que la convirtió en un lugar menos importante. Con la unión de las Coronas de Castilla y Aragón en 1469 su situación se complicó y no pudo hacer frente a la expansión cristiana.
Decadencia y caída final

La caída de Loja en 1486 significó el comienzo del avance cristiano hacia Granada que culminaría en 1492 con la Toma de la capital.
Tras esta época de esplendor, el reino quedó bajo el gobierno de distintos soberanos que fueron incapaces de mantener el control del territorio. Con el fin de la Guerra Civil Castellana hacia 1480 y el definitivo asentamiento de Isabel I en el trono, por primera vez se daban en Castilla las condiciones necesarias para realizar la conquista total de Granada, que se veían favorecidas por la crisis política y económica en el Reino nazarí. Las guerras civiles granadinas eran causadas por las luchas intestinas entre dos facciones del poder nazarí: los partidarios del emir Abú l-Hasan Alí y de su hermano El Zagal, y los partidarios del hijo del emir,
Muhammad XII Boabdil. Este último, capturado por los castellanos, firmó con Fernando una tregua que confirmaba su vasallaje, al que posteriormente se unirían otros pactos. A partir de 1484 los Reyes Católicos llevaron a cabo una larga y tenaz serie de asedios en lo que se denominó la Guerra de Granada, utilizando la novedosa artillería que condujo a la toma progresiva de las plazas granadinas una tras otra.
Sobre el solitario reino de la media luna se abalanzaron las tropas de las Coronas de Castilla y Aragón, en la culminación del viejo sueño de la Reconquista. Tras la pérdida de Málaga en 1488 y la pérdida del territorio oriental (la Cora de Bayyāna) en 1489 dejan al Estado granadino en una grave situación.14 En 1491 se dispuso el cerco de Granada y la construcción de Santa Fe, el campamento-base desde el que los Reyes Católicos dirigen las operaciones de asedio. El tiempo y la actitud pactista de Boabdil influyeron a favor de Castilla y la capitulación de Granada tuvo lugar el día 2 de enero de 1492. Así terminaban más de 250 años de existencia del Reino nazarí.

viernes, 3 de octubre de 2014

Relación afectiva mujer y hombre.

En cuanto a la relación afectiva que unía a los dos sexos, hemos de señalar que en al-Andalus se alcanzó un profundo nivel amoroso. Los hombres y los jóvenes se entretenían en lugares públicos haciendo la corte a las mujeres y lanzándoles los mejores piropos.

Tampoco faltan datos sobre relaciones apasionadas, amorosas o sexuales, que se dispensaban por amor o simplemente por placer entre hombres y mujeres. Mencionaremos, a modo de ejemplo, un fragmento del jurisconsulto Ibn Hazm sobre la virilidad de algún hombre que, aunque era feo de aspecto y tenía mal carácter, más de una mujer estaba perdidamente enamorada de él. Cada vez que adquiría alguna nueva concubina, ésta no le ocultaba el odio que sentía hacia su desgraciada y poco afortunada persona. La joven mantenía durante días el sentimiento de rencor hacia su amo, hasta que éste lograba llevarla a la cama. Haciéndole el amor una vez tras otra, no tardaba en conquistar su corazón, llegando la concubina a enamorarse locamente de él. Y cuando algún amigo le preguntaba por las razones del éxito que tenía con las mujeres, él decía que: "sólo Dios sabe que soy muy lento en eyacular. En mi compañía, la mujer alcanza su orgasmo e, incluso, llega a alcanzarlo por segunda vez antes de que yo logre el mío. Una vez acabado el coito, mi órgano permanece en perfecta erección, durante un buen tiempo. En el transcurso del acto, mi pecho no aplasta el suyo, salvo si tiene como objetivo abrazarlo. Según sube mi pecho, baja mi trasero".

Disponemos de algunas referencias textuales sobre la homosexualidad (al-qatm) en al-Andalus. Notable era el número de maricones (al-qutama') y mariquitas (al-mujannathin) que había en Córdoba y Sevilla, llegando éstos a tener sus propios barrios, como el conocido con el nombre de derb Ibn Zaydun en Córdoba. Entre los célebres homosexuales de la Córdoba califal, mencionaremos al llamado al¬haydura, es decir, la alfombra de piel de borrego. En Sevilla fue célebre entre la alta sociedad literaria un chaval invertido que cobraba cincuenta dinares por hacer el acto sexual. Tampoco faltan noticias sobre el lesbianismo (al-sihq), distinguiendo entre las mujeres lesbianas que imitaban al macho de las consideradas hembras.

Dejando aparte las prostitutas contratadas en hospederías y alhóndigas, abundan las referencias que aluden a cortesanas (al-zawani), rameras (al-bagaya) y putas (al-qihab) que frecuentaban bares y lugares de placer, sin contar con las que tenían sus chulos o que entablaban amistad con vagabundos, criminales y delincuentes. Se mencionan también las salidas que hacían algunas mujeres consideradas de buenas familias para ser prostituidas.

