En el año 713, sólo dos años después de la invasión árabe de la Península, el emir Abd al-Aziz ocupó el sureste ibérico. El conde Teodomiro, que era gobernador visigodo de la provincia, pactó una capitulación favorable. Teodomiro consiguió una cierta autonomía a cambio del pago de un tributo por parte de los habitantes de la zona. Este pacto incluía 7 ciudades: Orihuela, Alicante, Begastri, Mula, Lorca, Elche y Eio. A este territorio semi-autónomo se le comenzó a denominar como Tudmir (arabización de Teodomiro), pasando a ser una cora del emirato.
La inestabilidad del emirato de Córdoba (entre 754 y 929) y los numerosos conflictos sociales entre árabes y visigodos provocaron la destrucción de Eio, pero también la obligación por parte del emir de al-Ándalus Abderramán II de llevar a los antiguos habitantes de Eio a Mursiya (la actual Murcia) en abril del 825. Ésta última se fundó para constituir el eje rector del poder de Córdoba en una cora escasamente islamizada.
Durante el califato, entre 929 y 1031, la ciudad de Mursiya creció y prosperó, consiguiendo importancia dentro del estado andalusí.
Primera taifa (siglo XI): los Banu Tahir, Ibn Ammar e Ibn Rasiq
Proveniente de Orihuela el oficial eslavo Jairán se apoderó de Murcia hacia el año 1012-1013 conquistando al año siguiente Almería, donde trasladó la Corte, dejando como gobernador en Murcia a Zuhaír. A la muerte de Jairán en el año 1028, Zuhaír se trasladó a Almería dejando a su vez a otro gobernantes, en especial a la familia Banū Tāhir dependiendo de la Taifa de Almería.1
Por lo tanto, no fue hasta bien entrado el siglo XI cuando Murcia encabezó su primer reino taifa independiente.2 Bajo el mandato de Abu Abd al-Rahman Ibn Tahir, Murcia, ahora dependiente de la Taifa de Valencia, logró independizarse al caer ésta en manos de la de Taifa de Toledo.3 Este primer estado independiente murciano concluyó en el año 1078 cuando las tropas del rey taifa de Sevilla Al-Mutamid entraron en la ciudad de Murcia.
Una vez anexionada la primera Taifa de Murcia, el visir de Al-Mutamid, Ibn Ammar, ideólogo de la campaña y gobernador de la ciudad tras la toma, se nombró a sí mismo rey y cortó relaciones con Sevilla. Sin embargo, su poder no duró mucho pues comenzó a utilizarlo para fines suntuosos que le granjearon la desafección del pueblo murciano. Ibn Rašiq (general de Al-Mutamid) lideró la oposición a Ibn Abmmar, que se vio impelido a abandonar la ciudad y buscar refugio en la Taifa de Toledo en el 1080.
En este contexto de crisis, en el 1088 una hueste comandada por Álvar Fáñez, el lugarteniente de El Cid, se apropió de la fortaleza de Aledo saqueando la zona y condicionando la ruta comercial que a través del valle del Guadalentín comunicaba y comunica la Alta Andalucía con la zona de Levante. Con la toma castellana del estratégico castillo de Aledo, Ibn Rasiq aprovechó la ocasión para desligarse de Al-Mutamid de Sevilla y gobernar Murcia de forma independiente, apoyando incluso a los castellanos, por lo que fracasó el primer intento de recuperar Aledo por parte de los musulmanes. Esta actitud incomprensible para la ortodoxia islámica decidió al califa almorávide Ibn Tasufin a conquistar al-Andalus, incorporándola como provincia a su imperio. En junio de 1091, tropas norteafricanas al mando del hijo del monarca almorávide sometieron finalmente Aledo y la ciudad de Murcia.
