El ejemplo más concreto de la libertad de la mujer en la España musulmana nos la procura Wallāda. Hija de un califa, al-Mustakfī, aprovechó la muerte de su padre, que tuvo lugar tras el desasosiego provocado por la fitna, para llevar una vida libre por completo; había abierto un salón que atraía a los más altos personajes y a los más reputados hombres de letras.
Su aspecto desenfadado, su desdén por el velo, lo atrevido de su conversación y en ocasiones la excentricidad de sus actitudes, mostraban bien a las claras que se había liberado de muchos prejuicios. Que se la culminó, es natural, pero el que se le tolerara una vida de ese género implica que el Islam, tan rígido y quisquilloso en lo que concierne a las mujeres, había relajado singularmente sus rigores en Andalucía, y hemos de suponer que por influencia de la cultura cristiana se fueron suavizando algunas normas sociales musulmanas. Así la mujer gozaba en al-Andalus de mayor libertad que en el resto del mundo islámico, al menos entre las clases media y alta.
Esta libertad que se le permite a la andaluza en la sociedad hispano-musulmana nos permite comprender mejor la abundancia de poemas compuestos por los poetas para cantar lo mismo la belleza física que las cualidades morales de la mujer.
Las mujeres en al-Andalus recibían al menos una educación elemental semejante a la de los varones; aprendían a leer, a escribir, el Corán y algo de poesía, aunque no acudían a las escuelas como los chicos sino que recibían la enseñanza en casa; igualmente podían acceder a la enseñanza superior pero ésta casi indefectiblemente la recibían de sus familiares más allegados, y si acudían a las mezquitas era en compañía de algún pariente masculino.
Posiblemente esta educación sólo se daba en las clases acomodadas.
En al-Andalus, se enseñaba a los niños primero las reglas elementales de la lengua, y poemas, antes de iniciar el estudio del Corán con el que comenzaba el aprendizaje en otros países musulmanes. Este temprano conocimiento de la poesía árabe explica la proliferación de poetas en la España musulmana, a pesar de que la lengua de la expresión poética fuese una coiné.
La razón podría estar en que les estaban vedados los lugares donde la poesía se difundía: estos lugares son las recepciones palaciegas con motivo de actos oficiales; la tertulia, donde se recitaba poesía, donde las mujeres estaban excluidas con excepción de las esclavas.
Resulta por tanto sorprendente el escaso número de poetisas, sobre todo en la época de las taifas en el que cualquiera podía hilvanar unos versos . La literatura profesional en la civilización árabe-islámica requiere una amplia formación cultural que bajo las premisas de una sociedad patriarcal, no recibía una mujer destinada exclusivamente a la función de madre.
Llama la atención que la mayoría de las poetisas profesionales de al-Andalus son hijas únicas, sin hermanos varones, de padres acomodados y cultos que les dieron la educación que le hubieses dado a sus vástagos masculinos, de tenerlos. A lo largo de toda su vida estas mujeres actuaron como varones, no sólo en su actividad literaria, sino social, actuando, por ejemplo con un desenfado sexual que sólo era permitido a los hombres y que las llevó a ser tildadas de cortesanas.
Así, si las mujeres de al-Andalus componían poemas, éstos sólo eran reconocidos por sus familiares. Resulta significativo que las dos poetisas de las que tenemos más versos sean precisamente Wallāda y Hafsa ar-Rakūmiyya, cuyas vidas y obras poéticas estuvieron ligadas a los dos poetas masculinos de importancia Ibn Zaydūn de Córdoba y Abū Ya’far ibn Sa’īd.
Así pues el conocimiento de la poesía árabe de las mujeres de al-Andalus viene condicionado por sus relaciones con el mundo de los hombres y no por su condición social, ya que un mayor estatus de la clave llevaba aparejado una mayor carga de herencia económica y de linaje, y traía aparejado un mayor enclaustramiento. El caso de la libertad de acción de Wallāda y su producción poética no se puede extrapolar de las demás mujeres de sangre real. Es significativo que haya dos poetisas de origen beréber y una de ellas Hafsa ar-Rakūniyya sea la tal vez considerada la gran poetisa de al-Andalus. Durante la dominación de al-Andalus por las dinastías beréberes, almorávides y almohades, las poetisas parecen tener mayor libertad de movimientos.
Dentro de las esclavas de al-Andalus, las más relacionadas con el ambiente literario eran las cantoras, las qiyān, que recibían una esmerada educación, ya que su función era realmente la de ser cultivadas hetairas, capaces de satisfacer al hombre física y estéticamente a modo de las geishas japonesas.
Otro tipo de esclava son las esclavas de placer: la Ŷāriya. Las esclavas cumplían por tanto su función de satisfacer sexualmente al hombre, pero eran educadas en diversas artes y habilidades para alcanzar más alto precio y dar mayor placer al hombre, artes que abarcaban muy diversas facetas: había cantoras, músicas, poetisas y hasta filólogas, como la ‘Abbādiyya, la esclava que regalara Muŷāhid de Denia a su yerno al-Mu’tadid de Sevilla . Este status de la esclava, convertida en concubina, la situaba sobre la esposa legítima, la mujer libre que no era educada más que para madre y, para ama de casa.
La voz de las mujeres de al-Andalus, con lenguaje auténtico femenino o tomado prestado de los hombres, es la primera que nos ha llegado de las muchas que resonaron en la Península Ibérica. Fue expresada en lenguas que hoy han desaparecido de nuestro suelo, pero tal vez, traducida al español, no resulte tan antigua ni tan ajena .
Autor: Cristina Lena Fombuena - Fuente: Webislam