Más datos tenemos sobre las alcahuetas y el arriesgado papel social que ejercían. En algunas descripciones poéticas se destaca su habilidad oral, con la cual casi lograban unir el agua con el fuego. Los mismos sacerdotes cristianos fueron más de una vez acusados de mantener relaciones sexuales, homosexuales o heterosexuales. En las fuentes se hace mención también al embarazo ilegal y a madres que mataron a sus bebés. Otras noticias nos acercan a la gente que carecía de afecto y a los que convivían en continua continencia sexual, así como a aquellos que llegaron a mantener relaciones sexuales con animales. Muy esclarecedor sería sacar a la luz el legado estético y pornográfico árabe medieval que permanece en buena medida en el olvido o considerado como un tema tabú, contrariamente a lo que opinaban los sabios medievales.

jueves, 2 de octubre de 2014

AIXA y Hafsa bint al-Hayy al-Rakuniyya [1135-1191]

Aixa (o Fátima, según algunos autores),  apodada «la Horra» («la Honesta»), reina de Granada, esposa de Abu Hasan (Muley Hacem) y madre de Boabdil, vivió en la segunda mitad del siglo XV. Procedía de la familia real de Granada, gozaba de considerable patrimonio y prestigio por sí misma y fue, sin duda, una de las personalidades femeninas más célebres de la historia de Al-Andalus, participando activamente en la resistencia de Granada contra los Reyes Católicos.  La leyenda le atribuye la famosa frase de recriminación contra su hijo: "Llora como mujer lo que no supiste defender corno un hombre".

Durante unos veinte años fue la sultana consorte de Abu Hasan, con el que tuvo dos hijos varones, Boabdil y Yusuf, y una hija llamada también Aixa. Pero el sultán se enamoró de una esclava cristiana llamada Isabel de Solís, que tomó el nombre de Soraya al convertirse al Islam, y con la que tendría dos hijos varones, hasta tal punto que acabó por desbancar a Aixa de la condición de sultana y confinarla en habitaciones menos regias.

 Hacia 1484, los celos, la rivalidad entre Aixa y Soraya, el temor por la sucesión de sus hijos, junto con la desconfianza ante las intenciones del sultán, instaron a Aixa a participar, con la facción aristocrática de los Abencerrajes, en una conspiración para destronar a su esposo y poner en su lugar a su hijo Boabdil. Tras liberar a éste de una de las torres de la Alhambra, donde su padre lo tenía preso, Aixa incitó a Boabdil y su hermano Yusuf a huir a Guadix, donde el primero fue proclamado rey. Poco después, tras una sangrienta guerra civil, el 5 de julio de 1482, Boabdil era proclamado rey de Granada. Aixa volvió a intervenir con tenacidad y firmeza en 1483, cuando su hijo cayó prisionero de los cristianos en la batalla de Lucena, y ella negoció su liberación. Poco se sabe de su vida en los siguientes años, pero debió de seguir -y de implicarse muy de cerca en los agitados y decisivos acontecimientos que estaban teniendo lugar en Granada: las pretensiones al trono de El Zagal, su cuñado, y el hostigamiento constante de las tropas cristianas. Aixa se convirtió en el alma de la resistencia contra éstas.

Cuando la ciudad se rindió a los Reyes Católicos el 2 de enero de 1492, Aixa partió al exilio con su hijo, primero al señorío de Andarax, en la Alpujarra, y después, en octubre de 1493, a la ciudad marroquí de Fez, donde seguramente le sobrevendría la muerte.

Mujer enérgica y de carácter fuerte y acusada personalidad, el retrato que de ella hacen las fuentes castellanas es el de una persona de arrebatos pasionales y genio viril. En realidad, fue una mujer capaz de tomar importantes decisiones que influyeron en la evolución política del reino, con el fin de asegurarse la sucesión de su hijo primogénito al trono de la Granada nazarí. En suma, Aixa luchó por sus derechos y los de sus hijos con una firmeza inusual en una mujer del siglo XV, una lucha que la literatura romántica convirtió en un drama de pasiones, celos y venganzas.

Hafsa bint al-Hayy al-Rakuniyya [1135-1191]