Segunda taifa (siglo XII): el esplendor de Ibn Mardanis
Debido a la intolerancia almorávide, las insurrecciones locales contra la autoridad central se reprodujeron por todo al-Andalus. En septiembre de 1145 un miembro de los Banu Tahir fue elegido jefe político de la ciudad, y un mes después, tropas del emir de Zaragoza Ibn Hud conquistaron Murcia dirigidas por Ibn Yyad y su lugarteniente, llamado Ibn Mardanis. Al-Andalus iniciaba así otro periodo de fragmentación territorial al calor de la debilidad almorávide, lo que permitió a Ibn Mardanis asumir el gobierno independiente de Murcia a la muerte de Ibn Hud de Zaragoza, en agosto de 1147, justo cuando se producía el desembarco almohade en la península.
Ibn Mardanis consiguió articular un territorio que comprendía desde Jaén y Baza hasta Valencia y Albarracín, llegando a conquistar también Écija y Carmona, sitiando Córdoba (poniendo en peligro Sevilla) y tomando Granada durante unos meses.
Durante el emirato del Rey Lobo la ciudad de Murcia vivió un momento de esplendor al verse convertida en centro del estado mardanisí, tanto que su moneda se convirtió en referente en toda Europa. La prosperidad de la ciudad se basó igualmente en la agricultura que, aprovechando el caudal y la estructura del curso del río Segura, se creó (aunque basada en estructuras anteriores) una compleja red hidrológica, siendo la predecesora del actual sistema de regadíos de la huerta del Segura. La artesanía también fue muy importante y alcanzó gran prestigio, tanto que la cerámica murciana se exportaba a las repúblicas italianas.
A todo esto hay que añadir los numerosos conjuntos palaciegos que fueron construidos, como el palacio de Al Dar al-Sugra en el arrabal murciano de la Arrixaca o el conjunto palatino de Monteagudo, verdaderas muestras del esplendor de una urbe que se convirtió en la auténtica capital de Xarq al-Ándalus (la parte oriental andalusí). También fue construida durante este periodo la muralla árabe de Murcia, de cara a contener las numerosas embestidas almohades.
En 1165 la ciudad de Murcia sufrió un primer gran asedio almohade, que acabó por fracasar. En 1172, con su reino conquistado y la ciudad de Murcia duramente sitiada, moría en Murcia Ibn Mardanis, el Rey Lobo. Su sucesor, Hilal, pactó con los almohades la rendición, convirtiéndose en gobernador de la misma y dando fin a la taifa.
Tercera taifa (siglo XIII): Ibn Hud gobierna al-Ándalus
En su tercer periodo, el reino taifa de Murcia estuvo regido por la dinastía de los Banu Hud. Esta nueva taifa tuvo su origen en la sublevación que Ibn Hud protagonizó contra los almohades en el valle de Ricote en 1228, entrando en la ciudad de Murcia el 4 de agosto de ese año, expulsando al gobernador almohade y proclamándose emir. Los sucesos acaecidos en Murcia se propagaron por todo al-Ándalus hasta el punto de que en 1229 sólo Valencia y algunos puntos del Estrecho escapaban al control de Ibn Hud y de su estado, capitalizado en Murcia.8
Durante estos años de esplendor se edificó el Alcázar Seguir, sobre los restos del anterior Al Dar al-Sugra en el arrabal de la Arrixaca.
Sin embargo, la estabilidad duró poco ante las sublevaciones contra Ibn Hud ocurridas en diversos lugares como Granada (con Muhammad ibn Nasr como principal enemigo) y el avance de la conquista cristiana. Ibn Hud pudo superar esta primera crisis al ser reconocido de nuevo como rey por Sevilla, al reconquistar Córdoba en 1235 y tras ser reconocido en 1234 por el califa de Bagdad como gobernante de todo al-Ándalus.
Sin embargo, Ibn Hud se vio obligado a rendir Córdoba en 1236 ante le empuje de Fernando III de Castilla. Esto supondrá el principio del fin del monarca murciano ante una pérdida tan simbólica como la antigua capital califal. Sus enemigos consiguieron asesinarlo en Almería en 1238, momento en el que su reino quedó reducido al sureste ibérico mientras que surgía un nuevo estado preponderante en al-Ándalus, el reino nazarí de Granada de Muhammad ibn Nasr (Ibn al-Ahmar).
