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viernes, 27 de julio de 2012

Romance del enamorado y la muerte.




Yo me estaba reposando
anoche, como solía;
soñaba con mis amores
que en mis brazos se dormían.
Vi entrar señora tan blanca
muy más que la nieve fría.
-¿Por dónde has entrado, amor,
por dónde has entrado, vida?
Las puertas están cerradas,
ventanas y celosías.
-No soy el amor, amante;
la muerte que Dios te envía.
¡Oh muerte tan rigurosa!
Déjame vivir un día
-Un día no puedo darte,
una hora tienes de vida.
Muy deprisa se levanta,
más deprisa se vestía,
ya se va para la calle
en donde su amor vivía.
-Ábreme la puerta, blanca,
ábreme la puerta, niña.
-¿La puerta cómo he de abrirte
si la hora no es convenida?
Mi padre no fue a palacio,
mi madre no está dormida.
-Si no abres esta noche
ya nunca más m abrirías.
La muerte me anda buscando;
¡junto a ti, vida sería!
-Vete bajo la ventana
donde bordaba y cosía.
Te echaré cordón de seda
para que subas arriba;
si la seda no alcanzare
mis trenzas añadiría.
La fina seda se rompe;
la muerte que allí venía:
-Vamos, el enamorado;
¡la hora ya está cumplida!

 
El enamorado está soñando y, de pronto, la muerte viene a llevárselo. Él le ruega un día más de vida para estar con su amada, pero la muerte sólo le otorga una hora. El enamorado se dirige a toda prisa hacía la casa de la joven. Pero esta, al no ser la hora convenida (sus padres están en casa), no puede abrirle la puerta. Le indica que suba por un hilo de seda hasta la ventana en la cual ella cosía. Pero, el cordel se rompe, y la muerte viene a buscarle. 
 Simboliza que el destino es imperturbable y que, por mucho que se intente cambiarlo, todo será inútil.