Hafsa es una de las poetisas arábigo-andaluzas más famosas de al-Andalus, y la más célebre de Granada. Hija de un noble de origen beréber, rico e influyente personaje de esta ciudad, nació hacia el año 1135 (año 530 de la Hégira), según la mayoría de sus biógrafos, en la ciudad de Granada. Allí pasó su infancia y juventud en un contexto de intensa agitación política, que asistió a la caída del Imperio Almorávide y la instauración del Califato Almohade.
Alabada por su cultura e ingenio, al igual que por su belleza, estas cualidades lepermitieron ocupar pronto un lugar destacado en la Corte almorávide de Granada, donde desarrolló una intensa actividad literaria y educativa, y alcanzó rápidamente la fama. Célebre también fuera de Granada, fue enviada a Rabat (1158) con un grupo de poetas y nobles granadinos ante el califa Abd al-Mumin, quien le concedió el feudo de Rakuna, cerca de Granada, epónimo del que procede el nombre con el que fue conocida la poetisa, al-Rakuniyya.
Sería en el ambiente cortesano de Granada donde conocería al poeta granadino Abu Yafar ibn Said, del ilustre linaje de los Banu Said, con el que inició una pública relación amorosa hacia el año 1154. A raíz de esta relación, ambos amantes desarrollaron un intenso intercambio de poemas amorosos, que se han conservado hasta nuestros días. Asimismo sus amoríos fueron cantados por los poetas de su grupo literario. La situación se complicó en el año 1156, cuando llegó a Granada el gobernador almohade, el príncipe Abu Said ‘Utmãn, hijo del Califa Abd al-Mumin, quien se enamoró de la poetisa. En un principio, Hafsa rechazó al gobernador, pero finalmente se convirtió en su amante, quizá cansada de las veleidades amorosas de Abu Yafar o por presiones del príncipe hacia ella o su familia. Esta situación originaría un conflictivo triángulo amoroso. Abu Yafar, que había sido amigo y secretario del príncipe, hizo a éste objeto de sus sátiras, y acabó participando en una rebelión política contra el gobernador, razón por la que éste lo mandó encarcelar y finalmente crucificar en el año 1163, en Málaga.
Hafsa lloró la prisión y la muerte de su amante en sentidos versos y llegó a llevar luto de viuda por él, a pesar de las amenazas del gobernador. Se retiró de la Corte, abandonando finalmente la actividad poética y centrándose, a partir de entonces, en la enseñanza. Vivió de este modo durante una parte importante de su vida, hasta que, hacia el año 1184, aceptó la invitación del Califa Yaqud al-Mansur y se dirigió a Marrakech para dirigir la educación de las princesas almohades. Allí permaneció hasta 1191, año de su muerte.
Hafsa es la poetisa arábigo-andaluza de la que se conserva un mayor volumen de su producción poética, gracias, sobre todo, al interés de sus biógrafos y de la familia Banu Said. En total, han llegado hasta nuestros días diecisiete poemas, de gran calidad literaria. Heredera de la tradición poética árabe, sin embargo, Hafsa, al contrario de lo que es habitual en ésta, es capaz de expresar, con gran belleza, sus sentimientos reales en un leguaje llano y espontáneo. La mayoría de sus versos  son de tipo amoroso, dirigidos a Abu Yafar, aunque hay algunos satíricos y de elogio a Abu Said, alcanzando la cima de su inspiración en aquéllos en los que se lamenta de la prisión y muerte de su amante. Muestra de las mujeres independientes y cultas de la época de esplendor de al-Andalus, Hafsa fue muy respetada, a pesar de sus aparentes libertades, en su época y por los biógrafos posteriores, que la consideraron como una gran poetisa. Ibn al-Jatib dijo de ella: «Granadina, fue única en su tiempo por su belleza, elegancia, cultura literaria y mordacidad».


lunes, 29 de septiembre de 2014

La mujer en la vida familiar.


La mujer de al-Andalus ha suscitado el interés investigador desde finales del siglo XIX, y sobre todo durante las últimas décadas del XX. Más consideración le prestaron al tema los autores medievales al dedicar algunos apartados de sus obras a las mujeres poetisas o a recoger biografías de otras que demostraron tener algún talento literario o educativo. Más abundantes, sin embargo, son las referencias que aluden a mujeres de al-Andalus que se dedicaron a la jurisprudencia o que alcanzaron un cierto renombre como mujeres del derecho.

En Sevilla dos mujeres son mencionadas por Ibn Baskuwal por su condición de.jurisconsultos (fuqaha', sing. faqih). Otras mujeres ejercían, según Ibn Sahl, el oficio de notaría (muwattiqat) en Córdoba. Algunos indicios revelan la calidad como testigos judiciales (`udun otorgada por el tribunal a algunas mujeres. Se trata de una tradición arraigada en la historia social del Islam medieval, tanto en Oriente como en Occidente. Para poner algún ejemplo, baste recordar el nombramiento por el califa `Umar b. al-Jattab de una mujer, al-Sifa al-'adawiya, en el cargo de administradora de los zocos (muhtasiba) de Medina, la primera capital del Islam. Más tarde, la poderosa juez Taml al-qahramana presidía juicios públicos en el alto tribunal de al-madalim en presencia de célebres jurisconsultos y sabios del derecho.

Más conocida es la afiliación de mujeres piadosas al ascetismo (al-zuhd), al misticismo (al-tasawwuf) o su entrega a la vida retirada (al julwa) y a la meditación espiritual. Las ascetas de Córdoba dispo¬nían de una residencia denominada dar sukna al-nisa' o salihat al¬nisa', según el testimonio aportado por Ibn Sahl. Se dedicaban al culto, a la veneración divina y a las obras piadosas, renunciando a los placeres de la vida. Por ello, cuando una de estas ascetas optaba por contraer matrimonio, la anomalía del acto desencadenaba una amplia polémica entre los jurisconsultos.