La debilidad de la taifa de Murcia llevó a Ibn Hud al-Dawla (tío del anterior) a solicitar un pacto con Castilla en 1243. Consecuentemente el infante Alfonso de Castilla, futuro Alfonso X el Sabio, en nombre de su padre Fernando III, sometió a Murcia a vasallaje a través del tratado de Alcaraz, incorporando la ciudad y a su reino a la Corona de Castilla (pero en forma de protectorado).
Protectorado castellano, revuelta mudéjar y conquista (1243-1266)
En 1243, el emir de la taifa de Murcia (Ibn Hud al-Dawla) firmó las capitulaciones de Alcaraz con Fernando III, aceptando ser un protectorado de los reinos de Castilla y de León. De esta manera Murcia ganaba una fuerte alianza para repeler a los aragoneses (de Jaime I) y a los granadinos (de Ibn al-Ahmar). Castilla, en contrapartida, conseguía una salida al Mar Mediterráneo.
El Castillo de Lorca, sede de la guarnición castellana, estuvo sitiado durante la revolución mudéjar
Sin embargo, diversos núcleos de la antigua taifa no aceptaron el tratado, tales como Orihuela (que lo acató poco después) Mula, Cartagena y Lorca. Esta sublevación permitió aplicar a las tropas de Castilla (dirigidas por el infante Alfonso; futuro Alfonso X) el derecho de conquista sobre ellas (Mula cayó en 1244 y Cartagena en 1245) a excepción de Lorca que finalmente pactó. Este conflicto generó que todo el territorio murciano fuera un protectorado semi-autónomo de los musulmanes (al respetar el pacto), a excepción de los núcleos de Mula y Cartagena, las únicas poblaciones plenamente cristianas por su sublevación.
Entre los años 1243 y 1257, bajo el reinado de Fernando III y posteriormente el de su hijo Alfonso X el Sabio, se vivió una etapa próspera con una coexistencia pluricultural más o menos pacífica entre cristianos, moros y judíos.
Sin embargo, en 1250 Castilla decidió crear la diócesis de Cartagena, y en 1258 el adelantamiento mayor del reino de Murcia. Esto se debió al paulatino incremento de la intervención cristiana en el protectorado, más evidente a partir de 1257, cuando el rey Alfonso X fue plenamente consciente de que si cumplía lo acordado en Alcaraz en nada avanzaría la tranformación cristiana del reino y su jurisdicción en la zona seguiría estando limitada indefinidamente. Los sucesivos incumplimientos de lo pactado llevaron a la sublevación de los musulmanes murcianos en 1264.
La revuelta contra la Corona de Castilla fue dirigida por el miembro de la familia real musulmana Al-Watiq, consiguiendo el apoyo de Granada y los gobernantes del Norte de África. El conflicto fue sofocado entre 1265 y 1266 gracias a la intervención aragonesa. La reina Violante (esposa de Alfonso X el Sabio) pidió ayuda a su padre Jaime I. Tropas aragonesas mandadas por el infante Pedro (el futuro Pedro III el Grande) y el propio Jaime I sofocaron la revuelta (1265-66), dejando a más de 10.000 aragoneses en Murcia. Aunque según las condiciones del tratado de Almizra (1244), Murcia fue devuelta a Castilla.
Fue entonces (a partir de 1266) cuando se dio por finalizado el protectorado y comenzó plenamente la construcción del nuevo reino de Murcia como un ente político articulado dentro de la Corona de Castilla.
El Reino de Badajoz, o la Taifa de Badajoz,
Fue un reino musulmán cuyo centro fue la ciudad de Badajoz (Batalyaws بطليوس). Apareció, al igual que las otras taifas, tras la fragmentación del Califato de Córdoba a finales del siglo X y comienzos de siglo XI.
