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miércoles, 30 de octubre de 2013

Abd al-Rahman " Sanchuelo ".

   A la muerte de Abd al-Malik, su hermano, Abd al-Rahman " Sanchuelo " se aferró al poder en Córdoba. Muy poco duró esta "regencia " del tercer amiri, tras la que se desencadenó una crisis política sin precedentes en al-Andalus. Duraría veinte años y produciría la caída definitiva del califato omyeya en Occidente. Estalló la guerra civil que se extendió hasta a las regiones más remotas de las Marcas. La sangre corrió a raudales, en una época de caos y de anarquía. La fitna, que es como designa en árabe la revolución andaluza de los inicios del siglo XI, destrozó al país y ya jamás volvería a recuperarse por completo.
   Sanchuelo nacido entre 983 y 986, era hijo de ibn Abi Amir al-Mansur, el Almanzor de las crónicas, y Abda, nombre árabe que adoptó una de las esposas del caudillo amirí, hija de Sancho Garcés II de Pamplona y Urraca Fernández. Se dice que el parecido físico con su abuelo hizo que le denominaran Sanchuelo.
Era todavía muy joven, quizás unos 25 años, cuando decide que será el sucesor de su hermano. Almanzor sabía muy bien cómo era su hijo y nunca se hizo demasiadas ilusiones sobre sus aptitudes y sus capacidades. Era un ser mediocre y, como todos los mediocres, vanidoso y dado a la vida desordenada. Sin embargo, Hisham II y Sanchuelo parecían tener muchas cosas en común, y de hecho se entendían de
maravilla. Ambos eran de madres vasconas y esto parecía que era un nexo de unión entre ellos. Les gustaba divertirse juntos, en fiestas en las que se bebía en abundancia, entre danzantes, bufones e invertidos, y que duraban, a veces, días y noches enteras. Esta actitud disgustaba enormemente al pueblo que, además, cada día se sorprendía con las insólitas iniciativas del nuevo mandatario. Pero la mayor de estas sorpresas llegó cuando Hisham II, en un acta que contaba con todos los requisitos legales, designaba heredero del reino de al-Andalus a Sanchuelo.
   Ni Almanzor ni Abd al-Malik jamás se hubieran atrevido a tanto. Claro que la inteligencia política de ambos les había puesto en sobreaviso que, una medida así, podría muy bien soliviantar a toda la población musulmana que los respetaba. Sanchuelo carecía de ese talento, pero se aseguró el concurso de dos altos personajes del Estado que, hacía tiempo, estaban, de manera incondicional, al lado de los amiríes: el gran visir de la capital y el secretario oficial.
   Hisham II no tenía hijos que pudieran sucederle, pero parece que esta petición de Sanchuelo le causó tanto estupor como molestia, pero los alfaquíes, previamente comprados y elegidos cuidadosamente para que fuesen proclivea a los deseos de Sanchuelo, lograron disipar los escrúpulos del califa con respecto a una decisión tan grave para el porvenir de la dinastía omeya. Se redactó un acta de investidura y se leyó, solemnemente, en la sala de honor del Alcázar cordobés, siendo firmada por todos los dignatarios presentes.
   El decreto califal dice que deseando el califa despejar la incógnita de su sucesión, dando así tranquilidad a su pueblo, ha elegido a Abd al-Rahman Sanchuelo porque no encuentra a nadie tan digno como él para ocupar tan alto puesto. Su espíritu, que ha procedido a esta elección libremente, basándose en la inspiración divina, no le ha permitido elegir entre sus parientes marwaníes.
   Pero esta extraña elección no fue ratificada por el pueblo. Los descendientes de Abd al-Rahman III, que eran muchos, alimentaron el malestar que ya bullía en la población, esperando el momento oportuno para dar un golpe de Estado. Llegados a este punto, Sanchuelo hubiera podido obrar con discreción, intentando congraciarse con los descontentos, pero hacía todo lo contrario, con medidas ridículas, absurdas, preludio de la catastrófica situación que se avecinaba.
   La ocasión esperaba por los que se oponían a Sanchuelo y a la designación de Hisham no tardó en presentarse. Además, en la España cristiana se estaba al cabo de la calle de lo que sucedía en Córdoba, y Sancho García, el conde de Castilla, no ocultaba su desprecio por Sanchuelo, al que consideraba un verdadero inútil, según había podido comprobar personalmente. En pleno invierno, cuando los caminos estaban intransitables por las lluvias y el lodo, decidió Sanchuelo ponerse en campaña contra los cristianos, a pesar de las advertencias de los oficiales eslavos que tenían pruebas de que en Córdoba se preparaba alguna sublevación.

al-Andalus....libro de Concha Masiá.