Señalemos que la mencionada institución disponía de sus propios legados píos que generaban rentas destinadas a su funcionamiento. El ascetismo femenino alcanzó su máximo grado de popularidad en la Córdoba taifal gracias a la devoción y a la espiritualidad de una humilde mujer de la `amma. El decano de los historiadores de al-Andalus, Ibn Hayyan, quedó asombrado por la majestuosa ceremonia funeraria que se celebró a su muerte, a la cual acudió el emir de Córdoba junto con los máximos dignatarios del Estado. Por veneración a la fallecida mandaron construir una majestuosa cúpula sobre su tumba para convertirla en santuario.

Asimismo, numerosas mujeres se interesaron por las ciencias naturales o ejercieron como médicos. En este caso las fuentes nos aportan noticias sobre personas concretas, aunque de manera parcial. Fue Ibn Hazm, el sabio de su época más abierto al mundo femenino, quien reflejó con nitidez la plena incorporación de la mujer al campo científico, artístico y de las letras. Según sus palabras, las mujeres en al-Andalus ejercían como doctas ('alimat), sabias (hakimat), conocedoras de la lógica (mantiqiyat), filósofas (fálsafiyat), arquitectas (handasiyat), musicólogas (mu¬sigawiyat), técnicas de astrolabio (astrolabiyat), instruidas en nivelación y geometría (mu'addilat), astrólogas (nuyumi¬yat), ilustradas en la métrica ( `arudiyat), en la literatura (adabi yat) y en la caligrafía (jattatiyat).

Al igual que la actitud mantenida por la élite hacia el desapego de los autores medievales en lo que se refiere a las humil¬des mujeres de la `amma. Sin embargo, no nos faltan noticias acerca de la plena participación de la mujer de condición humilde en la actividad laboral, en la lucha diaria para ganarse la vida. En el medio rural, la mujer participaba en la siembra, el cuidado de los plantíos, la siega y limpieza de algunas plantas como la de lino, según algunas referencias geopónicas. Contribuía también en la recolección de legumbres, verduras y frutas, y en otros trabajos del campo. La preparación de la lana, el trabajo del lino y la hilatura figuraban también como tareas domésticas encargadas a la mujer, según los dictámenes jurídicos. Asimismo, se ocupaba de la venta de algunos productos agrícolas y ganaderos en los mercados semanales y en el zoco de la ciudad.

En el medio urbano las mujeres ejercían como pregoneras en subastas y en la venta de artículos, sobre todo en productos de tejidos e hilaturas. Ibn Bassam nos aporta algunos datos sobre mujeres que instalaron tiendas para la venta de especias y otras que se asentaron como vendedoras con la balanza en la mano para pesar la mercancía. Se ocupaban también de la molienda del trigo mediante molinos manuales y de lavar la ropa (al-gassalat) en los lugares destinado a ello. Recordemos que la propia favorita de al-Mu'tamid, la reina I`timad al-Rumayqiya, ejerció en su juventud el oficio de al-gassala (lavandera). Ibn Hazm destaca otros oficios de mujer en el medio urbano: peluqueras (hayyama), artesanas de la seda (sarraga), peinadoras (masita), plañideras (na'iha), cantoras (muganniya), videntes (kahina), educadoras (mu `allima), artesanas en las hilanderías y otros trabajos similares.

Por otra parte, las mujeres disponían de zocos propios, como era el caso del denominado muytama' al-nisa', lugar de reunión de las mujeres ubicado en bab al- `attarin (puerta de los perfumistas), en Córdoba. Tanto en Oriente como en Occidente, la consideración del trabajo de la mujer como medio de emancipación social fue más de una vez señalado por parte de los jurisconsultos de la época. El filósofo Ibn Sina afirmó que si la mujer permanece sin ocupación ni preocupación no pensará más que en provocar a los hombres y exponerles sus encan¬tos. La misma idea fue expresada por el sabio cordobés Ibn Hazrn al decir que la mujer, al quedar sin trabajo ni tener preocupación, se dedi¬cará a los hombres y deseará el sexo.

Se observa la condición privilegiada de la mujer a través del derecho musulmán redactado por los dictámenes jurídicos de la escuela malikí vigente en al-Andalus. Una vez llegada a la edad adulta y con plenas facultades, se le adjudicaba a la mujer el derecho sobre sus bienes inmobiliarios con total autonomía para gestionar sus negocios, transacciones y actividades económicas, sin estar obligada a ninguna tutoría paternal, fraternal o conyugal. Y en el caso de suscribir algún tipo de asociación de bienes con el cónyuge, resultaba habitual recurrir al notario para cerrar el trato con toda la precisión que el caso requiriera.

Disponemos de una abundante literatura jurídica acerca de las mujeres que suscribieron préstamos a plazo a favor de sus maridos. Otras mujeres optaron por invertir en proyectos inmobiliarios conjuntos, a medias con el cónyuge. Fue durante esta época cuando se autorizó la testificación jurídica (sahsdat al-niss') de forma masiva a las mujeres. Parece que en ningún otro sitio, incluso en las sociedades liberales del siglo XIX, las mujeres accedieron a los derechos conseguidos en al-Andalus califal y de taifas. En Sevilla las mujeres llegaron a disponer de una administración jurídica propia especializada en el derecho de la mujer llamada ahkam al-nisa' bi Ishbiliya. Y en Córdoba se desencadenó por primera vez en la historia del Islam una polémica sin precedente sobre mujeres adivinas (nubuwat al- al-nisa'), de la cual Ibn Hazm fue testigo.

domingo, 28 de septiembre de 2014

Estética y vida afectiva.

