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domingo, 30 de junio de 2013

Abd al-Rahmán III y el Norte de África.

   Veintiséis años había tardado el califa en lograr reducir las insurgencias y a los rebeldes, especialmente de aquellos que actuaban como señores independientes en las Marcas. No fue tarea fácil lograrlo, ni lograr que todos reconociesen su autoridad y le rindieran vasallaje para que el Estado islámico no presentase ninguna fisura, pero una vez logrado, puso las miras en más allá del Estrecho, en Ceuta, que era decisiva para controlar el Magreb occidental y poder contrarrestar el poder , cada vez más asentado, de los fatimíes.
   Según el relato de Ibn Hayyan, los ceutíes entregaron su ciudad, pacíficamente al califa andalusí, pidiéndole que les enviase un gobernador y fuerzas para su defensa. El 25 de marzo de 931, la flota califal, al mando del almirante Fary ibn Ufayr, se presentó ante esta ciudad, ocupándola sin ningún tipo de problemas y sin ningún tipo de resistencia. Al día siguiente, en la mezquita, en el primer sermón se invocaba el nombre de Abd al-Rahman III. En Ceuta se asentó una fuerte guarnición militar y se la fortificó. Pero esta ocupación no gustó a todos en el norte de África. Los príncipes idrisies intentaron ocupar la plaza, pero fracasaron y poco después, Muhammad ben Idris, escribió una carta de disculpa Abd al-Rahman III, en la que expresaba la sorpresa por la toma de Ceuta y se ofrecía para el servicio del califa.
   El control de Ceuta suponía el dominio del Estrecho, algo muy importante habida cuenta de que los nuevos reinos norteafricanos muy bien podían poner los ojos en al-Andalus. Pero la suerte sonrió al califa andalusí pues el emir de los Miknasa, que estaba al lado de los fatimíes, decidió reconocer al omeya. Por lo visto estaba molesto porque su hijo, Midyan, fue expulsado de Fez, ciudad de la que era gobernador, por un general fatimí. Sólo pidió a cambio de su obediencia el que Abd al-Rahman III le permitiera continuar su lucha contra los idrisíes. También, en aquellos momentos, se habia fortalecido la alianza entre el califa y el jefe de los zanatas, Muhammmad ibn Jazar.
   Los omeyas iban consolidando una posición en el norte de Africa, ante la preocupación de los diversos sectores. La rama idrisí de Banu Muhammad, atacó en 933, la ciudad de Arcila. Sus habitantes pidieron auxilio a Abd al-Rahman III, que envió una flota en 934. Pero el peligro real vendría a través de los más fuertes, los fatimies, en 935. Un año antes se había producido un cambio importante en el califato fatimí, accediendo a él al-Qasim. Maysur, jefe de los ejércitos fatimíes, tomó Fez y reconquistó varios territorios en el Magreb que fueron entregados a sus mayores aliados en aquellos momentos, los idrisies de los Banu Muhammad. Otro fatimí, Sandal, entró victorioso en la ciudad de Nakur.
   El papel de los omeyas que se habia acrecentado en el norte de Africa, se les estaba complicando peligrosamente, y había que actuar con rapidez. En el año 936 una flota omeya muy bien dotada, que de ser ciertas las crónicas, constaba de 40 navíos y unos 3.000 tripulantes, zarpó de Ceuta para recorrer las costa norteafricana y dejarse ver, y actuar, si se presentaba el caso. La flota omeya, a finales de este mismo año 936, cosechó sus primeras victorias, venciendo a los fatimies en Nakur, la isla de Rasgun y en la ciudad de Yarawa. También, es más que posible que , en el curso de esta expedición marítima, los omeyas conquistasen la ciudad de Melilla. Ab al-Rahman III había recuperado el contro del espacio entre las costa sur de al-Andalus y el norte de África. Parece, además, que la suerte sonreía al primer califa pues, uno de los generales fatimies, Humayd ib  Yasal se presentó en Córdoba para ofrecer sus servicios al califa, que aceptó el ofrecimiento, convirtiendo a este general en uno de sus colaboradores más eficaces. Poco
