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viernes, 20 de julio de 2012

Historias en el reinado de Abd al-Rahman.

Abd al-Rahman reinó durante un tercio de siglo, sofocando rebeliones y haciendo frenta a muchos enemigos, principalmente, internos, aunque sus pirmeras intenciones eran las de desarrollar una política de atracción y conciliación. Quería que el nuevo emir fuese contemplado como el lazo moral para unir a todos los andalusíes, cualquiera que fuese su origen o su posición social. Tampoco dudó en abrir las puertas a todos los omeyas que habían escapado a la persecución abbasí y que, ahora, querían compartir su suerte. Esto llevó a al- Andalus una nueva oleada de emigrantes, entre los que se encontraban miembros , más o menos cercanos, de su propia familia.
Llegados a Córdoba, Abd al-Rahman los trató con cariño y deferencia, los colmó de honores y constituyeron una aristocracia de sangre real, llamada nobleza " Qrayshi".
Pronto se dio cuenta el emir de que la política concialiadora no era posible tal como él la había imaginado. Donde la persuasión y la clemencia habían resultado inútiles, como fue en el caso del antiguo gobernador YUSUF, que aprovechó todos los perdones para enfrentarse con él combatiéndolo con las armas, no cabía más que la dureza y el castigo. Así, sin desanimarse nunca, exponiéndose a cualquier riesgo, hizo frente a las conjuras de sus allegados contra los que actuó sin piedad. Nadie podía desafiarle impunemente, como en caso del jefe árabe al-Ala ben Mugith, que se levantó en Beja, al sur de Portugal contra el emir, enarbolando las banderas negras de los abbasíes.
El califa Abu Cha´far al-Mansur, le había prometido la España musulmana si destronaba al omeya. Se le unieron muchos andaluces, ansiosos de botín. Yemeníes, chundíes o baladíes cerraron filas junto al rebelde. Comprendiendo la gravedad de la situación, el emir se fortificó en Carmona, junto a las tropas que consideraba más fieles. Sitiado durante dos meses por ben Mugith, una salida afortunada le brindó la oportunidad de infringirle una terrible derrota. Ben Mugith y la mayoría de oficiales fueron muertos y sus cadáveres decapitados en el campo de batalla. Sus cabezas se embalsamaron en Córdoba y, junto al pendón negro del derrotado, un diploma de investidura, a modo de mofa, y el relato pormenorizado de los acontecimientos, fueron puesta en saco y entregadas a un mercader que marchaba hacia Qayrawam. Tenía el encargo de abandonar el fardo en el mercado de esta capital, y así lo hizo. Cuando se descubrió el macabro contenido de aquel saco, el espanto cundió de tal manera que Abu Cha´far al-Mansur, el patrocinador de aquella aventura, dio gracias al cielo porque entre él y Abd al-Rahman se encontrase el mar.

información:
Al - Andalus....de Concha Masiá.