Para consolidar la posición activa de la mujer dentro de la institución familiar, era costumbre entre los andalusíes otorgar a la novia regalos en forma de propiedades inmobiliarias, locales comerciales o centros artesanales mediante contratos jurídicos denominados al¬siyaqa. A continuación, el padre de la novia debía ofrecer a la recién casada los regalos matrimoniales del ajuar (al-swvar). La tradición consistía en mantener un cierto equilibrio entre lo ofrecido por el futu¬ro marido y por el padre de la novia en cuanto al valor material de sus respectivas ofrendas.

Los contratos matrimoniales no se firmaban según un modelo uniforme para toda la gente, como sucede en las actuales sociedades musulmanas, sino que se ajustaban tras llegar a un acuerdo sobre las cláusulas por ambas partes contratantes. Se trataba más bien de un acuerdo de carácter civil, cuyas condiciones debían ser respetadas durante toda la vida matrimonial bajo el control del juez.

Numerosos son los casos de mujeres que lograron repudiar a la segunda esposa con la que su marido había contraído matrimonio sin solicitar su opinión, simplemente porque habían previsto en su propio contrato matrimonial conservar dicha facultad. Tampoco carecemos de datos sobre mujeres que consiguieron repudiarse contra la voluntad de su esposo por haber incluido dicha cláusula como condición en su acta matrimonial.

Señalemos que la virginidad no figuraba normalmente como cláusula necesaria en las actas matrimoniales. Más importancia tenía el estado jurídico de la mujer dispuesta a contraer matrimonio, como era ser soltera (bikr), divorciada o viuda. Se menciona la virginidad (al¬`udra) como condición solamente en el caso de que fuera solicitada por el marido y acordada por el matrimonio. Es cierto que los notarios so-lían distinguir en la redacción de las actas la mujer soltera (bikr) de la señora que había perdido su virginidad por un matrimonio anterior (thayyeb). Sin embargo, sólo la gente ignorante de la `amma confundía a la joven soltera que nunca había tenido marido (bikr) con la mujer que había conservado voluntariamente su virginidad ('adra'). Se trataba más bien de una discordancia conceptual del término virginidad, que aunque contenía un valor ético y social, no tenía ningún efecto legal. En numerosos casos los padres y tutores acudieron al notario para hacer constar en acta la pérdida natural o accidental de la virginidad de sus hijas preparadas para contraer matrimonio como solteras, tal como se recoge en el formulario notarial del algecireño al-Yaziri.
Produce estupor la interpretación negativa que se ha venido dando en Europa de la condición de la mujer en al-Andalus. Basta echar un breve vistazo sobre la situación de la mujer en las sociedades de Europa, incluso en los reinos cristianos del norte peninsular durante los siglos X y XI, para advertir que se trata más bien de una postura demagógica sin fundamento.

La mencionada interpretación, tan anacrónica como confusa, se empeñó en investigar el origen del adelanto social en al-Andalus a través de una lectura en los logros conseguidos por las sociedades europeas modernas, gracias a los fundamentos de la revolución francesa e industrial. Y para consolidar los resultados de esta desafortunada metodología, los mencionados ensayos se centraron en la existencia de algunos versículos del Corán y de la tradición atribuida al profeta, a través de las más oscuras interpretaciones teóricas realizadas por jurisconsultos tardíos de escasa credibilidad científica. Pocos son los trabajos de investigación sobre la historia concreta de la mujer en al-Andalus o en otros territorios de la Dar al-silm.

Las mujeres de la `amma gozaban, como los hombres, de libre acceso a los mercados, zocos, plazas y vías públicas sin prohibición alguna. Se reunían en los zocos de las telas y las hilanderías, en las orillas del río. Además, podían acceder a los baños públicos en unas horas determinadas. Tanto en Córdoba como en Sevilla, las mujeres participaban en la celebración de las fiestas y festivales y acudían a las explanadas, jardines y oratorios para disfrutar de los mejores momentos de ocio. En una noticia dada por Abu-l-Walid al-Tartusi, éste señalaba que en Córdoba los hombres salían en grupos con las mujeres para pasear. Y en Sevilla, las mujeres se reunían al borde del río para lavar la ropa y conversar en prosa, recitar poemas y contar chistes en compañía de los hombres. Mujeres y hombres paseaban con frecuencia en la prade¬ra de la plata, en el jardín de la novia y en el recreo de Alfunt, junto a la gran alberca.