después, en el año 938, moría el jefe de los zanatas y le sucedía su hijo, Maydan ibn Musa.
   Pero la escena norteafricana iba a cambiar muy pronto, cuando hizo entrada en ella un personaje singular, Abu Yazid, conocido popularmente como " el hombre del burro ". Era un beréber perteneciente a los zanatas, que se dedicó a predicar la doctrina jarichi. El nuevo fervor religioso se tradujo en una actuación militar que conquistó, en sólo dos años, 944 y 945, las ciudades de Beja y Qayrawan. el califa fatimi, al-Qasim, asustado ante el cariz que estaban tomando los acontecimientos, se refugió en al-Mahdiyya. La doctrina del " hombre del burro ", era totalmente herética y más desde el punto de vista suní, que era la ortodoxia practicada en al-Andalus, pero esto no impidió que el omeya Abd al-Rahman III les prestase su apoyo, pues, estos herejes islámicos actuaban contra sus enemigos fatimies. Pero esta revolución jarichi, se fue diluyendo en el tiempo, especialmente con la muerte de Yazid, sucedida en el año 947.
   Parecía que la influencia omeya, con sus altibajos, seguía consolidándose, con la sumisión de los idrisies y la adquisición de la importante plaza de Tánger, se cree que sobre el año 951.
   Unos años más tarde, en 955, tendría lugar un suceso que pudo tener graves consecuencias para la política marítima que venía desarrollando el califato cordobés. Un barco fatimí, que partió de la isla de Sicilia con destino a la ciudad de Mahdiyya, fue interceptado por un buque andalusí que iba a Oriente cargado de mercancías.
   El califa fatimi, al enterarse de este hecho dio la orden de que su escuadra respondiese a semejante humillación, con todas sus fuerzas. El éxito de la marina fatimi se concretó en su entrada en el puerto de Almería, el 18 de julio de 955. Destruyeron todos los barcos allí anclados, mientras los marinos fatimies se dedicaban a causar los mayores estragos posibles. Consiguieron un gran botín y regresaron a sus bases sin sufrir daño alguno. Por primera vez, los soldados fatimies hollaban suelo andalusí, suelo español. Es fácil imaginar la indignación de al-Nasir ante estos acontecimientos. Lo más inmediato fue que, desde los minaretes de las mezquitas, se lanzasen maldiciones contra los herejes shi ´ies. Sin embargo, la actuación de tipo práctico contra los fatimies, con la flota al mando del general Galib, no obtuvo ningún resultado. Otra cosa fue, en el año 957, la actuación de la escuadra califal, con setenta navios, que causó grandes destrozos en varias ciudades norteafricanas: Marsá al-Jaraz, ciudad que fue incendiada, Susa y Tabarca. El califa omeya fortificó la ciudad de Ceuta, activó los trabajos en la atarazanas para mantener a punto la marina de guerra y planeó la posibilidad de alcanzar una alianza con el emperador bizantino.
   Aún el peligro fatimí se mantenía. en el año 958, un ejército fatimí al mando del liberto Yawhar, ocupó las plazas de Soyilmasa y de Fez, así como una gran parte de lo que es el Marruecos actual. A finales del año 959, bajo el control directo de Abd al-Rahman III sólo quedaban en Africa del Norte, Ceuta y Tánger. Los señores del Magreb no tuvieron más remedio que reconocer al califa fatimí al-Muizz. Previsor, el califa omeya fortificó Tarifa para asegurar la posición desde el lado andalusí, de la salvaguardia del Estrecho de Gibraltar. A la muerte de Abd al-Rahman III, en 961, la influencia cordobesa en el Magreb era mínima.

al-Andalus de Concha Masiá.