Fue invadido y conquistado varias veces por reinos vecinos, los almorávides y almohades (junto a las otras taifas), Portugal y finalmente por los reinos de León y de Castilla.
La ciudad de Badajoz, fundada por Ibn Marwan en el 875, y los territorios que dependían de ella mantuvieron durante el principio de su época una cierta independencia y luchas constantes con el poder central de Córdoba, hasta el siglo X en que la ciudad pasó a ser dominada por el Califato de Córdoba.
Primera taifa
La primera Taifa de Badajoz se creó en el año 1013, tras la desintegración del Califato de Córdoba, por el liberto Sabur 1013–1022, de etnia eslava1 y antiguo esclavo o cliente de Al-Hakem II. La taifa dominó gran parte de la antigua Lusitania, incluida Mérida y Lisboa.
Al morir Sabur en 1022, y a pesar de tener dos hijos, le sucedió en el poder su visir, Abdallah ibn al-Aftas, bereber de origen andalusí, que no respetó la sucesión de Sabur. Los hijos de Sabur huyeron a Lisboa, donde se hicieron fuertes creando la Taifa de Lisboa, que cayó al poco tiempo al ser reconquistada por la de Badajoz. Abdallah creó su propia dinastía, los Aftasíes, sucediéndole hasta cuatro de sus miembros.
Tras la muerte de Abu Bekr, estalló la guerra civil entre sus hijos, Yahya y Abu Bekr. La victoria sería para este último. Combatiría junto a los almorávides, que habían desembarcado en Algeciras el 30 de julio de 1086, contra las tropas cristianas en la batalla de Zalaca, acontecida muy cerca de Badajoz. Tras la victoria de las huestes musulmanas, y viendo que los almorávides deseaban el poder, se alía con Alfonso VI. En el año 1094 los almorávides ocuparon Badajoz y le mataron junto a dos de sus hijos. Uno de sus hijos, Umar ibn Muhammad al-Mutawakkil, consiguió huir a Montánchez proclamándose como Al-Mansur III para entregarse definitivamente a Alfonso VI en 1096.
Tras la invasión almorávide, desaparecería la primera Taifa de Badajoz.
Emires
Sabur (Abu Muhammad Abdallah ben Muhammad el-Sapur al-Saqlabi): 1013–1022 (de origen eslavo)
Aben Muhammad Aben Maslama ben Abdallah Ibn el-Aftas: 1022–1045 (dinastía aftasí) (Almanzor I de Badajoz) (Nota: entre los años 1027 y 1034, Almanzor I perdió el poder de la taifa, que pasó a manos de la Taifa de Sevilla; en el año 1034 restaura su poder y gobierna por segunda vez).
Abu Bekr Muhammad al-Mudaffar: 1045–1067 (Modafar I de Badajoz) (dinastía aftasí)
Yahya ben Muhammad al-Mansur: 1067–1073/1079 (Almanzor II de Badajoz) (dinastía aftasí)
Abu Muhammad Omar al-Muttawakil ben al-Mudaffar:2 1073/1079–1094 (dinastía aftasí) (Nota: en el año 1094 pierde el poder en manos de los almorávides, que controlarían la taifa hasta el año 1144).
Umar ibn Muhammad al-Mutawakkil
Segunda taifa
La segunda Taifa apenas duró diez años, durante los cuales se sucedieron dos gobernantes: Aben Hacham y Sidrey. Este periodo terminaría con el advenimiento al poder de los almohades.
Emires
Aben Hacham: 1144–1145
Controlado por la Taifa de Al-Gharbía (Algarve) 1145–1146
Sidrey 1146–1151
Dominio almohade: 1151–1169
Control portugués: 1169–1170
Dominio almohade: 1170–1227
Conquista cristiana: reino de León, en la parte occidental, incluyendo Badajoz, y el reino de Castilla en la oriental.