Sólo las mujeres de las capas más altas de la sociedad no salían de casa. No se trataba de una cuestión religiosa, sino de tradición, según nos aclara el sabio erudito y jurisconsulto de la escuela malikí Ibn Rushd. Cuanto más categoría social tenían, más espeso era el velo con que se ocultaban al resto de la sociedad, a juzgar por una serie de datos textuales que hemos logrado recuperar. Sin embargo, la costumbre consistía en romper con esta tradición durante los días festivos, y sobre todo cuando se celebraban las fiestas mayores. Ni una mujer velada quedaba en aquellos días o noches en clausura dentro de sus casas o palacetes, según las referencias de al-Dabbi y de Ibn Jaqan.

Es cierto que una buena parte de las mujeres se inclinaba por ocultarse, por demostrar modestia, pudor y solemnidad. No obstante, la gran mayoría optó por mostrar su rostro, exponer su gallardía y dar publicidad a sus encantos. Se mostraban más bien moderadas en su forma de vestir y en su expresión corporal, tanto como en su forma de hablar. Era el comportamiento femenino denominado por la `amma como carácter al-mutamandil.

Era costumbre de aquellas mujeres presentarse en las reuniones maquilladas, adornadas y perfumadas. Las peluqueras no escatimaban ningún esfuerzo en embellecer a sus clientes, peinándolas con los mejores moños. Para sacar partido a su belleza, las mujeres se aplicaban exquisitos perfumes (al-`itr), fragancias (asnan), agua de rosas (ma'al-ward) y agua de azahar (ma'zhar). Se depilaban las cejas y las piernas y se pintaban tatuajes con una serie de utensilios como al-minsas, al-mintaj y al-minqas.

La estética rural optaba más bien por los productos naturales: el khol, para embellecer los ojos, la henna, para las manos y los pies, y al-siwak para la dentadura. Para pintar sus labios, las mujeres empleaban las cáscaras del almendro, y sobre todo la planta de al-zu`ayfira', que daba un hermoso color amarillento parecido al azafrán diluido. Las más atrevidas se pintaban con un tipo de carmín de labios de color rojo muy fuerte. Por otra parte, el autor del calendario de Córdoba (yawmiyat Qurtuba) nos aporta algunas noticias sobre el medicamento que se usaba para estrechar la vagina y mejorar la relación sexual. Cabría señalar que la estética figuraba como especialidad médica, cuyos logros reflejan el grado de interés que los andalusíes prestaron a la belleza.

Los hombres también cuidaban su aspecto físico. Utilizaban con frecuencia los productos básicos de maquillaje: el khol, al-swak y la henna. La costumbre consistía en recortar la barba y el pelo de la cabeza despejando las orejas y dejando caer el flequillo sobre las sienes. Pocos eran los que se afeitaban todo el pelo dejando la cabeza y la cara totalmente rapadas, porque aquel aspecto se consideraba como fealdad y falto de gusto. Los mozos de los pueblos se inclinaban por dejarse crecer el pelo.


lunes, 25 de agosto de 2014

Mujeres de Al-Andalus

La situación de la mujer en el mundo islámico es uno de los temas más controvertidos y analizados. La causa se encuentra sin duda en las medidas fuertemente represoras que algunos países ponen en vigencia, merced a las interpretaciones que del Corán y los Hadits hacen las autoridades de unos países donde las decisiones políticas y religiosas se encuentran indisolublemente unidas.
La mujer aparece como la gran perdedora, una vez más, en el juego de la vida social, la gran víctima de las medidas que controlan los espacios y los poderes. Una y otra vez ve desaparecer sus posibilidades de seguir avanzando en una vía que le facilite el acceso a su propio papel y a ser ella misma, sin subordinaciones ni concesiones. Si el esfuerzo que, todavía hoy y después de todas las revoluciones y transformaciones, tiene que hacer la mujer en Occidente para que su condición femenina no sea una circunstancia condicionante para su quehacer en la vida social es enorme, se nos aparece como titánico y a veces heroico el que debe de aplicar la mujer en los países islámicos en general, sin más matizaciones.
No es extraño entonces que cualquier testimonio que nos aporte la historia sobre la forma positiva en que se ha resuelto el eterno dilema del papel de la mujer sea bienvenido y a veces mitificado. Tal ha sucedido con el caso de al-Andalus y la forma en que en ese espacio-tiempo casi mítico, se logró que la mujer adquiriese un protagonismo y una influencia, insólitos en aquellos siglos oscuros de la Edad Media y en aquel mundo islámico, tan condicionado por una manera de ver el mundo que interpreta el papel de la mujer como secundario y siempre supeditado al hombre.
Para algunos historiadores, la mujer al-Andalus gozaba de una libertad y una capacidad de acción casi iguales, sin precedentes y sin posible parangón en el resto de Europa. Estudios más desapasionados y menos influidos por el mito del paraíso perdido han podido determinar que tal estimación es en sí por lo menos, exagerada. El conocimiento del papel que jugó la mujer en al-Andalus se encuentra limitado por la falta de datos sobre aspectos socioeconómicos y de vida cotidiana y a la vez no se debe contemplar como un todo homogéneo, dado que existen importantes matices que diferencian, por ejemplo, el ámbito rural, el urbano, la mujer árabe o la mujer beréber, la de la clase superior o la del vulgo.
Como ha dicho Santillana, "desde el punto de vista religioso y ético, la mujer musulmana es igual que el hombre; tiene los mismos deberes morales y religiosos; en la vida futura, al hombre y a la mujer le esperan los mismos castigos y las mismas recompensas ( .. ) Pero si en el terreno religioso y moral musulmán la mujer es igual que el hombre, en el terreno civil, es decir político y jurídico, se la considera bastante inferior, tal y como señaló lbn faldum". A la vista está que las interpretaciones de los mandatos coránicos han ido recibiendo el sesgo que se les ha ido dando, inclinando la balanza la mayor parte de las veces en contra de esa consagrada igualdad entre el hombre y la mujer.
En el plano social y de la comunidad, más allá de las declaraciones de principios o de las normas dictadas, destaca un hecho que quizá explique muchos de los factores que afectan a las actuaciones femeninas en la historia de al-Andalus, aunque no con carácter exclusivo: en la concepción del mundo propia del Islam, no sólo hay una separación controlada entre el mundo femenino y el mundo masculino, sino que, previamente, existen esos dos mundos separados, con sus especificidades, sus territorios acotados, sus rituales y reglas internas de funcionamiento.
Más allá de los criterios de igualdad o superioridad que prevalezcan, a través de las interpretaciones de las escuelas jurídicas, el hecho cierto es que se concibe la existencia de un universo exclusivamente femenino, en el cual la mujer, en tanto que tal, desarrolla unas cualidades que le son propias, para las cuales está especialmente dotada y que realiza más eficazmente que el hombre. Ese mundo femenino ha sido y es en el Islam, el caldo de cultivo del que surgen las obras y las protagonistas, a veces como una manera organizada de elaborar las respuestas que la sociedad masculina requiere de las mujeres, a veces como ámbito de actuación de las mujeres mismas. Ninguna cultura como la islámica ha dedicado tanta atención a la mujer ni ha puesto tan de relieve su presencia en el complejo tejido de las relaciones sociales.
No hay que considerar que el mundo femenino islámico se encuentre como encapsulado del conjunto social, sino que es receptivo y refleja los parámetros vigentes, respondiendo a su vez con sus propias creaciones específicas De ahí que cuando citamos esos nombres femeninos singulares que destacaron en determinados campos, no debemos considerarlos aisladamente del universo exclusivo en que aparecieron, ni de su interrelación con el mundo masculino propiamente dicho, más o menos dispuesto a reconocer la significación de las obras de las mujeres.
Historiadores árabes, como lbn al-Abbar y al-Marrakusi en sus diccionarios biográficos, nos han dejado relaciones de nombres de personajes que estuvieron vinculados con algún aspecto del conocimiento, tanto por lo que se refiere a las ciencias religiosas como a las profanas. Hay también relaciones biográficas dedicadas a recoger ese protagonismo femenino en el mundo de la cultura, tales como la de Maslama b. al-Gasim y Abu Dawud al-Muqri. Dichas relaciones incluyen ciento dieciséis nombres de mujeres que "hicieron algo" en alguna de las ramas del saber: poetisas, lexicógrafas, copistas, gramáticas, ascéticas, juristas, matemáticas, médicas y astrónomas. De todas ellas, el grupo más numeroso es el de las que se dedicaron a la poesía (unas cuarenta). Las noticias que se nos dan de estas mujeres son muy limitadas y en ocasiones meramente testimoniales. Sin embargo, podemos considerar como significativo el hecho de que haya existido un empeño en reflejar las obras de estas mujeres por parte de los autores masculinos de las biografías, lo cual se justifica en una sociedad que, por lo menos, valora la presencia femenina en determinados ámbitos culturales, además de su efectiva participación. Tampoco hay que hacerse demasiadas ilusiones sobre dicha significación, pues tras el análisis de las referidas reacciones biográficas se desprende que adquirieron ese protagonismo ante la falta de hermanos varones, o siempre al amparo de padres ilustrados, y desarrollaron su actividad mayoritariamente en los círculos familiares o específicamente femeninos.
Si tenemos en cuenta el corto alcance de las conquistas femeninas en los ámbitos de la vida cultural, todavía hoy en nuestras sociedades contemporáneas, la presencia de estas mujeres en la historia de la cultura andalusí resulta especialmente significativa, más aún dentro del contexto con que enmarcamos a la sociedad musulmana medieval y sus correspondientes estereotipos, muchas veces dictados por realidades más cercanas en el tiempo y pertenecientes a ciertos países islámicos.
El caso de las poetisas de al-Andalus merece una consideración aparte, por lo que representa de aportación de las mujeres a la cultura andalusí y a la vez por resultar significativo, como florecimiento de un mundo femenino particular y vuelto sobre sí mismo. De las 116 mujeres recogidas por la profesora Mª Luisa Avih, cuarenta y cuatro cultivaron la poesía, en mayor o menor medida, con mayor o menor dedicación, dentro o fuera de un contexto de cultura literaria global. Se trata de una proporción ciertamente alta, que viene a confirmar la tradición musulmana que asigna a la mujer cualidades especiales para la práctica de la música y la poesía. En efecto, son las artes a las que más debe su esplendor la civilización islámica en general y la cultura andalusí en particular. De la mayoría apenas sí contamos con unas pocas líneas, que han quedado como testimonio de su quehacer literario. Otras han pasado a formar parte de la imagen ampliada de unas mujeres que dejaron huella en la vida cultural andalusí y sirven de referencia casi obligada, y no solamente en un contexto exclusivamente femenino, sino general.
Nació en Córdoba el año 994 y era hija del califa al-Mustakfi. Su posición privilegiada en lo social le da un carácter excepcional, aunque la personalidad de Wallada hubiese destacado de todos modos. Como apenas se conservan nueve poemas suyos, de los cuales cinco son satíricos, se ha visto rodeada de una cierta fama de atrevida y mordaz. Además algunas alusiones un poco subidas de tono, en sus versos, seguramente unidas a las represalias de sus enemigos, motivaron que pasara a la historia como inmoral y libertina, a lo cual contribuye el hecho de que no se casó nunca, y se le conocieron varios amantes. En las referencias biográficas, aunque un tanto tendenciosas, que existen sobre ella, y también por los versos de su amado, el poeta lbn Zaydun, podemos percibir una Wallada sensible y refinada, que reunía a literatos y pensadores de la Córdoba califal, con el espíritu que, varios siglos más tarde, se dio en los salones parisinos de los siglos XVII y XVIII.
Como si se tratase de una divisa, que proclamaba su independencia y sentido de libertad, llevaba estos versos suyos bordados en su túnica:
"Estoy hecha por Dios para la gloria, y camino orgullosa por mí propio camino. Doy poder a mi amante sobre mi mesilla y mis besos ofrezco a quien los desea".
Dos siglos más tarde, en Granada floreció Hafsa al-Rukkunyya, famosa por la elegancia de sus versos, y por haber protagonizado una doble historia de amor, con el poeta Abu Yaffar y con el gobernador almohade de la ciudad. Estos apasionados romances simultáneos inspiraron ingeniosos cruces de poemas, donde se asoman románticas alusiones a los celos, el secreto de los encuentros, e incluso el temor, porque uno de los dos amados de Hafsa tenía derecho de vida y de muerte sobre todos sus súbditos y la vida de Abu Yaffar corría peligro, cosa que efectivamente acabó confirmándose en un trágico destino.
La última parte de la vida de la poetisa estuvo dedicada a la enseñanza, en Marraquech, capital del imperio almohade, donde fundó una escuela en que aprendían las mujeres del harén las artes de la caligrafía y la poesía, en la corte del califa al-Mansur.
La evocación de sus amores parece reflejarse en este poema, con románticas metáforas, que tituló Relámpago:
"Preguntad al relámpago tremolante, mientras la noche está en calma, cómo es que me produce debilidad, al recordar a mis amados. Su efecto ha sacudido en mi corazón un pálpito y la abundante lluvia de su nube, me hizo llover el párpado".
La imagen de la poetisa andalusí, de corte, ilustrada, que personifica Wallada tiene su contraparte en esta granadina que vivió en el siglo XI o XII y se hizo famosa por su ingenio y su habilidad con la sátira. Nazhun mereció un elogio muy significativo por parte de sus contemporáneos, pues lbn Said, a quien debemos otras referencias de mujeres escritoras, dijo de ella que "sus poemas a veces eran superiores a los de los hombres".
La habilidad de los poetas en Al-Andalus se ponía a prueba en una costumbre que practicaban los amantes de los juegos metafóricos y el ingenio condensado en unos pocos versos. Consistía en comenzar un poema y lanzar el reto a alguien para que lo continuase. Existen numerosas anécdotas en ese sentido y de cómo tanto hombres como mujeres cultivadores de la poesía alcanzaron la fama y el prestigio por haber sabido aprovechar la oportunidad que les brindaba el destino de lucirse ante algún notable o gobernante con su pericia versificadora. Tal le sucedió precisamente a la granadina Zazhun, que supo demostrar su espontaneidad ante el gran poeta al-Kutandi, cuando éste visitó al poeta ciego al-Majzumi, que estaba dando lecciones a la poetisa. Al-Kutandi propuso al ciego que continuase este verso: "Si tú vieras a quien hablas...". Como al-Majzumi titubease y no acertase a encontrar las palabras adecuadas, Nazhun se le adelantó y siguió así el poema:
"Mudo quedarías del fulgor de sus alhajas. Brota la luna, en su cuerpo, por doquier y, en su ropaje, la rama juega".
Un verso dicho a tiempo y en un rasgo de espontánea inspiración fue el que le valió a la lavandera Rumaikyya el amor del rey de Sevilla, al-Mutamid, cuando supo acabar el poema que había iniciado el rey poeta, mientras paseaba junto a sus cortesanos, por la ribera del Guadalquivir. Al menos así lo quiso la tradición y la leyenda, consagrando una escena que resume el refinamiento culto de los tiempos dorados de al-Andalus.

- Autor: Mª Dolores Fernández Fígares - Fuente: Webislam